Entre los productos que quedaron prohibidos están las bolsas de un solo uso.
Crédito: CAMBIO
¿Adiós a los plásticos? Los retos de la industria que quiere ser más sostenible
- Noticia relacionada:
- Plástico
- Medio Ambiente
- Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible
- Reciclaje
Hace mes y medio empezó la prohibición de seis categorías de productos plásticos de un solo uso. Retos tecnológicos, legislativos y hasta educativos dificultan el proceso. ¿Qué está haciendo la industria plástica para adaptarse?
Suena la caja registradora, desfila producto tras producto, y mientras en el supermercado facturan, cientos de personas salen con dos, tres, cuatro bolsas de plástico. Llegan a su residencia y, en el mejor de los casos, esa bolsa se utiliza para sacar la basura. Si no se le da un nuevo uso, ese plástico puede tardar alrededor de 150 años en degradarse.
Esa escena la viven millones de colombianos al día. Sin embargo, la entrada en vigencia de una nueva normativa está cambiando esa dinámica o, al menos, el material plástico con el que están hechas las bolsas.
En Colombia se consumen al año alrededor de 1,2 millones de toneladas de plástico por año y el 74 por ciento de los envases termina en rellenos sanitarios. Estas cifras, que recoge Greenpeace, evidencian la necesidad de un cambio. El consumo desenfrenado de productos plásticos de un solo uso no es sostenible en el tiempo. Por eso en 2022 se aprobó la Ley 2232, que establece medidas para la reducción gradual de la producción y consumo de ciertos productos plásticos de un solo uso.
La ley volvió a ser noticia en las últimas semanas, pues el pasado 7 de julio, cuando se cumplieron dos años de su promulgación, empezó a regir una prohibición sobre seis categorías, que ha puesto a más de uno a cuestionarse si se acabaron las bolsas, los pitillos y los copitos.
Lo que se prohíbe y lo que no
Aunque la prohibición ya está vigente, despedirse de los plásticos no ha sido fácil para los fabricantes, los comercializadores, ni la ciudadanía. La Ley 2232 establece que 14 tipos de plásticos de un solo uso deben dejar de producirse y utilizarse en el país a 2030 y propone una gradualidad para ello.
En julio empezaron la prohibición de las primeras seis categorías, que incluyen las bolsas de puntos de pago, que se entregan en las tiendas, almacenes y en los supermercados para empacar productos; los rollos de bolsas, que se encuentran en los supermercados y fruvers, que se conocen como bolsas de precorte; los mezcladores y pitillos para bebidas; las bolsas que se utilizan en las lavanderías y para empacar periódicos, facturas y revistas; los copitos, pitillos y mezcladores, y los palitos que se utilizan para sujetar globos o bombas de inflar.
La segunda tanda deberá salir del mercado para 2030, e incluye productos como vajillas, recipientes, vasos y demás. “Es un listado de productos que tienen que transitar hacia alternativas sostenibles. De lo contrario, no pueden seguir en el mercado”, explicó a CAMBIO Daniel Mitchell, presidente de la Asociación Colombiana de Industrias Plásticas (Acoplásticos).
La norma también contempla excepciones, como los productos que se utilizan para empacar elementos de origen animal como huevo, pollo, pescado, carnes, leche y lácteos; también aplica para los productos de la canasta familiar que se empaquen con este tipo de plásticos. y se excluyen también los plásticos que se usan para fines médicos y sanitarios. Es más amplia la lista de excepciones que la de categorías prohibidas.
Quizás las excepciones más importantes, y las que más confusión generan en los consumidores son las alternativas biodegradables, reutilizables o hechas con materia prima reciclada. Esto quiere decir que, las bolsas, pitillos, copitos y palitos de bombas pueden seguir en el mercado siempre que no se fabriquen con plástico virgen sino con estas materias primas.
Lo que se está prohibiendo no es el producto como tal, sino el material. “Ha habido bastante confusión en la aplicación de la ley”, reconoce Mitchell.
Los fabricantes pueden transitar hacia alternativas que sí se pueden comercializar. Por ejemplo, una bolsa biodegradable o fabricada con materia prima reciclada puede seguir en el mercado, también las bolsas, sacos o talegos reutilizables o un pitillo biodegradable o compostable.
Carlos Jairo Ramírez, coordinador de gestión ambiental del Ministerio de Ambiente, explicó a CAMBIO que esas posibles alternativas que establece la ley para que los productos puedan permanecer en el mercado se reglamentaron con la resolución 803 de 2024 que emitió el Ministerio de Ambiente a finales de junio.
“El principal problema de los plásticos de un solo uso es que tienen vida corta y son difíciles de reciclar. Un reto importante es que esos productos plásticos lleguen al mercado hayan sido fabricados en su totalidad con materia prima reciclada, con materiales compostables o biodegradables”, indicó el funcionario.
Un negocio que les da de comer a muchos
Todos los días, José Aponte y su esposa se levantan para atender su negocio Todoplast El 20, ubicado en el barrio 20 de Julio en el suroriente de Bogotá. Es una rutina que repiten hace ocho años. Su pequeña tienda está llena de vitrinas y anaqueles abarrotados de bolsas de diferentes tamaños y colores, platos, vasos y algunos implementos para organizar fiestas.
Son pequeños comerciantes de una calle en la que hay, por lo menos, otros seis negocios iguales al de él. Un pequeño nicho, una “cuadra de plásticos”, dirían coloquialmente los compradores. Las tiendas han tenido que adaptarse rápidamente, tratando de salir de su inventario, pues desde el pasado 7 de julio no podían vender más bolsas tradicionales.
“Las empresas son las que están haciendo ese cambio. Se comprometen a meterle unos aditivos biodegradables para que los elementos que tocan se vuelvan compostables”, asegura el comerciante, quien reconoce que no tiene idea del proceso que deben hacer los industriales para que sus productos cumplan con esos criterios, y dice que el Gobierno tampoco ha sido muy claro.
Para José Aponte, lo importante es que las bolsas que le lleve el mayorista estén marcadas con un sello que certifique el cumplimiento de la ley. Así las vende tranquilo, pues a simple vista, un consumidor no tiene muchas herramientas para diferenciar con qué tipo de plástico está hecha una bolsa.
Según Acoplásticos, en el país puede haber alrededor de 3.000 establecimientos que se dedican a transformar plásticos en Colombia, fabricar bolsas, empaques y envases, aunque la mayoría del sector se enfoca en estos dos últimos. Solo cerca del 4 por ciento de la industria transformadora de plásticos se dedica a bolsas, pitillos y similares.
Los fabricantes de bolsas suelen ser empresas medianas o pequeñas, mientras que los responsables de producir la materia prima plástica suelen ser grandes empresas, alrededor de 100, según los registros del gremio.
¿Plazos largos o tiempos justos?
La reconversión industrial no es un proceso sencillo. Representa costos, inversiones en tecnología y adaptar procesos. Pero algo que el sector viene cuestionando es el manejo de los tiempos que ha puesto el Gobierno.
Aunque la Ley 2232 se promulgó hace dos años, el 7 de julio de 2022, no fue hasta el pasado 24 de junio que el Ministerio de Ambiente promulgó la resolución para reglamentar las alternativas para los productores. Es decir, dos semanas antes del plazo para el inicio de la prohibición de la primera tanda de productos.
“La resolución fue expedida por el Ministerio de Ambiente unos días antes de la entrada en vigencia de la prohibición del primer grupo de productos. Esa reglamentación debió haber estado un año y medio antes para saber con tiempo qué era lo que se tenía que certificar exactamente y con qué criterios”, cuestionó el presidente de Acoplásticos.
Según Mitchell, una prueba de biodegradabilidad, en la que un laboratorio tiene que simular ciertas condiciones de degradación, puede tomar varios meses. Para demostrar que un producto es fabricado con materia prima ciento por ciento posconsumo, es decir, material que ya se usó y con el que se hacen nuevos empaques, esta materia prima debe certificarse ante las autoridades, y eso también toma tiempo.
Por ahora el Ministerio estableció un periodo de un año para que las empresas cumplan con esos criterios a cabalidad y certifiquen sus procesos.
“Ellos tuvieron dos años para alistarse para no poner más patillos ni tener un stock grandísimo de bolsas, para que en este momento no cumplan con esas alternativas y no sepan qué hacer con ellas. La prohibición está vigente desde el 7 de julio del presente año y ahora estamos abriendo la posibilidad para que puedan acreditar en el menor tiempo posible ante el Icontec y con base en eso continuar en el mercado bajo el cumplimiento de los requisitos de gestión inversa”, explicó, por su parte, el coordinador de gestión ambiental del Ministerio de Ambiente a CAMBIO.
Según el funcionario, se necesita desarrollar una estrategia, que más que sancionatoria, sea pedagógica, orientada a que estos productos salgan del mercado, y solo queden aquellos que cumplan con la norma.
¿En qué va la industria?
La promoción de la economía circular se ha vuelto una especie de mantra global. Las empresas de todos los sectores y países apuntan cada vez más a la sostenibilidad, algunas por moda, otras por convicción hacia la contaminación plástica, pero lo cierto es que muchos de los grandes industriales o tienen metas claras para los próximos años o ya empezaron a trabajar.
La cadena plástica es una de las que más ha avanzado en ese sentido. En Colombia existe una Estrategia Nacional de Economía Circular de la que participan tanto el Gobierno como el sector privado, que propende, a 2030, aumentar la tasa de reciclaje y nueva utilización de residuos sólidos a nivel nacional hasta el 17,9 por ciento, y reducir los gases efecto invernadero 20 por ciento, según los compromisos que adquirió Colombia con la firma del Acuerdo de París en 2016.
Por eso varias empresas llevan varios años adaptando sus procesos.
El Grupo Plastilene es un conglomerado colombiano de cinco empresas dedicadas a la elaboración de diferentes productos plásticos, como los que se usan en los invernaderos, empaques para alimentos y bebidas y otros productos industriales. El grupo tiene presencia en Colombia, Ecuador, Guatemala y el año pasado abrieron una planta en Estados Unidos.
Una de las empresas, Altalene, es de los principales fabricantes de bolsas de punto de pago y de precorte en el país, por lo que la prohibición tocó directamente su negocio. Pero el grupo también tiene otra compañía que se dedica al reciclaje de plásticos desde hace cuatro décadas, Reciclene. Un salvavidas ante la nueva normativa.
“Eso nos ha permitido que esa producción de resinas plásticas posconsumo pueda incorporarse en nuestros productos como una alternativa sostenible, la del ciento por ciento de materia prima plástica recuperada, para atender lo que está definido en la norma”, explicó a CAMBIO Ricardo Estrada, vicepresidente de sostenibilidad y compras globales del Grupo Plastilene.
En la planta de la empresa, ubicada en Tocancipá (Cundinamarca), reciben el material que seleccionan los recicladores compactado y clasificado. Luego pasa a un proceso industrial, en el que se desgarra, se le hace un primer lavado en caliente, se muele, y pasa nuevamente por otro lavado, esta vez en frío.
Posteriormente, se seca el material que luego ingresa a un proceso de extrusión, un proceso industrial que funde y moldea el plástico, lo que permite obtener una especie de lentejas plásticas, o pellets, que se utilizan como materia prima para fabricar empaques o bolsas plásticas.
Si bien la empresa puede utilizar la misma maquinaria e infraestructura para producir las bolsas con este material reciclado, Estrada reconoce que el cambio en el proceso ha tenido costos en productividad debido a la curva de conocimiento que se necesita para manejar adecuadamente el proceso productivo.
Según el funcionario, la materia prima para fabricar compostables puede costar hasta cuatro veces más; con la materia prima reciclada el costo es similar, pero se requiere de una logística importante, aunque los materiales no alcanzan la misma eficiencia que el material original. La empresa también fabrica bolsas reutilizables, pero el costo de estas es mayor.
“Lo más importante no es ni siquiera el costo, sino tener las reglas claras para saber que el producto que vamos a utilizar está amparado en las excepciones. La ley salió en 2022 e indicaba que el ministerio tenía ciertos plazos para reglamentar las excepciones. La idea era que en 2023 hubiéramos tenido claridad sobre cuáles iban a ser los organismos certificadores, o los procesos de cumplimiento para cada excepción. Muchos nos preparamos con las pistas que nos daban, pero era imposible terminar de adivinar cómo iba a quedar en el papel la norma”, cuenta Estrada.
Aunque esta empresa en particular ha tenido la posibilidad de adaptarse, el vocero de la compañía menciona que el proceso ha sido un reto para el sector porque no siempre se tienen disponibles suficientes materias primas, es decir, no siempre hay suficiente material para reciclar, y también por la falta de claridad sobre cómo acogerse a las excepciones.
Otras compañías están anticipándose aún más, con categorías que quedarán prohibidas en 2030, como los platos, vasos, cubiertos y envases.
El Grupo Darnel lleva 12 años trabajando con alternativas sostenibles y hoy tiene varias líneas sostenibles: empaques con plásticos ciento por ciento reciclados, cajas y bandejas en cartón, y una línea de biodegradables naturales, como contenedores de bambú, papel o bagazo de caña, e incluso, plásticos biodegradables. La empresa, que se fundó en Colombia hace seis décadas, hoy tiene presencia en 20 países y fábricas en Estados Uruguay, Brasil y Colombia.
“Trabajamos mucho con innovación de materiales, pensando en que tengan múltiples atributos en función de la sostenibilidad, y tenemos un portafolio circular, que desde su concepción piensa en sostenibilidad, con ecodiseño, para que se utilice solo el material necesario en su fabricación y eficiencia en los recursos, y trabajamos en cómo hacer para que ese material tenga un cierre de ciclo o lo podamos reincorporar en nuestra operación para generar nuevos productos”, menciona Ana Arabia, jefe de sostenibilidad de Darnel.
Aunque Darnel todavía utiliza plásticos vírgenes, buena parte de su proceso para fabricar envases, vasos, platos y cubiertos se sostiene en materias primas recicladas. Reciben el material reciclado, lo someten a pruebas de calidad y limpieza, y pasa a una máquina que genera una lámina de plástico reciclado que luego se lleva a un segundo proceso, de termoformado, en el que se fabrica el producto final que se pone en el mercado.
Aunque la empresa también trabaja con materiales biodegradables como bagazo de caña o el bambú, están enfocados en encontrar soluciones más costo eficientes que resulten en productos más baratos para los consumidores.
“Tenemos una opción de más fácil acceso para la gente, desarrollamos una línea de plásticos reciclables biodegradables. Vimos que había otra opción, se pueden combinar los dos mundos. Lo ideal es que todo se pueda reciclar, y se cierre el ciclo, pero también que haya una segunda opción para los plásticos que lleguen a los rellenos sanitarios, la biodegradabilidad”, cuenta Arabia.
La empresa ya puso en el mercado pitillos y mezcladores de plásticos biodegradables, e intencionalmente les cambió el color a beige para que los usuarios los diferencien. La otra apuesta que sacó Darnel al mercado este año son espumados, portacomidas de icopor, también biodegradables.
“Son más costosos que los espumados tradicionales, pero mucho más baratos que los biodegradables de materias primas naturales. Es una forma de masificar el acceso a los biodegradables”, dice Arabia.
Por eso, según la ejecutiva, hay una tarea importante en crear un mercado alrededor del reciclaje tanto en los hogares como con los recicladores. “En Colombia no está industrializado el reciclaje y se necesita avanzar en procesos mecánicos, pero también químicos, que son procesos en los que químicamente se rompe la estructura del material, esto sirve para generar materia prima nueva o para aprovechamiento energético.”, sostiene.
Un mundo ideal, entonces, sería uno en el que todo el plástico que se pone en el mercado se recicle, se use como materia prima y se generen más productos con ella. Es lo que se llama economía circular.
La Ley 2232 apunta a eso, a facilitar la transición a una economía que sea eficiente en el uso de materiales y les dé una nueva vida. Los retos no son menores, se necesitan inversiones, tecnología y eficiencias en la regulación, pero lo más importante, incluso, podría ser la necesidad de generar conciencia en los consumidores sobre la necesidad de reciclar.