Dos exposiciones que conmemoran los parajes del campo, en el claustro de San Agustín

Con dos exposiciones que conmemoran los parajes del campo, el Claustro de San Agustín reabre sus puertas hoy. La primera de ellas, del maestro caldense Luis Hernando Giraldo, lleva por nombre La montaña cuenta una historia. La componen 56 dibujos en pequeño formato, en técnicas que van del carboncillo al pastel, pasando por la sangre de cordero, la ceniza y el óleo. Es un trabajo que reflexiona sobre la memoria y la naturaleza de su territorio, sembrado de vida pero también de violencia.
La montaña cuenta una historia es un relato de los recuerdos que ha atesorado el artista de la montaña de San Antonio, en Pácora, Caldas, frente a la casa donde nació el maestro Luis Hernando Giraldo. Allí vivían sus abuelos y pasó él las vacaciones en distintos periodos de su vida. Sus trazos, casi rupestres, como tomados de la Cueva de Lascaux, combinan recuerdos de vacas, caballos, bandadas de pájaros y el arcoiris con otros no tan bucólicos como cuando vio cómo unos hombres golpeaban a su padre, así como los gallinazos y las cruces que se repiten constantemente en Pácora y en tantos otros lugares de Colombia.
La montaña está siempre presente en estos dibujos en pequeño formato, al que llegó en 20213 después de ver unas obras en pastel de Odilon Redon, en el Museo de los Surrealistas en Paris. Experimentó por primera vez con lápices de pastel, técnica que decidió adoptar por ser fácil de llevar de un lado a otro y también por los tonos que le ofrecen.

La segunda exposición, titulada Canción de cuna, presenta una instalación de esculturas realizadas por la artista bogotana Juliana Góngora, quien retoma su trabajo con elementos orgánicos como la leche, la tierra, las hojas de maíz, la sal y los nidos de aves para tejer una propuesta sobre el afecto, la dulzura, el conocimiento ancestral y el campo como hogar y espacio de cuidado.
Con base en sus observaciones e indagaciones acerca del diálogo de saberes y de conocimiento entre artesanos y comunidades indígenas de América, ella realizó una instalación escultórica y sonora basada en su trabajo en equipo con la comunidad indígena Ko ́revaju, de Florencia, Caquetá. En ella, columnas de ameros penden del techo, y en detalle, se encuentran pinturas casi rupestres realizadas con pigmento vegetal. Nidos de pájaro mochilero penden del techo. Estos son realizados de tejido de la palma de cumare y mazorca miniatura llamada millo. Con estos elementos simples y cotidianos -la mazorca, la leche, cal, sal...- se alude al tiempo de la tierra, que es el tiempo de la agricultura, que es el alimento y también cuidado. Y así llegamos a los cantos de abuelas cuidadoras, al tejido familiar, a la dulzura y sus voces se repiten en el aire. 
Estas dos exposiciones se realizaron con la curaduría de María Belén Sáez de Ibarra y la producción de la Dirección de Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional de Colombia.
A partir de hoy sábado 9 de marzo, a las 11:00 a.m.
Claustro de San Agustín
Carrera 8 N° 7 – 21.
Entrada libre.