J. J. Gori Cabrera
7 Agosto 2022 03:08 am

J. J. Gori Cabrera

PACHECO EN LA REGISTRADURÍA

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Durante la campaña presidencial se repicó sin piedad la noticia de un proceso judicial en España contra el candidato Gustavo Petro por el secuestro del popularísimo Pacheco, Fernando González-Pacheco. La noticia anunciaba que la justicia española asumía jurisdicción del juicio porque la víctima tenía nacionalidad española.

Pacheco era más colombiano que tinto con aguapanela. El supuesto secuestro fue una invitación forzada del M-19, en 1981. La denuncia tuvo gran publicidad, porque coincidió —mera casualidad— con la victoria de Petro en la primera vuelta de las elecciones. La justicia española archivó el caso y se mostró sorprendida de que se hubiera siquiera admitido la denuncia, pues no existía base alguna para asumir el juicio.

Consulté a la Registraduría, por las dudas, si Pacheco ejercía la nacionalidad colombiana. Un título aterrador me anunció que pasaba a los jurídicos (exterminadores legales): “Solución final”. Al mes y medio me llegó la madre de todas las respuestas: “...la Nacionalidad (sic) de los ciudadanos que la obtienen, es un tema competencia directa del Ministerio de Relaciones Exteriores”.

La nacionalidad por nacimiento la adquieren por derecho propio los hijos de padre o madre de nacionalidad colombiana, bien que nazcan en el país o en el exterior, y la Registraduría es la única competente para certificar la nacionalidad y expedirle cédula. Aquello de que no compete a la Registraduría “la Nacionalidad de los ciudadanos que la obtengan” es un galimatías, pues los ciudadanos no obtienen nacionalidad; ya la tienen. Por algo son ciudadanos.

La insigne pieza agrega que tengo que suministrar la cédula del personaje, cosa que por sustracción de materia haría inútil la consulta. Pues si tiene cédula, que fue lo que consulté, es porque es colombiano. La cereza del postre fue un golpe demoledor: hay muchos Fernando González Pacheco, muchos Pachecos, dice la Registraduría.
El Archivo Nacional de Información (ANI) de la Registraduría sistematiza la información sobre cédulas. Excepto la de Pacheco. Si la “jurídica” hubiera acudido a internet se habría enterado de quién fue en vida el inolvidable personaje: marinero, presentador de televisión, actor, paracaidista, torero y boxeador. Un patrimonio nacional. Era colombiano de nacimiento por derecho de sangre, hijo de colombiana. Pero la Registraduría dice que no lo registra; que lo haga la Cancillería. Queda así parcialmente derogado el Decreto Ley 1260 de 1970, que asigna a la Registraduría la competencia en los casos de nacionalidad por nacimiento… y queda refutada la propia Cancillería, que en su portal informa que la nacionalidad por nacimiento es cosa de la Registraduría.

Mala memoria tiene el Estado. Hoy desconoce a Pacheco, pero cuando el animador murió en febrero de 2014 el gobierno nacional dictó un decreto en honor a su memoria. Habrá homónimos, pero el Pacheco por el que consulté es único.

Este no es más que un trasunto de un fenómeno de la época. Mientras llega el momento en que la inteligencia artificial domine el planeta, sufrimos el peor de los escenarios: el de un mundo de ordenadores en manos de humanos indolentes y soberbios, sociópatas informáticos. De la época en que solo los jefazos resolvían los asuntos pasamos a la era en que cualquier ignoto oficinista con una computadora puede causar más estragos que un iceberg al Titanic.

La anécdota vale también para señalar que nuestras normas sobre nacionalidad son caóticas e incoherentes. Aquí no rigen leyes sino interpretaciones casuísticas o acomodadas. Ingrid Betancourt, candidata presidencial, de un momento a otro pasó a ser francesa. Era el terrible momento de su secuestro y todo valía para lograr su liberación; pero ahora hay que dejar las cosas en claro: esa nacionalidad secundaria no era oponible a la colombiana. En 1986 necesitábamos un arquero para las eliminatorias del Mundial y apareció la doctrina Navarro Montoya, un portero que cambió de sujeto el requisito del domicilio para hijos de extranjeros nacidos en Colombia. Hijo de argentino, jugó como colombiano; al quedar eliminados, volvió a ser argentino. La nacionalidad, pues, se define SM (Según Marrano).

En 1893 Marco Fidel Suárez sostuvo una ríspida correspondencia diplomática para disputarle a los Estados Unidos la nacionalidad del escritor Santiago Pérez Triana, colombiano retornado a quien la embajada de los Estados Unidos quería tener por estadounidense nacionalizado. Las tesis de Suárez luego fueron incorporadas a un tratado adoptado en Río de Janeiro en 1906. Desde entonces, el colombiano que retorne al país y fije domicilio al cabo de un tiempo queda renacionalizado, así se haya naturalizado en el extranjero.
Si algo me enorgullece de este país es que quien aquí vive no puede dejar de sentirse colombiano. Basta con que se ajuste a nuestro caos y que se integre. No nos hacen colombianos la raza ni la religión; es la idiosincrasia. Les debemos más al vallenato y la arepa que a los doctores juristas.

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