Entrevista a Otty Patiño, comisionado de Paz: "Ojalá los que están definiendo la guerra vayan a la mesa"

Crédito: Colprensa

27 Febrero 2024

Entrevista a Otty Patiño, comisionado de Paz: "Ojalá los que están definiendo la guerra vayan a la mesa"

En diálogo exclusivo para CAMBIO con la periodista Patricia Lara Salive, el comisionado de Paz, Otty Patiño, pone a reflexionar al ELN: la mayoría de sus bases, en los territorios, quiere la paz, dice. Ella, necesariamente, tendrá que pasar por los diálogos regionales. Y agrega: "Vamos a establecer que un grupo armado que amenace o mate líderes sociales, firmantes de paz o defensores de derechos humanos, no amerita ser un interlocutor del Gobierno".

Por: Patricia Lara Salive

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Cambio Colombia

“Antonio García está ejerciendo un liderazgo muy negativo porque no está recogiendo el sentir de las bases del ELN", afirma Otty Patiño. “Las bases de esta guerrilla votaron por Petro, son ‘petristas,’ y ven en su ascenso al poder una oportunidad para culminar su lucha y fundir sus ideales con las propuestas de cambio que el presidente ha planteado”, agrega. “La mayoría de bases del ELN han mostrado (…) voluntad de dejar las armas a un lado para sumarse a la defensa de un Gobierno”, dice más adelante. “Ojalá los que están definiendo la guerra vayan a la mesa para que sea con ellos, y no con intermediarios de ellos, con quienes se pueda hacer la paz”. 

Estas y otras afirmaciones de alto calibre, son las que hace en esta entrevista, en la que le pega un sacudón a Antonio García, comandante del ELN, el actual comisionado de Paz, Otty Patiño, quien hace cerca de 50 años fue miembro del Comando Superior del Movimiento 19 de Abril, M-19; negociador de paz por ese movimiento con el gobierno de Belisario Betancur; miembro de la Asamblea Constituyente elegido en la lista del M-19; estudiante de Política y Resolución de Conflictos en la Universidad del Valle; columnista de El Tiempo; y jefe del equipo negociador del Gobierno de Petro con el ELN. Autor de varios libros, entre ellos dos que, para este momento, tienen títulos sugestivos, Guerras inútiles y Las verdaderas intenciones del ELN, Otty Patiño conversa hoy con CAMBIO: 

CAMBIO: A propósito, ¿cuáles son las verdaderas intenciones del ELN?

Otty Patiño: Bueno, debo aclarar que ese libro estuvo más escrito por Darío Villamizar… Nosotros habíamos realizado una serie de estudios sobre los actores armados en Colombia y empezamos con las Farc. Luego seguimos con el ELN y después con los paramilitares. La intención era comprenderlos y reflejar las conclusiones en un libro al que queríamos ponerle como título Comprendiendo a tal, y que explicara, precisamente, qué eran dichos actores. Pero fue la editorial, Intermedio Editores, la que tituló la obra con aquel otro rótulo. Yo, en realidad, en ese momento, y lo debo confesar, no conocía mucho al ELN. Y todavía no lo conozco lo suficiente.

CAMBIO. Pero algo debe haber avanzado en esa comprensión.

O.P.: Pues sí, lo comprendo un poco mejor. Es una guerrilla que ha sufrido muchas transformaciones, que ha tenido muchos jefes y cada uno de ellos ha dejado una impronta dentro del ELN. Por eso, el de hoy es un ELN distinto al de cuando nació. Al principio tuvo de jefe a Fabio Vázquez, un hombre que terminó su vida en Cuba como abogado, aunque su paso por el ELN también dejó una marca. Y generó una crítica muy fuerte respecto al caudillismo y, sobre todo, a la manera como manejó la militancia del ELN. Sus actitudes fueron muy psicopáticas, diría yo, al punto de que las registró Joe Broderick en su libro El guerrillero invisible. Allí muestra toda esa terrible realidad de un hombre que, mediante consejos de guerra verbales, mató a muchos dirigentes muy importantes, incluyendo a uno de los cofundadores del ELN, Víctor Medina Morón, y a otros personajes como Jaime Arenas o Lara Parada. Tras la derrota de Anorí y la salida de Fabio Vásquez, el movimiento tuvo la jefatura del cura Manuel Pérez, quien logró reconstruir a un ELN que se había dispersado en varios frentes de guerra. Así, ese ELN, un poco fracturado, logró de nuevo tener una cohesión. Y ahora tiene la comandancia de Antonio García.

CAMBIO: Pero antes estuvo Gabino…

O.P.:  Ah, sí, perdón: Nicolás Rodríguez Bautista. Fue, siendo casi un niño, uno de los fundadores. Creo que es el único de ellos que todavía está vivo y debe andar entre los 75 y 76 años. 

CAMBIO: ¿Y cuántos años tiene Antonio García?

O.P.: Unos 67 o 68.

CAMBIO: ¡Qué extraño es que la guerra la estén haciendo esos viejitos! ¿En qué están los jóvenes de Colombia hoy?

O.P.: Esa es una de las dificultades que tiene el ELN, porque indudablemente los viejos ya no están dirigiendo la guerra. Están haciendo la negociación y orientando o pretendiendo orientar a los muchachos que están sobre el terreno. Allí hay gente que todavía está en edad, por así decirlo, de cargar una mochila y un fusil y de correr cuando es necesario. Es un grupo bastante móvil que tiene que estar muy dispuesto a marchar por los territorios, a sortear situaciones difíciles y a vivir una vida bastante dura, sobre todo en situaciones combativas. En cambio, la gente que está en este momento orientando al ELN, está en edad de pensionarse y allí, desde luego, se puede generar una fractura con la que está en el terreno.

CAMBIO: ¿Eso es lo que ha generado esta crisis?

O.P.: El mayor elemento de crisis es el ascenso al poder del movimiento de un hombre de izquierda como Gustavo Petro. Las bases de esa guerrilla votaron por Petro, son ‘petristas’ y, antes que ser un obstáculo, ven en su ascenso al poder una oportunidad para culminar su lucha y fundir sus ideales con las propuestas de cambio que el presidente ha planteado. Eso lo expresan de una manera directa en el Catatumbo, en Nariño, en Arauca. La mayoría de bases del ELN han mostrado esa manifestación de simpatía y a veces de profunda identidad y, desde luego, con la voluntad de dejar las armas a un lado para sumarse a la defensa de un Gobierno que necesita, más que gente armada, gente proactiva en la política.

CAMBIO: Pero eso no es lo que expresa Antonio García.

O.P.: Exactamente, no lo expresa y, de alguna manera, ejerce un liderazgo muy negativo porque no está recogiendo el sentir de las bases. A veces recoge el de algunos guerrilleros que piensan mantenerse en la lucha armada y seguir esgrimiendo su identidad revolucionaria. Pero lo que le da categoría a un revolucionario no es el arma, sino los deseos de transformar la realidad. Sin embargo, algo positivo que tiene el ELN es su raigambre territorial en donde hace presencia, y ese oír a las comunidades, ese articularse con las comunidades, es lo que permite que muchos de ellos estén diciendo: “Oiga, ya llegó el tiempo, el final de la guerra”. Esta es una oportunidad para terminar y terminar bien la guerra que emprendimos hace 60 años.

CAMBIO: Parece que el ELN no entendiera que las comunidades, por lo menos en la zona de Arauca, donde fui hace un tiempo, están hasta el cogote de su guerra con las disidencias. Yo no sé si a los dirigentes del ELN o al propio Antonio García les interesa la política, o si definitivamente no les interesa. Porque si les interesara les debería importar que la gente los quisiera, los acogiera.

O.P.: Es cierto. El ELN, hay que admitirlo, tuvo una gran influencia en Arauca. Desafortunadamente, hoy ella está más mediada por las armas que por la simpatía. Hay que admitir que, por mucho tiempo, su poder más que las armas fue una simpatía basada en ese entronque que tuvieron con las organizaciones comunitarias. Entronque acompañado por las armas en la medida en que el movimiento, a través de procesos de extorsión contra las petroleras, sirvió para otorgarle una cierta legitimidad de parte de la población araucana que veía cómo se les extraía del subsuelo la riqueza sin ser compartida ni significar bienestar. Por supuesto, de esa legitimidad todavía subsiste algo: no podemos decir que la gente repudia totalmente al ELN, pero indudablemente ya hay un cansancio en la población araucana por esa confrontación. Y ahí entra otro factor: hoy, el ELN está planteando la guerra como defensiva frente a otros grupos que pretenden tomarse el territorio. Y eso le da algún elemento de legitimidad, lo mismo que genera mucho temor a que esas comunidades que han sido afectas al ELN, sean castigadas por los grupos que están llegando allá. Y también está el tema de la extorsión. Allí, las ganancias provienen de recibir lo que yo llamo la ‘impostación’ a los transportadores y a los contratistas. La de allá es una pelea por todos esos dineros producto de la ilegalidad que circunda la riqueza petrolera del departamento.

CAMBIO: En el Chocó las comunidades también están hasta el cogote.

O.P.: Con una situación aún más complicada, y es que allá hay comunidades mucho más pobres. En el Chocó la pobreza se siente por todos lados. Es un departamento muy hermoso y con muchas posibilidades de desarrollo pero, gracias a la presencia del ELN o del Clan del Golfo, ha convertido la disputa territorial en un escenario que lastima profundamente, que genera confinamientos, desplazamientos, reclutamiento de menores, minado con explosivos…

CAMBIO: Hay un personaje, llamado Pablito, que parece ser el líder militar más poderoso que tiene el ELN. ¿Qué tan representado está en la mesa?

O.P.: Es un misterio. Esa es de las cosas oscuras que tiene la mesa, donde no se sabe cuál es el peso exacto de Pablito. Lo que sí se sabe es que es un actor importante en la guerra y que jugaría un papel muy importante para hacer la paz.

CAMBIO: ¿Y no es posible que Pablito vaya a la mesa?

O.P.: Ojalá los que están definiendo la guerra vayan a la mesa para que sea con ellos, y no con intermediarios de ellos, con quienes se pueda hacer la paz… y rápidamente. Hay una urgencia de que haya paz, de este país, de este Gobierno, pero sobre todo de esas comunidades que están padeciendo el conflicto, incluso con la seguridad de que esos territorios acostumbrados a convivir con actores ilegales no sean copados por otros actores ilegales. Que cuando el ELN haga la paz, ese territorio del Chocó no sea ocupado por el Clan del Golfo. Que cuando el ELN deje las armas en Arauca, el territorio no sea acaparado por las disidencias de las Farc o por otro actor, porque esa es un poco la historia de este país: el Estado no copa los territorios donde están los actores ilegales que de alguna manera regulan las relaciones entre las comunidades y entonces llegan otros actores ante los cuales los ciudadanos acuden para que se haga justicia en los conflictos internos y normales que cualquier sociedad tiene.

Cambio.  ¿Cuál es su versión del impasse que surgió en la mesa de negociación debido a la intención de desarrollar diálogos regionales en Nariño por parte del gobernador?

O.P.: Allí, el Frente Comuneros del Sur del ELN ha planteado, desde hace tiempo, que es urgente hacer la paz. Incluso, en una visita que hicieron en agosto Naciones Unidas, delegados de varios países garantes como Cuba y Noruega, además de la Iglesia y el anterior comisionado de Paz, se plantearon unos lineamientos para la reconciliación. Allí empezó la crisis, porque la reacción del jefe de la delegación, Pablo Beltrán, fue un poco dura, y se planteó que él había perdido la conexión con el frente. Entonces se nos pidió que lográramos restablecer dicho vínculo. Y en un helicóptero de Naciones Unidas trasladamos a un miembro de la delegación para que hablase con ellos. Hablaron, pero no sabemos ahí qué pasó. Luego, frente a la incursión que hizo a Nariño, en territorios donde hay presencia del ELN, el grupo MC Farc que venía del Cauca, se generó un gran desplazamiento forzado de la población, por lo que el ELN, para no chocar y para no producir daños a la comunidad, decidió replegarse un tanto. Pero después, ante la persistencia de la situación y la actitud que asumió el MC Farc, el ELN decidió retomar el control de esos territorios e hizo huir a los invasores. Al mismo tiempo, solicitó que el territorio fuera incluido como una zona crítica, es decir, un lugar en donde el Estado puede ir y debe intervenir para proteger a la población y para realizar fácilmente transformaciones en beneficio de la comunidad, eliminando también posibilidades de que penetren otros actores ilegales y donde pueda empezarse un proceso de transformación con presencia institucional.

CAMBIO: Así debería ser en todas partes...

O.P.: Exactamente. Sin embargo, en Nariño, la delegación no quiso elevar ese territorio a zona crítica, cosa que hirió profundamente al frente, el cual decidió seguir con su proceso. Ahí surgieron dos temas muy importantes: uno, que fue elegido un gobernador del Pacto Histórico –Luis Alfonso Escobar– que planteó que su eje de gobierno iba a ser la paz, y que indudablemente va a cumplir su palabra. La reacción del Frente Comuneros del Sur fue que iba a participar en dicho diálogo regional con el gobernador.

CAMBIO. ¿Y el otro tema?

O.P.: Fue el recorrido que el presidente Petro llamó como el ‘gobierno del pueblo’ a lo largo de la costa del Pacífico, empezando por Tumaco, y en donde reafirmó y apoyó el diálogo regional. Pero también surge otro factor muy interesante y es que la segunda Marquetalia, que tiene mucha presencia e influencia en Tumaco, manifestó también la intención de sumarse a ese diálogo regional. De tal manera que las comunidades que habían sido desplazadas y que empezaron a retornar a sus lugares también apoyaron y urgieron dicho diálogo regional. Así, tenemos unas comunidades que urgen por la paz y que votaron por Petro; un presidente que está respondiendo a sus peticiones; un gobernador que apoya a unos alcaldes de la zona que también quieren y aprecian el clamor de esas comunidades; y dos grupos guerrilleros que están apoyando todo ese proceso. Por eso, extraña la reacción de Antonio García cuando el Frente Comuneros del Sur dice que se va a meter en ese proceso. Para él, este proceso es una conspiración de inteligencia para quebrantar y fracturar al ELN y, desde luego, no se trata de eso.

CAMBIO: Lo que van a lograr con esa actitud es que las comunidades, en un momento dado, al estar apoyadas en unos diálogos regionales, si pierden el miedo, se levanten contra ellos...

O.P.: Es muy curiosa su actitud porque ellos, durante mucho tiempo, en otra negociación que tuvieron hace algunos años, plantearon la necesidad de los diálogos regionales. Y, ahora, ellos son los que se oponen. Creemos que es un temor que ellos tienen a perder la conducción política centralizada que tienen. Pero eso es una tontería porque así es que la van a perder; en lugar de ir allá y asumir la conducción política o, por lo menos participar en esos diálogos regionales y mirar esa experiencia. Porque indudablemente hoy, desde mi punto de vista como comisionado, el nombre de la paz es la territorialización. Es la palabra clave de la paz en muchos aspectos, tanto en los procesos de negociación, como en los de implementación de los acuerdos de cese al fuego que se vayan haciendo. Es que la paz y el cese del fuego se dan en los territorios. Las transformaciones territoriales, una de las principales banderas de este Gobierno, como su nombre lo indica, ocurre en los territorios. Allí es donde se puede juntar todo: las ganas de hacer, las transformaciones del Gobierno nacional, la materialización y concreción de la paz, todo eso se junta en los territorios. Y allí es donde vive la gente, claro.

CAMBIO: Además las realidades son muy distintas entre un territorio y otro…

O.P.: Exactamente. Allí es donde se aprecian esas variaciones que tienen las realidades. La política para ellas puede ser similar, pero la materialización hay que resolverla según los relieves que existan tanto humanos como geográficos y como económicos en cada uno de los territorios.

CAMBIO: ¿En dónde podría surgir otro diálogo regional parecido al de Nariño?

O.P.: Con la Segunda Marquetalia van a ser muy importantes los diálogos regionales, y ya está ocurriendo con el propio MC. El pensamiento que tenía este grupo, que era el de tener una sola mesa, está cambiando y, lo fundamental, van a ser los diálogos en cada uno de los bloques o frentes de guerra que ellos tienen. Por supuesto, las mesas van a seguir siendo claves, pero para coordinar esos diálogos, para ordenarlos un poco, para establecer con el Gobierno nacional unas líneas de conducción y para que se pueda hacer una coordinación. Pero la materialización se va a hacer en los territorios.

CAMBIO: ¿Qué se va a hacer con las MC y su guerra con el ELN? Según Antonio García, ese conflicto sigue. ¿Cómo puede aceptarse que un grupo con el que se está negociando la paz diga que va a seguir matando a otro, y viceversa?

O.P.: Por supuesto que eso es inadmisible. Matar, por ejemplo, defensores de derechos humanos, líderes sociales o firmantes de paz es inaceptable. Y eso es algo sobre lo cual vamos a plantear unas líneas rojas –y ya el presidente lo está anunciando– para establecer que un grupo armado que amenace o mate líderes sociales, firmantes o defensores de derechos humanos no amerita ser un interlocutor del Gobierno.

CAMBIO: ¿Qué va a pasar con el impasse con el ELN? 

O.P.: Ellos deben tener la cordura de encontrar un camino para sobrepasar la crisis, lo cual les puede ser muy útil a ellos también. El ELN, a mi modo de ver, quiere trasladar a la negociación la crisis interna que está sufriendo. Pero esa no es una manera de solucionar la crisis. Si ellos no asuman con valentía, con claridad, con inteligencia, la crisis interna por la que atraviesan, seguramente se les va a profundizar.

CAMBIO: ¿Después de que ellos dijeron que suspendían las negociaciones ha habido contactos?

O.P.: Sí, claro. Y sigue habiendo conversaciones. Ellos saben que lo más importante que tienen en este momento es la mesa de negociación.

CAMBIO: ¿Qué va a pasar con el Clan del Golfo?

O.P.: El presidente Petro ha planteado que ese clan es la principal amenaza contra la paz en Colombia. Es un grupo que, por su conformación, por su expansión, por el peso económico que tiene, por las relaciones que maneja en muchos territorios, por la imposición de sus condiciones a los gobiernos donde hace presencia, es la peor amenaza. Acá, el problema no es la interlocución en sí, sino hallar una salida que brinde una posibilidad de sometimiento a la justicia. Mientras tanto, desde luego, los instrumentos de la justicia deben actuar y con mucha firmeza, tal como lo ha planteado el presidente. 

CAMBIO: Saliéndonos del tema, y al analizar cómo el país –y especialmente Bogotá– está asustado con esta ola de inseguridad tan terrible, con estos atracos y atentados a mano armada, ¿hasta qué punto puede estar pasando que esa situación tan complicada de violencia de los territorios comienza a permear las principales ciudades? ¿O es otro fenómeno?

O.P.: Es otro fenómeno. Y hay que ser muy serios en los análisis para poder realmente afrontarlo. Y desde luego debemos dejar de echarle la culpa a Petro. Echarle la culpa a la paz total es, por decir lo menos, una estupidez.

CAMBIO: ¡Pero hay que enfrentar el tema de seguridad!

O.P.: Obvio, debemos mejorar las actividades de inteligencia tanto de la Policía como de los órganos de investigación que tiene el país, porque si no, se puede estimular el armamentismo ciudadano, lo cual puede ser incluso un remedio peor que la enfermedad.

CAMBIO: ¿Cómo se imagina que va a ser la situación de la paz total de aquí a dos años, cuando esté terminando el Gobierno de Petro?

O.P.: Voy a responder más desde el deseo, aunque creo que es un deseo que tiene algún fundamento. En este momento estamos negociando con seis frentes. Tres con las que se han llamado ‘mesas sociopolíticas’ y tres con ‘mesas sociojurídicas’. Estas últimas están en Buenaventura, Quibdó y Medellín. Y con ellas se trabaja desde la cárcel de Itagüí, que cubre toda el Área Metropolitana, lo mismo que desde las cárceles de Buenaventura y Quibdó. Esos actores tienen influencia sobre las bandas que operan en sus departamentos. A eso se le suma la voluntad de paz de las comunidades. Allí, el empresariado tiene que generar una nueva situación de convivencia y seguridad, pues el tema de la paz tiene que hermanarse profundamente con el de la seguridad. Quien piense que la paz total es el equivalente a inseguridad total, está creando un antagonismo falso. En realidad, cada paso que se avance en la paz, significa un avance en la seguridad en estos territorios. Al estar trabajando sobre dos grandes ejes –las mesas sociojurídica y sociopolítica– en territorios que son el entorno de actores armados, movemos la sociedad civil, por llamarlo de la vieja manera, para construir una fuerza de paz. 

CAMBIO: ¿Qué tanto están entendiendo el Ejército y la Policía esa política que está desarrollando el Gobierno?

O.P.: Con el Ejército tenemos un diálogo permanente, lo mismo que con la Policía. Pero, además, el Ejército participa en los mecanismos de monitoreo y verificación de las mesas tanto con el ELN como con el MC. Fuera de eso, con ellos se están diseñando las que hemos llamado ‘zonas críticas’, de modo que impidan que otros actores arriben al territorio. Todo eso tiene que trabajarse de una manera articulada para lograr la transformación de economías ilegales, la reincorporación de excombatientes y su seguridad, y dejar al lado las armas, de modo que ellas no sean un pretexto para la defensa de las personas y mucho menos de los territorios. 

CAMBIO: ¿Cuándo se supone que se reanuda la mesa con el ELN

O.P.: Creo que en abril. Pero en este momento hay conversaciones para hallar la solución de la crisis que ese grupo ha planteado. Nosotros tenemos toda la disposición para que ellos puedan solucionar su crisis interna, bien sea incluso a través de generar espacio y condiciones para que puedan celebrar su VI Congreso. Así, ellos pueden tomarse el tiempo y crear las condiciones apropiadas para los traslados que necesiten. Ojalá tengamos un ELN más cohesionado, más representativo, más fuerte y más decidido por la paz.

CAMBIO: ¿Y ahí podría nombrarse como jefe del ELN a Pablito?

O.P.: Espere saco mi bola de cristal (risas).

CAMBIO: Bueno, pues les deseo toda la suerte del mundo en este propósito que tienen usted y Vera Grabe de lograr la paz total. Y, precisamente, antes de concluir, le hago una pregunta final: en ese mundo de machos, ¿cómo se sienten los protagonistas con una mujer liderando la negociación?

O.P.: Muy bien, porque en el caso de la delegación del Gobierno para el diálogo con el ELN, de la cual fui jefe, siempre se insistió en que fuera una delegación paritaria entre hombres y mujeres. Allí se planteó la necesidad de feminizar el proceso. La presencia de Vera va a ser una garantía de que eso se vuelva realidad. Eso, porque al ser hombre, por más amigo que sea de la feminización de las políticas –y sobre todo de la de paz–, a uno le queda mucho más difícil que si la jefa es una mujer. Y eso me consta porque mi casa está muy feminizada: allá las jefas son mi mujer, a veces mi hija, y también mi nieta.

CAMBIO: Les deseo toda la suerte… Porque si usted y Vera Grabe no logran hacer la paz, nadie lo logra. 

O.P.: Gracias por la confianza, pero también por el desafío.

CAMBIO. ¿Ese desafío le permite dormir tranquilo?

O.P.: Duermo como un bendito.

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