El 'extraterrestre' del patinaje que ayuda a los deportistas abandonados en Leticia
Ser deportista de alto rendimiento en Leticia, además de ser un milagro, implica la falta de apoyo institucional básica. Esta es la historia de cómo los talentos más sobresalientes de la región en patinaje se desperdician gracias a la negligencia y el abandono estatal.
Luis Álvaro Tamayo se enamoró del patinaje en línea montando en patines con ruedas de madera. Corrían los años setenta. Se hizo bueno. Hasta la adolescencia, compitió por el Distrito en Bogotá, con el que ganó medallas de oro. Al salir del colegio, abandonó la competencia y empezó a estudiar ingeniería agrícola en la Universidad Nacional. Como la plata no le alcanzaba para sostenerse en la capital volvió a Leticia: su tierra natal.
En la capital del Amazonas desempolvó los patines. En adelante, sería entrenador. Montó La Jungla, su primer club de patinaje en línea. Cuando se ponía el casco y la licra para instruir a los dos alumnos con los que empezó, los indígenas se acercaban a tocarlo como si estuvieran frente a un extraterrestre.
Poco a poco, con Luis a la cabeza, el patinaje fue ganándose un espacio y el número de alumnos creció. En 1995, milagrosamente, dirigió la primera delegación de patinadores de Leticia para los juegos intercolegiados en Barrancabermeja. Entretanto, se casó con una brasileña y tuvo a Luis Felipe, su hijo mayor.
A los tres años y ocho meses –la fecha la tiene exacta–, le puso al niño los patines por primera vez. Naturalmente, el hijo superó al padre. A los 4 años, compitió extraoficialmente, ya que no cumplía con la edad reglamentaria. Ganó su primera competencia en Fusagasugá. Luego se subió a lo más alto del podio en los festivales en Cali y en Bogotá. Con 12 años, por su probado talento y nervio para competir, fue invitado a participar en en el prestigioso torneo Gotcha, en Sao Paulo, con los mejores patinadores de Brasil.
“No hay recursos”, fue la respuesta que recibió Luis cuando tocó las puertas de la Alcaldía y la Gobernación de Leticia en búsqueda de patrocinio y apoyo para que Luis Felipe, promesa indiscutible, representara a Colombia en el torneo. Logró ir gracias a que comerciantes leticianos y el encargado de la embotelladora de Coca Cola en la región financiaron su viaje y estadía, indignados con el maltrato al talento de los deportistas,
La medalla de oro que ganó en la competencia ante el mejor talento de Brasil la celebró ondeando la bandera de Colombia, orgulloso. Sin embargo, para una siguiente edición del torneo, el apoyo institucional en el país volvió a ser lánguido. Otra vez logró llegar hasta Sao Paulo gracias al apoyo privado de los comerciantes amigos de su padre, cada vez más convencidos de su talento y proyección.
Gracias a que Luis Felipe nació en Tabatinga, justo al pasar la frontera con Leticia, fue elegible para el club brasileño Amazonas Velocidate, en el que sí le garantizaban apoyo financiero para viajar, entrenar y competir.
Entonces, a los 19 años, como representante de Brasil, se ha encargado de coleccionar medallas. De plata y de oro en el Torneo de Brasil en São Paulo y Curitiba. Campeón del Sudamericano de deportes sobre ruedas en Paraguay en 2023. En 2022, en los juegos suramericanos de la juventud en Rosario, Argentina, se consagró como el sexto patinador más rápido de Suramérica.
Su ejemplo lo siguió su hermana, Mariana Tamayo, que a los 14 años hace parte de la selección brasileña de patinaje y compite para el club Amazonas Velocidate.
Podría pensarse que con sus dos hijos compitiendo en el alto rendimiento, miembros de la selección de Brasil y de un club organizado que los apoya y financia, el sueño de su padre Álvaro se cumplió. Pero al entrenador leticiano, tanto como sus hijos, les importan los niños y jóvenes que a falta de posibilidades de recreación y deporte engrosan la lista de alcoholismo, drogadicción y bandas criminales en Leticia.
Por eso, en el año 98, le envió una carta al presidente Pastrana exigiendo una pista de patinaje digna para la ciudad. Milagrosamente, la pista se construyó. Hoy, lastimosamente, el escenario se ha convertido en un centro de encuentro de bandas criminales y en un templo del consumo de drogas. Por tratar de defender la pista, Luis recibió una golpiza de los criminales. Desplazado, ahora entrena en una improvisada pista aledaña al aeropuerto, en la que no se pueden entrenar las curvas.
Ahora Luis recolecta patines de segunda mano y los restaura para que los 47 jóvenes que hoy conforman el club Jungla puedan entrenar, dos horas por día de lunes a viernes y pagándole un valor casi simbólico. Aupado por el entrenador de patinaje de la Selección Colombia, sigue alzando la voz, aunque en la Alcaldía, la Gobernación y en Coldeportes su figura resulte incómoda y antipática. Y le sigan diciendo, como al comienzo, que no hay recursos, menos cuando no hay una liga.
Por eso, no le cabe en la cabeza que Mariana Romero, Carla Ávila, Nicole Pérez, promesas del patinaje de su club, tengan la pista inclinada, en contra, solo por haber nacido en Leticia, ese rincón abandonado donde no hay una pista digna para patinar.