
Abrazo entre Petro y Mancuso: ¿ejemplo de reconciliación o instrumento para atacar a Uribe?
El presidente Gustavo Petro y Salvatore Mancuso.
Crédito: Presidencia
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¿Qué significa que el jefe de Estado abra la puerta a una nueva negociación con los paramilitares? ¿Qué consecuencias tendrá liberar a Jorge 40 y a Macaco, quienes están en la cárcel por delitos atroces? Análisis.
Por: Armando Neira

El encuentro entre el presidente Gustavo Petro y el exjefe paramilitar Salvatore Mancuso es sorprendente si se observa desde la perspectiva de comienzos del siglo XXI, cuando el mandatario, en su condición de senador, fustigaba el acuerdo de paz alcanzado en el gobierno del entonces presidente Álvaro Uribe Vélez con las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC.
Pero casi 20 años después, el escenario es otro y exige mirar con cautela este tipo de puestas en escena. Sin duda, la reunión es simbólica: son dos viejos enemigos, se da en tierras cordobesas, donde se consolidó el paramilitarismo en la década del noventa, y en medio de un evento de restitución de tierras a campesinos despojados.
Desde una mirada desprevenida, podría considerarse un ejemplo de reconciliación, lo que podría resumirse como un hecho muy beneficioso para el país.
“Colombia debe seguir transitando por el camino del cambio y de la reconciliación. El abrazo del presidente Gustavo Petro y Salvatore Mancuso es un mensaje para toda la sociedad de que historias tan diferentes pueden coexistir en el mismo país sin exclusión ni violencia", dice Luis Eduardo Celis, estudioso del conflicto armado.
"Las coordenadas de esa Colombia reconciliada han sido trazadas en la Constitución del 91 y los pilares de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición”, argumenta este analista que se define como una persona comprometida con una Colombia en paz y con una democracia de calidad.
Mancuso, una aparición muy controversial
“La aparición de Mancuso en el escenario de la paz total es problemática y controversial, pero sin duda crea oportunidades únicas para contribuir al esfuerzo de la reconciliación en Colombia”, asegura también Diego Arias, experto en temas de la guerra y la paz.
La cercanía entre el presidente y Mancuso, junto con la imagen del intercambio de sombreros, debe interpretarse más como un reencuentro del antiguo jefe paramilitar con las víctimas y el país, y menos como un signo de complicidad política con el gobierno o impunidad, señala Arias.
Sin embargo, hay otras miradas que oscilan entre el escepticismo y la advertencia, como sugiere la sabiduría popular: “de eso tan bueno no dan tanto”.
Para este sector, hay algo más que un simple encuentro simbólico. En su concepto, el presidente Petro busca politizar el conocimiento que tienen los exjefes paramilitares sobre sus relaciones pasadas con sectores políticos y económicos, con el fin de atacar a sus detractores.
Volver a sentarse frente a Mancuso, Macaco, Jorge 40
Y es en ese punto cuando surge la idea de reactivar la mesa de paz con antiguos mandos de las AUC. Se refuerza esta intención con una de las frases escuchadas en el encuentro: “finiquitar el proceso de paz que inició Álvaro Uribe Vélez con ustedes, esta vez sin traición y sin miedo a la verdad, que existía en esa época”.
“Ahora el presidente ha encontrado una nueva cantera: el paramilitarismo. Quiere también sacarlos de las cárceles, llevarlos a eventos públicos y abrazarlos. Esto empieza a parecer una reunión de compadres a los que les ha gustado el crimen, ahora exhibiendo su pretensión de regalarnos la paz, si sabemos apreciarla”, dice la senadora uribista Paloma Valencia.
El anuncio hecho en Montería sobre reiniciar una mesa con los antiguos mandos de las AUC, con el fin de darle cierre al proceso de justicia y paz, es mediáticamente ruidoso, pero queda faltando el cómo, el método, el procedimiento. Así lo comenta Luis Trejos, profesor de la Universidad del Norte y también analista de paz.
Según Trejos, se podrían plantear dos escenarios. Primero, ante la falta de resultados de la paz total, el Gobierno podría estar presionado a mostrar algo concreto, y en ese sentido, buscaría armar una mesa de prisa que tendría algún tipo de finalización expresa.
¿Y en dónde queda Justicia y Paz?
Lo que no sabemos es cómo ni para qué, dice él. Por otro lado, también hace ruido que este anuncio se haya hecho sin ninguna coordinación con Justicia y Paz, lo que deja la sensación de que el gobierno está pasando por encima de una instancia de justicia. Tendremos que esperar a ver qué anuncia la Oficina del Alto Comisionado y qué luces arroja sobre el funcionamiento de esa mesa y sus objetivos reales, argumenta.
Las dudas en el arranque de esta posible negociación son, más o menos, similares a las que rodean las demás mesas abiertas por el gobierno del presidente Petro, que ya suman una decena. Esto ha llevado a los críticos a decir que el gobierno, tal y como están las cosas, no tiene paz total sino dispersión total.
Esto se debe a que, en la actualidad, hay mesas con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el Frente Comuneros del Sur, el Estado Mayor Central de las FARC (EMC), bandas criminales de Medellín, Shottas y Espartanos en Buenaventura, Segunda Marquetalia comandada por “Iván Márquez”, Autodefensas Conquistadores de la Sierra Nevada (ACSN) o los Pachenca, y el Clan del Golfo.
Precisamente sobre este último, en las últimas horas, la Fundación Ideas para la Paz (FIP) publicó un informe titulado Una mesa con el Clan, en el que se advierte su exponencial crecimiento.
Hoy, el Clan del Golfo es el grupo armado más numeroso del país, según el Ministerio de Defensa, y la Defensoría del Pueblo lo identifica como el que tiene la mayor influencia municipal.
Desde 2018, el aumento de sus integrantes ha sido del 95 por ciento. Pasaron de tener influencia en 179 municipios de 10 departamentos, a estar presentes en 238 municipios de 16 departamentos. En 2018 tenían cuatro bloques y 22 frentes; hoy cuentan con seis bloques y 34 estructuras. Sus principales zonas de expansión son Chocó, el Magdalena Medio, el sur de Bolívar y la costa Atlántica.
En este escenario, ¿tiene el gobierno el margen de maniobra suficiente para negociar con cada una de estas estructuras y además iniciar una nueva?
Es por eso que hay quienes temen que el abrazo del presidente tenga otros fines más allá de “finiquitar” el proceso de paz, y ahí es cuando surge la agenda de la “verdad” que aún dicen tener Mancuso, Macaco y Jorge 40, y que podría convertirse en un instrumento político.
De hecho, este proceso ya comenzó con la denuncia de los supuestos bienes perdidos, hecha en días pasados por Mancuso.
La aparición de los bienes que se perdieron
Investigaciones periodísticas han demostrado que estos bienes no están perdidos, sino que están atravesando procesos burocráticos en distintas entidades del Estado.
Denunciar que “se perdieron” es echar agua sucia sobre anteriores gobiernos, y justo eso es lo que quiere el presidente Petro, dice un analista que prefiere reservar su nombre.
El mandatario y sus asesores saben que sustentar esta eventual reapertura de la mesa de paz en el tema de bienes conduce a un profundo debate sobre la propiedad de la tierra y cómo la guerra, insurgente y contrainsurgente, ocasionó un desarreglo agrario del que se aprovecharon inversionistas, terratenientes y empresarios de la agroindustria.
Este es el punto al que los analistas consideran que el gobierno quiere llevar la discusión: reeditar esos señalamientos y utilizarlos políticamente para cuestionar a sectores adversos.
Ahora bien, esa estrategia, que inició el excanciller Álvaro Leyva, contiene una arista nada despreciable: lograr la excarcelación de ‘Macaco’ y ‘Jorge 40’.
Son los únicos exjefes paramilitares que aún enfrentan fuertes condenas por su resistencia a contar “sus verdades”. ¿Qué les ofrecerá el gobierno del presidente Petro para que rompan ese silencio? ¿Será suficiente la excarcelación como incentivo?
“En adelante”, dice Arias, “esta dinámica debe llevar a resultados concretos en favor de los derechos de las víctimas, mucho antes de llevar el tema del paramilitarismo a un escenario de cierre”.
Y es que, como se ha demostrado en el caso del carcelero de Ingrid Bentancourt, Alexánder Farfán, alias Gafas, quien recibió luz verde por parte del Gobierno Nacional para ser "gestor de paz", ahora está dedicado al secuestro y a sembrar de violencia el sur del país.
En efecto, sorprendió al aparecer en el acto de liberación de la concejala de Argelia, Cauca, Sandra Betancur. Allí estaba y ante delegados del Comité Internacional de la Cruz Roja (Cicr), Farfán le dijo: “Quiero que no vuelva a venir al Cauca, yo no sé cómo usted va a hacer, si va a seguir ejerciendo como concejala o no, pero por todos los frentes del bloque Occidental, por acá no la queremos ver para no tener problemas más adelante”.
¿Será que Macaco y Jorge 40 se dedicarán a una altruista labor humanitaria o harán como Gafas y volverán a delinquir?
La figura de “gestor de paz” no garantiza una incidencia real y efectiva en las conversaciones que se puedan sostener con grupos armados ilegales como el Ejército Gaitanista de Colombia o las bandas urbanas de Medellín, Buenaventura o Barranquilla.
Está por verse la autoridad que reconozcan los nuevos líderes criminales a Mancuso, Macaco y Jorge 40, y su capacidad de interlocución. En este sentido, la apuesta del presidente Petro es más débil, y lo único que podría lograr sería sacar de la cárcel a quienes pagan por sus atroces delitos.
“Ya hablando de paz total, está por verse el verdadero ascendiente que pueda tener Mancuso en el diálogo socio-jurídico con la nueva generación del paramilitarismo, es decir, las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC)”, concluye Arias.
Y después del impacto natural que produjo el encuentro entre el presidente Petro y Mancuso, ¿tendrán las víctimas la resiliencia suficiente para escucharlo como si nada o empezarán a reaccionar, como sucedió en las últimas horas en un acto de reconocimiento en Bogotá, organizado por la Unidad de Víctimas?
Allí, muchos se sintieron molestos y comenzaron a reclamarle a Mancuso por la suerte de sus seres queridos.
Neida Narváez, una de las víctimas de El Salado, Bolívar, expresó con dolor su frustración: “Fuimos víctimas de este conflicto y hoy nos duele porque esto nos toca el corazón. Esto nos lleva a recordar algo que pasamos y que vivimos en nuestra comunidad y que fue ejecutado por el señor Mancuso”.
Como queda en evidencia, sean cuales sean las razones reales del abrazo entre el jefe del Estado y uno de los responsables más sanguinarios de la violencia en Colombia, cada día habrá más preguntas que respuestas.
