Federico Díaz Granados
6 Mayo 2024

Federico Díaz Granados

Herencias y relatos

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

Estamos hechos de relatos, ya lo sabemos, y necesitamos de los inagotables mitos para forjar nuestra identidad y lugar en el mundo y para conformar un sistema de creencias y verdades que nos sostengan. Por eso construimos relatos que pasan a las siguientes generaciones y recibimos de nuestros antepasados otros tantos que sobreviven en el imaginario familiar a través del tiempo. Las mitologías familiares son como tejidos intrincados, hilados con la experiencia y la tradición. Son los relatos que nos susurran al oído quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Estas narrativas nos permiten moldear nuestra identidad personal y familiar. Miramos los retratos de los antepasados y algo sabemos de sus rituales y de lo que hicieron en su momento para que nuestro presente tenga las verdades de a pulso que nos definen. 

De igual forma necesitamos unas narrativas originarias en la relaciones amorosas y de profundos afectos porque las parejas necesitan construir sus mitos para unir los dos relatos que cada uno trae y comenzar a forjar el que les pertenecerá para siempre, Por ejemplo, cuando comenzamos a vivir una historia de amor fijamos desde el comienzo unos códigos arquetípicos que ayudarán en el futuro a descifrar las claves del origen. Por eso es tan importante, para muchas parejas, fijar una fecha de aniversario y poner un recuerdo o etiqueta a todas las primeras veces en que se fue fundando todo: el primer café, la primera película, el primer beso, el primer viaje, el primer baile. Y así cada fecha, nombre, anécdota permite trazar las coordenadas de un destino compartido. Por eso dentro de esos mismos relatos son tan importantes las bandas sonoras, cada una de las canciones que acompañan el periplo vital de la relación. 

Somos seres que necesitamos de narrativas y que nos den repuestas a nuestras preguntas de siempre. También buscamos un significado a todo lo que nos rodea para dar sentido a nuestras experiencias y miradas. Necesitamos siempre reafirmar pertenencias y conexiones y saber de dónde vienen ese rostro, esos ademanes y esas formas de mirar que nos delatan en nuestras emociones. Tan solo añadimos nuevos capítulos a esos relatos que nunca terminan de escribirse. 

Hace poco conversábamos con el escritor español Sergio del Molino, ganador del premio Alfaguara con la conmovedora novela Los alemanes, sobre la urgencia de esos mitos y esos relatos en las narrativas de nuestras vidas. De alguna forma somos héroes y heroínas de un conjunto de aventuras que a diario nos contamos y donde cada rutina o sorpresa hacen parte de esa película que es nuestra propia vida. Recuerdo a Jimmy Rabbitte, el joven dublinés protagonista de la película The Commitments de Alan Parker, obsesionado con crear su propia banda de soul y que se encierra en el baño y en su habitación para entrevistarse a sí mismo consciente de ser el protagonista de una biografía que él sueña que será legendaria.  Pero de igual forma comentamos con el autor de Los alemanes sobre el infortunio de heredar tragedias, enfermedades y rencores en las familias y sus relatos. Hacen parte también de nuestros mitos esos dolores y tristezas que se heredan y de los que somos conscientes que también heredaremos a nuestros hijos y nietos a la par de esas leyendas y fábulas alrededor de celebraciones, cumpleaños, vacaciones, funerales y aniversarios como parte de ese cuento compartido y ese mito construido por toda la tribu. “Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera” nos recuerda León Tolstoi al comenzar su novela Ana Karenina. Todos nos parecemos y por eso la literatura funda modelos de ficción para esas historias que nos pertenecen a todos. 

El pasado 30 de abril murió Paul Auster quien precisamente fijó parte de su poética en la reconstrucción de los mitos familiares y de la figura del padre. Su obra nos seguirá recordando a través de las décadas y de los siglos sobre la decadencia de una modernidad y de un sueño americano desde la fractura de las familias y la caída y abandono de los héroes de entrecasa. Ante el abandono de los dioses no queda sino la memoria y el olvido, regresar a la infancia para enfrentar la fragilidad de la vejez y la pérdida y ausencia como pretexto del asombro vital. 

Ahora que volvemos a las genealogías familiares para sanar heridas del pasado y comprender mejor algunos asuntos del presente releo a ese impresionante poema de Piedad Bonnett quien ha sabido darle palabras a esos mitos y tragedias que conforman muchas de las certezas humanas:

Las herencias

Enfermedades en mi casa
Pablo Neruda

Hijo mío, me duelen las herencias

Esta culpa, zarza que arde y me quema,
y que no me concede saber cuál fue el pecado

En tu inocencia se mira mi inocencia
como en uno ojo de agua que me cuenta una historia
que ya ha sido olvidada

y otros hablan entre tus voces turbias
y otros sufren de nuevo entre tus sueños
y en tu silencio sufren
otra vez más aquellos que están muertos

y tu herida
es una pena antigua que por mi sangre pasa
y estalla en la entrañas en que nadaste un día.

Así, al reflexionar sobre la importancia de los mitos y herencias en nuestras vidas, comprendo que somos los autores de nuestros relatos de vida o los directores y guionistas de la película de nuestra existencia. Estas narrativas no solo nos proporcionan un sentido de pertenencia y continuidad, sino que también nos permiten enfrentar las heridas y las pérdidas y celebrar los pequeños triunfos cotidianos como parte de una saga interminable. Así, en el corazón de cada mito personal está la búsqueda eterna de significado y la constante reafirmación de nuestro lugar entre los otros y las verdades compartidas desde el origen de todo hasta las distopías del futuro. 

Apoya el periodismo que te gusta

Puedes cancelar en cualquier momento

¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más Columnas