El artista que pintó el mapa de Cauca con un aguacero de casquillos de bala
28 Septiembre 2024 08:09 am

El artista que pintó el mapa de Cauca con un aguacero de casquillos de bala

Imagen de la obra titulada Cacofonía del Silencio Floreciente de la Memoria

Crédito: ARMANDO NEIRA

Edinson Javier Quiñones Falla recogió, uno a uno, miles de cartuchos de las balas que ha dejado la violencia en este departamento. Con ellos montó una obra tan dramática como esperanzadora. Crónica.

Por: Armando Neira

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De la misma manera en que las abuelas pasaban las cuentas del rosario, rogando por el descanso eterno de los difuntos, Edinson Javier Quiñones Falla (La Plata, Huila, 1982) atravesó las llanuras del Pacífico, los valles de Patía y se internó en las cadenas de montañas del departamento del Cauca para buscar los casquillos de las balas de una guerra que, a estas alturas, nadie recuerda cuándo empezó.

Los recogía pensando en aquellos que nunca pudieron cumplir sus sueños, criar a sus hijos o volver con sus familias.

En este proceso descubrió que no era el único. Los niños los guardaban como juguetes y los comerciantes los vendían en las chatarrerías, como si fueran el más preciado de los metales.

Mientras estudiaba Artes Plásticas en la Universidad del Cauca y luego hacía su maestría en Artes Integradas con Medioambiente en la misma universidad, acumuló la cantidad suficiente de casquillos para construir una obra que expresara lo que él sentía.

La obra, titulada Cacofonía del silencio floreciente de la memoria, se exhibió en el Teatro Colón y en el Centro Nacional de las Artes Delia Zapata Olivella, en La Candelaria, Bogotá. La pieza fue presentada como un caminar en doble espiral desde las miradas de la sensibilidad del sentir nasa y yanakuna, raíces del artista por parte de madre y padre.

“Son casquillos que han causado malas muertes en un departamento que no encuentra la paz, a pesar de sus diferentes procesos históricos que la han buscado”, decía la presentación.

El reto de representar la violencia 

Nominado a la XII edición del Premio Luis Caballero, Quiñones afirma que sus modos de creación son autorreferenciales. Marcan el tránsito de su experiencia de habitar entre el campo y la ciudad: los modos de ver y percibir los territorios, la hoja de coca como planta ancestral y sagrada, hasta las lecturas mediáticas relacionadas con el tráfico, los grupos mafiosos organizados y la inevitable relación de la identidad nacional con la violencia.

En este proceso, se han creado textos y una cartografía del departamento del Cauca, con escritos traducidos al nasa yuwe, el idioma que habla el pueblo nasa del departamento.

Algunos objetos se hicieron de mazorcas de maíz y casquillos de balas calibre 9 milímetros, junto con la construcción de un carrizo de viento que genera un sonido que acompañó la instalación.

También se elaboró un video en el que la minga, junto con los mayores, armoniza el espacio para la apertura de camino. “Este proyecto fue realizado en colaboración con mi madre, Hermencia Falla, quien tejió una hamaca con casquillos y lana de oveja negra, apuntillada en tablones para construir textos con los casquillos, formando mensajes que dieron origen a la obra”, añade el artista.

La importancia de rescatar la memoria

Con esta obra, Quiñones Falla busca entender el pasado y dejar una huella en el presente, resignificando los elementos para contar una historia que “no es narrada desde lo institucional, lo político o lo cultural, sino desde la verdad”.

¿Qué significa esto? “Contar, guardar y construir una memoria que se ha convertido en un karma es necesario para soltarlo, decirlo y solucionarlo a través de formas estéticas, políticas e históricas, que reflejan el conflicto en Colombia, especialmente en el Cauca”, responde.

Según su testimonio, esta memoria viva representa la resistencia de un pueblo que lucha por sus ríos, sus montañas y sus páramos. Un pueblo que da la vida por tener vida.

Fotografía: Juanita González Cardona - Archivo Galería Santa Fe - Idarte
Fotografía: Juanita González Cardona - Archivo Galería Santa Fe - Idarte

“Esta es una forma honesta de construir arte, una responsabilidad que tenemos como artistas comprometidos con el territorio, para generar una pedagogía de la memoria que no se olvide y, a través de la verdad, lograr la sanación”, relata.

 

La obra puede resultar estremecedora para algunos, inquietante para otros. Para él, es un proceso interno, subjetivo y necesario: una búsqueda honesta de la verdad.

Recuerda que durante estos años recolectó casquillos después de enfrentamientos, o los compraba y encargaba. Este trabajo ha ido tomando forma con materiales muy precarios, que no estaban limpios sino sucios por el tiempo transcurrido en recogerlos, clasificarlos y darles un nuevo sentido en el proceso creativo.

“Ya no cuento cuántos tengo, los peso porque olvidé el número exacto. Todos estos casquillos fueron recogidos en el departamento del Cauca, en territorios afectados por enfrentamientos entre el Estado y la subversión. Estos casquillos, disparados, aún huelen a pólvora, pero poco a poco se han armonizado y ahora generan sonidos hermosos, aunque continúan diciendo verdades", asegura.

"Un arma no se hizo para salvar una vida, sino para segarla. Estas balas pertenecen a comuneros, campesinos, lisiados, tanto de izquierda como de derecha, y a nuestros soldados, quienes finalmente son pobres, matándonos entre hermanos para beneficio de multinacionales o la defensa del territorio, el agua y la vida”, dice.

Fotografía: Juanita González Cardona - Archivo Galería Santa Fe - Idarte
Fotografía: Juanita González Cardona - Archivo Galería Santa Fe - Idarte

Quiñones Falla afirma que lleva años cargando este karma de los azotes de la violencia, pero ahora, en este proceso de resignificación, el material ha cambiado, se ha enfriado. Ahora tiene otra vida, otra historia, nacida del dolor. “Recordar con la verdad ayuda a sanar el cuerpo y el alma”, sentencia.

Un departamento entre la guerra y la paz

Recuerda cómo, históricamente, el Cauca ha vivido tres procesos de paz. El primero fue en 1989, cuando el M-19 entregó sus armas en Santo Domingo. Están los documentos y las fotografías de ese proceso, que sirvió como una de las semillas para redactar una nueva Constitución, la de 1991.

En los años noventa, la guerrilla indígena Manuel Quintín Lame entregó las armas y se sumó al proceso del M-19 para la Carta Magna.

Entre tantas horas oscuras sufridas, asegura que lo trascendental es jamás perder las ganas de vivir. Por eso, hace arte. “Admiro a muchos artistas, sobre todo a aquellos que han hablado con la verdad en sus obras y manifiestos. El arte es mágico porque sigue vivo. Algún día el mensaje llegará a quienes debe llegar".

Fotografía: Juanita González Cardona - Archivo Galería Santa Fe - Idarte
Fotografía: Juanita González Cardona - Archivo Galería Santa Fe - Idarte

“Entre los artistas que venero están aquellos que comparten mi vida y me dieron la mía. Mi hijo, Emiliano Çxayu'çe, cuya traducción en nasa yuwe significa ‘mi alegría’, es la mejor obra de arte que he construido junto a mi compañera, Estefanía García Pineda. También mis padres, Hermencia y Ariel Quiñones, quienes me forjaron y me enseñaron la dignidad, el trabajo y la verdad”, asegura.

Aunque su obra representa al Cauca, sus recuerdos de la violencia más remotos lo llevan al Huila, donde nació. “No fue una experiencia violenta, sino más bien una oportunidad: siendo niño, me subí a un carro y conversé con algunos guerrilleros armados. No tuve miedo. El miedo se ha perdido porque la violencia se ha vuelto tan constante que nos hemos anestesiado. Almorzamos y cenamos viendo noticias de violencia, sin darnos cuenta de lo que nos afecta emocional y visualmente”, dice.

¿Cómo ve hoy la violencia? ¿Hay violencias que duelen más que otras? “La violencia que más me duele no es la que he vivido entre humanos, sino la que se ejerce contra la naturaleza: contra los ríos, las montañas y los páramos”, responde.

¿Cuándo se jodió el Cauca? Hay muchas teorías, pero creo que la avaricia de las multinacionales, los grandes terratenientes y empresarios, que explotan el medioambiente y pasan por encima de la dignidad de los pueblos, ha sido una de las causas principales, opina.

El papel del arte en la sociedad actual

Para Quiñones Falla, el arte tiene un papel importante cuando es honesto y sincero, porque permite expresar necesidades y generar soluciones. Es una herramienta pedagógica que puede replicarse en los territorios y comunidades. El arte debe caminar el territorio, ver sus necesidades y no quedarse en la comodidad de un sillón. Es fundamental visibilizar lo que no se ve o lo que solo se conoce a través de la televisión, sin entender la realidad de las comunidades y los territorios.

Pese al éxito de su trabajo, cree que el camino por recorrer aún es largo. “Soy artista con formación y creador de miradas sensibles y profundas, con el alma y el corazón. Me defino como un activista-artista, comprometido con mi territorio y con los orígenes del pasado, manteniendo una autonomía visual que resiste y persiste en la resistencia de historias no contadas. Trabajo en procesos de sanación personal, familiar, colectiva y territorial”, dice.

Fotografía: Juanita González Cardona - Archivo Galería Santa Fe - Idarte
Fotografía: Juanita González Cardona - Archivo Galería Santa Fe - Idarte

Además de Cacofonía del silencio floreciente de la memoria, uno de los proyectos que ha liderado es una investigación titulada Minga práctica decolonial, surgida como un colectivo para trabajar en los territorios con procesos de paz, firmantes de paz y víctimas del conflicto, entre resguardos y territorios donde el arte nunca llega.

“Repetir y persistir es un acto de resistencia hasta que la dignidad regrese a nuestros territorios”, afirma. “Soy un artista en formación, y creador de miradas sensibles y profundas con el alma y el corazón”, reitera.

El Cauca tiene 29.308 kilómetros cuadrados, lo que representa el 2,56 por ciento del territorio nacional. La piel de este departamento muestra heridas profundas causadas por las guerras que no cesan.

Heridas que Quiñones Falla conoce como pocos. De allí sacó la idea de una obra que simboliza una lluvia de balas y que da forma al mapa del departamento. Sin embargo, no lo ve como un lamento, sino como un punto de reflexión para, en adelante, apostarle a la vida.
 

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