Enrique Santos Calderón
29 Mayo 2022

Enrique Santos Calderón

LLEGÓ LA HORA

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“¿Quién le teme a Rodolfo Hernández?”Así titulé una columna a fines del año pasado cuando el ingeniero santandereano comenzó a dispararse en las encuestas. En ese momento la perspectiva del irreverente exalcalde de Bucaramanga en la Casa de Nariño me pareció “exótica y acaso tragicómica”.

Con las tendencias de las últimas encuestas y con Federico Gutiérrez diciendo que no descartaría unirse a Hernández en segunda vuelta, la cosa hoy ya no es tan exótica y ni siquiera imposible.  Un elemento adicional de incertidumbre y suspenso en unos comicios presidenciales donde nada está cantado. Ni aun un triunfo de Gustavo Petro en primera vuelta.  

Más de 39 millones de colombianos pueden votar y decidir este domingo ante la compleja coyuntura que enfrenta el país. Pero la mitad no lo hará, si nos atenemos a nuestra alta abstención histórica. ¿Indiferencia, apatía, inconsciencia política…? Un poco de todo, seguramente.

Con el agravante de la desconfianza en el sistema electoral que suscitaron las irregularidades en los comicios parlamentarios del 13 de marzo. Y no deja de ser insólito que en una de las democracias más veteranas del continente se hubiera pasado de un desfase inicial de medio millón de votos a la aparición posterior de casi un millón; que el día de la primera vuelta presidencial aún no se conozcan los resultados definitivos de la elección del Senado y que no se hubiera logrado concretar una auditoría internacional para vigilar la jornada de hoy.  Aunque aquí se rajaron Registraduría, Procuraduría, Fiscalía y Consejo Nacional Electoral, este juicio de responsabilidades se quedará en veremos.

Pero a lo hecho, pecho. Lo único que no se podía era aplazar elecciones o hablar de “golpes de Estado”, como llegaron a hacerlo unos y otros.  Coincidencia también insólita en la que tanto el candidato de la oposición como dos expresidentes partidarios del candidato del Gobierno siembran motivos para deslegitimar el eventual resultado electoral. Lo que nos lleva al peligro de que este sea demasiado estrecho y se preste para que el que pierda por escaso margen lo desconozca, denuncie fraude y arme quién sabe qué tierrero. Con segunda vuelta por delante, esto crisparía aún más un horizonte electoral y político ya demasiado tenso.   

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Conocí esta semana por iniciativa de uno de sus hombres de confianza al ingeniero Rodolfo Hernández. Hablamos solo media hora, lo que no permitió abordar temas de fondo, pero me pareció lo que imaginaba: un hombre franco, directo, elemental y no tan loco. No tiene parlamentarios, ni campaña electoral propiamente dicha, ni programa de gobierno que se conozca, ni asesores en lo económico o internacional que se sepa...  Y sin embargo sube y sube en las encuestas (tuve estos días acceso a unas privadas que confirman su tendencia ascendente), mientras Federico cae y Fajardo no remonta.

“¿Y si ganamos qué hacemos?”, me preguntó con tono burlón y mirada entre jovial y malévola. “Todos tienen que ayudarme”. Esta admisión de sus carencias forma parte de un desabrochado candor que, combinado con un monotemático y mordaz discurso contra la corrupción, ha cautivado a muchos colombianos. Dada su falta de propuestas programáticas hubiera sido necesario que confrontara ideas en la última semana con los demás candidatos. Prefirió pasar de agache porque, confiado en su ascenso, sabe que en esos debates poco ganaría y mucho podría perder, pues todos le apuntarían a la yugular. O a rabos de paja como el caso de Vitalogic.

De colgarse Federico en la primera, el país estaría abocado por primera vez a una confrontación por la Presidencia entre dos populismos. El más ideológico e izquierdista de Petro y el populismo puro y sin doctrina de Hernández, que reúne elementos primarios del trumpismo: exitoso empresario millonario, sistemática arremetida contra las elites políticas y descalificación frontal de sus adversarios. Es de esperar que no siga el ejemplo de Trump si no pasa a segunda.

Por su lado Petro procura disipar temores con una actitud más reposada que busca convencer que él no representa a la izquierda dura y pura. No es gratuito su anuncio de que ha pensado en personas como José Antonio Ocampo para Hacienda y el general Díaz Torres (el de la Operación Jaque) para Defensa. Otra cosa es que le crean. No pocos sectores empresariales y de clase media hoy piensan que la mejor opción para derrotar a Petro está en el ingeniero santandereano, y no en el candidato de un uribismo en declive y un gobierno impopular.    
En este clima electoral tan enrarecido es inevitable pensar en el de hace cuatro años, cuando nadie se quejó de falta de garantías, el presidente no intervino en el debate (mucho menos sus generales) y se realizaron los comicios más pacíficos de los últimos cuarenta años.

Hoy la situación es otra. Y como se supone que en la primera vuelta de una elección presidencial se vota por la mejor persona y las propuestas más convincentes, reitero que lo haré por Sergio Fajardo. Una decisión en consciencia, más allá de manoseados sofismas sobre “mal menor” o “voto útil”. Luego habrá que ver. Lo más probable es que en la segunda me decida por el voto en blanco. Más adelante explicaré por qué.

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