En Cartagena el 70% de los techos son de asbesto, potencialmente cancerígeno, advierte un estudio
El asbesto es considerado un material tan peligroso que ya 70 países han prohibido su uso en los últimos 50 años. Foto Colprensa.
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Cartagena es la primera ciudad de América con mapa de identificación de techos de asbesto. Ese estudio permitió concluir que el 70 por ciento de los techos de las edificaciones de la ciudad son de este material considerado como muy cancerígeno. Pero, además, plantea directrices para el manejo de estos productos.
Por: Rainiero Patiño M.
Una amenaza microscópica se cierne sobre la mayoría de los habitantes y visitantes de Cartagena. Habita con ellos en sus casas, duerme sobre sus habitaciones y comparte los recorridos por las principales zonas de turismo. Se trata del asbesto.
Según un estudio adelantado por un grupo de investigadores, alrededor del 70% de los techos o cubiertas de la ciudad todavía son de asbesto cemento, un material peligroso que puede generar varios tipos de cáncer si las personas se exponen continuamente a él.
En medio de la alerta por este diagnóstico
El estudio liderado por el programa de Ingeniería Civil de la Universidad de Cartagena, bajo la dirección del profesor Manuel Saba y financiado por el Sistema General de Regalías de Colombia, convierte a la capital del departamento de Bolívar en la primera ciudad de América en contar con un mapa de identificación de cubiertas de asbesto cemento.
Esto abre un camino para la prevención de enfermedades relacionadas con el asbesto para el manejo de este tipo de residuos.
Un problema de todo el país
El trabajo es un hito histórico para la salud pública y ambiental, porque la clasificación por medio de imágenes hiperespectrales capturadas desde sobrevuelos reveló datos impactantes sobre la presencia del asbesto. Y, además, servirá para enseñarle a los ciudadanos que acciones cotidianas y repetitivas, como limpiar con una escoba el techo de la casa o romper las tejas con una pulidora, necesitan de unos cuidados especiales para minimizar los riesgos para la salud.
Durante dos años y usando equipos de la más alta tecnología, el grupo de investigadores recorrió el perímetro completo de la ciudad. Y con unos sensores especiales captaron la fibra espectral de diferentes elementos, como los techos de las viviendas y las calles, para así analizar lo que se conoce como la huella digital de cada uno de estos.
En Cartagena, como en un buen número de poblaciones del país y del mundo, muchas edificaciones y casas aún conservan techos construidos con lo que popularmente se conoce como “láminas de Eternit”. Unos elementos aparentemente inofensivos, pero que bajo ciertas condiciones pueden ser nocivos, pues sus diminutas partículas se desprenden con mucha facilidad, pueden viajar por el aire y no se disuelven en el agua.
Las fibras de asbesto o amianto, que se obtienen de elementos naturales, forman una especie de estructuras de capas que se enrollan de manera concéntrica sobre su eje, alargadas y muy flexibles. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), este es un material tóxico para la salud humana y es definido como cancerígeno de tipo I. Es tan peligroso que ya 70 países han prohibido su uso en los últimos 50 años.
El material tiene la capacidad de ser resistente a las altas temperaturas y a la corrosión, gracias a esas características ha sido usado durante años en la fabricación de productos, como estructuras de aislamiento contra el fuego, partes de automóviles, paneles, techo y cubiertas, entre otros muy comunes.
En Colombia el uso de tejas que contienen asbesto se masificó a partir de los primeros años de la década de 1950, esto gracias a la instalación, unos años antes, de una filial del grupo europeo Eternit en el municipio de Sibaté, Cundinamarca.
Fue tal su impacto en el sector de la construcción y de la población en general que la marca terminó por convertirse en una referencia genérica entre los colombianos para este tipo de tejas o techos. Pero, como consecuencia del proceso de regulación mundial, Eternit Colombia anunció en 2017 que había dejado de usar fibras de asbesto para la elaboración de sus productos.
Como instrumento de regulación legal en Colombia se creó la Ley 1968 de 2019, la cual fue reglamentada por el Decreto 0402 de 2021. Norma que también es conocida como Ley Ana Cecilia Niño, en homenaje a una mujer habitante de Sibaté, quien desde niña se vio expuesta al material contaminante de la fábrica de Eternit por lo que desarrolló un mesotelioma, un tipo de cáncer que genera el crecimiento de células malignas en los tejidos que revisten los órganos del cuerpo.
Esta ley estipula la prohibición para la importación, la exportación y el uso de materiales que contengan asbesto en todo el territorio nacional y fijó los lineamientos para las normas de desmonte, manejo de residuos y reemplazo de estos productos.
Los hallazgos del estudio
El profesor Saba, de origen italiano ingeniero civil y Ph.D. en Ingeniería, le contó a CAMBIO que cuando llegó por primera vez a Colombia, en 2015, le impresionó mucho el hecho de que todavía se usaran los techos fabricados con asbesto y, lo que era peor, que no existiera una prohibición para su instalación, ni un plan de remoción de los mismos, como ya ocurría en varios países de Europa. En Italia, por ejemplo, fue prohibido en 1992.
De ahí surgió la inquietud para desarrollar su investigación, la cual dice se podía llevar a cabo en cualquier ciudad de Colombia porque todas están, más o menos, en las mismas condiciones de uso de asbesto, pero que decidieron empezar en Cartagena al tratarse de la sede natural de la universidad.
“Buscamos la colaboración de todas las autoridades nacionales, queremos es plantear soluciones y no se trata de buscar culpables”, dice Saba cuando explica los fines de su estudio.
Hoy ya existe suficiente evidencia sobre las consecuencias de la inhalación de las fibras del asbesto, múltiples estudios internacionales así lo han demostrado y no hay dudas. Así que uno de los grandes aportes de la investigación en Cartagena es que encontraron asbesto en muestras de agua y el efecto de la fibra al ser ingerida hoy es “una pregunta abierta”.
La OMS, al respecto, ya sacó un lineamiento en el que señaló que “no hay pruebas suficientes para asegurar que el asbesto ingerido en agua también puede generar cáncer”.
El dato importante, cuenta el profesor Saba, es que en Cartagena, como en otras ciudades de Colombia y el mundo, todavía hay instaladas tuberías fabricadas con asbesto cemento, “lo que podría estar generando un arrastre de fibras” que pueden estar tomando los consumidores. “Nosotros no somos médicos, no hemos hecho estudios epidemiológicos, pero hemos hallado asbesto en el agua. Son las autoridades las que luego tomarán sus decisiones”, agregó Saba.
Entre los hallazgos más relevantes del estudio también está que hay más de 11 millones de metros cuadrados de cubiertas de asbesto-cemento en Cartagena, equivalente a más de 1.300 canchas de fútbol. “Asombrosamente, se encontró en Cartagena que hasta el 47% del área de ocupación en algunos barrios de la ciudad está cubierta por este material. La presencia uniforme del asbesto independientemente del estrato social es un llamado de atención urgente”, señaló el profesor.
La metodología usada en Cartagena es inédita e innovadora y logró identificar todas las cubiertas de la ciudad con un nivel de precisión cercano al 100%, y hace parte de la primera etapa del estudio que tiene como objetivo marcar “la primera etapa para eliminar la presencia de esta fibra asesina en nuestros techos”.
Una oportunidad para prevenir
Otra de las conclusiones del proyecto es que el asbesto está presente de manera uniforme en la ciudad, por lo que el problema se debe abordar de manera integral y equitativa.
El mapa, además, sirve para probar que sí se puede realizar un censo de las cubiertas de asbesto-cemento como primer paso para la eliminación y remoción segura de este material tóxico y cancerígeno.
“Instamos a otras ciudades del país a seguir este ejemplo para llevar a cabo un censo nacional y definir estrategias de mitigación del problema que involucren a las autoridades competentes, ministerios, departamentos y autoridades ambientales. Con la experiencia desarrollada en Cartagena, el censo nacional de las cubiertas de asbesto-cemento se podría desarrollar en cuestión de pocos meses con las herramientas adecuadas”, indicaron los investigadores.
Otro de los beneficios para Cartagena con estos hallazgos es que la identificación precisa de las cubiertas de asbesto cemento permitirá la implementación de medidas preventivas tempranas. Lo que en la realidad se puede traducir en una reducción significativa de la exposición de la población a las fibras y, en consecuencia, una disminución del riesgo de enfermedades respiratorias relacionadas con la exposición prolongada, como la asbestosis, mesotelioma y cáncer de pulmón.
“El proyecto no solo representa un avance tecnológico significativo, sino que también ofrece beneficios tangibles en términos de salud pública y ahorro en vidas humanas, marcando un hito positivo en la historia de Cartagena y del país”, concluyó el estudio.
Pero, el trabajo de este grupo de científicos de la Universidad de Cartagena no se queda en simples documentos, Saba y sus compañeros se han dedicado también a llevar y socializar la información con decenas de comunidades de Cartagena y de los distintos municipios del departamento de Bolívar, ya han visitado 20 de estos. En donde realizan charlas con los habitantes y capacitaciones a médicos para que estos puedan identificar de manera más efectiva, síntomas relacionados con enfermedades causadas por las fibras de asbesto. En estos diálogos le enseñan a la gente cosas tan básicas como relevantes, por ejemplo, que para manipular residuos de asbesto no es suficiente usar una mascarilla desechable como las que se usaron contra el covid-19, se necesitan equipos más avanzados.
Las señales de aviso ya están encendidas y el estudio puede ser una luz para las autoridades nacionales. Saba y su equipo le dijeron a CAMBIO que están dispuestos a servir de puente científico para un plan de prevención y concientización con la ciudadanía, pero la “pelota” está en campo del Gobierno Nacional, ya que la Ley 1968 señala en uno de sus artículos que las autoridades competentes tienen cinco años para establecer reglamentaciones para el desmonte y remoción segura de los materiales con asbesto, plazo que se cumple en junio de este año.