Cuando el 'guaro' se viste de gala: estos son los aguardientes más premium de Colombia

Crédito: CAMBIO

16 Febrero 2025 03:02 am

Cuando el 'guaro' se viste de gala: estos son los aguardientes más premium de Colombia

La decisión de la Corte Constitucional de tumbar la posibilidad de veto de los departamentos es un 'Big Bang' para los aguardientes en Colombia. El mercado, que se estima en 150 millones de botellas al año, podrá dinamizarse en el corto y mediano plazo. Para explorar su versión más innovadora, CAMBIO cuenta la historia de tres marcas de aguardiente que le apostaron a subirle el estatus al 'guaro'.

Por: Juan Francisco García

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Mil Demonios: de la clandestinidad a Londres 

En un delirio moral, la corona española prohibió su venta y producción en el gran puerto de Las Indias, en Cartagena. Y entonces tomar aguardiente pasó a ser un placer clandestino. Este hallazgo histórico inspiró la narrativa del aguardiente Mil Demonios, explican Daniel Osorio y Mauricio Gutiérrez, dos de los socios del primer aguardiente súper premium del país: el estanco clandestino en el que durante la Colonia gozaban por igual, entre aromas de caña y anís, el esclavo y la doncella, el fraile, el comerciante, los mulatos y los verdugos, la puta y el cobrador de impuestos. La gleba y la crema y nata. 

Su sueño de sacar un aguardiente premium viene de años atrás, pero se terminó de fraguar cuando un guatemalteco, su mejor amigo, le pidió como regalo de matrimonio que le llevara el mejor aguardiente de estas tierras. “Al comprobar que solo había aguardientes convencionales, de tapa rosca y dosificador, me di cuenta de la oportunidad en el mercado para uno de primera categoría”, dice. 

Botella de Mil Demonios, ganadora del Lápiz de Acero. Crédito: cortesía Mil Demonios
Botella de aguardiente Mil Demonios, ganadora del Lápiz de Acero. Crédito: cortesía Mil Demonios 

Uno de los grandes referentes para dar el paso de la teoría a la acción y poner Mil Demonios en las tiendas fue Grey Goose, que en los ochenta rompió los cánones del mercado del vodka al ganarse un espacio –¡como producto francés!– entre los, hasta entonces, intocables vodkas rusos. “Estudiando el caso de Grey Groose nos dimos cuenta de que, para empezar, lo más importante era lograr un líquido y una marca de primera calidad. Y solo cuando las ventas sean lo suficientemente robustas, pensar en una fábrica de producción propia”, explican. 

Al revisar sus diez años de existencia, el plan de ruta parece haberles funcionado. Lo que empezó como un emprendimiento para muchos delirante, en el que los socios repartían las botellas en sus carros y desafiaban los monopolios sempiternos, hoy es una empresa que vende 60.000 botellas al año. El crecimiento, sostenido desde su nacimiento, oscila entre el 20 y 30 por ciento anual. Además de tener presencia en ocho gobernaciones en las que, según Osorio, entendieron que el aguardiente premium no compite con el aguardiente tradicional y, por el contrario, dinamiza el sector. Mil Demonios se vende en 10 países más: Estados Unidos, España, Holanda, República Dominicana y Francia figuran en el portafolio. 

En cuanto a la marca, que para Osorio es tan importante como el líquido en la categoría premium, Mil Demonios también puede darse por bien servido. Incluir las puertas de la ciudad de Cartagena en el diseño de su botella le valió en 2024 el esquivo y prestigioso premio de diseño Lápiz de Acero. A este reconocimiento se le suman una medalla de plata y otra de oro en el San Francisco World Spirits Competition, uno de los concursos de destilados más prestigiosos del mundo. 

Mil Demonios ya está en más de 10 países.
El aguardiente Mil Demonios ya está en más de 10 países: Cortesía: Mil Demonios 

En el corto y mediano plazo, gracias a que por ley podrán entrar al resto de departamentos del país, Osorio proyecta un crecimiento acelerado. Sabe, eso sí, que los gigantes de la industria querrán tener una tajada del destilado de caña más vendido en el país –”ahora si ganarán los mejores y no los protegidos con una firma”, dice–. Sabe, también, y lo subraya con orgullo, que ya es posible encontrar en Colombia un aguardiente para regalar en los matrimonios y eventos importantes. Uno que no tiene anís, pero sí hierbas de los Andes, tres ciclos de destilación, siete días de reposo y clientes fieles en todos los idiomas. Un aguardiente cuya botella también es una obra de arte y ha logrado refinar la bebida con la que bailamos desde la Colonia. 

Desquite: la segunda oportunidad del aguardiente 

“Si usted prueba el aguardiente Desquite, se dará cuenta de que es frutal, huele y sabe a caña, melaza, anís. Que realmente sabe a campo”, le dice a CAMBIO Julio Molano, socio del aguardiente premium destilado en San Francisco de Sales, Cundinamarca. El sabor diferencial de su aguardiente, explica orgulloso, se debe a que Desquite es el único de la categoría premium que no compra alcohol extraneutro a un tercero, sino que destila el suyo propio. “Nosotros compramos la miel o hacemos el alcohol desde el jugo de la caña. Entonces tenemos dos versiones diferentes de alcohol que explican nuestras notas tan distintas”, explica. Esto es significativo porque, desde que en 2006 la planta de la Licorera de Caldas cerró, sin tener en cuenta el etanol para combustible, en el país se dejó de destilar alcohol. 

El nombre Desquite, cuenta Molano, nació en razón de buscar una reivindicación del aguardiente. Más que una revancha, es una segunda oportunidad para un trago que nos atraviesa como cultura y sociedad, pero que, debido a estar siempre monopolizado y regulado por el Estado, no ha evolucionado ni explorado su potencial real. “Al aguardiente nadie le paró bolas porque, como estaba manejado por empresas del Estado y sus rentas aseguradas, a nadie le interesó usarlo como plataforma para mostrar a Colombia y su explotación se ha reducido a vender botellas”, dice Molano. 

Fabrica de producción de Desquite en San Francisco de Sales, Cundinamarca
Fábrica de producción de Desquite en San Francisco de Sales, Cundinamarca

La misión de los aguardientes premium y artesanales que están empezando a aflorar, señala Molano desde una de las tres ferias de licores en las que ha estado en este mes, ha sido montar una historia y dejarle claro al mundo que el aguardiente puede ser de una categoría superior. “No estamos para reemplazar al aguardiente Néctar o Cristal; lo que buscamos es un trago que la gente se tome en Chicago o en Londres y diga '¡wow, qué producto!'”. 

Sobre el cambio en las reglas de juego para el sector gracias a la sentencia de la Corte que niega el veto departamental para los aguardientes, Molano expone su optimismo, pero también sus temores. Para el empresario, es innegable que el sector se dinamizará. Esto se reflejará en las ventas, siguiendo el camino del tequila y el mezcal.  El empresario anota, sin embargo, que los gigantes del mundo como Diageo van a querer arañar parte de la torta de las 150 millones de botellas de aguardiente que se venden en Colombia. “No le quepa duda de que va a salir un aguardiente de Pablo Escobar”, bromea. 

Entre sus innovaciones para competir en el nuevo tablero está afianzar al aguardiente como trago idóneo para hacer cócteles. De hecho, explica, fue a partir de estos que Desquite logró entrar en los restaurantes premium del país, en los que el aguardiente popular, considerado como un trago para emborracharse, no es bienvenido. “Ahora que tanto Néctar como Antioqueño han sacado al mercado su versión de aguardientes especiales y que el mercadeo se ha volcado también a los cocteles con aguardiente, nos damos cuenta de que el tiempo le dio la razón a nuestras intuiciones”. 

Aguardiente Desquite Tradición, famoso para hacer cocteles
Aguardiente Desquite Tradición, famoso en la preparación de cocteles. 

Intuición que hoy se convirtió en el primer aguardiente premium producido de punta a punta en Colombia. Y en número de botellas vendidas al año. 

Aguardiente Amarillo de Manzanares: el aguardiente premium que vende 12 millones de botellas al año 

Luis Alfonso Ríos, el maestro ronero de la Licorera de Caldas desde hace 36 años y una de las autoridades de los licores en Colombia, le explica a CAMBIO que, para entender el boom del Aguardiente Amarillo de Manzanares, hay que remontarse a 1880, cuando se registran las primeras destiladoras en el país –en Caldas, Risaralda, Tolima–. Por esa época, en Manzanares, al oriente del departamento de Caldas, se empezó a fraguar de forma artesanal la alquimia del Aguardiente Amarillo, ese que el maestro Ríos denomina, sin titubear, el primer aguardiente colombiano. Caña de panela, anís estrellado y un toque de azafrán (de ahí el color) fueron la base de la fórmula secreta que compró la Licorera de Caldas pasada la mitad del siglo XX y que, hoy, es uno de los aguardientes más vendidos en Colombia. 

Su receta original, “la pionera”, combinaba su llamativo color amarillo con los 42 grados de alcohol que, por mucho tiempo, fueron el estándar de los aguardientes. Pero como los tiempos cambian y todos los licores en el mundo son estacionales, explica Ríos, entre 2010 y 2015 la venta y el consumo de aguardiente entró en picada, pues los consumidores empezaron a preferir bebidas con menos graduación de alcohol. Entonces empezó la reingeniería del producto que logró, en menos de dos décadas, que de 10.000 botellas al año pasaran a venderse 12 millones. 

Aguardiente Amarillo de Manzanares
Aguardiente Amarillo de Manzanares: el de las 12 millones de botellas vendidas al año. Crédito: Licorera de Caldas 

Además de pasar gradualmente de 42 grados de alcohol a 24, la compañía se volcó a la estrategia de vender su producto como tequila. Un texto corto en la etiqueta posterior que invitaba al consumidor a tomarlo con limón y sal fue angular para el primer Big Bang de ventas: de 10.000 a 100.000 botellas. Como la tendencia de los licores con baja concentración de alcohol se reforzó en el mercado, cuenta Ríos, le pidieron una nueva formulación del Aguardiente Amarillo que, tomando en cuenta los hallazgos y las necesidades del presente, evocara los aguardientes de 1800. 

Durante tres meses se encerró en su laboratorio para lograr la alquimia que trajera al cerebro de los colombianos el recuerdo del aguardiente de antaño. La botella, en consonancia de los nuevos tiempos, se estilizó, al tiempo que se abandonó la estrategia del limón y la sal, su precio se dobló y pasó a venderse en las estanterías de los productos premium. Las 12 millones de botellas que hoy vende la licorera al año, dice Ríos, pueden convertirse gracias a la decisión de la Corte de “tumbar las fronteras departamentales”, en 16 millones.

Sobre esto, el gerente general  de la Licorera de Caldas, Diego Angelillis Quinceno, le afirma a CAMBIO que, si bien es innegable que el aguardiente Amarillo de Manzanares se beneficia con la decisión, lo mismo aplica para todas las licoreras del país. "Eso sí: será el más preparado el que más gane", advierte. Acerca del incremento en las ventas, aunque no se atreve a dar cifras concretas porque nunca se puede predecir el comportamiento del mercado, señala que las 12 millones de botellas que se venden en la actualidad se han logrado teniendo presencia en el 30 por ciento del territorio. "Imagínese a lo que podemos llegar ahora que se cayeron las fronteras", concluye.

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