‘La mejor ficción interpreta el mundo para que podamos entenderlo mejor’: Juan Gabriel Vásquez
2 Julio 2023

‘La mejor ficción interpreta el mundo para que podamos entenderlo mejor’: Juan Gabriel Vásquez

Juan Gabriel Vásquez

Crédito: Colprensa

Uno de los invitados al Festival Gabo, que termina este domingo, es Juan Gabriel Vásquez. Narrador, poeta, ensayista, conferencista, traductor y columnista de prensa, pocos como él conocen el arte de saber contar una historia.

Por: Eduardo Arias

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Desde hace ya bastantes años Juan Gabriel Vásquez es una de las voces y las plumas más respetadas del continente. Además de ser un novelista ya consagrado, así como cuentista, se ha destacado como ensayista y analista de la realidad de Colombia y del mundo. Autor de dos novelas de juventud que él prefiere olvidar, comenzó su rápida carrera ascendente con Los informantes. Luego vinieron Historia secreta de Costaguana, El ruido de las cosas al caer, Las reputaciones, La forma de las ruinas y Volver la vista atrás, que lo han consagrado como uno de los grandes novelistas de este siglo.

Acaba de publicar La traducción del mundo, que recopila las cuatro conferencias Weidenfeld que dictó en la Universidad de Oxford, en las que reflexiona sobre la ficción. CAMBIO habló con Vásquez acerca del arte de contar historias.

CAMBIO: ¿Por qué la humanidad se ha fascinado siempre por las historias? ¿Por qué nos atraen tanto como lectores, como espectadores, en las conversaciones que entablamos?

Juan Gabriel Vásquez: Es verdad que estamos programados para eso. Las historias que nos contamos tienen un papel evolutivo importantísimo: nos permiten vivir vicariamente cosas que no hemos vivido, y esto da unas ventajas enormes, imagino yo. Las escenas de caza en las paredes de la Cueva de los Caballos son historias en las que alguien le cuenta a la tribu lo que pasó, pero a mí me fascina pensar que pueden contar lo que no ha pasado todavía: es lo más cerca que podía estar ese hombre primitivo de ver el futuro. En general, las historias nos fascinan porque somos criaturas insatisfechas: nos desespera y nos frustra el hecho de tener una sola vida y estar metidos en ella para siempre. Queremos tener más experiencias, queremos ser otras personas, vivir otras vidas. No nos basta con lo que somos, y tampoco nos basta con la gente que nos rodea, a la que nunca llegamos a conocer del todo. Queremos saber cómo viven los demás su vida entera. Esta curiosidad insaciable por el misterio de las vidas ajenas es parte de las razones por las que nos atraen las historias.

CAMBIO: En su opinión, ¿qué elementos hacen que una historia sea llamativa, nos atrape?

J. G. V.: Puedo hablar del caso de la literatura. Una novela o un cuento están hechos de lenguaje, y el lenguaje es un reflejo misterioso de la experiencia. Siempre pongo como ejemplo la primera frase de Ana Karenina: “Todas las familias felices se parecen; las infelices lo son cada una a su manera”. No hay dos lectores de Tolstoi que piensen lo mismo, que recuerden o sientan lo mismo, al leer las palabras “familia”, “feliz” o “infeliz”, porque cada uno las llena con su experiencia, que es personal e intransferible. Por eso la novela que a mí me cambia la vida a otro lo deja frío. No es la única razón, pero es una razón importante.

CAMBIO: ¿Existe alguna receta o manual de instrucciones para contar bien una historia o tienen cabida la intuición, el instinto?

J. G. V.: No existe un manual de instrucciones, pero sí existe algo mejor: el conocimiento de la tradición. Las grandes novelas van conformando una especie de caja de herramientas, y ahí está lo que un escritor necesita para construir su propia obra. Con frecuencia la razón por la que fracasa una novela es por ignorancia de las grandes novelas que la precedieron, por no saber cómo hicieron las cosas Flaubert o Tolstoi o Virginia Woolf o García Márquez. La intuición o el instinto existen, pero tal vez no sean más que la capacidad de poner juntas dos cosas que nunca antes lo habían estado; es decir, la capacidad de usar la tradición para decir algo nuevo.

CAMBIO: ‘La traducción del mundo’, el título de su último libro, se antoja como una descripción muy acertada del papel de quienes cuentan historias. Háblenos de cómo llegó a esa idea. Podría aplicarse también a científicos, filósofos, historiadores…

J. G. V.: El título viene de un pasaje de El tiempo recobrado, de Proust, donde el narrador dice que un escritor en realidad no inventa nada: lleva dentro un libro, el libro de su experiencia, y lo que hace al escribir es traducirlo. Yo creo, ampliando la idea, que eso es lo que hace la mejor ficción: interpreta el mundo para que podamos entenderlo mejor, traduce el mundo a un lenguaje más revelador. La vida es terriblemente misteriosa, caótica e incluso absurda, pero en el arte puede ordenarse y llenarse de significado. Por eso tenemos la sensación, después de leer una gran novela, de conocer algo que antes no conocíamos, o de que nos han mostrado algo que no habíamos sabido ver.

CAMBIO: A propósito, háblenos de su libro, una reunión de conferencias centradas más que todo en la ficción.

J. G. V.: Son las Conferencias Weidenfeld, una institución muy bonita de la universidad de Oxford. Las han dado escritores que admiro: George Steiner, Vargas Llosa, Roberto Calasso… Son conferencias que no están dirigidas a académicos ni a escritores, sino a lectores. Eso es este libro: una serie de reflexiones sobre la ficción que un escritor quiere proponerles a los lectores. He tratado de preguntarme cuál es la utilidad de la ficción, si es que tiene una, o, en otras palabras, por qué me parece que la ficción nos permite un conocimiento de la experiencia que no se encuentra en ninguna otra parte. También me pregunto por qué la ficción ha producido siempre un cierto rechazo, una cierta desconfianza. Hoy, por ejemplo, se condena a un autor que escriba una novela desde el punto de vista de alguien distinto. La posibilidad de penetrar con la imaginación en una vida ajena es una de las maravillas que nos permite la ficción, pero nuestra sociedad no parece estar ya de acuerdo. ¿Qué ha pasado? ¿Qué perderíamos si desapareciera la ficción literaria? Sí, eso también es este libro: una defensa de la ficción.

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