Daniel Samper Ospina
30 Mayo 2021

Daniel Samper Ospina

El que diga Duque

El excomisionado Miguel Ceballos promete sacar adelante los diálogos de paz que como comisionado de la paz hizo trizas. E informa que su movimiento se llama “Tu, Transformando y Uniendo”, con lo cual, sagazmente, atrae el voto de los amantes del gerundio.

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Una semana en Colombia equivale a siete años humanos, pero no todo es malo, claro que no, y al fin el país recibe una noticia que lo llena de esperanza: el anuncio de que Miguel Ceballos aspirará a la Presidencia de la República.

Sí, mis queridos amigos. No todo está perdido. Llegó el momento de ver el vaso de agua medio lleno: al menos medio rendido con jugo de naranja, si se quiere. Es verdad que el presidente de la República no domina el Estado, acaso el inglés, como lo demuestra en las autoentrevistas que se concede a sí mismo por pura amistad; que ha conseguido hacer del territorio colombiano la Silicon Valley de la violación de los derechos humanos; que el ministro Molano consiguió su sueño de montar un protestódromo ya no en un modesto estadio, como inicialmente lo planteó, sino a lo grande: en calles y plazas, como si fuera un festival, un “Protesta al parque”, el Loolapalooza del perdigón. Es verdad que el senador Gustavo Bolívar ahora hace colectas para que los manifestantes de primera línea compren insumos, con lo cual se muestra por primera vez comprensivo con el principio de las autodefensas; que la senadora y oftalmóloga Paola Holguín pide llorar por un solo ojo en probable alusión de mal gusto al relevo en la embajada de Francia, que en adelante ocupará el crítico columnista independiente Mauricio Vargas: trabajo sí hay. Y que la vicepresidenta se estrena como canciller en Washington con una agobiante agenda para congraciarse con la administración Biden: 7 a. m.: Reunión con Pacho Santos; 8 a. m.: Reunión con el trumpista Marco Rubio; 9 a. m.: Zoom con los rusos sobre el ministro de defensa; 10 a. m.: Rueda de prensa para impedir la presencia de la comisión de derechos humanos; 11 a. m.: Reunión con la ONU para explicar que las protestas son producto del acuerdo de paz; 1 p. m.: Almuerzo de comida típica colombiana con Pachito Santos en Taco Bell; 3 p. m.: Piyamada para anunciar que la comisión puede venir cuando quiera.

Y por si faltaran noticias graves, la influencer Valdiri promete subastar un cuadro elaborado con partes de sus vellos púbicos. O vellos púbicos de sus partes, según se prefiera decir.

Pero, en medio de semejante desconcierto, el excomisionado Miguel Ceballos anuncia en entrevista radial que nos hará la caridad de dirigir los destinos de esta patria. Promete sacar adelante los diálogos de paz que como comisionado de la paz hizo trizas. E informa que su movimiento se llama “Tu, Transformando y Uniendo”, con lo cual, sagazmente, atrae el voto de los amantes del gerundio, hace un guiño a la revista de su preferencia y roba electores a Petro, el Yo Humano, que suele hablar de usted y de tú en una misma frase.

Surge al fin un candidato capaz de unir al pueblo, así sea en contra de su aspiración. Su candidatura nace para continuar las políticas del presidente eterno de sus afectos, que es Iván Duque. Porque, en el panorama electoral, el doctor Ceballos vendría siendo el que diga Duque: la demostración viva de que el duquismo está vivo en las regiones, concretamente en Panaca en vacaciones, o en Chiquinquirá los domingos, o en Cali en la madrugada.

Algunos osan criticar el gesto de haber escrito dos cartas simultáneas: la de su retiro del cargo y la de aceptación como negociador del paro. También que su renuncia, en teoría porque Él se saltó a Tú, haya tardado unos meses en hacerse realidad. O acaso unos años: unos tres años.

Pero el doctor Ceballos no permite que aquellas críticas ingresen a su cabeza, en parte por su serenidad de hombre de Estado, en parte por los dos centímetros de gomina con que pone en orden su ensortijado cabello, envidia pictórica de la misma influencer Andrea Valdiri.

¿Cómo habrá sido el momento en que maestro y discípulo, para el caso discípulo y discípulo, toman la decisión de que el comisionado abandone el buque, para el caso el Iván Buque, y enarbole las banderas de la doctrina naranja? Imagino a los jóvenes estadistas en el salón de los gomelinos, solemnes como lo aprendieron en la universidad, definiendo su candidatura en beneficio de la patria:

—¿Señor Comisionado?
—Dígame Presidente.
—¡Presidente!
—Gracias, Presidente.

Iván Duque ha dejado la vara presidencial como la cotización del dólar: muy alta. Pero acá está el doctor Ceballos, compañeros: único candidato capaz de alcanzar idéntica estatura. Si habláramos de muñecas rusas, el doctor Uribe contendría a Duque, y al abrir a Duque estaría él: estaría Tú, mejor dicho: según reza su esloga, el indio, el negro, el campesino, el urbano.

En los debates se sabrá la talla de la camisa negra de pepas blancas del presidente. Dará continuidad a los programas del actual gobierno, empezando por el de Prevención y Acción, que él mismo presentará con un pote en la mesa ya no de antibacterial, sino de gomina, para que el elegante peinado luzca enhiesto. Prometerá reconstruir Providencia en cien días, contados a partir del 2026. Continuará el conteo de horas que le quedan a Maduro. Demostrará que la vocación de poder de la Sergio no es flor de un día; que el duquismo es un proyecto a décadas, amigos. Y avivará la tradición democrática de candidaturas como la de Regina Once o Mario Gareña.

Ahora bien: ¿se enfrentará Él a Tú? ¿Quién será su fórmula presidencial, la muñeca rusa que contendrá por dentro? ¿Nati Bedoya? ¿Hará coalición con el voto nulo para superar el margen de error? Por lo pronto, bienvenido, doctor Ceballos. Desde ya cuente con mi voto. O cuenta: si me dejas hablarte de tú. El ceballismo se crece en el enredo. Y en eso se parece a la materia prima de los cuadros de la influencer Andrea Valdiri.

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