Los wayúu se enfrentan a los parques eólicos de La Guajira
26 Mayo 2023

Los wayúu se enfrentan a los parques eólicos de La Guajira

Crédito: Yamith Mariño Díaz

Los indígenas wayúu andan de pelea con el proyecto del Gobierno de construir 53 parques eólicos en La Guajira, que han sido vendidos como claves para la transición energética, pero producen serias consecuencias para las comunidades locales.

Por: Maria F. Fitzgerald

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Los parques eólicos de La Guajira, capaces de generar más de 24.000 vatios por día, fueron presentados por el gobierno del expresidente Duque como el futuro de la transición energética. El Ministerio de Minas aseguró que los parques –en los que participan 16 empresas con una inversión que ronda los 25.000 millones de dólares– tendrán la capacidad de dar energía a 4,1 millones de usuarios en todo el país.

La transición energética ha sido una de las principales banderas de Gustavo Petro, quien ha dicho que priorizará la diversificación de las fuentes de energía para garantizar que el país no dependa más del petróleo y del carbón. La idea, según Petro, es migrar lo más pronto posible hacia las energías limpias, y la eólica se supone que es una de ellas. Sin embargo, en La Guajira ya hay señales –se acuerdo con denuncias de la comunidad– de que la energía eólica no es tan limpia como parece. 

En días recientes, el parque eólico Windpeshi, el más avanzado en su desarrollo, suspendió actividades luego de que la comunidad guajira la bloqueara durante tres semanas. El proyecto continuará una vez se logre llegar a un acuerdo con los habitantes locales. ¿Qué es lo que ha fallado? 

Las huellas de la energía limpia

“Han ingresado a nuestras tierras, con permisos de personas a quienes no reconocemos como nuestras autoridades, para explotar nuestros territorios sin nuestros permisos y, de paso, acabar con nuestras tierras”, dice Abraham Segundo, autoridad wayúu, uno de los principales líderes de Ipapure, pueblo limítrofe con Venezuela.

Ipapure, por su ubicación, es clave para el desarrollo de los 53 parques de energía eólica que el Estado, en asocio con varios inversionistas, tiene proyectados para esta región. Sin embargo, la comunidad se queja de que, por cuenta de la invasión tecnológica, ya está comenzando a sentir el impacto sobre los animales, en especial sobre los flamingos y los murciélagos, la contaminación de las fuentes de agua y el tejido social.

Para profundizar

“En Colombia, los flamencos son icónicos. Los consideramos uno de los principales atractivos turísticos, pero no es el único animal que se va a ver muy afectado por los parques eólicos, principalmente por las líneas de transmisión de energía”, asegura Joanna Barney, investigadora de Indepaz, que monitorea el impacto de los parques eólicos en La Guajira.  

A Barney también le preocupa la situación del murciélago, que es el principal polinizador de La Guajira, distribuyendo semillas de distintas frutas que luego crecen y se convierten en el alimento de los chivos, principal recurso alimenticio de los wayúu. Dice Barney que varios murciélagos han sido hallados con traumas producidos por las estructuras de los parques. “Si se detiene esta polinización se pone en riesgo la vida misma de los wayúu, que no tienen otra forma de supervivencia distinta a esta para continuar estando en el desierto”. 

Añade que, además, los parques vierten sus desechos en las mismas aguas donde los wayúu suelen pescar y eso ha acabado con los peces de la región: “Ellos viven de la pesca, viven del turismo, viven de los chivos. Y las tres cosas se están viendo, o se van a ver afectadas, con los parques eólicos. Si les quitas todo esto, los wayúu ya no tendrán cómo sobrevivir en el desierto”, concluye. 

Una profunda ausencia estatal

“Acá han venido a dividirnos entre comunidades. Se van negociando de ranchería en ranchería, sin tener en cuenta que nosotros tenemos unas autoridades ancestrales que son las únicas autorizadas para negociar. Pero aquí han llegado a negociar con hijos y nietos que no son dueños del territorio. Y eso nos divide”, asegura Abraham Salas, quien ha extendido dos peticiones al Gobierno para detener los proyectos.

De 16 empresas involucradas en el proyecto de parques eólicos, actualmente son cuatro empresas las que ya están construyendo: EPM (que ya tiene licencia), Enel Green Power, Isagen y EDP Renovatio. 

Los habitantes de Ipapure denuncian que Enel Green Power utiliza sus carreteras sin permiso para transportar los materiales con los que se construirá el parque eólico. Además, los acusan de contaminar las fuentes hídricas de las que dependían varias rancherías, y de estar haciendo minería en uno de los cerros sagrados para la comunidad, el cerro de la Teta, en el que nace una de las pocas fuentes hídricas de la zona. Todo esto, dicen ellos, se ha hecho sin consulta previa.

“Ellos han hecho un ejercicio de resquebrajamiento con nuestra comunidad. Acá, muy abusivamente, distintas personas se han autoendilgado el título de autoridades para otorgar permisos con los que la mayoría no estamos de acuerdo. Ellos se han adueñado de nuestras voces y las empresas han sabido aprovecharse de esto”, dice Salas, para quien estos proyectos de energía limpia solo han traído tragedias.

¿Qué hacer con los parques eólicos?

Lo que piden los indígenas son tres cosas simples: la primera es que se respete la consulta previa y que realmente los escuchen. La segunda es que dejen de hacer minería en zonas que para ellos son sagradas, como ocurre con el cerro de la Teta. La tercera es que se minimice el daño a las rutas migratorias de los animales. 

La tensión en la zona ha crecido tanto que incluso mereció la visita de una relatora especial de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Durante su visita, la relatora encontró que la intervención de estas empresas, así como había ocurrido ya con Cerrejón y Drummond, ha propiciado el conflicto entre las comunidades de la zona y que, por eso, han sido causantes del resquebrajado tejido social.

Para Joanna Barney, la realidad es que desde un principio estas empresas han sabido aprovechar muy bien el vacío estatal que hay en la región. Dice que las empresas se convierten en receptoras de lo que ella llama una lista de mercado:  

“Las empresas hacen las veces de Estado y, así, las comunidades empiezan a solicitarles a las empresas lo que jamás han tenido, como acceso al agua, a tener escuelas o a estructuras que siempre han sido inexistentes en la zona. Y esto lleva a que algunas de las personas les otorguen acceso a los territorios y que las empresas logren dividir a los wayúu”, asegura. Para ella, la sola presencia de las empresas ya ha producido un impacto sobre la cohesión social de la población, que podría agravarse en el futuro si los proyectos de energía eólica no tienen en cuenta los intereses de las comunidades. 

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