Daniel Samper Pizano
20 Febrero 2022 03:02 am

Daniel Samper Pizano

A FALTA DE IDEAS...

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Sorprende y abochorna está campaña política regida por los caprichos de las redes sociales. Mucho bailecito, mucho disfraz, mucho zapato rojo, mucho TikTok, muchas malas palabras, muchas entrevistas bobaliconas. Y pocos programas de gobierno, pocas ideas, pocas soluciones. Quieren obligarnos a elegir a punta de actuaciones orquestadas por asesores de imagen que no escatiman ridiculez y obedientes candidatos dispuestos a acatarlas.
Por eso insisto en que una de las pocas pistas coherentes que informan a los electores es el análisis de equipos, no las ideas —que, repito, no abundan— ni los desplantes de candidatos, que no trabajan para guiar al país desde el poder sino para trepar a él como fuere. Más que vagas promesas, sería bueno que nos informaran con quiénes van a gobernar los que aspiran a vivir en la Casa de Nariño.

Está claro que solo después de la primera vuelta electoral podrán ofrecer gabinetes completos, pues estos dependen de las alianzas y coaliciones que se ensamblen para el urnazo definitivo. Pero es aconsejable adelantar nombres, sobre todo cuando ellos revelan el sabor, la tesitura, el tumbao que tendría el mandato de cada aspirante. Alejandro Gaviria se mojó, como dicen los españoles, con cuatro nombres de ministros in péctore: de Defensa, la parlamentaria Juanita Goebertus; de Medio Ambiente, la científica Brigitte Baptiste; de Salud, la actual directora del Instituto Nacional de Salud, Martha Lucía Ospina; de Educación, Sergio Fajardo, amigo y contrincante. Sería equitativo que este ofreciera a Gaviria el ministerio de Economía, en caso de que la moneda caiga al revés.

Las ventajas de presentar a tiempo los aspirantes a altos cargos oficiales son básicamente tres. Primero: permite a la opinión pública averiguar la hoja de vida y las ideas de los que podrían gobernarnos. Segundo: promueve el escrutinio popular acerca de la persona y sus inclinaciones. Tercero: las soluciones de raíz se facilitan. Así acaba de ocurrir con la llave vicepresidencial de Rodolfo Hernández, la periodista Paola Ochoa. La prensa y las redes criticaron su simpleza, sus ideas contra la leche materna, su falta de compasión con la tercera edad y su espíritu censor. La candidatura se derrumbó en cuestión de horas. Con personajes ya elegidos o posesionados, un atasco parecido significa crisis.

En cuanto a Petro, podría dar un paso de Goliat si identifica quién será su ministro de Economía. Un nombre ortodoxo (que puede ser de izquierda: los hay) logrará que muchos respiren con alivio, incluso en la derecha. Así lo hizo, con éxito, el nuevo presidente chileno, el camarada Gabriel Boric. Un econo-populista podría marcar, en cambio, una herida electoral irreparable.

Sin Piedad

A raíz de las acusaciones contra Piedad Córdoba por supuestos vínculos con Nicolás Maduro y las Farc, se lanzaron a atacarla algunos antiguos secuestrados que directa o indirectamente deben su libertad a gestiones de la exsenadora. Otros han tenido el valor de agradecerle su intercesión contra el miserable cautiverio que imponía el grupo guerrillero. Creo oportuno recordar mi experiencia al lado de Piedad Córdoba cuando fui garante independiente en el rescate de seis secuestrados en febrero de 2009. (Los interesados encontrarán la crónica completa en https://www.justiciaypazcolombia.com/cronica-de-una-liberacion-en-peligro-por-daniel-samper-miembro-de-comision-que-trajo-a-uniformados/).

Aclaro que el gobierno de Venezuela me parece siniestro y que considero a sus principales figuras una vergüenza para la América Latina. Ignoro qué vínculos tenga Piedad con ellos, pero se publican al respecto datos comprometedores y preocupantes. Yo sé decir que, si no hubiera sido por la firmeza de carácter y la inteligencia de esta mujer que ha padecido reiteradas persecuciones, habría sido imposible rescatar a los rehenes: un militar, tres policías y los políticos Alan Jara y Sigifredo López. Algunos de ellos seguramente estarían sepultados en la manigua.

De la misión que acudió a la selva a recobrar a las víctimas de las Farc formábamos parte la aviación militar brasileña, la Cruz Roja (que la presidía), dos delegadas de la ONG Colombianos por la Paz (una de ellas, Piedad) y dos periodistas (uno de ellos, yo). Los jefes del gobierno colombiano, con Álvaro Uribe a la cabeza, Juan Manuel Santos en la cartera de Defensa y Luis Carlos Restrepo (hoy prófugo de la ley) como Comisionado de Paz, prometieron a la comisión ciertas garantías, siguiendo normas internacionales. Pero no las cumplieron; por el contrario, mintieron y sembraron de trampas el rescate. Para empezar, a fin de atemorizar a los guerrilleros desplegaron esa mañana aviones militares, cuya presencia estaba prohibida. Por culpa de la perversa jugadita, las Farc cancelaron la operación. Se necesitó que la Cruz Roja pidiera al ministro Santos que regresaran las naves a su base y que Córdoba convenciera a los comandantes de las Farc de restablecer la entrega, tras explicarles que el Gobierno intentaba culpar a la guerrilla del fracaso de la expedición. Gracias a la paciencia y capacidad de convicción de Piedad, los primeros cuatro secuestrados subieron al helicóptero y aterrizaron en Villavicencio, ya de noche y con riesgo de la vida de todos los que viajábamos, el domingo 1º de febrero.

Pero aún no terminaba al camino minado que diseñaron los altísimos funcionarios. De inmediato, al salir avante el primer rescate, pese a todas las trabas oficiales, el presidente quiso cancelar el regreso a la selva en busca de Jara y López. Las presiones internacionales lograron que cambiara de opinión, pero no sin antes expulsarnos a todos los garantes. Piedad no se amilanó y culminó solitaria y valerosamente la tarea humanitaria.

Espero que ella reciba una justicia justa, expresión que en Colombia no tiende a ser pleonasmo sino oxímoron.

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