Gabriel Silva Luján
5 Mayo 2024

Gabriel Silva Luján

Las marchas y el 2026

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Los gobiernos que pretenden la reelección de su partido y de su proyecto político tienen dos caminos. Primero, gobernar de maravilla, generar satisfacción y reconocimiento, ganándose así el apoyo popular. O el segundo, crear el mito de que no son las propias falencias las que impiden el cambio, sino que son los enemigos que lo hacen imposible.

Los hechos confirman que Petro y el Pacto Histórico ya no pretenden obtener el favor de las urnas en las próximas elecciones apalancando su obra de gobierno. Ya renunciaron a gobernar y a ser premiados por ello. Se ha designado un gabinete de activistas que no sabe administrar sino agitar. La indiferencia hacia lo más básico, la ejecución presupuestal, que no llega al 10 por ciento, indica también que no es precisamente por la vía de implementar políticas públicas por la que pretenden llegar al triunfo.

Así las cosas, el presidente se embarcó en la construcción de una narrativa del fracaso que lo exime de responsabilidad y le da las banderas para la siguiente confrontación electoral. “No es que no pudimos, es que no nos dejaron”.

El discurso maratónico de Petro el primero de mayo fue el lanzamiento, con bombos y platillos, de la campaña del petrismo para 2026. De allí su importancia para entender cuál será la estrategia con miras a la próxima confrontación electoral. En esa acalorada arenga Petro designó a quienes jugarán el papel de ser los obstáculos insalvables y enemigos agazapados del cambio.

La marcha del primero de mayo, creada para celebrar los derechos de los trabajadores y defender la independencia del movimiento obrero, la manipuló Petro para convertirla en la respuesta oficial a las masivas manifestaciones que se dieron contra el gobierno el 21 de abril. A la marcha opositora, que claramente tuvo un carácter independiente, no partidista y amplio, Petro la etiquetó como la “Marcha de la Muerte” aprovechando la estupidez de un puñado de activistas de extrema derecha.

Así como hay amigos por conveniencia hay enemigos convenientes. Petro ya escogió quiénes serán sus enemigos. En un acto de hábil prestidigitador transmutó la marcha de abril en una congregación uribista, de la derecha fascista, defensora de la oligarquía, los falsos positivos y la violencia. La negación del verdadero carácter centrista y pluralista de la marcha opositora no es simplemente un conveniente giro retórico.

El presidente Petro para 2026 necesita invisibilizar al centro político. El gran temor de Petro son los sectores moderados, no extremistas, defensores de la Constitución y la legalidad, que son los que pueden derrotarlo en las próximas elecciones. Además todas las encuestas demuestran que este segmento de votantes son la mayoría. Por eso para él es mejor que su enemigo sea esa amorfa entelequia de oscuros adversarios del cambio liderados pero el expresidente Uribe y sus secuaces.
La otra estrategia es la victimización. Dice el gran pensador Carlos Granés, que el líder convertido en víctima necesita “al pueblo para que le dé muestras de afecto. Y para que juntos, cabeza y cuerpo, conductor y pueblo, sellen un pacto de unión indestructible: todo lo que hagamos estará bien porque somos la patria y porque la verdad moral está de nuestro lado, y a los malos que nos quieren hacer fracasar porque no quieren que el pueblo progrese, que nos calumnian, que nos persiguen, que nos deshumanizan, que son una amenaza para la patria o la democracia; a ellos ni agua”.

Gustavo Petro necesita convertirse en víctima ahora que ha escogido el camino de no ganar en 2026 por sus méritos como presidente sino reclamando justicia ante las ignominias a las que ha sido sometido. Por eso destruye las posibilidades de que pasen sus propios proyectos como el de pensiones; por eso provoca a Israel y a la comunidad judía con la ruptura de relaciones; por eso dice que le van a dar un golpe; por eso lo persigue a él y a su familia una justicia politizada; por eso ahora también quiere pelear con los Estados Unidos para poder ser víctima del imperialismo.

Es una tragedia para el país observar que Gustavo Petro optó por el camino de renunciar al ejercicio del poder para dedicarse al activismo con la esperanza de que le den una segunda oportunidad. Prefirió la improbable victoria en 2026 que cumplir sus promesas de cambio.

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