El dolor de la desaparición forzada en Colombia: historias detrás de cada hallazgo en el cementerio
25 Abril 2025 03:04 am

El dolor de la desaparición forzada en Colombia: historias detrás de cada hallazgo en el cementerio

El cementerio de Fundación, Magdalena, alberga los cuerpos de algunos de los desaparecidos de esta región del país. Según la UBPD, entre el norte de Magdalena y Dibulla se cuentan 4.529 personas dadas por desaparecidas.

Crédito: Pía Wohlgemuth-CAMBIO

En el cementerio de Fundación, Magdalena, el trabajo minucioso de la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas revela el horror de la desaparición forzada en Colombia, donde cada prenda y cada hueso recuperado cuenta la historia de quien no alcanzó a decir adiós antes de perderse para siempre. La entidad, dedicada a la búsqueda, tiene 12 años más para encontrar a más de 124.000 personas reportadas como desaparecidas durante el conflicto en el país.

Por: Pía Wohlgemuth N.

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Vestidas con enterizos blancos y tapabocas, dos antropólogas forenses cubren sus cabezas con una tela que hace de sombrilla en medio de un sofocante calor que llega a los 42 grados. Mientras tanto, un trabajador del cementerio San Rafael, en Fundación, Magdalena, martilla la tapa de un osario, la zafa y, de entre la oscuridad, saca dos bolsas, una negra y una roja, en busca de tres cuerpos.

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Paula González, antropóloga, se agacha para sacar una de las bolsas del osario. Crédito: Pía Wohlgemuth-CAMBIO

Unos minutos después, las mujeres ponen las bolsas sobre una mesa en medio del cementerio. Una de ellas toma fotos de cada paso, mide con una regla, se ocupa de anotar y registrar cuanto encuentran. Abre una de las bolsas y, como quien saca una porcelana antigua, limpia uno a uno los huesos y los jirones de ropa con una brocha. Hay suficientes tibias y peronés para pensar que, en una sola bolsa, hay más cuerpos de los que esperaban encontrar.

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Una de las antropólogas se alista para fotografiar las bolsas sobre la mesa.Crédito: Pía Wohlgemuth-CAMBIO

De la bolsa roja, la forense saca un cráneo cortado por la mitad. Significa que le hicieron ya le habían hecho una necropsia. La humedad intensifica el olor a muerte que sale de las bolsas abiertas.

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La bolsa que contiene un cráneo cortado en dos, como muestra de una necropsia pasada.Crédito: Pía Wohlgemuth-CAMBIO

Es el olor que, sin saberlo, rodea tantos lugares de Colombia: osarios, bóvedas, campos abiertos, ríos y esteros. El que acompaña a los desaparecidos y que emerge cuando quienes los únicos que se preocupan por ellos los encuentran.

Este trabajo está en manos de la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD), una entidad humanitaria y extrajudicial que comienza todas sus misiones con una premisa: los desaparecidos están vivos. No siempre es así.

Cambio Colombia

124.734 desaparecidos

La UBPD existe desde 2018 y su mandato es de 20 años. En sus manos está encontrar a 124.734 personas dadas por desaparecidas durante el conflicto armado. Antioquia, Meta y Valle del Cauca acumulan la mayoría de reportes.

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Elaboración: Yamith Mariño-CAMBIO


No importa el rol que haya jugado en el conflicto armado: la UBPD busca, por igual y sin descanso, a una persona de las extintas Farc, un líder social o un miembro de la fuerza pública. Por eso, la directora Luz Janeth Forero dice que esta es una “entidad neutral e imparcial, y los puede buscar a todos y a todas sin excepción, con total independencia”.

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Luz Janeth Forero, directora de la UBPD. Crédito: Pía Wohlgemuth-CAMBIO

Desde su creación, los equipos de búsqueda de la entidad han identificado 10.847 “lugares de interés forense”, puntos específicos en donde puede haber personas desaparecidas: un pabellón preciso en el cementerio de Cocorná, Antioquia; bajo la tierra de San Onofre, Sucre; en las aguas del estero de San Antonio, en Buenaventura; en La Escombrera, Medellín y muchos más. Del total, los equipos de búsqueda han intervenido el 10 por ciento.

El tiempo de vida de la UBPD es corto para una misión tan abrumadora en un país que sigue acumulando muertos sobre los cuerpos de los desaparecidos del siglo pasado y del actual. Nadie allí cree que sea posible encontrarlos a todos. Aun así, los equipos de la entidad se adentran en los lugares más agrestes con la esperanza de hallar un cuerpo.

A veces, hallar un cuerpo es más difícil que descubrir a un fantasma. Muchas veces no existe ni una sola foto de la persona que buscan. En otros casos, quien reporta es un amigo o amiga sin lazos de sangre —y, por lo tanto, sin ADN en común—, y la identificación final del cuerpo en Medicina Legal se complica. A veces no existe ni siquiera una tarjeta de identidad o registro de nacimiento de quien nunca regresó. 

Por eso, los investigadores de la UBPD hacen una averiguación profunda mucho antes de hurgar la tierra en busca de algún cuerpo. El proceso tiene un método que, como repiten sus funcionarios con frecuencia, no es lineal. No siempre empieza en el mismo punto, pero, en el papel, es así: un equipo investigador se dedica a recopilar toda la información posible sobre la persona desaparecida. Para eso, habla con su familia, busca en el registro del cementerio del pueblo, visita la cárcel para oír el testimonio de quien pudo estar detrás de la desaparición, recurre a los archivos de la JEP, habla con el párroco y el sepulturero, escudriña todos los documentos de la Fiscalía y Medicina Legal que puedan indicar un paradero específico.

El hermano de Elkin

El miércoles 26 de marzo, Elkin Miranda, un hombre de 44 años con acento de Barranquilla, llega al cementerio de San Rafael. La UBPD lo había llamado hace cuatro meses para decirle que tenía indicios muy claros del paradero de su hermano desaparecido hace más de 15 años.

“Llevamos desde el 17 de junio de 2008 haciendo esta gestión y se me ha dado la oportunidad de estar aquí, para ver si recuperamos los restos de mi hermano y le damos una santa sepultura, como se lo merece —dice, como conteniendo la respiración entre cada sílaba—. Lo más difícil es no saber dónde está ese ser que uno ama, dónde lo tiraron, dónde lo echaron”. 

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Elkin Miranda en su visita al cementerio de Fundación, Magdalena. Crédito: Pía Wohlgemuth-CAMBIO

Elkin prefiere mantener en privado el nombre de su hermano y las circunstancias precisas de lo que le pasó. Se limita a contar que prestó servicio militar en el batallón La Popa, de Valledupar, en 2006 y quería ser soldado profesional. Como no tenía con qué pagar la carrera militar, se fue durante dos años a trabajar con él (Elkin) a El Paso, Cesar, como comerciante.

Tras su desaparición, Elkin solo volvió a saber algo de su hermano tres años más tarde. Fue entonces cuando el Ejército publicó una foto de él acompañada por una información según la cual lo habían dado de baja en combate y estaban buscando a sus familiares. 

Hoy, rodeado de tumbas, Elkin espera que los restos de su hermano estén en el cementerio de Fundación.

¿Quiénes son los desaparecidos y quién los ha buscado?

El hermano de Elkin es uno entre los 104.818 (84 por ciento) hombres dados por desaparecidos en las cifras que ha recopilado la UBPD. “Más del 80 por ciento de las personas que estamos buscando son hombres. Si bien ellos fueron los grandes afectados por el conflicto armado colombiano y la guerra y principales víctimas de desaparición, también hay mujeres”, explica Luz Janeth Forero, directora de la UBPD. 

El 13,4 por ciento de las personas dadas por desaparecidas que registra la entidad son mujeres: 16.753. Hay solo seis personas intersexuales. Forero está segura de que el subregistro en casos de desaparición de personas de la comunidad LGTBIQ+ y de mujeres en general es enorme, “porque nadie los reporta, nadie los busca. La búsqueda necesita tiempo, necesita dedicación: necesita dedicar la vida”.

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Elaboración: Yamith Mariño-CAMBIO
universo personas dadas por desaparecidas
Elaboración: Yamith Mariño-CAMBIO

Los grandes aliados de la UBPD, como lo explica Forero, “son las organizaciones de madres buscadoras, y las familias que han dedicado toda su vida a dar con el paradero de su ser querido y todavía no lo han hallado son clave en el proceso. Alguien sabe algo, alguien tuvo una información, así sea de segunda o de tercera mano de dónde puede estar un desaparecido, y esa información no la desestimamos”.

Las mujeres buscadoras 

Maryuriz Rodríguez es una de las mujeres que se dedican a buscar. “Si nosotros no los buscamos, nadie los busca”, dice. Desde 2003 busca a su compañero, Jaime Segundo Franco Ávila, desaparecido en Santa Marta en los tiempos del paramilitarismo de Hernán Giraldo.

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Maryuriz Rodríguez, mujer buscadora. Crédito: Pía Wohlgemuth-CAMBIO

Maryuriz creó una organización para encontrar a los desaparecidos y ayudar a víctimas de desaparición forzada en todo el país. Hace poco se acercó a la UBPD para intentar, por fin, hallar a su compañero y papá de sus hijos. Aunque sabe que él no está en el cementerio de Fundación, acompaña a la intervención y a algunas de las familias que llegan al lugar con la esperanza de hallar a los suyos.

En una silla plástica y cerca a la puerta del cementerio está sentada Edelmira Vargas Lugo, quien llegó al cementerio de Fundación para hablar con la UBPD. Tiene la certeza de que el cuerpo de su marido, William Rafael, por fin apareció. Lo ha buscado incesantemente desde 2005: “Mi vida ha sido difícil, mucho trabajo, búsqueda, angustia. Uno vive imaginándose que va a llegar la noticia de que está vivo, de que está muerto”.

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Edelmira Vargas Lugo, mujer buscadora. Crédito: Pía Wohlgemuth-CAMBIO

La UBPD la contactó tras recoger información precisa que indica que, en efecto, el equipo encontró su cuerpo. Edelmira no sonríe, da pocos detalles y se reserva la mayoría de sus palabras para animar a las mujeres buscadoras, como ella. Les pide que no se rindan, “porque siempre hay una respuesta”.

Gracias al trabajo de personas como Maryuriz y Edelmira, en 2024 se aprobó la ley de mujeres buscadoras, que las reconoce como constructoras de paz y las vuelve sujetos de protección constitucional.

La antropóloga que complementa a las mujeres buscadoras

Paula González, antropóloga del equipo que llegó al cementerio San Rafael, habla con la convicción de quien se toma su trabajo en serio. Tiene claro que todo el tiempo está destapando verdades ocultas. Sabe que ella también es una mujer buscadora desde el “sentido técnico” y que, con su trabajo, da un impulso fundamental a la labor que, por décadas, realizaron mamás, hermanas y esposas que no se cansaron de preguntar por sus desaparecidos.

La antropóloga no es ajena a la guerra en Colombia. Su familia fue víctima de desplazamiento forzado, vivía en el campo, entre Marulanda y Marquetalia, en Caldas, y, por cuenta del peligro de la violencia tuvo que irse para la ciudad. Muchos de sus amigos acabaron en grupos armados en contra de su voluntad.

Ellos no nacieron para eso: eran gente del campo, gente trabajadora, gente que levantaba a las 5 o 6 de la mañana a hacer labores del hogar porque la mamá estaba ordeñando vacas o recogiendo la siembra y de un momento a otro pues fueron reclutados forzosamente”, dice. González siente que, con la búsqueda de desaparecidos, les devuelve “un poquito a ellos que sí perdieron todo”.

Cuenta que en este cementerio han recuperado cuatro cuerpos de interés forense -con heridas de violencia y otras características que les permiten concluir que murieron en el contexto del conflicto- y que uno es de una mujer.

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Antropóloga de la UBPD Paula González. Crédito: Pía Wohlgemuth-CAMBIO

Los resultados de la búsqueda

El calor, la humedad, el polvo, el cemento, el llanto, las familias, la esperanza, el dolor, el peso de años y años de luto inconcluso inundan el cementerio de San Rafael. Pero esta misión, difícil en todos los sentidos, es una más de cientos que hace la UBPD.

Desde 2018, entre todos sus equipos han intervenido 1.450 sitios en busca de desaparecidos: llegaron al Cañón de Micay con permiso de las disidencias que, en ese momento, conversaban con el Gobierno, y sacaron doce cuerpos; recuperaron tres en cementerios del sur de Bogotá, cuatro de La Escombrera y, solo en la última fase de la búsqueda en San Rafael, hallaron siete.

Aunque la mayoría de desaparecidos que se encuentran están muertos, los equipos forenses han hallado a 183 personas con vida. También han recuperado 2.544 cuerpos y entregado 425 a las familias o seres cercanos de las víctimas, un proceso lento porque la identificación depende de la velocidad en las pruebas de ADN y de otros factores técnicos necesarios.

Cada desaparecido es una cara distinta del conflicto. Y cada hallazgo es una forma de poner fin al sufrimiento de quien, por años, ha buscado una certeza. Colombia es un país en donde muchos muertos siguen esperando que los encuentren mientras la guerra continúa. Como dice Paula González, “tenemos la manera creativa de volvernos cada vez más violentos”.

 

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