
Escándalo de la UNGRD: una herida cada vez más grande en el corazón del cambio y el talón de Aquiles para 2026
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La salida del ministro Ricardo Bonilla es –hasta el momento– el costo más alto que ha pagado el presidente Petro por un escándalo del cual ha querido desmarcarse. El daño parece irreparable en medio de una campana tempranera para llegar a la Casa de Nariño en 2026.
Por: Andrés Mateo Muñoz

Un día, dos trinos y 19.974 caracteres le tomó al presidente Petro despedir –muy a su pesar– a Ricardo Bonilla, ministro de Hacienda. El anuncio fue bautizado por el mandatario como 'Trino sobre Ricardo Bonilla parte II', y, como en una saga de películas dramáticas, el desenlace implicó la pérdida de un personaje principal.
Bonilla sobrevivió varios meses en su cargo a pesar de las menciones de su nombre hechas en las declaraciones de los corruptos confesos Sneyder Pinilla y Olmedo López. A diferencia de las otras tres fichas del Gobierno que cayeron antes que él (Carlos Ramón González, Sandra Ortiz y César Manrique) Bonilla esquivó las voces que pidieron su renuncia. Todos eran prescindibles menos él, que no podía moverse al ritmo de los bandazos del escándalo y mucho menos en medio de una situación fiscal asfixiante para el país.
“El país pierde a uno de sus mejores economistas, alguien que logró reducir la pobreza en Bogotá y la pobreza monetaria del país y para quien la reducción de la desigualdad y revertir las condiciones estructurales que la producen estaba en su norte”, dijo la representante María del Mar Pizarro.
Además, Bonilla estaba en el grupo de funcionarios del petrismo purasangre. Leal, afín a la ideología del progresismo estilo Petro, militante tradicional y viejo conocido para el presidente. Con el pragmatismo adecuado para darles certezas a los mercados. No se trataba de la cuota de otro partido como González y Ortiz. Ni tampoco de un tecnócrata ‘neoliberal’, como diría el presidente sobre exministros como Alejandro Gaviria.
Por ello, la salida de Bonilla y el contexto en el que se dio revelan que el escándalo de la UNGRD es cada vez más difícil de extirpar del cuerpo del petrismo. Aunque el ahora exministro insiste en su inocencia, la factura política para el proyecto de Gustavo Petro es cada vez más alta de cara a las elecciones de 2026.
La teoría de un golpe blando y la estrategia de tomar total distancia del entramado de corrupción se torna inverosímil cuando uno de los ministros más cercanos al mandatario debe apartarse de sus funciones para defenderse.
Los cimientos del cambio, removidos por la corrupción mientras la campaña sigue su curso

Desde las primeras revelaciones sobre el desfalco a la UNGRD, el presidente Petro ha preferido poner un cerco entre la corrupción y su proyecto político. Por ello, el mandatario ha insistido en que se trata de un problema estructural que no empezó en su Gobierno, que los beneficiados fueron unos cuantos y que hay una considerable cantidad de “versiones malintencionadas” de la prensa.
Tan alto es el muro que ha querido construir el presidente que, en su mensaje de despedida a Bonilla, le recriminó al ministro saliente por haber confiado en “funcionarios uribistas" y “desobedecer” una orden del jefe de Estado.
“(Bonilla) desobedeció mi indicación de no confiar en los funcionarios uribistas de Minhacienda, que nos hicieron trampas desde el principio", escribió el presidente en una referencia implícita a María Alejandra Benavides, exasesora del ministro que lo ha señalado como parte de una supuesta operación de compra de votos en el Congreso.
Pero el agua sucia del escándalo ha superado la cota de la represa que ha construido el presidente. Los avances en la investigación de la Fiscalía y los testimonios que se han filtrado a la prensa hicieron insostenible que Bonilla siguiera en uno de los cargos más importantes del Gobierno, al mismo tiempo que trabaja en su defensa.
Al jefe de Estado le tomó tiempo decidir si Bonilla salía o no de su equipo. Por eso dejó en suspenso el primer trino en el que defendió a su funcionario. “Continúa”, escribió Petro. Los detalles finales de la salida se ajustaron en el viaje a San Andrés en el que Bonilla acompañó a Petro al foro Cilac. Fue la última vez que el ministro saliente asistió a un evento en calidad de funcionario.
Y como si a la coyuntura le faltara una espina más, la baja sensible de Bonilla se confirmó el mismo día en que se le abrió otra grieta al alto Gobierno, golpeado recientemente por la llegada de Armando Benedetti, la inconformidad de varios ministros y las declaraciones públicas de Laura Sarabia en las que ha llegado a calificar como “jardín infantil” a la dinámica del gabinete.
Antes del trino presidencial de despedida, se conoció que Bonilla entregó a la Fiscalía documentos anónimos que señalan a Ricardo Roa, presidente de Ecopetrol y a Nicolás Alcocer –hijo de la primera dama Verónica Alcocer– de supuestamente interferir a favor de terceros en la hidroeléctrica de Urrá.
Por ello, la coincidente salida de Bonilla genera especulaciones acerca de si la denuncia tiene algo que ver con la pedida de renuncia. Las suspicacias han alimentado los señalamientos de la oposición sobre tensiones internas difíciles de tramitar en lo más íntimo del alto Gobierno.
Así lo cree el representante del Centro Democrático Hernán Cadavid, quien asegura que la salida de Bonilla deja al Gobierno en un cierto estado de vulnerabilidad. “Eso destruye la confianza de quienes pensaron que esta era una opción en la lucha contra la corrupción”, señaló el congresista.
Sin embargo, CAMBIO conoció que la carta de renuncia del ministro de Hacienda estaba en el escritorio del presidente hace varios días y no fue una decisión discrecional del mandatario motivada por hechos de última hora.
En medio de la tensión, el embajador Roy Barreras izó una bandera blanca. “Para nuestros compañeros: no le ahorren trabajo a la oposición. Paren la autodestrucción. Atacarse unos a otros destruye no un gobierno sino un proyecto político, una promesa de país justo y en paz”, escribió el exsenador en su cuenta de X.
La preocupación de Barreras no es menor: si la cúpula del Gobierno Petro implosiona, las oportunidades de vencer en 2026 serán casi nulas. mientras que la oposición gana argumentos.
Según César Caballero, politólogo y gerente de Cifras y Conceptos, aunque las recientes encuestas muestran que los escándalos de corrupción no golpean directamente al presidente, sí afectan su proyecto político, de manera especial de cara a las próximas elecciones. Esto, porque ya no podrán llegar con la bandera anticorrupción que les sirvió en 2022.
“Las encuestas muestran que los escándalos de corrupción no le están pegando al presidente, le están pegando al Gobierno. Por lo menos, en la última Polimétrica eso lo notamos. Evidentemente, se está golpeando a personas cercanas al Gobierno y eso tiene un impacto político negativo para la fuerza que lo respalda”, aseguró.
De hecho, Caballero mencionó que en la más reciente Polimétrica, el presidente llegó a 43 por ciento, y el punto más bajo que ha tenido es 36 por ciento. Es decir, se ha recuperado: “Pero, sin duda, a cualquier político le golpean los escándalos de corrupción”.
La salida de Bonilla es el golpe más fuerte para el Gobierno de Gustavo Petro hasta el momento. El gabinete pierde un nombre clave y las banderas de cambio empiezan a tener agujeros difíciles de remendar de aquí a las próximas elecciones.
