
El pico de exportaciones colombianas a China sucedió en 2014 con 5.700 millones de dólares.
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Viendo pasar las oportunidades comerciales con China
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En este texto exclusivo para CAMBIO, Guillermo Puyana, presidente de la Asociación de Amistad Colombo-china, analiza la evolución y el estado actual del intercambio comercial entre los dos países.
Por: Guillermo Puyana

Como dice el principio científico que orienta los análisis y las decisiones en China, busquemos la verdad en los hechos, que suelen reflejarse en estadísticas, como las reveladas por el Dane sobre el comercio exterior de Colombia en 2024. Nada alentador.
La conclusión es que globalmente seguimos con la tendencia desde 2013 de una balanza comercial deficitaria, que en el caso de China se remonta al año 2000. Nuestra marginalidad en el comercio mundial y la principal economía industrial de mayor crecimiento y capacidad de consumo es patente.
El comercio exterior de Colombia viene cayendo acentuadamente desde 2022: desde entonces y hasta 2024 hemos dejado de comerciar 18.000 millones de dólares: 7.000 millones de dólares menos en importaciones y 11.000 millones menos en exportaciones.
Eso va paralelo con la reducción de nuestros mercados y la mayor dependencia respecto de Estados Unidos, la cual se incrementó casi 3 puntos en lo que va corrido del Gobierno actual.
China perdió participación como destino de nuestras exportaciones, siendo el país con el mayor mercado del planeta, con cerca de 550 millones de consumidores. En 2019 era el 11,56 por ciento, pero en 2024 fue solo el 4,8 por ciento. En 2024 vendimos 2.300 millones de dólares, 1.300 millones menos que en 2021. Fue mejor la exportación colombiana a China de 2020, en plena pandemia. Mientras tanto, entre 2019 y 2024 nuestras importaciones crecieron 23 por ciento.
La situación colombiana no tiene ninguna racionalidad, pues China no solo tiene la población consumidora más grande del mundo, superior a Estados Unidos, México y Canadá sumados, más incluso que toda la Unión Europea; es la de mayor crecimiento entre las principales economías industriales: en 2024 creció casi el doble que Estados Unidos, cinco veces más que Japón y seis veces más que Europa. Esa es la verdad que tercamente asoma la cabeza desde los hechos.
Estamos ante un problema de fondo muy serio que debemos enfrentar con políticas correctas de largo plazo, basadas en un consenso político interno sobre la importancia que China tiene para Colombia, como ha sido desde hace 45 años, cuando se normalizaron las relaciones diplomáticas.
Es mejor entender bien la realidad y no perderse en quimeras fabricadas en medio de la coyuntura geopolítica, como algunos sugieren, que debemos avanzar con China porque es la alternativa ante la agudización de las contradicciones con Estados Unidos. Debemos hacerlo porque es una realidad socioeconómica global y porque es positivo para nuestros intereses nacionales, no para provocar o reconciliarnos con otro país. Claro, si dentro de nuestros intereses está ampliar nuestras exportaciones no mineroenergéticas y diversificar nuestros mercados.
Por ahora, las cifras del Gobierno dicen que nuestra realidad va en contravía de las intenciones, pues a 2024 hay menos exportaciones, baja participación del rubro de agricultura y más dependencia con el mercado norteamericano.
Una historia del comercio colombo-chino

Con China hemos tenido déficit desde hace 25 años, cuando se ubicó por primera vez entre nuestros primeros diez proveedores con el 2,9 por ciento de las importaciones colombianas hasta llegar al 24,4 por ciento en 2024.
En ese periodo, la canasta de importaciones ha cambiado radicalmente, al pasar de industria ligera a tecnología y equipos. Aunque es la principal causa del déficit comercial colombiano, no es una importación competitiva, sino complementaria, pues el componente de agricultura es casi inexistente.
En cambio, la canasta exportadora colombiana se ha concentrado siempre en carbón, petróleo y otras industrias extractivas en niveles cercanos o superiores al 90 por ciento, con una participación marginal de agricultura y manufactura. Debiendo representar más del 12 por ciento de nuestras exportaciones, hoy China solo llega al 4,8 por ciento.
El pico de exportaciones colombianas a China sucedió en 2014 con 5.700 millones de dólares. Entre 2015 y 2016 cayeron por la crisis mundial de las materias primas que redujo su valor a 1.168 millones de dólares. Luego se recuperó y en 2019 exportábamos 4.500 millones de dólares. En 2020 cayeron por la pandemia, pero para 2021 ascendieron a 3.600 millones de dólares.
Su distribución tampoco es representativa de la que tenemos con el mundo por tipo de bienes: aproximadamente el 24 por ciento son agrícolas y el 47 por ciento industrias extractivas. En el caso de China, el 87 por ciento corresponde a extractivas y el 10 por ciento a agricultura, y un magro 3 por ciento a manufacturas.
Un optimista dirá que siendo la política del Gobierno la reducción de la economía minero-energética tradicional es lógico que a la vez que caen las exportaciones de esos rubros, se abran espacio para agricultura e industria. Pero la fórmula no está resultando: mientras las exportaciones agrícolas a China crecieron el 2,3 por ciento para una diferencia de 5 millones de dólares, las extractivas cayeron 5 por ciento con una diferencia de 111 millones de dólares.
Importaciones en aumento y exportaciones en declive ante una economía que ha crecido asombrosamente en ambos frentes en 25 años, indica que mientras del lado de las importaciones vemos la dinámica de la transformación de la sociedad y la economía chinas, en las exportaciones presenciamos la inmovilidad, la lasitud y la falta de resiliencia para mantener la recuperación luego de crisis económicas globales.
Más allá del lugar común de que China ha cambiado mucho, preguntemos qué tanto sabemos de esa transformación y qué debemos hacer para que el conocimiento y la comprensión resulten en posibilidades reales para Colombia. No se trata solo del crecimiento del PIB o su desarrollo tecnológico, sino de cómo evolucionó su sociedad, cómo se manifiesta el bienestar común y la estructura de las familias que mueven su consumo.
¿Qué ha pasado en China en 25 años?
El comportamiento de nuestras importaciones desde China está marcado por la globalización y la calificación de su economía. Por eso la canasta ha cambiado y las importaciones han crecido. Eso mismo debería incidir en nuestras exportaciones porque 2000 y 2024 China pasó del 1,9por ciento al 14 por ciento del comercio mundial. Es tanto un fuerte exportador como un vigoroso importador y pasó del 6,3 por ciento al 13 por ciento de las importaciones y del 3,5 por ciento al 15 por ciento de las exportaciones mundiales. Su participación en la producción industrial global saltó del 6 por ciento al 31 por ciento y su ingreso per cápita (nominal) de 1.000 a 13.000 dólares.
Más cosas sucedieron: su población urbana se elevó del 35 por ciento al 65 por ciento, la agricultura del 15 por ciento al 7 por ciento del PIB, la escolaridad de la fuerza laboral de 7 a 11 años y las familias se consolidaron como de un solo hijo. Las niñas y niños chinos son imanes de la capacidad de consumo de sus abuelos y papás.
Tomar el periodo 2000-2025 no es aleatorio, sino que corresponde al momento de la hiperglobalización del comercio de la que China fue protagonista por su incorporación a la OMC en 2001. En el año 2000 se cumplieron 20 años de la política de reforma y apertura. China alcanzó la meta de cuadruplicar el ingreso per cápita de 1980 y arribó al estado de prosperidad moderada, sentando las bases para transitar de la primera a la segunda mitad de la etapa primaria del socialismo.
Entre 2000 y 2025, China pasó del ingreso medio al medio-medio alto, erradicó la pobreza absoluta y avanzó a la prosperidad moderada integral luego de cuadruplicar el ingreso per cápita del año 2000. La globalización de China llevó a ser un gran exportador de bienes industriales y tecnológicos, un gran importador de materias primas, bienes intermedios y agricultura para satisfacer la creciente y diversificada demanda de su clase media. Es el periodo en el que empieza a ser un gran exportador de capital de inversión productiva, tanto pública como no pública, ligada a la internacionalización de sus empresas individualmente consideradas como la dirigida por mecanismos de cooperación Sur-Sur que China promueve con decisión, como el BRICS y el Nuevo Banco de Desarrollo, pero especialmente la Iniciativa de la Franja y la Ruta.
¿Es posible construir sobre lo construido?

Algo hubo de ejemplar entre 2008 y 2014 que llevó a las exportaciones colombianas a China a su pico antes de la crisis de las materias primas y fue el efecto del acuerdo de protección de inversión suscrito en 2008, convertido en ley en 2011.
También hubo algo positivo en el enfoque de la política exterior comercial de Colombia con China entre 2018 y 2021, cuando el crecimiento de las exportaciones a China se afectó por la pandemia, pero se reactivó hasta llegar a 3.660 millones de dólares.
Cuando el presidente Gustavo Petro hizo la visita de Estado a China en octubre de 2023, declaró las relaciones estratégicas y suscribió 12 acuerdos en diferentes áreas, especialmente en transición energética, agricultura, tecnología y educación. El octubre pasado el canciller, Luis Gilberto Murillo, anunció la adhesión de Colombia a la iniciativa de la Franja y la Ruta, pero eso sigue pendiente cinco meses después.
Los instrumentos para mejorar la capacidad exportadora hacia China están y los anuncios se han hecho, pero la realización práctica es responsabilidad de los ministerios encargados de desplegar la cooperación en la práctica. La adhesión a la Iniciativa de la Franja y la Ruta está exclusivamente en manos del presidente.
¿Seguimos ante el inveterado problema de pasar de la idea a la acción o, acaso la geopolítica se está interponiendo y por alguna circunstancia desconocida hemos perdido soberanía respecto de una decisión estratégica y necesaria para los intereses de Colombia?
