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Gustavo Petro, el presidente que no gobierna. Por: María Jimena Duzán
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El presidente Gustavo Petro llegó hace un año y medio al Palacio de Nariño, pero todavía no gobierna. Esa labor se la delegó a su funcionaria de confianza, la eficaz y leal abogada Laura Sarabia. Puede que en su momento esa haya sido una fórmula audaz, pero todo parece indicar que la receta ya no funciona. El Gobierno es un desgobierno que ya empieza a pasar aceite.
Por: María Jimena Duzán
A pesar de que Gustavo Petro ganó con un discurso esperanzador que enrutaba al país hacia una democracia reformista, hablando del cambio climático, de la igualdad y del derecho a la vida, luego de un año y medio de mandato, no ha podido convertir sus discursos en hechos.
En el primer año de gobierno, los índices de ejecución presupuestal fueron los más bajos en los últimos diez años. A pesar de que Petro le entregó un presupuesto histórico al Ministerio de Agricultura para la Reforma Agraria, y de que por primera vez en la historia hay un consenso entre el Gobierno y los sectores ganaderos para hacerla, los avances son escasos y los datos de las compras de tierras inciertos. No se sabe ni siquiera la cifra exacta de tierras compradas. La agencia de tierras dice que son 200.000 hectáreas mientras que el Ministerio de Agricultura dice que son 118.000. En realidad, si uno desagrega esos confusos cuadros, se llega a la conclusión de que la cifra es otra y de que el número real de hectáreas compradas es de 57.000 de las 500.000 que el Gobierno tenía proyectadas para el primer año. A este ritmo no se va a cumplir la meta de 1.500.000 hectáreas que Petro prometió para hacer la reforma agraria durante su mandato.
El hecho de que por las carteras claves hayan pasado en menos de año y medio dos ministros y de que ahora se esté hablando de una nueva crisis ministerial, acentúa el caos que hay en materia de gobernanza y vuelve aún más difícil sincronizar las diferentes agencias del gobierno. Por cuenta de este despelote en el que nadie da razón de nada perdimos la oportunidad de hacer los juegos panamericanos, no se ha nombrado a nadie en el Invima ni en la CREG y ha sido imposible aclarar el faltante en el presupuesto de 2023, entre otros rollos.
Es tal el desgobierno que uno se tropieza con noticias insólitas como la de que en el Gobierno que puso la agenda del cambio climático, se redujo el presupuesto del sistema de gestión de riesgos. Desde que Petro llegó al poder, hemos tenido cuatro directores nacionales de bomberos, que han durado en el puesto no más de cuatro meses. Con esta falta de estabilidad institucional no hay forma de implementar ninguna política.
Los ministros se ven a gatas para interpretar al presidente. Eso sucedió, por ejemplo, cuando el mandatario les advirtió de que en su gobierno no iba a haber licitaciones con un solo proponente, aludiendo al contrato para la fabricación de pasaportes que estaba en curso en la Cancillera y que durante 17 años había sido entregado a una misma empresa. En esa ocasión Petro, como casi siempre, tenía razón en el fondo pero no en la forma. El error se cometió en la Cancillería, porque a pesar de que ya sabía de la instrucción del presidente, no hizo nada por cambiar los pliegos y presentó los mismos que favorecían a los de siempre. Voltaire decía que "es peligroso tener la razón cuando el gobierno está equivocado". Presidente, aquí no hubo ninguna conspiración, sino incompetencia.
No se requieren gobiernos perfectos sino prácticos. El de Petro no es ni lo uno ni lo otro. Su talón de Aquiles, así él no lo quiera aceptar, es Laura Sarabia y el poder que él mismo le ha dado. Esa eficaz asistente de Armando Benedetti pasó de un momento a otro a ser la dueña de Petro. Nadie, ni siquiera los ministros, pueden hablar con el presidente sin pasar por ella.
Durante el primer año de gobierno, Laura Sarabia fue la encargada de hacerle seguimiento a las políticas públicas del presidente y también tenía la tarea de cubrir las ausencias cada vez más frecuentes de Petro. Laura estuvo unos meses fuera de Palacio enfrentando sus graves problemas con la justicia y, ahora, aunque su nuevo cargo como directora del DPS está por fuera, sigue mandando. Ella nunca ha dejado de ser la sombra del presidente. Su presencia avasalladora ha sido incómoda para todos los ministros. Sobre todo para el director del Dapre, Carlos Ramón González; y ahora para Susana Muhammad, quien suena para la jefatura de gabinete. Cuentan que Laura Sarabia está de muy mal humor con ese rumor porque, si ese nombramiento se llega a cristalizar, truncaría su intención de volver por la puerta grande a Palacio fusionando el Dapre y el DPS. La falta de liderazgo de un gobernante hace que las rivalidades entre los subalternos se vuelvan los grandes obstáculos para hacer cualquier cosa.
Sarabia es una funcionaria eficaz que ha conseguido el favor de varios de los medios más importantes del país que se desviven por hablar maravillas de sus ejecutorias y de sus éxitos. Esos medios obsecuentes le han ayudado a blanquear su difícil situación jurídica para que se le baje el tono a la gravedad de sus investigaciones en la Fiscalía por el abuso de poder contra su niñera Marelbys Meza, proceso que ya tiene un muerto de por medio.
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Laura Sarabia va a todos los consejos de ministros, a veces los preside, y habla como si fuera la jefa del Estado. Pero, en la práctica, los ministros se sienten en el aire y sin norte. Y un gobierno que no tiene cómo hacerles seguimiento a sus políticas es un gobierno de mentiras.
Petro acierta en sus diagnósticos y se adelanta a veces a la historia, como cuando salió a criticar duramente a Israel por los bombardeos en Gaza. Pero en este año y medio también ha demostrado ser un presidente que no resiste la controversia. Los pocos que se han atrevido a hablarle sin tapujos y a expresar sus opiniones, han salido mal librados. Eso le sucedió a Jorge Iván González, saliente director del DNP, quien fue sacado del llavero que posee Laura Sarabia. A este economista dedicado que logró pasarle el plan de desarrollo a Petro, le costó caro no ser un “yes man” porque acabó ninguneado y graduado de neoliberal.
Petro se ha dedicado a decir que hay una conspiración para no dejarlo terminar su gobierno. Ya va siendo hora de que lo empiece.