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"Medellín es una ciudad pacificada turbiamente": Pablo Montoya habla con CAMBIO
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Pablo Montoya fue invitado al Hay Festival 2025 de Cartagena para hablar sobre Aristóteles, el mundo clásico y 'Marco Aurelio y los límites del imperio', su último libro. Sin embargo, al conversar con CAMBIO, estuvo de acuerdo en enfocarse en La Escombrera y en contestar qué es lo que revela la fosa común de la Comuna 13 sobre Medellín, la ciudad en la que vive y en la que ha escrito gran parte de su obra.

El escritor premiado con el Rómulo Gallegos en 2015 por su libro Tríptico de Infamia, publicó La Sombra de Orión en 2021, que, desde su naturaleza ficcional, es también una revisión histórica sobre la operación militar de mayor envergadura que haya tenido lugar en una ciudad en Colombia. Montoya es, pues, sin lugar a dudas, uno de los intelectuales más interesantes para pensar los hallazgos que de esos escombros ya han empezado a aparecer.
CAMBIO: Usted vive en Medellín, es docente de la Universidad de Antioquia, escribió la novela La Sombra de Orión. Presos de la coyuntura, tenemos que empezar por el tema de La Escombrera. ¿Cómo explica esta guerra por el relato que ha hecho que, en el debate público, a contravía de la evidencia, haya cuestionamientos sobre si pudieran haber sido las madres de los desaparecidos las que enterraron los cuerpos allí?
Pablo Montoya: Es una guerra ideológica. Quienes emiten la opinión de que en La Escombrera no hay nadie o de que la gente que allí está enterrada lo fue por sus propios familiares es una serie de periodistas, políticos o personas del común que están del lado del relato oficial, el relato del Centro Democrático, el uribismo y de una parte de la sociedad civil que considera que La Escombrera es una invención de los derrotados. O, como dice Uribe, que es una persecución del petrismo y del santismo.
CAMBIO ¿Cómo fue hacer el trabajo de campo de La Sombra de Orión?
P.M.: Durante el trabajo de campo me encontré con gente que me preguntaba: "¿Usted por qué está escribiendo sobre La Escombrera, si allá no hay nadie? Pero otros me decían que allá estaban todos, que había una gran cantidad de cuerpos de desaparecidos. Evidentemente, la gente que decía esto último era gente que estaba más del lado de los familiares de las víctimas, habitantes de La Comuna 13 muchos de ellos. Y también del lado de los académicos, los sociólogos, los antropólogos.
Lo que es cierto y que se está descubriendo gracias a la JEP es que, como dijo Uribe, en La Escombrera se han tirado cuerpos desde antes de la Operación Orión. El problema es que ese número, si se miran las estadísticas, creció tremendamente a partir de la política de seguridad democrática. Y eso no me lo invento yo: son cifras que han dado académicos serios e investigaciones exhaustivas sobre el tema.
CAMBIO: La Sombra de Orión pone de manifiesto su postura sobre la importancia de conocer la verdad. Pero, en un país como Colombia, ¿no le da temor lo que pueden desatar estos hallazgos?
P.M.: Sí, me aterra lo que pueda venir a raíz de la tensión que genera el relato de “los vencidos que inventan”. Yo creo que en La Escombrera se van a seguir descubriendo cuerpos. ¿Cuántos han descubierto hasta ahora? ¿Cuatro? ¿Cinco? Todavía son muy pocos comparados con los supuestos 500 o más que hay. En mi novela yo puse todos los cuerpos allá, como si fuera la gran fosa común de Medellín, para simbolizar a una ciudad y una sociedad fallida. Porque los desaparecidos están ahí: ya casi vamos por los 200.000, eso es evidente. El problema está en cómo asumir esos desaparecidos.

Y cuando los ponemos en Medellín, la ciudad 'ejemplar', la ciudad que de ser la más violenta del mundo se convirtió en un centro financiero, pues esto molesta a muchos. Es innegable que Medellín se pacificó, pero ¿a qué precio? Es una sociedad pacificada turbiamente. A partir de alianzas con agentes ilegales. Al oficialismo le molesta que uno diga eso, que es justamente lo que hago en La Sombra de Orión. Medellín es una ciudad llena de fosas comunes.
CAMBIO: ¿Quién participa en esa narrativa oficial que niega el horror que está nombrando?
P.M.: Mucha gente. Escribiendo la novela me encontré con personas de la Comuna 13 que tienen desaparecidos, que denuncian que, para calmarlos y cerrar las investigaciones, les entregaron huesos de caballos que hicieron pasar por los de sus familiares. ¡Imagínese! Esto es el mal: la evidencia de un país fallido, con justicia incluida. Si bien la JEP ahora está visibilizando lo que pasó, por muchos años la justicia estuvo silenciada. Por eso, aunque va a ser muy duro, espero que se sigan encontrando restos y así se haga evidente que el discurso de la derecha y su ciudad ejemplar es un discurso mentiroso.
En la misma Comuna 13, en los 23 barrios que la componen, se cobra 'vacuna'. Cuando los turistas llegan a través de esas escaleras eléctricas horribles y perversas, en el paquete turístico, se incluye la extorsión. Eso es absolutamente vergonzoso. Es una sociedad y una política completamente corrompidas.
CAMBIO: ¿Cómo redime usted a Medellín? ¿Qué le rescata?
P.M.: (Risas) Yo no nací en Medellín, pero me crie, trabajo, vivo y he escrito una buena parte de mi obra en Medellín. Es la ciudad de mi esposa y de mi segunda hija. Yo a Medellín la quiero. Tengo un sentimiento de afecto con encontronazos tremendos. Pero es una sociedad muy hipócrita, muy contrabandista, muy narca. Y muy paraca. No puedo sino decir que me parece terrible que la ciudad haya 'salido adelante' a través de estas alianzas tan oscuras entre el poder empresarial y político con las bandas delincuenciales.
Aunque esto es una torcedura que viene desde hace mucho tiempo. Desde el siglo XIX. Desentrañar la historia de Medellín, de Antioquia, es darse cuenta de que está atravesada por el contrabando. Las élites antioqueñas del siglo XIX estuvieron relacionadas con el contrabando, aunque lo que se mostró fue un discurso de honorabilidad, de decencia: la gran provincia de Antioquía. Y sí: la economía es vigorosa, la sociedad es pujante y ha logrado recomponerse una y otra vez a la violencia. Pero es una sociedad torcida. Muy torcida.
CAMBIO: Yendo a su obra: ante esta Medellín de la que hablamos, ¿le seduce un exilio como el de Ovidio en Tan Lejos de Roma?
P.M.: Yo siempre he hablado de mi doble exilio. El que viví en Francia, en París, que fue duro pero muy emocionante. Y el exilio de volver a Medellín en sus peores momentos. Fue en esa Medellín en donde yo realmente me sentí sin patria, que es lo que ocurre cuando el terruño está signado por el mal, por la degeneración y la corrupción, por la violencia.
Es cierto que ahora estoy más tranquilo con la ciudad, pues escribí Orión y escribí mis cuentos. Además, después de vivir dos años en Madrid, puedo decir que nunca antes vi tantos vientos de guerra soplar en Europa.
Sentí y siento que la guerra está muy cercana y que no aprendemos sus lecciones. Es muy probable que se nos olvide lo que pasó en la Segunda Guerra Mundial y que volvamos a incendiarnos.
En ese contraste, estoy muy contento de vuelta en Colombia (risas). Los conflictos de acá no tienen la dimensión de los de allá.
CAMBIO: No podemos irnos sin hablar de sus charlas en el Hay Festival. La primera es sobre Aristóteles, con el profesor John Sellers. Con referencia a la dimensión práctica de su filosofía, ¿qué lecciones prácticas le ha dado a usted ese filósofo?
P.M.: Aristóteles es el creador del pensamiento científico. Su conocimiento sistemático es lo que hoy vemos en las academias actuales y en las universidades. Le debemos más a su pensamiento sistemático, riguroso, empírico, que al de muchos de los otros filósofos. Aunque también tiene puntos de gran polémica.
CAMBIO: ¿Como cuáles?
P.M.: Pues es que representa esa razón occidental, experimental y científica como única fuente de conocimiento. Y yo creo que hay otras fuentes de conocimiento. Yo creo mucho en el conocimiento metafísico, paranormal, en el conocimiento ancestral. ¿Qué le puede decir Aristóteles a nuestras ecoaldeas o a las comunidades nativas? ¿Qué le puede dar Aristóteles a las formas con las que en América Latina estamos tratando de liberarnos de los yugos occidentales en donde él es muy importante?
El profesor John Sellers es muy interesante, porque lo reivindica.
CAMBIO: Y sobre Marco Aurelio, el gran estoico, que es el narrador principal de su última novela, ¿cómo puede alumbrarnos en la actualidad?
P.M.: La vigencia de Marco Aurelio está en que la filosofía que propone no tiene a Dios como una presencia dominante. En sus meditaciones hay dioses, sí, pero está tan bien articulado su libro, que sus sentencias espirituales, sus consignas, no implican que uno sea creyente. Eso es muy atractivo para el habitante de ahora, sobre todo al que siente que la presión religiosa es un yugo.
El mundo desencantado, vertiginoso y enfermo en el que vivimos recibe muy bien los consejos de Marco Aurelio. “Sé fuerte, resiste, piensa en el bien común y en que puedes trascender tu existencia en la medida en que vives en justicia como los demás": esa es una de sus consignas que hoy son muy vigentes.
