José Gaona Cruz habla sobre el Palacio de Justicia: “Encontré a mi hermano semidesnudo, en una bandeja, con un disparo en la sien”

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Crédito: Colprensa

23 Marzo 2024

José Gaona Cruz habla sobre el Palacio de Justicia: “Encontré a mi hermano semidesnudo, en una bandeja, con un disparo en la sien”

Cuarenta años después, desde el exilio, José Gaona Cruz habla por primera vez sobre la muerte violenta de su hermano, el magistrado Manuel Gaona Cruz, en una entrevista con CAMBIO.

Por: Ana Cristina Restrepo Jiménez

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El 8 de febrero de 2024, en las afueras de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) se ejerció presión para acelerar la elección de la nueva fiscal general de la nación ―posesionada hace dos días, Luz Adriana Camargo―. En diversos medios de comunicación y redes sociales compararon dicha manifestación con la toma por parte del M-19 y posterior retoma del Ejército del Palacio de Justicia, del 6 y 7 de noviembre de 1985.

Dicho hito en la historia colombiana es un rompecabezas con fichas escondidas. Casi cuarenta años después, desde el exilio, José Gaona Cruz habla por primera vez para CAMBIO sobre la muerte violenta de su hermano, el magistrado Manuel Gaona Cruz (1941-1985), y cómo la Comisión de la Verdad sobre los hechos del Palacio de Justicia (CVPJ) se limitó a proteger las versiones oficiales y relegó a su familia.

Antes de ser presidente de la Sala Constitucional de la CSJ, Manuel Gaona Cruz, egresado de la Universidad Externado de Colombia y PhD de La Sorbonne, fue viceministro y ministro encargado de Justicia, secretario general de la Procuraduría, presidente de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, profesor y director del departamento de Derecho Público del Externado.

Gaona Cruz, cuya interpretación jurídica del Tratado de Extradición lo enfrentó con narcotraficantes como Pablo Escobar, fue asesinado en esos días trágicos de noviembre de 1985. Esta es la segunda entrega de la serie Lo no dicho del Palacio de Justicia, la cual comenzó con Helena Uran Bidegain, autora de Mi vida y el Palacio (Ver entrevista acá: https://acortar.link/lnNRxC ).

Ana Cristina Restrepo Jiménez: Don José, ¿Quién fue para usted Manuel Gaona Cruz?

José Gaona Cruz: Usted acaba de mencionar la comparación que hacen de la toma: ¿Cómo van a comparar lo que sucedió en una manifestación de cuatro o cinco personas que se portaron mal, con lo que hicieron cuando se tomaron la CSJ? ¡Es absurdo! Lo que sí se puede comparar es la respuesta que dio el Ejército respecto a la retoma con la respuesta de [Benjamin] Netanyahu al ataque de Hamás… Manuel fue el mayor de diez hermanos, ocho hombres y dos mujeres, del hogar formado por mi padre, Manuel Gaona Hurtado, natural de Villa de Leiva, y Virginia Cruz Machado, nacida en Tunja; sobrina del médico Hipólito Machado, fundador de la Cruz Roja Colombiana y del Hospital de San José, de Bogotá.

A.C.R.J.: Ustedes eran hermanos pero sobre todo eran amigos. Cuéntenos un poco de los recuerdos que guarda de su hermano en su vida pública.

J.G.C.: Una vez regresó de estudiar en Francia, se incrementó mi relación con mi hermano, porque yo me había casado hacía cuatro años antes y tenía dos hijas, había iniciado un negocio como el que mi padre tuvo siempre: una fábrica de tejidos. Me inicié imitándolo en el mismo ramo y él quiso colaborarme, se convirtió en socio mío. Dado que él empezaba a tener sus puestos y desarrollar su actividad como abogado, como profesor, teníamos muchas reuniones y cosas de qué hablar, pero él no podía asistir por su trabajo. A mí me tocaba estar asistiendo a los sitios que él frecuentaba, el Externado, la CSJ, conocí muchas actividades de mi hermano y a muchas personas que lo rodeaban. En una ocasión, por ejemplo, me citó a la universidad para un asunto correspondiente al negocio, eso fue en el año 1984, en febrero; cuando llegué a la cafetería del Externado, él estaba con el ministro [Rodrigo] Lara Bonilla, entonces me lo presentó y me comentó que estaban esperando ser atendidos por el doctor [Fernando] Hinestrosa; mi hermano quería introducirlo en la cátedra del Derecho. El ministro a veces iba a la CSJ, recogía a mi hermano, tenían una relación muy estrecha. Yo, lógicamente, a veces me enteraba de sus conversaciones, de sus líos. En otra ocasión, cuando él era ministro encargado de Justicia, en el gobierno de [Alfonso] López, me dice: «Hermano, acompáñeme, tengo un desayuno de trabajo con el presidente». Él me trataba a mí como el apoyo, hago un parangón como la relación del presidente [Iván] Duque con su hermano: para todas partes lo cargaba. Cuando [Ernesto] Samper empezaba a ser político, yo vivía en el barrio Modelia y ahí estaba citado en una casa para hablar sobre su campaña. Manuel no pudo asistir y me mandó con una misiva para que lo representara. Estuve en esa reunión y conocí al doctor Ernesto Samper.

A.C.R.J.: Vamos a los hechos del Palacio, ¿Cuándo fue la última vez que vio a su hermano?

J.G.C.: Fue el sábado, estuve en la casa de él, fui a despedirme porque tenía un viaje de mis negocios. Salió a la puerta y nos despedimos, yo sentí en ese momento algo extraño. Resulta que nunca más lo volví a ver. La relación con mi hermano era tan estrecha que, cuando él me citaba al Palacio, entraba mi carro al parqueadero, me conocían. Yo lo esperaba en su oficina, a veces estaba ocupado, y mientras tanto me enteraba de muchas cosas. Él llevaba procesos a la cúpula militar, le correspondió investigar al general [Jesús Armando Arias] Cabrales y a Rafael Samudio [Molina]. Un día le comentó a Lía Palacios, su secretaria, «necesito las carpetas de los generales», él me había dicho que les estaba llevando investigaciones a esos dos generales.

A.C.R.J.: El domingo previo, su hermano les dijo a sus hijos “a mí me van a matar, quieren obligarme a hacer algo indebido y yo no lo voy a hacer”. ¿Sabe a qué se refería? 

J.G.C.: Desde meses atrás tenía amenazas mediante escritos y, más que todo, casetes. Le amenazaban a la familia, sus hijos, ya sabían en dónde estudiaban. Él vivía muy nervioso, muy preocupado. Nosotros le sugeríamos que se fuera del país, pero él decía «yo no puedo» por el compromiso con la CSJ; le proponíamos que regresara por un tiempo a Francia, donde estudió. Yo pienso que lo dijo precisamente por todos esos casos que llevaba: sospechaba que realmente había una enemistad entre la CSJ y la cúpula militar por tantas investigaciones. Creo que por eso temía.

A.C.R.J.: ¿Usted dónde estaba el 6 y 7 de noviembre de 1985? ¿Cómo se enteró?

J.G.C.: Estaba en mi casa, había llegado del viaje, estaba en mis quehaceres; como a las 11:30 a.m., recibí una llamada de mi cuñada, Marina, angustiadísima: «José acaba de llamarme la secretaria de Manuel y me dice que se entró el grupo M-19, que hay gritos y está escuchando tiros». Inmediatamente prendí el radio y entendí que estaban anunciando la toma del Palacio de Justicia. Mi hermano me había comentado que en el cuarto piso ―las oficinas de los magistrados quedaban en el cuarto piso, la de mi hermano quedaba al pie de la oficina del doctor [Alfonso] Reyes― había una salida de emergencia por la terraza. Yo llamé a la policía y le informé de ese hecho. Enseguida vi que un helicóptero trató de dejar unos policías en la terraza. Lo que sucedió fue una angustia terrible: me fui para la casa de mi hermano, estábamos pendientes de todos los acontecimientos.

A.C.R.J.: ¿Hubo algún momento en que a ustedes, familiares de quienes estaban en el Palacio de Justicia, los llamó alguien del gobierno? ¿O se mantenían informados sólo por las transmisiones por televisión y radio?

J.G.C.: Nos reunimos esa tarde, lo primero que hicimos fue ir a la plaza de Bolívar. Yo recogí a mi cuñada, llegamos casi a las 4 p.m. Vimos la cantidad de gente, militares, logramos entrar a la plaza de Bolívar, a la Casa del Florero. Estuvimos viendo esa respuesta del Ejército, pendientes a ver qué pasaba. Entrada la noche, regresamos a nuestras casas, una noche de angustia cuando nos enteramos de ese incendio tan pavoroso que se desató a partir de las 9:30 p.m. Al otro día, casi sin dormir, nos reunimos con otros familiares de magistrados, ¿qué íbamos a hacer? De pronto insistieron: «vámonos para hablar con el doctor Belisario [Betancur], el presidente, a ver si da una solución». Hicimos una llamada a la Presidencia: «El presidente no los puede atender, pero ¿dónde están reunidos? Vamos a mandar un emisario». Llegó el doctor Víctor G. Ricardo, nos repartió unas tarjetas, nos dijo «tranquilos, el presidente está tratando de hablar con la Cruz Roja para que esto se resuelva», como a tratar de tranquilizar, pero hasta ahí fue todo. Era el medio día de ese 7 [de noviembre]; sin embargo, estando ahí reunidos, no había ninguna noticia positiva. A las 2:30 p.m. escuchamos que había terminado la toma, salimos volados hasta la plaza, fui con mi cuñada y mi esposa, y con otros familiares: frente a la Casa del Florero estaba una cantidad de militares, reporteros; nosotros preguntábamos por mi hermano, alguien nos escuchó, uno de los reporteros de Caracol que estaba transmitiendo: «Ah, sí, el magistrado Manuel Gaona, yo lo vi, salió herido, cojeando, cómo no vamos a conocer al doctor Gaona, el alto. Lo subieron en un vehículo, creo que iba herido al Hospital Militar». Salimos para el hospital, allá averiguamos, mi hermano no aparecía en la lista de heridos. Esperamos como una hora a ver si llegaba, nunca llegó. Con mi cuñada, retornamos a la plaza, iban a ser casi las 5 p.m., veníamos escuchando RCN cuando Juan Gossaín da la noticia de que mi hermano había aparecido en la morgue. Nos derrumbamos, imagínese mi cuñada: eso fue terrible. Entonces yo dije ¿Qué nos queda? Vamos hasta la morgue, Marina me dijo «yo no soy capaz de ir». Ellas se regresaban a la casa, mis sobrinos eran pequeños, mi sobrina, Juliana, tenía once meses. Yo me fui para el anfiteatro. Me dejaron pasar, una vez entré, encontré a mi hermano, semidesnudo, como recién bañado, en una bandeja, al lado de [Andrés] Almarales [uno de los comandantes del M-19 en la toma], en la misma situación, en sendas bandejas, en el piso. Me acerqué, lo reconocí, y observé el disparo que tenía en la sien. Al ver a Almarales, tenía el mismo disparo. Aparecieron ambos allá, no sé por qué ni cómo.

A.C.R.J.: ¿Había alguien a quien usted le pudiera preguntar?

J.G.C.: Imagínese esa confusión de todo el mundo, preguntando, heridos, ambulancias. Me dijeron: «Váyase. Nosotros entregamos el cadáver mediante identificación. Va a ser en la Funeraria Gaviria, el gobierno se va a encargar de todos los gastos funerarios. Lleven un vestido para su hermano a la funeraria». Me fui a donde mi cuñada a manifestarle lo que había visto y a que me entregara un vestido para llevar a la funeraria.

A.C.R.J.: ¿Nadie le explicó por qué, después de una muerte violenta, el cuerpo estaba completamente lavado?

J.G.C.: Sencillamente se notaba porque estaban semidesnudos, haga de cuenta cuando uno se acaba de bañar, con el pelo húmedo. Yo noté así el cadáver de mi hermano. Nadie me dio explicación. Lo único que me dijeron es «espere, le entregamos el cuerpo, la identificación, para que allá vayan y hagan todo lo que sea con los entierros». Recibimos el informe de Medicina Legal donde dice que mi hermano presentaba una herida en la pierna por un disparo, por eso salió cojeando; por otro lado, dice laceración cerebral mediante disparo a corta distancia por arma de fuego del Ejército.

A.C.R.J.: ¿Cuándo reciben ese informe de Medicina Legal?

J.G.C.: Cuando nos enviaron el certificado de defunción. Días después, tuvimos un encuentro con Germán Castro Caicedo, él había hecho una investigación respecto a la manera como había muerto mi hermano, él estaba indagando y nos hizo saber que alguien del DAS, parece, le confirmó que habían recibido una orden de que el magistrado Manuel Gaona no podía quedar vivo. Habían recibido la orden de asesinarlo. Los únicos magistrados que quedaban vivos eran el magistrado [Carlos Horacio] Uran y mi hermano, porque había un magistrado, [Antonio José] Arciniegas, que salió antes con una nota que mi hermano mandó, de su puño y letra. Resolvieron que iba a salir a mi hermano con esa nota, pero entonces Almarales dijo «el doctor no sale porque él tiene muchos problemas con los militares, de pronto lo asesinan»; entonces cambiaron y salió el magistrado Arciniegas con la nota que aparece en el libro de Ana Carrigan [El Palacio de Justica una tragedia colombiana, Planeta] una investigadora que asevera que mi hermano salió vivo. La nota dice «Por favor solicitamos la presencia de la Cruz Roja Internacional. Hay asfixiados y heridos. Gracias, Manuel Gaona Cruz».  El magistrado Arciniegas nos informó que esa nota se la entregó al general Arias Cabrales, pero que nunca llegó al gobierno, había muchos escritos que mandaban los magistrados o los sobrevivientes, pero el Ejército las acallaba. Lo que pasó es que esa nota sirvió para que el Ejército se enterara en dónde estaban los detenidos, en el baño. Afinaron su puntería y empezaron a disparar cañonazos y a masacrar allá a todo el mundo.

A.C.R.J.: ¿Qué acciones adelantaron, usted, su familia, para que el Estado colombiano les responda?

J.G.C.: La CVPJ nunca realmente anduvo con la verdad. Más que todo fue un juego para defender al oficialismo, nunca escucharon realmente a los familiares ni a los damnificados de esa masacre. Al contrario, tratando de explicar la manera como ellos decían que mi hermano murió: no era así, sabíamos que había sido asesinado. Entonces yo empecé a recibir amenazas, por eso tuve que salir de Colombia, a raíz de eso, porque no fuimos escuchados. No tuvimos ninguna garantía.

A.C.R.J.: Hablemos de esa CVPJ, ¿cómo fue esa comisión y la participación de las familias de las víctimas?

J.G.C.: Había tres juristas, ellos sostenían las versiones oficiales, sin ninguna clase de investigación. A nosotros nunca nos llamaron, nunca nos asesoraron en nada. Ellos trataron de limpiar las manos del Ejército. Fuimos silenciados, relegados de todo proceso porque realmente no estaban de acuerdo con las versiones de que mi hermano había sido asesinado.
(Informe Final de la Comisión de la Verdad sobre los Hechos del Palacio de Justicia al final del texto).

A.C.R.J.: Hay muchos videos del 6 y 7 de noviembre; de hecho, la familia Uran confirmó que el magistrado Carlos Horacio había salido vivo a través de ellos. ¿Ustedes nunca supieron que su hermano apareciera en alguna grabación?

J.G.C.: Entendamos que mi hermano era muy joven, llegó a la corte de 39 años, murió de 44. Imposible que lo hayan confundido con un guerrillero. Mis sobrinos eran muy pequeños, Marina desorientada, no hubo tiempo, nunca tuvimos garantías para que nos escucharan. Yo creo que eso se quedó así porque no hubo cómo tener apoyo. Negaban que el magistrado Uran había salido vivo y apareció muerto después de que lo torturaron. Hay muchas versiones, nadie sabe cómo fue que murió mi hermano. Lo cierto es que el periodista nos aseguró «él salió cojeando, vivo, se fue para el hospital». Yo mido 1.80 cms, él medía casi 1.85 cms. Era muy alto, por eso me dijo «el magistrado Gaona, el alto, cómo no vamos a conocerlo».

A.C.R.J.: ¿Su familia, doña Marina, recibieron indemnización, algún tipo de acompañamiento del Estado colombiano?

J.G.C.: Marina recibió una indemnización monetaria, pero de resto nunca más se intentó decir algo porque sabíamos que cualquier cosa que dijéramos era contraproducente con nosotros y nuestra familia; dada la retaliación de todas las amenazas que ellos sostenían, se empeñaban en decir que la guerrilla había asesinado a todos los magistrados. La CSJ fue masacrada porque, como les cuento, ellos tenían conflicto de intereses con toda la cúpula militar y no podían quedar vivos. Realmente ahí se acabó. Esa sí era la Honorable Corte Suprema: esos magistrados que fallecieron ahí, eso no se va a volver a ver, una CSJ tan clara.

ACRJ: ¿Por qué habla ahora, después de casi cuarenta años de silencio?

J.G.C.: Si mi hermano estuviera vivo, ahoritica, el 15 de mayo, cumpliría 83 años. Yo cumplí en octubre ochenta años y dije… [silencio]… Alguien tiene que expresar, que se sepa realmente lo que sucedió en el Palacio, no puede ser que yo siga callado durante tanto tiempo. Eso es lo que nos ha tenido un poco alejados, porque tengo todavía familia en Colombia, mis hermanos, mis sobrinos. 

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