Postales del Mundial de Clubes: Sergio Ramos y la hinchada de Boca 

Con el vigor de siempre, ese que le valió más de una Champions al Real Madrid y que lo metió entre los mejores defensas centrales de la historia, al minuto 25 Sergio Ramos se suspendió en el aire, vio el mundo desde arriba, y clavó un cabezazo que aún resuena en el lóbulo frontal de los hinchas del Monterrey, que gritaron el golazo absortos y extáticos. 

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La anotación puso adelante al histórico club mexicano, que no se acomplejó contra el Inter de Milán –ni más ni menos que el subcampeón de Champions–. La postal perdurará en el tiempo porque la leyenda española zanjó un abismo presupuestal y futbolístico que, a priori, era abismal e insondable. Con Ramos como capitán, el mundo confirmó que los de este lado del mundo jugarán este Mundial de Clubes insumisos y con el cuchillo entre los dientes. La paradoja se completa por ser una leyenda europea la que, a la inversa de lo que dicta el mercado, vino hasta las Américas para hacerles frente a las superpotencias del mal llamado Viejo Continente. 

La segunda postal pasa por los hinchas de Boca. Esa masa febril de hombres y mujeres, ancianos, adolescentes y niños  vestidos de azul y oro que viajaron hasta Estados Unidos en tribu para contarles a los gringos, tan lánguidos en las tribunas, de qué se trata la pasión y el aguante. Es conmovedor ver a un estadio gringo latir como si fuera un órgano vivo, al compás de la hinchada xeneixe, justamente reconocida como la más grande del mundo.  

Los resultados de los equipos latinoamericanos, hasta lo que va jugado, han estado a la altura. Ganó River, ganó Flamengo, Boca empató contra el Benfica, así como Palmeiras  y Fluminese, que no se dejaron torcer el brazo ni del Porto ni del durísimo Borussia Dortmund. 

Basados en las estadísticas, y en las postales de los primeros días, se vale pensar que el Mundial de Clubes tendrá acento latino.