La cruzada de Danilo Rueda por la paz total
25 Septiembre 2022

La cruzada de Danilo Rueda por la paz total

Danilo Rueda, alto comisionado para la paz.

Crédito: Yamith Mariño

Un bogotano de clase media que quiso ser sacerdote es el hombre que recorre las regiones y las cárceles de Colombia construyendo los puentes sobre los que edificará la principal política del gobierno de Gustavo Petro. Perfil dialogado del alto comisionado para la paz.

Por: Alfredo Molano Jimeno

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Sentado en un café del centro de Bogotá, tras una de las escasas pasadas que se ha echado por la Casa de Nariño desde que se posesionó como alto comisionado para la paz, Danilo Rueda habla sobre el monumental trabajo que se le avecina: la paz total que anda prometiendo Gustavo Petro desde que se convirtió en presidente de Colombia. “Aquí dialogamos con todo el mundo, pero eso no quiere decir que negociemos con todo el mundo. Lo que sí tenemos claro es que queremos rescatar a las comunidades que padecen viejas violencias y evitar los nuevos reciclajes de la guerra. Esto involucra comunidades rurales y urbanas, porque hemos descubierto la correlación de operaciones en las ciudades con las dinámicas armadas rurales. Y este diálogo implica a los partidos, los gremios, las Iglesias y la academia. Necesitamos de todos para construir la paz total”.

El camino esquivo del sacerdocio

Danilo Rueda es un defensor de derechos humanos cuya principal característica ha sido el trabajo con comunidades rurales golpeadas por la violencia y el rescate de la verdad histórica con los actores armados. Bogotano, de 56 años, estudió teología y filosofía e hizo dos años de seminario con los padres de la comunidad jesuita, aunque finalmente colgó los hábitos, se hizo al grado de comunicador social de la Universidad Javeriana y se lanzó a recorrer las regiones más pobres y abandonadas del país. El trabajo con comunidades desplazadas, la búsqueda de desaparecidos y la construcción de confianza con responsables de la guerra han sido el eje de su trabajo.

Rueda proviene de una familia de clase media en Bogotá. Creció en el barrio Pablo VI, del occidente de la capital. Su padre era arquitecto y su madre, ama de casa. Sus abuelos fueron desplazados de Santander. La familia paterna, conservadora, y la materna, liberal. “Estuve dos años en el seminario. Quería ser cura. Siempre he querido servir a la gente. Cuando era joven y mi papá, que es arquitecto, me llevaba a las obras, yo reunía a los hijos de los obreros y hacíamos actividades. Mi madre también me inculcó el trabajo por las comunidades marginadas”, recuerda Rueda.

Durante este mes y medio, su trabajo ha sido en los territorios donde la guerra rige la vida de la gente y en las cárceles donde se encuentran los principales cabecillas de las organizaciones delincuenciales que han sido convocadas al proyecto de la paz total. Dos escenarios en los que Rueda ha pasado gran parte de su vida como defensor de derechos humanos. Uno de los referentes que más han influido en el comisionado de paz es el padre Javier Giraldo, sacerdote jesuita que se ha caracterizado por ser un seguidor de la teología de la liberación que ha dedicado su vida a la defensa de los derechos humanos y a la Comunidad de Paz de San José de Apartadó. Giraldo conoció a Rueda en la década de los 80, cuando este terminaba sus estudios en la Universidad Javeriana, y lo convocó a un semillero de trabajo.

“Estábamos comenzando la creación de la Comisión Intergregacional de Justicia y Paz. Él estudiaba comunicaciones y se metió a apoyar la línea de trabajo de educación en derechos humanos. Se ofreció para integrar el comité pedagógico. Recuerdo que trabajaba con Clemencia Correa. A finales de los 80, los comités pedagógicos los condujeron a viajar a las regiones donde la guerra resonaba. Danilo tuvo una especial sensibilidad por la realidad que sufrían las comunidades desplazadas de Barranca, Urabá, Putumayo, el Magdalena medio y Meta”, recuerda el padre Giraldo. Para él, la sensibilidad social de Rueda se desarrolló en el seminario, donde tuvo un especial interés por quienes seguían la Teología de la Liberación que fundó el padre Camilo Torres.

Giraldo cuenta que en esos primeros ejercicios de pedagogía de los derechos humanos, Rueda y el grupo que trabajaba con él decidieron evitar los talleres teóricos y se lanzaron a entender la vida y el drama del desplazamiento forzado. “Danilo y el grupo de educación iban adelante abriendo camino. Fue un brazo derecho en ese proceso de nacimiento de la Comisión Intergregacional porque Danilo entraba muy fácilmente a las comunidades, siempre discreto, sin mucha bulla, llegaba con empatía y sensibilidad a conocer los problemas de la gente”, añade el sacerdote jesuita. Por los caminos que recorren los desplazados, llegó al Urabá en los años 90, cuando la confrontación entre la guerrilla y los paramilitares en alianza con el Ejército dejó un rosario de masacres y produjo grandes desplazamientos.

“En la operación Génesis, con Danilo logramos construir unos albergues para proteger a la gente que había dejado sus tierras. Los reuníamos y trabajábamos con ellos en temas de derechos humanos. Esos albergues fueron claves para constituir las comunidades del Cacarica, Jiguamiandó y Curvaradó, donde el trabajo de Danilo fue decisivo, y también le costó muchas amenazas”, añade el padre Giraldo. En la segunda mitad de los 90, Rueda participó de la creación de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, una organización que trabajaba con comunidades religiosas jesuitas, presbiterianas y luteranas, pero que, a diferencia de la Integregacional, no dependía de las iglesias. Rueda asumió un papel muy activo en su nacimiento y por tres décadas fue su representante legal, hasta el día que Petro lo nombró. “Ha sido tan intenso este mes que aún no he podido ir a desmontar mi oficina en Justicia y Paz, allá sigo teniendo mis papeles”, detalla el alto comisionado.   

Piedad, Cepeda y el espíritu misionero

A partir del trabajo que realizó en Urabá, Rueda se acercó a la plataforma Colombianos y Colombianas por la Paz, dirigida por la senadora Piedad Córdoba, quien lideró los acercamientos humanitarios con las Farc para la liberación de decenas de civiles y militares secuestrados. “Danilo estuvo muy cercano a estos procesos y durante un largo tiempo fue muy cercano a Piedad Córdoba, luego las relaciones se complejizaron entre ellos dos y se distanciaron”, relata una fuente que conoció de cerca esta relación. Danilo y Piedad fueron tan cercanos que hasta estuvieron juntos en dos reuniones en Cuba con Fidel Castro.

Tras la desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia, Rueda inició una nueva faceta de su trabajo: oír a paramilitares y militares presos sus versiones sobre la guerra. “Desde 2008, siendo muy crítico de la extradición de los jefes del paramilitarismo por considerar que se llevaban la verdad de las víctimas, me sumergí en la realidad penitenciaria y eso me llevó a comprender las razones por las que participaron de la violencia muchas de estas personas. Así me recorrí buena parte de las cárceles de Estados Unidos donde estaban recluidos los comandantes del paramilitarismo, siempre con el derrotero claro de rescatar verdad y alivio para las víctimas”, explica Rueda, afanado por la gran cantidad de tareas que se le amontonan cuando pasa por Bogotá.

De esta época da cuenta el senador Iván Cepeda, quien desde hace tres décadas mantiene una relación estrecha con Rueda. “Después de que mi padre fue asesinado, en 1994, me dediqué con toda mi energía a la constitución del Movimiento de víctimas de crímenes de Estado (Movice). Por esos días conocí a Danilo y, desde entonces, hemos tenido un trabajo paralelo y muy cercano. Nos encontramos trabajando en la plataforma de 'Colombia nunca más', que aglutinó diversos procesos sociales y cuyo objetivo era generar un gran banco de memoria, y desde ahí hasta acá seguimos trabajando muy de cerca". Rueda, desde la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, que tiene proceso en Chocó, Urabá, Cauca, Valle del Cauca, Meta y Putumayo.

Cepeda asegura que el espíritu misionero del alto comisionado de paz lo volcó al trabajo con la gente. No duda en asegurar que fue Giraldo quien llevó a Rueda a trabajar desde los territorios y que justamente esa característica le permite tener una mirada inusual del conflicto y la paz. “Danilo es un hombre que ha hecho todo el recorrido, no solo el territorial, sino por el mundo de los derechos humanos. Sabe buscar la paz, luchamos duro contra el paramilitarismo, por la verdad, y ahí estuvimos juntos recorriendo prisiones en Estados Unidos para rescatar la verdad de lo ocurrido. Además, Danilo tiene una característica y es que su trabajo por la reconciliación le ha permitido tender un diálogo con sectores políticos opuestos. Él transitó de la búsqueda de la justicia a la búsqueda de la paz y la reconciliación como una expresión de la reparación a las víctimas”, detalla Cepeda, quien considera que uno de los defectos de Danilo es que se sumerge tanto en su trabajo, que pierde comunicación, y que ese es uno de los retos que tiene como comisionado de paz, una comunicación constante, pública y asertiva.

Del bajo perfil al alto comisionado

Justamente fue una llamada de Iván Cepeda la que hizo que Danilo Rueda le diera crédito a la noticia que circulaba de que iba a ser nombrado comisionado de paz. “A mí me tomó por sorpresa. Yo he hablado con Petro en siete ocasiones en toda mi vida. He hecho un trabajo bajo el principio de la discreción y no soy muy dado a la exposición pública. Un día empezaron a llamarme amigos a felicitarme por el nombramiento, pero yo de verdad no creía. Y en algunas ocasiones no creo. Con la llamada de Iván empecé a pensar que era cierto. Yo estaba con mi hijo, que estaba de vacaciones en Colombia. La noticia me dejó grogui por un rato largo, luego sentí ilusión y al mismo tiempo miedo de asumir esta responsabilidad”, narró Rueda sobre el momento en que supo la noticia de su designación. También contó que sostiene un nutrido diálogo epistolar con el presidente, mediante el cual lo mantiene al tanto de los avances de la política de paz.

Desde ahí, Rueda, cuya característica personal es la discreción y el silencio para construir relaciones de confianza, ha estado envuelto en el huracán de la vida pública y obligado a explicar de qué se trata el proyecto principal del gobierno de Gustavo Petro: “la paz total”. “La paz total nace en los diversos procesos de negociación que han ocurrido en los últimos 30 años en Colombia, y muestran dos asuntos fundamentales: uno, las garantías de la vida de quienes firman los acuerdos, y las garantías jurídicas; y dos, la posibilidad de que haya justicia social. Si no hay justicia social simultáneamente a las garantías para quienes dejan las armas, los procesos de paz fracasan. Eso lo demuestra el proceso con el M-19, con la Corriente de Renovación Socialista, el proceso de desmovilización de las AUC, donde hay cerca de 5.000 excombatientes asesinados. Lo muestra el genocidio de la Unión Patriótica y ahora lo vemos con el asesinato de más de 300 firmantes del Acuerdo del Teatro Colón”, explica el comisionado.

Diálogo simultáneo pero diferenciado

Muchos se preguntan con quién se va a negociar y con quién no. A lo que Rueda responde: “El diálogo no significa negociación. El diálogo significa escucha, disposición para construir un camino que conduzca a unos acuerdos”. Eso sí, deja claro que el diálogo con los diferentes actores armados será mediante procesos simultáneos y diferenciados, pues para Rueda una cosa será la negociación con la insurgencia y otra la construcción de una salida jurídica a quienes hacen la guerra desde organizaciones delincuenciales. Sin embargo, el propósito de esta apertura al diálogo es sacar la mayor cantidad de armas de la vida social y política, mediante figuras jurídicas y políticas adecuadas a la naturaleza de la organización.

Este planteamiento ha desatado críticas de algunos sectores que consideran que el Estado está renunciando a la persecución penal de quienes delinquen, pero Rueda no lo ve así. “Hay que entender que tenemos un recorrido de 30 años durante los cuales ha habido desde amnistías e indultos hasta fórmulas transicionales como la ley de Justicia y Paz o la que le dio vida a la Jurisdicción Especial de Paz. Pero también hay una cultura jurídica que empieza a crecer en esta medida de justicia transicional a través del capítulo 6.º del Código de Procedimiento Penal. Entonces tenemos las herramientas, la jurisprudencia que nos permite recrear esos asuntos del derecho para posibilitar la verdad, la justicia, la reparación a las víctimas, y garantizar los derechos de las personas que dejen las armas en tránsito al Estado social y ambiental de derecho”.

El alto comisionado asegura que no habrá mezclas en una mesa de negociación y que cada grupo tendrá una ruta jurídica de acuerdo con su naturaleza. Eso sí, advierte que el Estado se reservará la potestad de definir la identidad de cada grupo de acuerdo con el cotejo de la información que tienen los organismos de investigación del Estado. Rueda también les sale al paso a quienes aseguran que este proceso pone en entredicho la autoridad del Estado colombiano.

“La mano fuerte del Estado es legítima y será puesta en práctica para garantizar la seguridad humana. Es el enfoque. La inteligencia no puede servir para perseguir a la oposición sino para prevenir la comisión de graves delitos contra la vida o bienes de los colombianos. La inteligencia debe ser pulcra. No puede estar involucrada en asuntos de corrupción. Las fuerzas militares y policiales están al servicio del conjunto de los ciudadanos. No pueden violar derechos humanos ni desconocer el derecho internacional humanitario. Ese ejercicio de la fuerza legitima al Estado para enfrentar las violencias, para generar confianza en los ciudadanos”

De igual manera, explicó que la columna vertebral del proceso de negociación seguirá siendo la experiencia de la Jurisdicción Especial de Paz que, según el comisionado, ha abierto el camino para una nueva concepción de la justicia transicional al posibilitar la transición hacia la paz y la reconciliación. “Esto no quiere decir que todos los grupos van a ir a la JEP. Lo que quiero señalar es que hay una cultura jurídica y una cultura social que empieza a comprender que la cárcel no es el único sistema de redención de penas y que muchas veces no permite la superación de los conflictos armados ni el fortalecimiento de la democracia”, aseveró Rueda.

Otra de las preocupaciones que rondan la idea de la paz total es cómo verificar el cumplimiento de los compromisos adquiridos por los grupos armados ilegales. Para esto Rueda afirma que el diálogo no será únicamente con las cabezas de cada grupo armado, sino que se pretende construir una paz desde las bases de quienes delinquen. “Este proceso debe involucrar a los mandos medios y las bases. Si no hay simultáneamente un proceso de comunicación interna, de pedagogía, se puede fracasar”, señala no sin antes advertir que se pondrá en marcha un sistema de verificación con un componente nacional y extranjero basado en la información de los organismos tanto colombianos como extranjeros.

Respecto a con quiénes se va a negociar, Rueda calcula que serán menos de diez grupos y cada uno tendrá un proceso y una mesa de negociación, y que todas las negociaciones tendrán como límites la Constitución nacional, el Estatuto de Roma, la jurisprudencia de la Corte Constitucional y en especial la protección de los derechos de las víctimas.

Rueda también responde a las críticas que han hecho el excomisionado de paz Sergio Jaramillo, el senador Humberto de la Calle y el exministro Juan Fernando Cristo: “El Acuerdo de Paz del Teatro Colón es una columna vertebral de la actual cultura de reconciliación y es la base que posibilita la paz total. Aquí se va a implementar lo pactado, se van a materializar las recomendaciones de la Comisión de la Verdad, pero no para cerrar escenarios de reconciliación sino para abrirlos, para desarrollar el contenido del Acuerdo de Paz, que es un ejemplo en el mundo. A ellos les digo que no habrá impunidad y que el esfuerzo que se hizo en Cuba no quedará huérfano.

Eso sí, para Rueda es claro que la negociación de la paz total debe incluir a otras organizaciones delincuenciales, pero que para ellos no se hará una nueva política criminal, sino “la cualificación de la política de seguridad del Estado”. En este sentido, el comisionado de paz asegura que el éxito de esta negociación implica “un diálogo respetuoso con Estados Unidos y unas propuestas de cooperación en materia judicial y de apoyo técnico”. Incluso, considera que, dada la presencia de carteles mexicanos en Colombia, se convocará al gobierno de México para que contribuya en una solución definitiva. “Este es un asunto que desborda a Colombia. El presidente Santos lo dijo recientemente: es necesario abrir una nueva discusión mundial sobre el tráfico de drogas. Muchos analistas indican que es necesaria su legalización y esto reduciría los niveles de violencia y la alimentación de esta expresión de economía ilegal”.

Este aspecto es uno de los que más preocupación han desatado, pues algunos sostienen que vamos camino a la legalización de la economía de la droga. A lo que Rueda contesta tajantemente que no, que el planteamiento busca “un nuevo tipo de cooperación judicial para hacerles frente al tráfico de drogas y al lavado de activos”. “Necesitamos una nueva política de regulación, cualificada y eficaz que fortalezca las relaciones entre Colombia y Estados Unidos, con un diálogo respetuoso. Somos conscientes de que es importante darle un giro a este tema del tráfico de drogas. Pero no es solamente el tráfico de drogas, son también la minería ilegal, el contrabando, el tráfico de armas, la deforestación. Hay otras fuentes de financiación ilegal que están ocultas para la opinión pública. Lo que nosotros proponemos es hacerles frente a las nuevas dinámicas de las economías ilegales, que son fuentes de financiación de las diversas violencias que operan en las ciudades y en el campo de Colombia”, concluyó el comisionado.

Así habla el comisionado de paz. No teme plantear que la política de paz total debe intentar involucrar a los grupos que se dedican al tráfico de drogas, pues los considera generadores de las violencias recicladas. Un planteamiento que sólo se puede entender al repasar la historia personal de Rueda, un hombre que ha tejido procesos de reconciliación entre comunidades victimizadas y responsables de graves crímenes. Una persona que no teme ir a buscar la verdad y comprender la realidad de quienes están presos. Un caminante de a pie de los procesos de diálogo que sabe construir confianza con militares, paramilitares y guerrilleros, que ha pasado toda su vida profesional en graves riesgos de seguridad, pero en el anonimato, y que, guiado por los principios católicos de la compasión, cree que llegó la hora de ponerles fin de todas las violencias, sin importar el uniforme que vistan.

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