
Los efectos en Colombia del golpe de facto dado por Maduro
Nicolás Maduro, este viernes en Caracas, Venezuela.
Crédito: IG Nicolás Maduro
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Se suma un nuevo ingrediente que incrementará la polarización que atraviesa el país: la oposición política insistirá en equiparar al petrismo con el chavismo, con el fin de obtener réditos en las elecciones de 2026, cuando se elegirán un nuevo Congreso y el sucesor del presidente.
Por: Armando Neira

El golpe de facto del líder del chavismo, Nicolás Maduro, quien el pasado viernes inició un nuevo período presidencial (2025-2031), tendrá efectos directos sobre Colombia en distintos escenarios: políticos, económicos, sociales y de paz.
Desde el punto de vista político, se acentuará un nuevo ingrediente que incrementará la polarización que atraviesa el país: la oposición política insistirá en equiparar al petrismo con el chavismo con el fin de obtener réditos en las elecciones de 2026, cuando se elegirán un nuevo Congreso y el sucesor del presidente.
En un escenario en el que no hay matices, será difícil separar capítulos de una historia que viene de años atrás. Es cierto que hay ciertas afinidades entre Gustavo Petro y Nicolás Maduro, así como entre el Pacto Histórico y el chavismo. Petro, siendo representante a la Cámara en 1994, junto con su entonces asesor y exmiembro del M-19 José Cuesta Novoa, trajeron por primera vez a Hugo Chávez al país tras ser indultado por el presidente Rafael Caldera. Desde entonces, sus detractores, especialmente del Centro Democrático, lo han acusado de replicar el modelo chavista aunque las realidades de los dos países son muy distintas.
Durante la campaña electoral de 2020, Petro hizo esfuerzos por distanciarse de Maduro. Sin embargo, tras asumir la presidencia el 7 de agosto de 2022, restableció relaciones diplomáticas con Venezuela, rotas desde 2015, y se convirtió en un visitante frecuente del Palacio de Miraflores. Esto ha alimentado críticas por parte de algunos sectores, que lo señalan de actuar en concordancia con el régimen venezolano.
Se trata de un obstáculo difícil de sortear, como lo demuestran todas las encuestas en las que Maduro siempre encabeza la lista de figuras que para los colombianos tienen peor imagen. Unos índices negativos que posiblemente aumentarán por la manera como se han desarrollado los acontecimientos en los últimos meses.
Entre la persecución y el encarcelamiento
La convocatoria de elecciones del 28 de julio de 2024 por parte de Maduro estuvo marcada por una fuerte campaña de intimidación, persecución y encarcelamiento hacia los líderes opositores y sus allegados. Al extremo de que la inhabilitación de María Corina Machado, carismática líder de la oposición, fue considerada como un golpe antidemocrático por Petro, quien mostró sus diferencias con el régimen y señaló que las elecciones no se realizaron en condiciones regulares.
Los analistas consideran que Petro fue ambiguo hacia lo que ocurría. Pasó de cuestionar la legitimidad de las elecciones y exigir las actas oficiales, a decir que estas “fueron un error”, dado que no fueron libres por el bloqueo económico de Estados Unidos, y dijo no reconocer el resultado.
Al final, y de manera indirecta, lo hizo al ordenar la presencia del embajador Milton Rengifo, quien se sentó en el mismo espacio del de Daniel Ortega y Miguel Díaz-Canel, presidentes de Nicaragua y Cuba, ambos acusados de tiranos. ¿Por qué se envió a un representante, así Petro se abstuviera de asistir? La tesis del Gobierno nacional es que lo importante es evitar el rompimiento de las relaciones.
Y es que desde el restablecimiento de relaciones diplomáticas, el comercio bilateral entre Colombia y Venezuela ha mostrado una recuperación significativa. Según cifras del Dane y la Cámara Colombo Venezolana, el intercambio comercial creció en 397 millones de dólares entre 2021 y 2023, alcanzando más de 1.000 millones de dólares en 2024. Las exportaciones colombianas a Venezuela aumentaron un 47 por ciento ese año, logrando un superávit de 691 millones de dólares entre enero y octubre.
Este comercio revitalizado contrasta con las pérdidas estimadas en 10.000 millones de dólares durante los años en que la frontera estuvo cerrada. Además, desde el punto de vista humano, el cierre fronterizo fue una tragedia para miles de colombianos que viven en la zona limítrofe.
De esos años de cerrojo en la frontera, uno de los episodios de mayor impacto que se conserva en la memoria colectiva fue el desalojo de 12.000 colombianos ordenado por Maduro, quienes cruzaron la frontera con sus pertenencias al hombro cantando el Himno Nacional mientras sus casas eran marcadas con una X. “No queremos que una escena de esas se vuelva a repetir”, dijo un alto funcionario de la Cancillería.
¿Qué hacer con el ruido de los vecinos?
En el Gobierno argumentan que ningún otro país tiene tantos factores en juego a la hora de tomar cualquier decisión frente a Venezuela. Hoy es casi imposible encontrar a un colombiano que no conozca a un venezolano en su vida cotidiana. Debido a la crisis económica y la persecución política, se estima que aquí residen 2,8 millones de venezolanos que están echando raíces, mientras otros cientos de miles atraviesan actualmente las selvas del Darién en busca de un futuro mejor.
Y hay más. La presencia en Caracas de la cúpula del Ejército de Liberación Nacional (ELN), el grupo guerrillero más poderoso de la actualidad, representa un desafío adicional. Las relaciones con Venezuela son clave para abordar este problema de seguridad y avanzar en los diálogos de paz.
Por eso, desde la Casa de Nariño, el Gobierno defiende la continuidad de las relaciones bilaterales. Según declaraciones del presidente Petro, estas son fundamentales no sólo para mantener el comercio y la cooperación fronteriza, sino, en especial, para proteger a los humildes que allí viven.
Otra cosa bien distinta piensa la oposición. Argumentan que las elecciones de 2024 dieron como ganador a Edmundo González con más del 60 por ciento de los votos, según las actas observadas por el Centro Carter, y que el régimen de Maduro se mantiene en el poder, reprimiendo cualquier disidencia y como “el peor de los dictadores”.
En este contexto, no se vio una respuesta unificada y contundente de parte del oficialismo. Los ministros Luis Gilberto Murillo (Relaciones Exteriores) y Juan Fernando Cristo (Interior), por una parte, hicieron esfuerzos por mostrar que Petro y Maduro son muy diferentes y que Colombia tiene unas sólidas instituciones.
El canciller Murillo reitera que el país tuvo una postura responsable y pragmática: no reconocer al gobierno de Nicolás Maduro, pero es necesario trabajar con el Estado venezolano. Para un ciudadano de a pie esto es difícil de comprender, aunque técnicamente es cierto. Los Estados, como sujetos de derecho internacional público, trascienden a los gobiernos.
En paralelo a estas posiciones que invitaban a la reflexión, decenas de figuras del petrismo, como la congresista María Fernanda Carrascal, la senadora Clara López o la superintendente de Industria y Comercio Cielo Rusinque, lanzaron sorprendentes y apasionados mensajes que fueron interpretados como defensas del régimen venezolano. Durante la última semana, la discusión fue agria de parte y parte.
En cualquier otro momento, los comentarios de reconocidos alfiles de Petro que salen en defensa de Maduro serían elementos más de la discusión política en las redes que se evapora de un día para otro. ¿Pero que serán ahora cuando se inicia el año electoral?
La cuenta de cobro será en las elecciones
“El costo de no deslindarse de este hecho político tan ilegítimo pasará factura a quien no lo haga”, dice el analista Diego Arias. “A menos que la pretendida mediación colombiana sea exitosa, pero no asoma en el horizonte la menor posibilidad de que así pueda hacerse realidad”, agrega este experto.
“Sin lugar a dudas, la radicalización de la dictadura venezolana y la postura moderada de la administración Petro hasta ahora puede ser asimilada por amplios sectores de la sociedad colombiana, que perciben la complejidad de la relación bilateral y la fragilidad fronteriza como una especie de simpatía o complicidad con el régimen de Maduro”, asegura Luis Trejos, profesor de la Universidad del Norte. Para este analista, “esto, sin duda, podría golpear electoralmente al Pacto Histórico en las elecciones de Congreso y presidenciales de 2026”.
La situación para quienes defienden en Colombia los ideales de izquierda puede complicarse ahora, porque muchos ciudadanos van a tener como referente lo que haga Maduro en un momento en que las cosas no pintan nada bien.
“Para Venezuela viene un periodo de inestabilidad interna, en el cual habrá manifestaciones de la oposición y la represión por parte de Maduro”, señala Enrique Prieto Ríos, analista internacional. Según este experto, a esto se suma otro problema de enorme calado: un aumento en el número de ciudadanos venezolanos que buscarán otros destinos, comenzando por Colombia.
Este analista dice, sin embargo, que es posible que en el horizonte aparezcan nuevos escenarios. Según él, podría ocurrir que, teniendo en cuenta las solicitudes de varios gobiernos para que Maduro negocie con la oposición, él intente redefinir su imagen frente a la comunidad internacional. En este sentido, se abrirían nuevos espacios de diálogo con la oposición como los que ya se intentaron. “Es posible que Colombia y Brasil vuelvan a jugar un papel fundamental en este proceso, junto con Estados Unidos, porque al fin y al cabo Maduro es quien ostenta el poder”, dice.
El factor Donald Trump
Aunque en el contexto internacional muchos consideran que Estados Unidos se apretará el cinturón aún más –como lo demostró este viernes cuando aumentó a 25 millones de dólares la recompensa por información que conduzca a la detención de Maduro y Diosdado Cabello y los puso como enemigos públicos número uno de Washington–, puede haber otros caminos.
Esto dependerá de varios factores, en los que pesará su política de deportaciones masivas, ya que una de las nacionalidades con mayor flujo migratorio hacia Estados Unidos es la venezolana. “En este caso, Trump tendrá que abordar de manera pragmática su relación con el gobierno de Venezuela, pues este no está obligado a recibir a los deportados”, señala Prieto Ríos.
Por otro lado, importantes empresas estadounidenses del sector energético han solicitado reconsiderar las sanciones contra Venezuela para reactivar las relaciones comerciales en temas de petróleo, ante la creciente influencia de China y Rusia en la región. “Este tema podría tener un impacto significativo en las decisiones de política exterior de Trump”, agrega.
El analista Gabriel Cifuentes, por su parte, considera que la situación de Venezuela con relación a Colombia tiene un impacto obvio, pero distinto de acuerdo a quienes lo evalúen: “Más de lo que piensa el Gobierno y menos de lo que estima la oposición”.
A todos estos elementos hay que sumarle las características explosivas e imprevisibles de las personalidades de Maduro y Cabello. Si no fueran tan graves, darían para un programa de humor negro. Durante su investidura, Maduro se burló de Edmundo González: “Estoy esperando a que llegue, estoy nervioso”, dijo, mientras que su ministro del Interior se reía.
Ese es el estilo de los vecinos que Colombia tiene y seguirá teniendo, si no ocurre nada extraordinario, durante seis años más. Todos estos elementos, naturalmente, serán tenidos en cuenta por los electores colombianos cuando, dentro de un año y medio, acudan a las urnas para decidir si se vota por un heredero de Petro o uno de sus contradictores.
