Gustavo Petro y Nicolás Maduro: ¿qué tanto se parecen?
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La escritora Catalina Lobo-Guerrero, autora del libro ‘Los restos de la revolución’ y con amplia experiencia en Colombia y en Venezuela, habló con CAMBIO sobre de la guerra declarada por Maduro y Petro contra los periodistas y los medios de comunicación y por qué estos líderes llegaron a este punto.
Por: Armando Neira
CAMBIO: Usted, que ha estudiado a fondo a Venezuela, ¿cómo ve hoy la situación de ese país?
Catalina Lobo-Guerrero: Venezuela está en un atasco enorme porque Nicolás Maduro se niega a reconocer que perdió las elecciones, lo que significa que ya no cuenta con el respaldo ni el apoyo de los ciudadanos. Por otra parte, para muchos venezolanos que estaban esperanzados en «cobrar» —porque así se los prometió María Corina Machado durante la campaña—, está quedando cada vez más claro que esa promesa es casi imposible de cumplir. No se ve cuál es la hoja de ruta para que Edmundo González Urrutia tome posesión de la presidencia en enero.
CAMBIO: Mucha gente se pregunta: "¿Maduro se va a quedar?" ¿Usted qué cree?
C.L.G.: Para mantenerse en el poder, Maduro cuenta, internamente, con el apoyo de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y, externamente, con las relaciones que mantiene con países como China o Rusia. Sin embargo, en América está cada vez más aislado. Estados Unidos ya ha anunciado nuevas sanciones contra miembros de su alto gobierno, aunque no está claro si estas medidas serán lo suficientemente efectivas para ejercer la presión necesaria que los obligue a negociar una salida del poder.
CAMBIO: ¿Qué puede pasar con esas sanciones?
C.L.G.: Existe la posibilidad de que estas sanciones generen divisiones en las filas militares y conduzcan a un golpe de Estado o a otro desenlace imprevisto. Es posible que Maduro permanezca en el poder, aunque no se sabe por cuánto tiempo. En cualquier caso, seguiría siendo un gobernante ilegítimo.
CAMBIO: A propósito, ¿cómo se explica que el ganador de las elecciones, según las actas conocidas, Edmundo González, se haya ido del país mientras María Corina se quedó?
C.L.G.: Tengo amigos venezolanos a los que les cayó muy mal la salida del país de Edmundo González Urrutia, casi como si fuera una traición. Pero yo no lo veo así. Hay que recordar que la candidata original de la oposición, la que ganó las primarias e hizo campaña por todo el país, fue María Corina Machado. Ella le endosó su capital político a González Urrutia porque no la dejaron competir. Sin embargo, González Urrutia ni siquiera era la primera opción, tal vez fue la tercera o la cuarta, porque otros no quisieron y a otros les impidieron inscribirse como candidatos.
CAMBIO: ¿Cómo es Edmundo González?
C.L.G.: Él es de un talante distinto al de Machado; un hombre sosegado, de carrera diplomática, que jamás tuvo aspiraciones presidenciales. A sus 75 años, pensaba ya en un retiro apacible y simplemente prestó su nombre para el tarjetón, pero nada aseguraba que la gente votaría por él de manera arrolladora. Ganó las elecciones, pero a los pocos días terminó siendo perseguido por la fiscalía venezolana, con una amenaza inminente de encarcelamiento. Si se hubiera quedado en el país, habría tenido que permanecer dentro de la embajada de los Países Bajos. Él mismo ha dicho que pensó que podría hacer más desde el exterior y por eso negoció la salida a través de España. Pero esa negociación no debió ser fácil. En las últimas horas, él mismo reveló que fue obligado a firmar un documento bajo mucha presión y chantajes por los hermanos Delcy y Jorge Rodríguez.
CAMBIO: ¿A qué adjudica usted el silencio del gobierno del presidente Petro frente al fraude de Venezuela?
C.L.G.: En un principio, ese silencio me pareció sabio, ya que Colombia intentaba desempeñar un papel de mediador. Los comunicados y pronunciamientos de la cancillería colombiana, preparados con especial cuidado, insistían en el respeto a los resultados, en que se mostraran las actas y no reconocían formalmente el triunfo de Maduro. Con el paso de los días, sin embargo, quedó claro que ni Colombia ni Brasil podían mediar de manera efectiva.
CAMBIO: Hubo una serie de propuestas que no fueron tenidas en cuenta…
C.L.G.: Las propuestas de repetir las elecciones o de turnarse en el poder, como en el Frente Nacional, eran absurdas. Además, se supo que no se había podido programar ninguna reunión de urgencia entre los presidentes y Maduro para buscar una solución a la crisis. Fue entonces cuando Lula empezó a ser un poco más asertivo y a decir que no le gustaba lo que estaba viendo en Venezuela y se volvió más crítico con Maduro. Petro no.
CAMBIO: ¿Cómo califica eso?
C.L.G.: Es lamentable que su gobierno no haya rechazado de manera tajante las horribles violaciones de los derechos humanos, la criminalización de la protesta, la persecución a los testigos de mesa y todo tipo de atropellos que han cometido las autoridades venezolanas, como sí lo hizo, por ejemplo, el presidente de Chile, Gabriel Boric. Eso lo hizo incluso antes de que saliera el informe de Naciones Unidas, que ya califica lo sucedido como crimen de lesa humanidad.
CAMBIO: Mucha gente ve similitudes entre Nicolás Maduro y el presidente Petro. ¿Usted qué cree?
C.L.G.: Me parece una exageración. Gustavo Petro no ha sido un represor como Nicolás Maduro. No sé qué similitudes ven los demás. ¿Será porque ambos son de izquierda y entonces hay palabras y fórmulas retóricas similares y manidas en sus discursos? Hay una cosa que sí tienen en común, y me parece importante resaltar, pero también es común en otros líderes, tanto de izquierda como de derecha: una vez llegan al poder, tienden a aislarse, rodeándose solo de personas cercanas que los adulan y les aplauden todo. Así, se vuelven paranoicos y empiezan a ver amenazas en todas partes.
CAMBIO: Usted observó con sus propios ojos la guerra abierta del chavismo contra los medios tradicionales en Venezuela. ¿Cree que eso puede estar ocurriendo en Colombia?
C.L.G.: Petro ha seguido el mismo patrón de otros líderes populistas, tanto de izquierda como de derecha, que evitan intermediarios en su comunicación con «el pueblo» y emprenden batallas contra los medios, especialmente los tradicionales o los del establecimiento. Pero no son los únicos que molestan al presidente; también hay medios digitales y alternativos, y periodistas independientes que son críticos y que entienden que el periodismo no es lo mismo que la propaganda, ni tiene por qué repetir los discursos y las narrativas del presidente como correas de transmisión. Entonces, el Gobierno, a través del ministro Mauricio Lizcano, puede invitarlos a encuentros con el presidente, intentar ideologizarlos e instrumentalizarlos, y ofrecerles un mayor porcentaje de pauta, pero eso no garantiza que ellos vayan a repetir la versión oficialista de la realidad, como lo está haciendo, de manera lamentable, Hollman Morris en RTVC.
CAMBIO: ¿Qué diferencias, entonces, encuentra usted?
C.L.G.: Aunque Chávez también sembró esa división entre medios tradicionales y medios alternativos, lo que ocurre aquí no se puede comparar con lo que pasó en Venezuela. Chávez siempre quiso controlar el relato y, para ello, utilizó una doble estrategia: por un lado, combatir o negociar con los grandes medios y, por otro, construir lo que llamó «hegemonía comunicacional» a punta de chequera. Financió toda clase de nuevos medios, emisoras, periódicos e incluso un canal internacional como Telesur, pero nunca lo logró del todo. Sus medios eran pura propaganda y de una calidad muy pobre. Y las audiencias y los lectores no son tontos ni tan fácilmente manipulables. Incluso hoy, después de que esa guerra mediática terminara con la compra de varios medios, la revocación de licencias a otros y la persecución y el exilio de varios periodistas, ni Nicolás Maduro ni el chavismo han logrado controlar el relato en Venezuela.
CAMBIO: A propósito, usted rechazó la invitación del gobierno colombiano a Juan Carlos Monedero para participar en un encuentro con medios alternativos, comunitarios y digitales colombianos en el que estuvo el presidente Petro. ¿Por qué?
C.L.G.: Juan Carlos Monedero estuvo recientemente en Venezuela durante las elecciones del 28 de julio, respaldando el fraude de Nicolás Maduro. Basta con revisar sus declaraciones a los medios de comunicación o sus publicaciones en redes sociales esos días para entender su deshonestidad intelectual. Me refiero a deshonestidad intelectual por su falta de respeto hacia los hechos y la evidencia. El gobierno colombiano podría haber invitado a otro académico o político de izquierda, hay muchos y muy buenos, si lo que quería era presentar ese tipo de visión. Pero Monedero es cómplice de una mentira evidente. Alguien que le lava la cara a un autócrata no debería ser invitado a un foro en Colombia para dar lecciones de democracia.
CAMBIO: ¿Cómo le parece la confrontación abierta por Maduro y Petro contra el magnate y dueño de la red social X, Elon Musk?
C.L.G.: Actualmente existe un debate crucial sobre la regulación de las redes sociales, dado que estas compañías privadas no deberían situarse por encima de la ley ni de los gobiernos. De ahí sale la decisión de Brasil, por ejemplo, de prohibir la red social X debido a su negativa a controlar las cuentas de ultraderecha que promueven la desinformación. Pero eso es diferente a lo que parecen ser simples bravuconadas mediáticas de Maduro y Petro. Ambos podrían cerrar sus cuentas en X si realmente les incomodara su propietario o los contenidos que allí circulan impunemente. Sin embargo, no lo harán, ya que también les interesa mantener su presencia en la plataforma.
CAMBIO: Uno de los argumentos más usados por Petro y Maduro es el de acusar a sus adversarios políticos de fascistas. ¿Por qué cree que lo hacen, con lo que de paso implica banalizar el fascismo, con lo que representó para la humanidad?
C.L.G.: Hace unos días, Maduro pronunció el discurso de clausura del Primer Congreso Mundial contra el Fascismo, celebrado en Venezuela. Durante su intervención, dijo: «Gracias por haber asistido a este histórico congreso internacional fascista». Como era de esperar, las redes sociales no tardaron en burlarse de su error, interpretándolo como una traición del inconsciente. Es una posibilidad. La otra opción, como mencionas, es que la palabra «fascismo» se ha utilizado de manera tan banal y repetitiva que ha perdido todo su significado. Por tanto, en boca de Maduro, da igual si dice «fascismo» o «antifascismo»: el sentido se diluye.
CAMBIO: Reiterar y reiterar un concepto, en ocasiones, no produce el resultado esperado.
C.L.G.: Algo similar ocurre con términos como «golpe de Estado». Desafortunadamente, líderes como él abusan de ciertos conceptos para imponer sus narrativas, sus versiones de la realidad o, como se dice en Venezuela, sus «matrices mediáticas». Este abuso no solo erosiona el significado de estas palabras, sino que también degrada la calidad del debate público.
CAMBIO: Cambiando de tema, ¿qué se sabe de cómo viven los guerrilleros colombianos, en especial Iván Márquez, jefe de la Segunda Marquetalia, y Antonio García, comandante del ELN, en Venezuela?
C.L.G.: No sé nada de eso. Cuando vivía en Caracas, corrió el rumor de que Iván Márquez vivía por temporadas en el mismo barrio en el que yo vivía. Siempre me pareció una idea descabellada. Un mito urbano. Luego aparecieron esas fotos de él montado en una motocicleta dentro de la base militar de Fuerte Tiuna y todo el mundo se preguntaba: «¿Cómo es posible?». Es posible, porque las guerrillas colombianas han tenido presencia en territorio venezolano durante años. La gran pregunta es por qué la Fuerza Armada Nacional Bolivariana no las combate.
CAMBIO: ¿Usted cree que mientras ellos tengan allá espacio, qué tan difícil es alcanzar un acuerdo de paz en Colombia?
C.L.G.: El acuerdo es posible. Las Farc tenían presencia en Venezuela y en 2016 se logró alcanzar un acuerdo de paz con ellos. El problema es que guerrilleros disidentes como Márquez, Santrich o Romaña tuvieron la posibilidad de romper ese acuerdo, crear su propia disidencia y refugiarse en Venezuela. Así que para lograr la paz total, como quiere el presidente Petro, es necesario que las disidencias no puedan resguardarse al otro lado de la frontera.