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Petro ante el dilema de Venezuela
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En un texto especial para CAMBIO, el excanciller Julio Londoño Paredes, quizás el mayor experto en temas entre Colombia y Venezuela, y miembro de la comisión asesora, analiza la difícil situación que atraviesa el presidente Petro ante la crisis venezolana.
Se ha cumplido un mes desde que se hicieron las elecciones en Venezuela, y aunque resulte para algunos pesimista, todo parece indicar que tendremos a Maduro y a su séquito al menos hasta el 2031, si es que antes no modifica nuevamente la constitución para prorrogar su mandato.
Venezuela desde los tiempos de la independencia ha sido un país militarista. Durante más de 150 años tuvo únicamente doce de gobiernos civiles y eso que los golpes militares frustrados o las amenazas de golpes han sido algo cotidiano. Para no ir tan lejos el comandante Chávez asumió el poder en 1999 y su sucesor Nicolás Maduro ha sido sin dudarlo un gobierno de evidente tendencia militar. A los venezolanos les gustan los militares y las fuerzas armadas siempre han sido las que han dictado la política interna e internacional del país.
La figura de María Corina Machado
Por primera vez en los últimos veinticinco años la oposición venezolana, colmada de liderazgos frustrados, logró unificarse alrededor de Corina Machado, una mujer valiente e inteligente que luchando denodadamente sacó del sombrero del mago a Edmundo González que todo indica que fue el ganador del proceso. El fenomenal fraude en las elecciones ha dado la vuelta al mundo, por más que los tribunales de bolsillo que existen en Venezuela hayan ratificado que Maduro es el triunfador.
Corina en varias oportunidades pidió a los militares que no respaldaran el pretendido triunfo de Maduro y que apoyaran el retorno a una auténtica democracia. Incluso echó mano a la extendida versión de que mientras en el país hay casi dos mil generales, llenos de privilegios, los militares de rango medio y subalterno, así como sus familias, afrontan las mismas penurias del resto de venezolanos.
Conocedores los militares de la suerte de muchos de sus compañeros que en algún momento levantaron la voz: la cárcel, el exilio e incluso la muerte, prefirieron no arriesgarse. En esas condiciones todos han quedado firmes bajo la férula del virrey, el general Padrino López.
El papel de Brasil y Colombia
Por todos lados han surgido fórmulas y mediadores, para superar la grave situación. Entre ellas una de Colombia, México y Brasil, que se evaporó muy rápidamente, ya que López Obrador optó por hacerse a un lado, ya que hay una nueva presidente electa y su país está muy cerca de los Estados Unidos. Brasil acompañado inicialmente en forma tímida por Colombia, insistió en unas nuevas elecciones, lo que fue rechazado tajantemente tanto por el gobierno como por la oposición.
Luego nuestro país y el Brasil se han sumado a la posición de otros estados de no pronunciarse hasta que el gobierno publique las actas electorales, lo que naturalmente no va a suceder.
En el marco hemisférico actual tanto México como Brasil han actuado asumiendo el rol geopolítico de grandes potencias regionales. Pero mientras México está separado de Venezuela por el Mar Caribe y los centros poblados importantes del Brasil distan miles de kilómetros del litoral caribeño venezolano, la situación de Colombia es diferente.
Desde 1830 nuestras relaciones con Venezuela han sido como los de una montaña rusa, con grandes abrazos, condecoraciones y muestras de afecto, y de un momento para otro, hemos caído en crisis que nos han tenido al borde de un conflicto armado. Algunas veces generado por el síndrome de nuestro vecino de un supuesto despojo territorial por parte de Colombia.
El impacto de la crisis de Venezuela en Colombia
Tenemos con Venezuela una frontera viva, dinámica y porosa de 2.219 kilómetros en la que proliferan las actividades de grupos armados de todo tipo, dedicados al narcotráfico, a la minería ilegal, al tráfico de personas y a otros delitos. Es más, diversos grupos armados colombianos controlan varios estados de Venezuela, parece ciencia ficción.
Cuando el gobierno del presidente Duque, en las pasadas elecciones en Venezuela, encabezó un grupo de cincuenta países que no reconocieron el triunfo de Maduro, se presentó una grave crisis que llevó al rompimiento de facto de las relaciones diplomáticas, comerciales y económicas, con el cierre de consulados y sobre todo con una migración sin precedentes que aún no ha terminado. Más de tres millones de venezolanos se encuentran en nuestro territorio, alterando gravemente la seguridad e incrementado los problemas sociales de nuestro país.
La continuación del régimen de Maduro presagia una nueva ola migratoria que, posiblemente no podríamos afrontar. Pero hay otras situaciones. Ante la increíble escasez de gas e incluso de petróleo en nuestro país debido a las políticas gubernamentales, Caracas surge como la gran solución.
Como si fuera poco, Venezuela desde hace muchos años ha actuado como facilitador y garante en las negociaciones del gobierno colombiano con los grupos armados, y muchos de sus jefes, han sido y siguen siendo huéspedes de ese país.
Todos los procesos que se están llevando a efecto durante este gobierno dentro del marco de la llamada “paz total” podrían verse seriamente afectados o incluso colapsar en caso de un rompimiento o de un enrarecimiento de las relaciones entre los dos países. Es evidente que sería un grave revés para el gobierno de Petro, ya que esa paz es una de sus más visibles banderas. En esas condiciones, nuestras vulnerabilidades frente a Venezuela son múltiples. Eso lo saben muy bien Maduro y su combo.
Ante esa situación, el gobierno colombiano no podría sumarse a los países, entre ellos diez latinoamericanos, que han descalificado el triunfo de Maduro en las elecciones. Sin embargo, tampoco puede reconocer su supuesta victoria, porque aparecería ante el mundo como un cómplice que lo descalificaría ante la comunidad internacional.
Por esa razón, acompañado de mala gana por el Brasil, ha optado por decir que no puede pronunciarse hasta que se publiquen por parte del gobierno madurista las actas de las elecciones, lo que nunca va a suceder.
Entre tanto y mientras se presentan nuevos hechos, Colombia se encuentra en una situación peculiar, que naturalmente no podrá prolongarse mucho tiempo, porque incluso podría producir la ira de nuestro ricachón presidente vecino.