“El cinismo te vacuna contra el sufrimiento pero te inmuniza contra la felicidad” : Santiago Roncagliolo
19 Febrero 2023

“El cinismo te vacuna contra el sufrimiento pero te inmuniza contra la felicidad” : Santiago Roncagliolo

Santiago Roncagliolo.

Crédito: Dimitris Yeros. Coirtesía de Planeta Editores

El poeta y gestor cultural Federico Díaz-Granados sostuvo una conversación de largo aliento con el novelista peruano Santiago Roncagliolo, quien estuvo de paso por Bogotá.

Por: Federico Díaz-Granados

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

Santiago Roncagliolo (Lima,1975) pasó por Bogotá para promocionar las recientes ediciones en Seix Barral de Abril rojo y Líbranos del mal. Había muchos temas en el tintero para conversar, muchas afinidades generacionales y similares escepticismos y nostalgias por la caída de un mundo y una utopía en los que se cifraron muchos sueños de infancia. Su buen sentido del humor le deja mirar todo aquello desde un estricto sentido de las fragilidades y de la realidad. Ha vivido en Lima, en México y en España. Ama el fútbol y la cultura pop de los años ochenta y sabe bien de su responsabilidad de escribir una crónica y un testimonio personal sobre su época, un tiempo convulso en el que Perú se desmoronó bajo los estruendos de Sendero Luminoso y la corrupción política. Insiste en la escritura, en la amistad como una de las bellas artes, en la admiración por sus maestros y su tradición y en la generosidad con los más jóvenes que empiezan a transitar el camino de las letras. Teníamos una cita aplazada hacía mucho tiempo que culminó en Bogotá, una tarde lluviosa, con abundante café, libros y anécdotas. Le pregunto por sus padres y los exilios y me responde: “Pobres, eran unos chiflados, hace poco conocí a un mexicano que es hijo de argentinos exiliados y conversamos un rato sobre nuestras historias. También tenía mi edad y cuando nos presentamos le dije 'Yo me llamo Santiago como Chile y tú Ernesto como el Che'. No podían dejar de pensar ni un minuto en la revolución, en los nombres de sus hijos y en sus obsesiones”. Así se rompió el hielo y empezamos a conversar como si nos conociéramos de toda la vida, en una lejana niñez llena de canciones revolucionarias y arengas, pero también habitada por las letras de la América profunda, las Alturas de Macchu Picchu y las páginas de tantos autores a los que volvemos con devoción.
 

CAMBIO: ¿Cómo es su relación con una tradición tan intensa y gigante como lo es la tradición literaria del Perú?
Santiago Roncagliolo: Yo diría que empieza a partir de escritores que eran muy cercanos a mi vida como Julio Ramón Ribeyro y Alfredo Bryce Echenique. De hecho, en general a mí la gran literatura, en los años ochenta, se me hacía muy lejana. Lo real maravilloso era admirable pero no tenía que ver con mi vida. La gran novela total o la obra de Arguedas son cosas que vendría a disfrutar después. Empecé por unos cuentos de Ribeyro y de Brice que hablaban de un mundo más cercano. Por ejemplo, Brice era capaz de reírse de ese mundo solemne y serio donde nadie se reía de nada. Eso y la intimidad que aparecía en los cuentos de Ribeyro me hacían sentir que la literatura podía tener algo que ver con mi propia vida, que podía hablar de cosas que yo conocía.
 

CAMBIO: Son dos autores que ahondan en ese mundo limeño, en su clase media y la intimidad de las vidas familiares que también aparecen en muchas de sus novelas como quien entra en una casa a agitar emociones. ¿Sí es una preocupación compartida?
S. R.:
Sí, claro. Había una pequeña diferencia. Ribeyro habla de la clase media, de personajes grises, perdedores, como los miles que yo veía todos los días, porque además piensa que era una sociedad y quizás lo sigue siendo, donde el cielo está a dos metros del suelo, no está en Lima literalmente, porque la niebla desciende casi hasta el suelo, pero también lo está a nivel aspiracional: lo que vas a conseguir es poquito y era muy poquito en esos tiempos. Entonces Ribeyro representaba esa vida que yo tenía cerca. Bryce escribe sobre una clase más alta y a la que nosotros sí nos asomábamos algunas pocas veces cuando ellos nos dejaban ir a sus fiestas. Además, era una época en que no se podía salir de la ciudad por la violencia, entonces vivíamos desconectados del lado rural y andino y si alguna vez salíamos de nuestra clase social era para acercarnos a las fiestas de los ricos que se parecían a los personajes de Bryce y de eso nos burlábamos también porque era una clase aún más pequeña que la nuestra. Pero eran muy ridículos porque eran ricos de un país pobre y entonces toda su riqueza a menudo solamente les servía para tener que vivir encerrados, porque si nosotros no podíamos salir a la ciudad, ellos ni siquiera podían salir de su casa y este trato tan irónico de Bryce sobre ellos también se parecía a la mirada que yo tenía sobre ellos,
 

CAMBIO: El fútbol ha sido protagonista de su obra. Tiene una novela sobre este tema y crónicas y entrevistas donde menciona su afecto al Atlético de Madrid. ¿Cómo nace este afecto por el fútbol y por un equipo tan popular como el Aleti?
S. R.
Yo nací en esa Lima muy violenta y crecí en México junto con hijos de exiliados de América Latina que militaban en el Frente Sandinista o en el Farabundo Martí entre otros. Al regresar, la ciudad me chocó mucho más por esa violencia de fines de los 80, los estruendos y las bombas y en medio de ese horror mis padres se divorciaron, así que mi familia también entró en guerra. Todo era muy triste y el fútbol peruano era aún más triste. Luego fui de Alianza Lima y en 1987 se conformó un gran equipo con el cual se iba a ganar el campeonato y que era la base de la selección nacional y aquel equipo desapareció en un accidente aéreo encima del mar. Murieron todos. Esto era cerca de El Callao no muy lejos de Lima. Dije en ese momento que la vida era lo suficientemente infernal como para tener que dedicarme al fútbol. Abandoné el fútbol y me convertí en el amargado que nadie quería llamar para ver los partidos. Años después, ya viviendo en Madrid, apareció una campaña publicitaria del Atlético cuando regresó a primera división. El protagonista era un andino quizá colombiano, ecuatoriano o peruano, que escribía a su familia y le contaba a su madre lo bien que le iba en España, al igual que lo hacíamos todos y veías en las imágenes lo mal que le iba en realidad. Decía que “aquí nos quieren mucho y nos tratan muy bien” y se subían un metro y la señora cambiaba el bolso de sitio para que no se lo robe el indio. Decía “tengo una casa linda en el centro histórico” y lo veías caminando por las vías del tren yendo a su casa en un suburbio infecto y llevaba la camiseta del Atlético de Madrid y decía “lo ganamos todo” y lo veías furioso con sus amigos tirándole latas al televisor chillando. Y el eslogan decía “Atlético de Madrid hay razones que solo el corazón comprende”. Era un equipo sufridor que me enamoró con esa publicidad y con el que yo empecé a sufrir. Equipos como el Madrid o el Barca están muy mal criados porque están acostumbrados a ganar. Quedan subcampeones y echan al entrenador. En cambio, yo me identifico más con un equipo que siento que se identifica más con mi vida y con la de casi todo el mundo que debe sufrir, batallar, arrastrarse y golpear para conseguir algo que muchas veces no se logra. Por eso cuando Perú finalmente clasificó al mundial de Rusia yo me vi armado con esa coraza de cinismo que me impedía disfrutar. Mis amigos que lo disfrutaron en grande se emborracharon y casi se tiran por sus balcones de la emoción. Ellos pasaron muchos años viendo perder al Perú. El cinismo te vacuna contra el sufrimiento, pero te inmuniza contra la felicidad.
 

CAMBIO: Hay una frase que repites con frecuencia y es que “el fútbol es el máximo teatro de nuestra identidad” y aparece entonces La pena máxima. ¿Quería retratar la relación del fútbol con las dictaduras?
S. R.: 
Sí en La pena máxima está, por un lado, el gobierno argentino fascista, que como todo fascista quiere hacer un Mundial de fútbol porque es un lugar perfecto de exaltación nacional sin ningún argumento donde están todos juntos vitoreando y en acción y, por otro lado, está Perú que cuya participación en ese mundial fue una metáfora de nuestra participación en la política siempre. Perú es un país que ha creído en todo y todo ha salido mal: la dictadura de derecha, la dictadura de izquierda, la civil debe ser la de izquierda o termina la democracia liberal que al fin nos iba a llevar al progreso y se ha hundido otra vez en un estado fallido y eso es lo que suele pasar en el fútbol. Empezamos todos los torneos diciendo esta vez sí, este es el equipo que necesitábamos y tenemos al delantero perfecto. Después de dos o tres partidos empezamos a decir hemos tenido un traspiés pero que el equipo se está afianzando es solo cosa de que tengan más rodaje. Luego ya empiezas a escuchar por la radio aún es matemáticamente posible y cuando se apela a la matemática es que todo va muy mal y la frase final: “es hora de trabajar con las divisiones inferiores” que no otra cosa significa que somos un desastre y no dejaremos de serlo hasta otra generación, así que eso fue lo que pasó en Argentina también, Perú entra ganándole a Escocia que partía como favorita no para ganarle a Perú sino para ganar el mundial, le empatamos a Holanda, arrasamos a Irán y nos sentimos campeones del mundo y no queríamos pensar que luego venían Brasil y Argentina, en fin; fueron Polonia y Brasil dos derrotas y luego vino Argentina y nos dio una paliza. Necesitaban ganar 4 a 0 para pasar a la siguiente fase y nos dieron 6-0. Mientras investigaba para la novela tuve que escuchar, -qué tortura- el partido narrado por el periodista argentino que decía son 6-0 pero podrían ser 8, podrían ser 10.
 

CAMBIO: ¿Y nunca se supo qué pasó en ese partido?
S. R.: 
Con total honestidad. Argentina nos ha dado palizas en democracia, en dictadura, durante Videla, durante Alfonsín. No es raro lo que pasó. Era un equipo que venía agotado y desmoralizado. Lo que sí prosperó, es que si ocurrieron cosas raras en la final con Holanda. No puedo decir que con Perú haya pasado nada, pero hay una sospecha y nos aferraremos a esa sospecha.
 

CAMBIO; Volvamos a los años 90. Luego del fin de muchas dictaduras y de gobiernos populistas en América Latina y llega esta década con la expansión de gobiernos neoliberales. Recuerdo la espectacular campaña de Vargas Llosa y de pronto aparece un señor montado en un tractor y se convirtió en presidente. Fue el ascenso de Fujimori. ¿Cómo ocurre esto?
S. R.: 
Casi no hablaba, eso es curioso, después de Alan García que hablaba y hablaba de maravilla y te convencía de lo que sea y su gobierno fue una catástrofe no hablar te daba más credibilidad. Hablar poco, ser parco y no tener muchas florituras era más creíble. Es curioso, su lema era “honradez, tecnología y trabajo”.
 

CAMBIO: Llegan unos años difíciles. Recuerdo cuando Antonio Cisneros me dijo que él, al igual que el 90 por ciento de los peruanos, estaba feliz con la Operación Chavín de Huántar que rescató a los rehenes de la toma de la residencia de la Embajada del Japón en Lima. Eso me desconcertó. ¿Cómo afectó a su generación este episodio?
S. R.
El asalto a la Embajada de Japón fue realmente una operación brillante. No se puede negar. Esto fue la puntilla que cambió en una sociedad harta de terrorismo. Esa operación tan hábil cambió muchos de los resquemores que tenían algunos sectores de esa sociedad sobre Fujimori y eso le dio alas para pensar de sí mismo que era el elegido y que tenía que seguir indefinidamente. Estaban en esa embajada gente como Francisco Tudela que luego sería candidato a vicepresidente con Fujimori, como Jean Pietri que luego se convertiría en vicepresidente de Alan García, como Francisco Sagasti que sería años después presidente. Al fragor de esa crisis, dentro de la embajada se forjó lo que sería la clase dominante del futuro. Todos los que vieron derrotado al terrorismo por haber salido vivo de allí mientras Fujimori caminaba entre los cadáveres. Recuerdo esa imagen legitimando la muerte. Esa operación, más que todo el primer gobierno de Fujimori decidió lo que iba a ser nuestra historia posterior.
 

CAMBIO: Es impresionante eso que menciona de cómo se forjaba el futuro político del Perú mientras se legitimaba la muerte.
S. R.: Era una imagen increíble porque por primera vez los alzados en armas que toman esa embajada no son grandes intelectuales sino niños, analfabetos muchos de ellos, sacados de la selva cinco minutos antes. Los rehenes son toda la clase dominante del Perú y por esa vez se invierten los papeles. Son unos los que son prisioneros de los otros, Néstor Cerpa habría podido salir de ahí habría podido negociar y tuvo la oportunidad, pero se sintió fuerte, pensó que los militares nunca serían capaces de entrar en una embajada y Fujimori fue muy hábil mediante una negociación que le permitió ganar tiempo mientras hacían el túnel. Además, había un punto en ese rescate que era muy simbólico. El MRTA se escapó de la cárcel de Castro Castro en 1990 en los últimos días de Alan García con un túnel, salieron de ahí decenas, creo que fueron como 90 que se le escaparon a Alan García demostrando lo caótico e inútil que era su gobierno. Dejaron escapar 90 presos con un túnel que construyeron durante años. Siete años después el antipolítico, el que venía a castigar a los políticos hace un túnel para acabar con los armamentistas. Lo hace y libera a la clase dominante. Esas cosas no se analizan explícitamente, pero operan simbólicamente dentro de la cabeza de los que vemos.
 

CAMBIO:  En 2006 aparece Abril rojo con el cual gana el premio Alfaguara y luego se publica La cuarta espada,  donde el personaje principal es Abimael Guzmán. ¿Qué lo llevó a escribir, primero, sobre toda la crisis que significó el fujimorismo y su lucha contra Sendero Luminoso y después sobre el líder histórico de esta guerrilla como figura literaria?
S. R.: Me interesaba mucho que era un intelectual del terror. Él no disparaba, no ponía bombas. Estaba en un despacho y escribía sus obras completas (creo que eran 39 volúmenes si mal no recuerdo), proyectos, campañas, detalles, eslóganes; qué era lo que había que pintar en las paredes, dónde había que golpearlas. Me interesaba un personaje con la formación que él tenía en Derecho y Filosofía, pero con la rabia que llevaba por ser el hijo ilegítimo que nunca sería aceptado en su clase y cómo podía saber, entender, detectar todos los puntos débiles del estado, saber cuáles eran los vacíos, la educación, por ejemplo y mandar profesores a doctrinar durante años porque el estado no lo estaba haciendo y a partir de eso sin dinero, sin apoyo internacional, estuvo a punto de volar en pedazos el estado. Todo eso era bastante impactante en el personaje. En el fondo, en ambas historias, estoy tratando de investigar mi guerra y de saber por qué mi infancia fue como fue. Y cuando voy a presentar al Perú Abril rojo me invitan a presentarla en las cárceles a las que yo había tratado de entrar para hacer un reportaje, pero nadie me hablaba porque iba como periodista, pero si ibas a un evento cultural como el asunto era otra cosa. Todos podían ir a verte y tú podías quedarte ahí conversando, preguntar, preguntar y preguntar. Así que Abril rojo me dio acceso a una información que luego se convirtió en La cuarta espada.
 

CAMBIO: ¿Qué desafíos trajo escribir estos libros y otras novelas basadas en hechos reales?
S. R.:
Me gustó mucho escribir esa historia y luego escribí dos historias reales más: El amante uruguayo y Memorias de una dama. Esos libros vivieron un infierno. Escribir una historia real es interesante si desafías las versiones establecidas, pero si las desafías vas a tener que librar luchas en muchos flancos. Esas historias me costaron censuras, polémicas, ataques a veces violentos, abogados que a veces son peores que los ataques violentos y me di cuenta de que todos mis amigos iban a salir corriendo y yo iba a estar solo en esa pelea y lo que estaba haciendo era interesante desde un punto de vista periodístico pero suicida desde mi punto de vista personal. Yo tenía hijos ya, no iba a vivir así. Después de esos tres libros me empecé a dar cuenta que o me encontraba una manera diferente de escribir o simplemente dejaba de escribir. No tenía sentido lo que estaba haciendo y me sentía muy solo y entonces traté de recuperar el placer de escribir una historia que justamente no tuviese ninguna ambición de impactar socialmente. Supongo que esta ambición de impacto también tiene que ver con que eres joven y vienes de esta generación. No deja de ser el último lado de mis padres revolucionarios, vamos a cambiarlo todo, vamos a volarlo todo hasta que te das cuenta de que te vas a volar tú solo y dices hay que empezar a explorar de otra forma. Hice dos novelas completamente fuera de cualquier realidad latinoamericana, incluso una comedia y reconstruí mi vida y traté de ser alguien que cuenta historias y después de hacer eso ya me sentí capaz de volver a temas más históricos y políticos.
 

CAMBIO: En Memorias de una dama aborda el Caribe de los años 50. La Cuba de Batista, el Trujillato de República Dominicana. ¿Sintió la necesidad de recrear al dictador latinoamericano como lo hicieran sus maestros del Boom?
S. R.: 
Bueno, en este caso me interesaban mucho. Estas historias no las escogí fueron encargos en los que trabajaba mucho más de lo que hacía falta porque me apasionaba con lo que iba encontrando. Pero en realidad fueron historias de personajes secundarios de la historia latinoamericana que permitían mirar con otros ojos a los dictadores, a García Lorca, al Che Guevara, a la primera división y permitían abrir una nueva ventana desde la cual se podía contemplar esa historia. Estos personajes secundarios en realidad eran los más frecuente. La mayoría de la gente no fue Neruda, ni Morín, ni el dictador sino todos esos empresarios que tenían a su alrededor. Tampoco fueron el Che Guevara que llega, gobierna y luego muere heroicamente sino gente cuyo proyecto vital se truncó y por eso resultaron más reales que los grandes símbolos de estos tres personajes.
 

CAMBIO: En El amante uruguayo indaga y redescubre a Federico García Lorca. ¿Qué aporta esta novela al mito que es hoy García Lorca?
S. R.: 
Bueno, que era divertido. Tenemos una imagen tanto técnica de los escritores, pero parte de lo que representaba y su poesía hablaba directamente era de sus juergas y de su desafío. Esto es difícil de entender ahora, cómo ha cambiado el tiempo, pero hace un siglo emborracharte y chingar era una declaración política, era una declaración de libertad y de anti burguesía. Entonces García Lorca por lo menos en España se dice que este libro es el símbolo del horror de la guerra y de los desaparecidos, pero en vida era un tipo profundamente divertido y distraído y la primera estrella mediática posiblemente de la literatura en español porque llegó a Argentina y arrasó en los medios, en la radio. Cantaba, tocaba el piano, hacia teatro. Era una personalidad muy magnética, lo mismo pasaba con Neruda que estaba desafiando las convenciones sociales. Cuando estudias sus vidas te asomas a sus verdaderas actitudes vitales y personales y me doy cuenta de que tenía una lectura equivocada de ellos. Fueron seres que encarnaron toda una época y la segunda guerra mundial y la guerra civil española los convierte en símbolos políticos. Siento que fue fascinante recuperar a esos chicos que están tratando de ser libres y que están lucharon por la libertad en un sentido más íntimo, más personal, más cotidiano.
 

CAMBIO: Pertenecemos a una generación que se formó con la cultura pop, el melodrama latinoamericano, el cine barato y las baladas mexicanas. ¿Cómo impacta esta mirada cultural en libros como Pudor, Óscar y las mujeres y La noche de los alfileres?
S. R.: 
Cuando escribí Pudor me sentí avergonzado porque tengo una novela anterior que fue una farsa porque era una novela amazónica y venía publicando novelas de viajes sobre ríos así que tuve la oportunidad de publicar. Está escrita en un lenguaje que yo mismo ya no reconozco. Lo hice porque necesitaba publicar en España. Fingí que había ido al Amazonas y me leí todo el Amazonas y luego la publiqué y sí me hizo sentir que yo era capaz de mentir durante 300 páginas que es lo que hace un novelista, pero cuando la miro ahora el lenguaje y la atmósfera amazónica es como lo que debía ser un escritor latinoamericano. Cuando escribo Pudor, que está mucho más inspirada en las pelis indi tipo Tormenta de hielo de Ang Lee, fue una atracción después, pero también películas de Todd Solondz o American Beauty. Escribí porque era lo que podía publicar. Hacía guiones y telenovelas y por supuesto era un mundo que conocía. Por eso todo lo que mencionas aparece y es protagonista. Resulta que hay una masa de lectores potenciales que conocen los libros, que pueden leer pero que el mundo de la cultura nunca les habló, se les despreció y los siguen despreciando. Esa conexión me hace sentir muy orgulloso porque yo vengo de un país en donde el presidente confunde a Ucrania con Croacia, el primer ministro dice que Hitler no era tan malo, entonces si algo puedes hacer yo trato de hacerlo por Perú. Como ves soy hijo de esa generación y me tortura y me hace sentir que tengo que hacer algo y ser útil y por eso intento llevar libros a esta gente joven y hacer que ellos puedan leer, no voy a ser candidato a la presidencia, no voy a decirles por quién votar, pero si llevas libros votarán o ellos mismos postularán con más preparación que la gente que tenemos. Me pregunto ¿dónde estaba todo el mundo cultural mientras se educaban estos ineptos? ¿por qué nadie más que un grupo privilegiado tenía acceso a la cultura?
 

CAMBIO: Y Libranos del mal ahonda también en la problemática de los abusos de la iglesia, de la doble moral de nuestra sociedad, pero también aborda una gran metáfora que atraviesa también parte sustancial de tu obra y es la maldad humana y la culpa. ¿Qué lo inquieta de estos temas de la maldad y la culpa?
S. R.: 
Yo vengo de una familia de izquierda, pero también vengo de algo peor y difícil de explicar y es que vengo de una familia católica de izquierda. Los valores de izquierda que yo aprendí no venían del marxismo sino de la Iglesia. El mal, la culpa, la figura del padre, la expiación, la redención. La gente con la que yo crecí, amigos de mi padre, era gente que había venido de la democracia cristiana y que mantenía esas ideas católicas y creía en la teología de la liberación. Mis libros lidian justamente con ese límite de lo que puedes entender, como la muerte, el miedo que está más allá de lo que conoces, lo que sientes cuando te acercas a lo desconocido. Creo que la religión, el arte y la locura son maneras diferentes de lo mismo, de explorar el límite, de acercarte a lo que está más allá de lo que entiendes y la culpa y la maldad aparecen constantemente en mi trabajo y van a seguir apareciendo. Me interesa lo que nos trasciende. Todos esos temas vienen de mi formación católica.
 

CAMBIO: ¿Cuál libro le recomendaría hoy a aquel Santiago Roncagliolo de catorce o quince años que estaba en esa Lima violenta de los 80?
S. R.: 
Con los años me he dado cuenta de la influencia que tendría Bolaño en mi trabajo, Bolaño empieza a hablar de lo oscuro, de lo siniestro, empieza a meter figuras de la cultura popular, el porno, asesinos en serie, poetas y putas asesinas. Le recomendaría varias de sus novelas a ese chico para que no se sienta asustado de ser escritor, para que sienta que él también puede ser escritor y que las cosas que le interesan también pueden escribirse: Estrella distante, La pista de hielo, Amuleto, Nocturno de Chile. Habría sido más fácil ser escritor si ese chico de quince años hubiese leído alguna de esas novelas.
 

CAMBIO: ¿Y para qué la literatura en un mundo distópico, pandémico donde no hubo tregua entre la pandemia y una guerra? ¿Para qué la literatura en un tiempo como este?
S. R.: 
Porque la literatura te obliga a ponerte en los zapatos de los personajes, a diferencia del ensayo, de la historia, es algo muy mágico, cuando lee la historia de un asesino en serie también te pones en los zapatos del asesino, también tratas de entender como está procediendo, como funciona su cabeza. Cada vez somos menos capaces de entender cómo piensan los demás, cada vez vivimos más en nuestras sectas. Me gustan los thrillers de sectas porque me parecen que es tema muy actual. Me ayuda a entender cómo nos refugiamos en nuestra tribu. Creo que la literatura amplía nuestra capacidad de entendernos con los demás y eso hace mucha falta hoy en día.
 

CAMBIO: Y siento también que tiene una relación muy fraterna con muchos de tus contemporáneos latinoamericanos, percibo que el género que está brillando hoy es la crónica ¿Cómo observa esa vitalidad de la crónica en nuestra América Latina?
S. R.: 
Yo diría que la crónica estuvo brillando 10 o 15 años porque justamente al empezar a haber lectores las historias se desgajaron del mundo de las universidades y las empezaron a sacar al mundo del periodismo, o sea, que de manera natural estos periodistas que querían ser escritores buscaron historias en la realidad porque eran lo que tenían, de hecho eso es lo que más ha ocurrido hasta diría que en la pandemia y alrededores, más bien siento que estamos volviendo a buscar ficción, que hay algo en el aire, es totalmente intuitivo, no tengo un estudio de mercado de esto, pero que está siendo porque a mí mismo me está pasando volver a buscar la ficción como una comprensión de cosas que ya no están en la información. Ser parte de esa generación de escritores me hace sentir orgulloso. A veces te hartas de este trabajo, pero luego tienes que darte cuenta de que te dedicas a escribir historias, que eso es algo que quiere mucha gente. Es un privilegio y estás en un mundo de privilegiados y debes valorarlo y respetar a esos otros que también han creado sus voces hasta formar parte de ese mundo, aunque no te parezcan a ti.
 

CAMBIO: El año pasado, 2022, fue el año del centenario de Trilce de César Vallejo donde él deconstruye el lenguaje, reinventa el español para siempre. ¿Cuál es el aporte de Vallejo a la lengua española?
S. R.: 
Si volvemos a la literatura peruana Vallejo es el primer gran escritor del siglo XX y Vargas Llosa el último gran escritor del siglo XX. Los dos tienen muchos puntos en común como desafiar los límites de la forma, de involucrarse en política, en fin, pertenecen a un concepto de escritor que es lejano a mis fuentes de las que yo he estado hablando que ya no se parecen tanto. Ahora, sin esos escritores yo posiblemente haría novelitas de Agatha Christie, novelas para que resuelvas el misterio. Estos escritores me enseñaron a ir más allá, a tratar de empujar más, a que no fuese solo esto, a que fuese una exploración de obsesiones mías y de la historia del país y de la condición humana y en ese sentido él inicia una parte de la tradición de la que soy tributario.
 

CAMBIO: Qué bello eso. Santiago, muchas gracias.
S. R.: 
Gracias a ti, ha sido increíble, ojalá todas las conversiones fueran así.

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí