Crédito: Colprensa
¿Serán los países capaces de acordar cómo prevenir futuras pandemias?
- Noticia relacionada:
- Salud pública
- Gobierno
- Internacional
En artículo exclusivo para CAMBIO, Germán Velásquez, doctor en economía de la salud, explica las difíciles negociaciones que se están llevando a cabo para acordar un tratado multilateral que se propone prevenir futuras pandemias. El dilema es si se protege el derecho de los ciudadanos a la salud, o si se defienden los intereses de una industria para que se enriquezca sin límite como lo hizo durante la pandemia de COVID 19.
Por: German Velásquez
Las negociaciones multilaterales para prevenir futuras pandemias son complejas, lentas, pesadamente influenciadas por los países desarrollados y, como lo expresó en Davos, en enero del 2024, el director de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, “los países corren el riesgo de incumplir el plazo de mayo [2024] para acordar un tratado jurídicamente vinculante sobre la lucha contra las pandemias, lo que supondría un duro golpe para las generaciones futuras”.
La gestión mundial de la pandemia del COVID19 puso en evidencia que muchas cosas no funcionaron. Los países no siempre siguieron las nomas y directivas de la OMS en materia de medidas de protección y aislamiento, por ejemplo, o los protocolos estandarizados para los cuidados intensivos. Pero el fracaso más flagrante fue la desigualdad en la distribución de vacunas diagnósticos y tratamientos. Estos fueron acaparados por los países del norte que, al final, terminaron destruyendo vacunas no utilizadas porque habían caducado. De esto se habla poco.
Las vacunas, diagnósticos y tratamientos desarrollados en gran parte con fondos públicos terminaron en monopolios en manos de la industria privada. La idea de un tratado era solucionar estas fallas en situaciones similares futuras. La pandemia del COVID-19 demostró que hubiera sido necesaria una acción conjunta y organizada donde primara el interés público y el equilibrio entre las diferentes naciones situación que, como sabemos hoy, no se dio. Entretanto, la OMS y las instancias científicas nos siguen anunciando la llegada inminente de desastres similares.
El 30 de marzo de 2021 (época en que muchos todavía pensábamos que después del violento golpe de la COVID 19 seríamos capaces de construir un mundo mejor), veinticinco jefes de Estado de todo el mundo se unieron al presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y al director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), doctor Tedros, en un llamado a favor de un tratado internacional sobre pandemias, basado en las lecciones aprendidas durante la pandemia de COVID-19.
De acuerdo con el comunicado emitido después de esta reunión, se presume que habrá otras pandemias y grandes emergencias sanitarias. La cuestión no es si sí o si no, sino cuándo. Debemos estar mejor preparados para predecir, prevenir, detectar, evaluar y responder eficazmente a las pandemias de forma coordinada. Para lograrlo, dice el comunicado, se necesita un nuevo tratado internacional de preparación y respuesta ante las pandemias.
Una vez más, y de forma contundente, la crisis sanitaria de 2020-2023 puso en evidencia que la OMS no tiene - o no le permiten utilizar - los instrumentos y mecanismos legales necesarios para aplicar sus normas y orientaciones para responder al desafío como el de la COVID-19 o de futuras pandemias.
Un tratado internacional en la OMS
La pandemia de COVID-19 fue un reto global que ningún gobierno pudo abordar por sí solo, como lo serán las ya anunciadas posibles futuras pandemias. Esa es la importancia de un tratado internacional, de carácter obligatorio o vinculante, adoptado en el marco de la OMS, que les permitiría a los países de todo el mundo tener acceso equitativo y a tiempo a todas las medidas encontradas para enfrentar crisis sanitarias mundiales excepcionales.
Se necesita un tratado basado en principios de equidad, inclusión y transparencia que garantice el acceso universal y equitativo a diagnósticos, vacunas y medicamentos, dentro de un marco sanitario internacional más sólido, con la OMS como autoridad de gobierno en materia de salud mundial. Estaríamos hablando, así, de una reforma de fondo del modo de gestión de la salud internacional.
Así es como se decidió iniciar un ciclo de negociaciones para llegar a este Tratado vinculante, a partir de diciembre de 2021. En su segundo periodo extraordinario de sesiones, la Asamblea Mundial de la Salud estableció un órgano intergubernamental de negociación (INB, por su sigla en inglés “internacional negotiating body”, órgano de negociación internacional). Dicho órgano es el encargado de redactar y negociar una convención, un acuerdo u otro instrumento internacional en el marco de la Constitución de la Organización Mundial de la Salud para reforzar la prevención, preparación y respuesta frente a las pandemias, con miras a su adopción en virtud del artículo 19 o de otras disposiciones de la Constitución de la OMS que el INB considere apropiadas. El INB trabajará sobre la base de los principios de inclusión, transparencia, eficiencia, liderazgo de los Estados miembros y consenso.
En la decisión por la que se estableció el INB, la Asamblea Mundial de la Salud también pidió al director general de la OMS que apoyara la labor del INB celebrando audiencias públicas para informar de sus deliberaciones, de acuerdo con la práctica habitual de la OMS.
En los últimos tres años de negociación sobre este tratado internacional, se agregó también la revisión del reglamento sanitario internacional del 2005, en procesos paralelos, no siempre claros, superpuestos y que muchas veces crearon confusión en todo el proceso de negociación del tratado.
Los contenidos del tratado
El Secretariado de la OMS preparó un borrador de documento de síntesis consolidado de los elementos sustantivos, como base para consideración y debate, con el fin de llegar al borrador cero sobre el cual se pudieran iniciar las negociaciones. El documento contenía 74 elementos para la discusión, que más que ayudar, tal vez confundieron y complicaron el proceso.
Los elementos sustantivos propuestos por la OMS en el borrador cero podrían agruparse en torno a cinco ejes centrales:
- Gobernanza: El objetivo de partida del tratado es el de reforzar la capacidad de la OMS para encarar y gestionar pandemias futuras, en consecuencia, el tratado deberá ser de carácter vinculante, dentro de la OMS y administrado por ella. Los Estados miembros de la OMS serían las partes del nuevo tratado.
- I+D y transferencia de tecnología: La investigación e innovación abierta, libre de derechos de propiedad intelectual, de tal forma que se pudieran acelerar los resultados, a costos no especulativos. Diseñando mecanismos para que los suministros sanitarios relacionados con pandemias pudieran ser considerados como bienes públicos mundiales y, por lo tanto, a precios accesibles.
- Financiación: Coordinación y transparencia de la financiación internacional pública destinada al combate a las pandemias. Se propone agrupar la financiación a través de un fondo mundial de investigación y desarrollo para apoyar la investigación y el intercambio de resultados, incluido el apoyo a la ciencia abierta, con la participación de instituciones e investigadores de los países en desarrollo.
- Capacidad de los laboratorios, ensayos clínicos e intercambio de datos: Aumento de la capacidad de laboratorio y vigilancia necesaria para identificar las enfermedades animales en todos los países. Necesidad de una mayor colaboración entre los centros de investigación en salud de todo el mundo. Los ensayos clínicos deberían ser transparentes e independientes, incluyendo mecanismos para asegurar el intercambio de patógenos, muestras biológicas y datos genómicos.
- Comunicación e información: La comunicación científica debería ser independiente, fiable y precisa, accesible por tecnologías digitales para la recopilación y el intercambio de datos relativos a las pandemias.
Al borrador cero se siguieron una serie de rondas de negociaciones, -2022-2023-. En febrero del 2024 tuvo lugar la octava ronda. Se discutieron en grupos de países por temas, se realizaron consultas informales del secretariado del INB, con apoyo constante del secretariado de la OMS.
La prestigiosa revista Lancet en su editorial de esta semana – marzo 2 del 2024-, califica el texto actual del tratado como “vergonzoso e injusto". Cientos de horas invertidas “pero el impulso político ha muerto”, dice textualmente el editorial de Lancet. Después de ocho rondas de negociaciones en dos años, el INB se reunirá por novena y última vez del 18 al 29 de marzo 2024, justo antes de que sea presentado para aprobación a la Asamblea Mundial de la Salud, en mayo del 2024.
Los países desarrollados han debilitado el texto con respecto a la versión inicial, ahora el texto está lleno de matices, cautelosas advertencias y el término "cuando proceda," típico de los textos de carácter voluntario, lejos de obligaciones vinculantes como era la intención original. Es claro que la versión actual del texto está muy lejos de responder a los problemas ocurridos durante la COVID 19.
El objetivo del tratado debería ser responder a la necesidad de garantizar que los países desarrollados y las empresas privadas actúen de forma justa y transparente, que no almacenen millones de dosis o que no se nieguen a compartir los conocimientos y los derechos de propiedad intelectual de productos que salvan vidas, que no se repita la historia de que los países se enfrenten unos contra otros.
La palabra equidad, dice Lancet en su editorial, aparece nueve veces en el texto de negociación de octubre, incluso como principio rector de todo el tratado. Pero en realidad, el artículo 12 del tratado en negociación estipula que la OMS sólo tendría acceso al 20% de los "productos relacionados con la pandemia para su distribución en función de los riesgos y las necesidades de salud pública". El 80% restante -ya sean vacunas, tratamientos o diagnósticos- se venderán al mejor postor. “La mayoría de la población mundial vive en países que no podrían permitirse estos productos, pero parece que los países de renta alta sólo estaban dispuestos a aceptar un 20%. Esto no sólo es vergonzoso, injusto e inequitativo, sino también ignorante. Crear y firmar un conjunto de condiciones sólidas y verdaderamente equitativas sobre el acceso y el reparto de beneficios no es un acto de bondad o caridad. Es un acto de ciencia, un acto de seguridad y un acto de interés propio. Aún estamos a tiempo de corregir este error.”
Los representantes de la sociedad civil advirtieron ya que al limitar el tiempo de las negociaciones sobre un nuevo acuerdo, se corre el riesgo de marginar las propuestas de los países en desarrollo relacionadas con la equidad, sobre todo las que se refieren a la propiedad intelectual y al uso de patentes, que otorgan exclusividad en tiempos de pandemias.
Los artículos 10, 11 y 13 del actual borrador se centran en la producción, la transferencia de tecnología y la cadena de suministro. Se han abordado a través de múltiples consultas en un subgrupo dedicado a estas cuestiones.
El artículo 11 sobre transferencia de tecnología no contiene un texto vinculante que obligue a la transferencia de tecnología y sugiere condiciones mutuamente acordadas, es decir de carácter voluntario no vinculante. Este es el enfoque preferido de los países desarrollados y es seguramente el punto central de las tensiones entre el norte y el sur en las negociaciones de un tratado internacional sobre futuras pandemias.
El texto actual también muestra dudas a la hora de "reafirmar" las flexibilidades de los ADPIC; en su lugar, utiliza la palabra "reconocer". Lo que significaría un retroceso en relación con todos los textos aprobados en los últimos quince años en el contexto de Naciones Unidas.
Como dice Viviana Muñoz , "El actual proyecto de texto del artículo 11 que se refiere a la propiedad intelectual y el uso de patentes no introduciría ningún cambio en el statu quo", cuando este fue el tema central del fracaso de la gestión de la COVID 19.
Tensiones, avances y retrocesos
La negociación del tratado no es fácil, y las divergencias entre los países en desarrollo y los países desarrollados sobre cuestiones clave siguen siendo enormes.
De acuerdo con el doctor Tedros, la OMS debe siempre estar en favor de los países en desarrollo. Sin embargo, en la práctica, con frecuencia sucede lo contrario, y la OMS defiende más bien los intereses del mundo desarrollado, o más exactamente, los de las grandes industrias farmacéuticas situadas en esos países. La presencia de la sociedad civil es activa, pero sus puntos de vista poco se han tenido en cuenta.
Los esfuerzos de la delegación de los Estados Unidos por vaciar el texto de todo lo que no convenga a su industria son insistentes. Además, como ha ocurrido en el pasado con la negociación de otros tratados vinculantes internacionales, los Estados Unidos frecuentemente negocian hasta el final para tratar de debilitar el texto y una vez esté aprobado, no lo ratifican, como fue por ejemplo el caso del Convenio marco contra el uso del tabaco, negociado en la OMS.
El impacto de la propiedad intelectual en el acceso a medicamentos y las barreras para el acceso que pueden representar las patentes, son temas que ya fueron reconocidos en la estrategia global, aprobada en el 2008 en la OMS. Si estamos hoy discutiendo lo mismo, quince años después, quiere decir que ha habido poco avance, o uno o varios pasos atrás.
Un embajador europeo en conversación privada me comentó hace algunos días: "seamos realistas, aprobemos lo que tenemos"… Pero parece ser que lo "que tenemos" está muy lejos de responder a lo que pensábamos que un tratado vinculante podía equiparnos, para tener una respuesta coherente a posibles futuras pandemias. Lo «que tenemos», como dicen algunos, es un retroceso. Las preocupaciones de los países en desarrollo y las de los países productores de medicamentos, diagnósticos y tratamientos son bien diferentes. O se trata de proteger el interés público y la salud de los ciudadanos como un derecho, o de defender los intereses de una industria a enriquecerse sin límites como ya lo lograron durante la COVID 19.
Falta de optimismo y ambición y, sobre todo, solidaridad de los países desarrollados, que protagonizan conflictos armados absurdos. Guerras destructoras y costosas en distintas partes del mundo, con un despilfarro de recursos que no solo hubieran podido servir a la prevención de nuevas pandemias, pero que serían suficientes para erradicar la pobreza y garantizar el bienestar del planeta. La paz es una condición para el desarrollo y cuando el mundo entero pierde, los países en desarrollo pierden más. Como lo expresó el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, en la apertura de la COP 27, "estamos en la lucha de nuestras vidas y estamos perdiendo".
“Puede que el INB esté haciendo todo lo posible, pero en última instancia son los políticos de los países del G7 los que deben dejar de lado los intereses creados de la industria y comprender, por fin, que en una pandemia no es posible proteger sólo a tus propios ciudadanos: la salud de uno depende de la salud de todos.”
El Tratado contra futuras pandemias será uno de los temas centrales en la próxima Asamblea Mundial de la OMS en mayo de este año, donde debería ser aprobado. Si los países del sur, que son la mayoría, se unen con una visión de salud pública clara y fuerte y los países del norte actúan con lucidez y solidaridad, contribuiremos al bienestar de las generaciones futuras.