Los peligros del “enemigo interno” de Gustavo Petro
15 Octubre 2022

Los peligros del “enemigo interno” de Gustavo Petro

Crédito: Colprensa

En segunda vuelta, el presidente se vendió como el candidato respetuoso de la institucionalidad. Ahora responsabilizó al “acumulado de normas” de las dificultades que ha tenido para ejecutar sus promesas de cambio. ¿Qué riesgo hay de que quiera modificarlas?

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Gustavo Petro visitó Caldono, Cauca, el pasado 12 de octubre, para reunirse con comunidades indígenas. Luego del encuentro, dio unas declaraciones que sacudieron a la opinión pública: “El principal rival del Estado, del Gobierno, está en su interior. Es un enemigo interno, representado por creencias, maneras de pensar, no simplemente por personas, que al final lo que producen en concreto es que no se permitan los cambios, a pesar de que el presidente quiera”.

De inmediato, las redes sociales y algunos medios de comunicación especularon sobre quién era ese enemigo interno. El primer nombre que surgió fue el de su ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, quien ha tenido que corregir públicamente varias de las afirmaciones hechas por el propio presidente y por algunos de sus colegas de gabinete. Por ejemplo, después de que la ministra de Minas Irene Vélez anunció que la actual administración planea suspender los contratos de exploración y explotación de hidrocarburos, el jefe de la cartera económica explicó que este es un asunto sobre el que no se ha tomado una decisión final y recordó la importancia de mantener esta actividad para proteger la autosuficiencia energética del país. A Petro también lo corrigió cuando propuso utilizar títulos de deuda para pagar las tres millones de hectáreas que acordó comprarles a los ganadores que pertenecen a Fedegán. Ocampo pronto aclaró que eso no se podía y lo descartó de tajo.

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Sin embargo, el presidente atajó los rumores del supuesto desencanto con su ministro. A través de un trino, dejó claro que cuando aludió al "enemigo interno", apuntaba a las leyes colombianas.

Sin embargo, en vez de apaciguar a sus detractores, su mensaje volvió las aguas aún más turbias. Muchos se preguntan si detrás de sus referencias al "enemigo interno" se esconde la impotencia de ver que muchas de sus propuestas no podrán realizarse, o si se esconde el deseo de forzar la legislación para llevarlas a cabo.

CAMBIO conversó con Sergio Guzmán, fundador de la consultora de riesgo político Colombia Risk Analysis, y con Mauricio Jaramillo, profesor de la Universidad del Rosario, sobre las implicaciones de esta postura del presidente y las posibles consecuencias que podría tener en la esfera nacional e internacional.

Claramente manda una señal equivocada a los mercados y sugiere que Petro se irrita cuando le dicen que no. Eso no es bueno porque un presidente es sujeto de un marco regulatorio y legal. También revela un poco cómo es que piensa Petro. Él creyó que siendo presidente podía solucionar todos los problemas y ahora se da cuenta de que es mucho más difícil, que hay muchas cosas que restringen al Ejecutivo y que son un obstáculo para la visión de país que quiere proyectar. Para él es más fácil decir que es culpa de otros, de un ‘enemigo interno’, en vez de decir que sus propuestas fueron muy ambiciosas y no las va a poder cumplir”, señaló Guzmán.

Para profundizar

Guzmán considera que, si bien se trata de una comunicación desafortunada, no implica un riesgo para la democracia nacional. Lo que deja a la vista es un rasgo del talante de la administración Petro.

Todo gobierno y político populista sigue este camino. Para Bolsonaro existen élites, para María Fernanda Cabal está George Soros, y para Trump están los liberales y los demócratas. Petro identifica un villano que se interpone entre él y su mandato. Cualquier cosa que se interponga entre Petro y su objetivo, llevará las de perder”, puntualizó.

Por su parte, Jaramillo interpretó la declaración del presidente como una queja hacia una burocracia muy arraigada, a la que criticó durante su candidatura:

Ahí hay una mala codificación de lo que dijo Petro. Me parece que lo que dice él es que hay una estructura que dejaron los gobiernos pasados y que hace difícil los cambios. Petro dijo en campaña, así sea bueno o malo, que su gobierno sería el del cambio y ahora se ha encontrado con una rigidez que tiene dos sentidos. Por un lado hay una rigidez mental, por eso habló de una cultura y predisposición al cambio, y por otro una rigidez administrativa y legal. Considero que aquí no se está planteando acabar con el Estado para reformarlo sino que se critica la rigidez que impide el cambio”.

Existe la tentación de alinear las declaraciones de Petro con las estrategias del "enemigo interno" que promovieron otros líderes de izquierda para forzar ciertas modificaciones consideradas antidemocráticas: Hugo Chávez, en Venezuela; Rafael Correa, en Ecuador; Evo Morales, en Bolivia. Jaramillo piensa que esa equiparación no tiene lugar porque el presidente colombiano nunca ha hablado de refundar el país y, más bien, insiste en respetar los valores constitucionales:

Chávez, cuando juramentó como presidente, dijo: ‘Juro sobre esta moribunda constitución’. Petro es todo lo contrario: ha dicho que quiere revivir el espíritu de la Constitución de 1991. La declaración de Petro, entonces, hay que entenderla en un código de cambio, que es para lo que lo eligieron. Si en algún momento hay un cambio que altere los equilibrios de poder, ahí sí debería existir preocupación. Pero, por ahora, creo que el discurso que ha generado controversia no da para pensar que el presidente aumentará sus prerrogativas”, agregó.

Lo dicho por Petro causó reacciones, igualmente, en el mundo político. Como era de esperarse, desde el oficialismo le dieron la razón al jefe de gobierno y defendieron sus declaraciones. El senador Iván Cepeda, por ejemplo, respaldó la teoría del “enemigo interno” y culpó al “fetichismo legal” de ser la principal traba de las reformas que promueven la actual administración y su bancada en el Congreso.

La interpretación del legislador del Pacto Histórico es parcialmente cierta. En Colombia existen un sinfín de normas y equivocadamente se cree que cuantas más existan, más rápido se solucionarán los problemas administrativos y sociales. La abundante legislación es un arma de doble filo: puede ser un impedimento para que el trámite de políticas y reformas sea expedito, pero también es una garantía de que el gobernante de turno no podrá arrogarse facultades extraordinarias y será respetuoso del equilibrio de poderes. Esa es la dualidad a la que se enfrenta el presidente.

Desde la óptica del exsenador Rodrigo Lara, la declaración de Petro expuso una problemática que no es nueva, pero asimismo reafirmó muchos de los temores y prejuicios que la ciudadanía arrastra frente a la izquierda. Decir la verdad se tradujo en echarle más leña al fuego.

Las normas aquí son muy largas, demasiado precisas, parten de una necesidad de ser muy exhaustivas, ya que hay una desconfianza legítima de los colombianos. El país es proclive a sobrenomartivizar comportamientos y procesos. Eso es verdad. Ahora bien, un mensaje de esta naturaleza prende las alarmas porque pareciera encajar con los miedos de la población por la llegada por primera vez de un presidente de izquierda, al que se le acusó de querer perpetuarse en el poder y a quien quisieron asemejar a Hugo Chávez. Cuando sale a decir esto, parece encajar en lo que sus detractores y la propaganda negra han querido decir sobre él. Todo esto lleva a que el país se enfrasque en debates estériles” aseguró.

El análisis de Lara no es desacertado. El fondo de la discusión eran los proyectos de ley del nuevo gobierno y ahora el debate se centra en si existe o no un “enemigo interno”. Por un momento, la implementación de la paz total y las reformas tributaria y política quedaron relegadas a un segundo plano.

Petro vive una paradoja cultivada por él mismo. Tan pronto fue claro que los candidatos que pasarían a segunda vuelta eran Rodolfo Hernández y Gustavo Petro, el hoy mandatario se esforzó por venderse como la opción institucional frente a los constantes arrebatos e incongruencias de su contrincante. De hecho, en una entrevista en una emisora radial acusó al ingeniero de querer “desinstitucionalizar” el país y reiteró que él encarnaba una alternativa responsable. Tras su triunfo, y menos de tres meses al mando, se ha chocado contra la realidad. El armatoste estatal que, en su momento, aseguró que cuidaría, ahora se yergue como el mayor estorbo para sus planes.

Y puede que lo sea, pero llamar a las leyes 'enemigas' es desconocer el proceso democrático que está detrás de ellas. Así lo ve Esteban Hoyos, decano de la Escuela de Derecho de EAFIT y doctor de la Universidad de Cornell, quien considera que el presidente y su equipo deberían reevaluar su enfoque frente a las demoras que impiden las reformas:

Sí hay una proliferación de leyes, pero el presidente tiene un problema al identificarlas como enemigo interno, ya que han surgido de un proceso democrático. Lo que debería hacer el gobierno es identificar estas normas que son, según dicen, un obstáculo para su agenda de transformación y priorizarlas para posteriormente modificarlas a través de las vías institucionales y legales”.

La expectativa de cambio que lo llevó a ser elegido aún le da un respiro al presidente y lo blinda un poco de la reprobación. Eso sí, el panorama mundial no parece ayudarle. Desde la llegada de Petro a la Casa de Nariño, el precio del dólar ha superado sus máximos históricos en varias ocasiones, y el Fondo Monetario Internacional (FMI) pronosticó una cruda recesión para 2023. Mientras tanto, el nuevo gobierno todavía lucha por concretar su primera propuesta bandera y todas las semanas debe lidiar con una polémica por cuenta de alguna metida de pata de uno de sus funcionarios. Lo que menos necesita ahora son desgastes innecesarios para poder concentrar esfuerzos en lo verdaderamente importante; menos quejas sobre el “enemigo interno” y más concentración en los verdaderos problemas que tiene que solucionar.

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