Daniel Samper Ospina
13 Septiembre 2020

Daniel Samper Ospina

Para sobrevivir a Colombia (en la nueva normalidad)

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Estimado colombiano de bien:

Bienvenido a la nueva normalidad de este hermoso país que luego de meses de cuarentena permite a la ciudadanía salir a la calle.

Tras casi 150 días de encierro es posible que encuentre una realidad diferente de la que dejó en marzo. Atender el siguiente manual le ayudará a adaptarse a la nueva normalidad.

Si usted es el esforzado propietario de un local que invirtió sus ahorros en adecuar el espacio a las medidas de bioseguridad que exige el gobierno, recuerde que ya puede abrirlo, y cerrarlo de inmediato, porque en esta nueva normalidad abundan protestas y disturbios aplazados.

Puede suceder que al salir a la calle, y contrariando órdenes de la alcaldesa, algunos miembros de la policía asesinen a ciudadanos, asunto aparentemente tolerado siempre y cuando suceda al aire libre. Si quiere sumarse a dichas manifestaciones, hágalo guardando el distanciamiento social y con los biocuidados de rigor para que su protesta resulte segura: reciba perdigones a por lo menos un metro y medio de los demás; disparos de pistolas taser cuidándose de no emitir gotículas en cada quejido; y evite conglomeraciones en los CAI donde lo recluyan. En caso de gases lacrimógenos, eluda el contacto con los dedos de ojos y nariz; y en caso de tortura, aproveche el eventual contacto con agua para el lavado de manos, así estas se encuentren atadas por la espalda. Cuidémonos entre todos. De esta salimos juntos.

Dentro de los sectores productivos que el gobierno reactivó se encuentra el Esmad, por lo cual todo tapabocas puede ser tomado como capucha y ocasionar detenciones. (Si usted es congresista, recuerde que su sector no es productivo y por lo tanto todavía no se ha reaperturado: conéctese vía Zoom y pida que silencien a la oposición o, por lo menos, a Arturito Char cuando canta vallenatos.)

Mientras se reaperturan los demás sectores, recuerde que es normal decir la palabra reaperturar y que durante el encierro de la cuarentena múltiples personajes de la vida nacional aprendieron a reinventarse: periodistas que se convirtieron en influenciadores, influenciadores que se convirtieron en emprendedores. Y hasta expresidentes que se volvieron reclusos.

A partir de esa última reinvención, el gobierno del doctor Duque se ha tornado ligeramente sensible, por lo cual conviene que siga al pie de la letra esta nueva normalidad idiomática:

No diga “Masacre”: diga "homicidio colectivo".
No diga “La policía lo mató”: diga “falleció en procedimiento policial".
No diga “Ecocidio en Tribugá”: diga "Puerto de Tribugá".
No diga “Cultura de irrespeto a los derechos humanos”: diga “manzana podrida”.
No diga “Promotor de guerra”: diga “Comisionado para la paz”.
No diga “Seguimientos ilegales a la oposición”: diga “perfilamientos”.

Amplíe este glosario con la expresión aportada por Rodrigo Londoño (no diga “Timochenko”: diga “Rodrigo Londoño”), según la cual tampoco debe decirse “reclutamiento forzado” sino “participación de menores en la guerra”.

Suénese con el codo. No confunda el conteo de las víctimas del COVID-19 con las de las protestas. Póngase la visera a la altura de los labios para que no le entiendan, y el tapabocas a la altura de los ojos para no ver nada. Cambie el transporte público por la bicicleta, y evite el contacto físico cuando deba entregarla al atracador.

En la nueva normalidad es normal que al “Túnel de la Línea” se le llame “la obra del siglo” porque duró casi cien años construyéndose, y que en el evento de inauguración sucedan como estas:

—Que el presidente no pueda desatar el nudo de la cinta inaugural;
—Que en el intento de desatar el nudo se irrespete el distanciamiento social y cuatro personas resulten contagiadas de coronavirus;
—Que a los tres días de su inauguración haya trancones por un aparente corte de luz.

También hace parte de la nueva normalidad que el presidente en ejercicio eluda pronunciar el nombre de pila de su predecesor y lo reemplace por descripciones obvias, como la que dijo en el libro de Diana Calderón: “conocí al director de la fundación Buen Gobierno”. O bien: “me entregó la banda presidencial el señor ese que posaba en calzoncillos cuando regalaba casas”; o aun “a mí no me quiso dar el ministerio de cultura el señor que confesó en Los Danieles que había probado coca”. Porque parte de la nueva normalidad es que el expresidente Santos confiese que inhaló cocaína en sus años mozos, lo cual explica por qué no lo invitaron al llamado “Túnel de la Línea”.

En normal que los exalcaldes de Medellín se peleen por la megaobra de Hidroituango y, más grave que eso, se dejen crecer la greña por atrás; que, hablando de greña trasera, el exgerente de la campaña de Iván Duque indique al director del diario español El País a quién puede entrevistar; que el recluso número 1087985 dicte órdenes al ejército a través de su Twitter para militarizar las calles y expulsar a los venezolanos. Y que, mientras todo lo anterior sucede, el presidente se concentre únicamente en su programa de televisión sobre el virus, como una avestruz.

Bienvenido entonces a esta nueva fase. Al salir a la calle, tenga cuidado de que no le abran la cabeza con balas o perdigones. O se la reaperturen, para decirlo en los términos de hoy.

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