¿Estafa o mala suerte comercial? La demanda múltiple contra la franquicia de bares Beer
17 Junio 2023

¿Estafa o mala suerte comercial? La demanda múltiple contra la franquicia de bares Beer

Antiguos dueños de franquicias denunciaron al propietario de la marca

Crédito: foto archivo particular.

Un grupo de inversionistas denunció por estafa agravada a Arturo Barrios, propietario de la franquicia Beer. Los demandantes alegan que les inflaron el negocio con cifras que nunca cuadraron y que les impusieron cláusulas abusivas. Barrios dice que sus demandantes quieren convertir una controversia comercial en penal.

Por: Iván Serrano

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Un sabor amargo y una ilusión que se diluyó como la espuma es lo único que les queda a un grupo de inversionistas que creyeron en el boom de las franquicias de los bares que vendían cervezas artesanales.

La franquicia es un tipo de contrato mediante el cual una empresa cede a otro el derecho de comercialización de sus productos, bajo determinadas condiciones. A cambio, quienes adquieren la franquicia deben pagar una suma de dinero a los franquiciadores y se comprometen a acatar las reglas establecidas en el contrato.

A la quiebra –que para algunos inversores significó la pérdida de hasta 1.000 millones de pesos– se suman los pleitos legales que apenas comienzan y que se anuncian como largos y tortuosos, pero que son la única vía con la que los afectados esperan tener algún tipo de compensación.

Los denunciantes son Inversiones Rubio Mora, Resent and Future Eats, RCA & Hnos S.AS.,Brat & Piwo S.A.S, Renatus TQ S.A.S e Inversiones Royal Blue S.A.S. y están representados por el abogado Miguel Ángel Flórez, quien también hace parte del grupo de inversionistas.

Los denunciados son: Arturo Barrios Bernal; María Ximena Gómez, esposa de Arturo; Rafael Barrios Bernal y Ana María Barrios Bernal, hermanos de Arturo; y Rafael Barrios Wiesner y Alba Leonor Bernal Muñoz, padres de Arturo, Rafael y Ana María.

Según se lee en el texto de la denuncia, los propietarios de la franquicia habrían ejercido presiones indebidas amparados en el contrato firmado por las partes "bajo un contrato absolutamente leonino y que se vio reflejado desde el primer momento con mentiras absolutamente descaradas sobre el valor real de la inversión, condiciones previas que resultan ser modificadas de manera unilateral, sobrecostos relacionados con la adecuación y escogencia de los locales, imposición de proveedores con costos superiores a la media del mercado, sobreprecios en la proveeduría de menajes y surtido de alimentos y bebidas, acuerdos comerciales que no eran beneficiosos para los franquiciados".

El abogado Miguel Ángel Flórez le dijo a CAMBIO que el negocio de franquicia que le ofrecieron a él y sus representados estuvo lleno de promesas económicas que no se ajustaban a la realidad.

El futuro promisorio de Beer

Quienes ahora denuncian son propietarios de pequeñas sociedades, muchas de ellas familiares, que invirtieron sus recursos en una marca de bares que hace cinco años brillaba como oro: los bares de cerveza Beer.

En 2018, una serie de artículos de prensa daban cuenta del promisorio futuro de Beer. La cadena de bares tenía presencia en siete ciudades colombianas y se anunciaba como el más seguro competidor de  marcas como Bogotá Beer Company.

Ese publicitado éxito llevó a inversionistas de Bogotá, Medellín, Villavicencio, Armenia, Ibagué, Barranquilla, Pereira y Cartagena a ponerse en contacto con el gerente general de Beer, Arturo Barrios, para constituirse como franquicias y ser parte del negocio.

En 2017, un artículo publicado por Gerente relató cómo los colombianos, a la hora de libar, preferían la cerveza por encima del ron y el aguardiente. La publicación periodística no dejaba dudas del buen negocio de la venta de cerveza en Colombia, aportando datos como que un colombiano se baja al año 44 litros de cerveza. 

El artículo agregaba una entrevista a un exitoso empresario, Arturo Barrios Bernal, gerente general de Beer. Barrios presumió del rápido crecimiento de su marca, de la que dijo: “Beer fue un negocio que cayó parado”. Y anunció que en los años siguientes habría para su sociedad inversiones superiores a los 32.000 millones de pesos. 

En otro artículo de prensa, Barrios, con bombos y platillos, proclamó que su marca construiría su propia planta de producción de amargas.

Con tan buena prensa y espectaculares anuncios, inversionistas de ciudades grandes y medianas del país se acercaron a Barrios como abejas a la miel.

En 2020, la franquicia llegó a tener 20 puntos, de los cuales su mayoría eran franquicias. Hoy solo quedan 3 en funcionamiento.

Detrás de la marca Beer se encuentra la empresa Pivo S.A.S. Esa sociedad fue constituida en el año 2009 por Arturo Barrios y su esposa, María Ximena Gómez, con 10 millones de pesos. Un año más tarde, a través de un proceso de venta de acciones, varios familiares de la pareja entraron como socios.

Algunos de esos familiares también conforman otras empresas que integran la red de sociedades afines a Barrios.

El negocio de las franquicias: solo espuma

CAMBIO recogió testimonios de ocho personas que adquirieron franquicias de Beer y tuvieron a cargo diez locales, y que hoy lamentan haberlo hecho. ¿Por qué?

“Para mí el año pasado fue supremamente duro, yo tuve una depresión severa, perdí prácticamente todos mis ahorros en este negocio”, dice Alexander Orrego, quien adquirió una de las franquicias de Beer en Medellín.

Lina Torres, otra de las personas que incursionó en el negocio de la franquicia le contó a CAMBIO que ella hacía parte de una sociedad familiar que invirtió en la operación de tres bares. " En este momento, todos nuestros recursos están perdidos. Las pérdidas ascienden a 1.500 millones de pesos. Tuvimos bares en el Centro Comercial Metrópolis, el Edén y Plaza Central", todos en Bogotá.

Geraldine Torres era la administradora del punto de Beer en el Centro Comercial Fontanar. La franquicia había sido adquirida por su suegro, que quería dejarles un capital a sus nietos. Ella, al igual que Lina Torres, tasa las pérdidas en 1.500 millones.

Los testimonios son coincidentes. Los inversionistas aseguran que fueron atraídos con estudios de mercado inflados y que fueron obligados a contratar las adecuaciones y suministros con las empresas señaladas por Barrios. Dos de los entrevistados aseguraron que incluso fueron amenazados por el empresario.

Los inversionistas le dijeron a CAMBIO que las irregularidades en el negocio empezaban en las cifras irreales que les planteaban. Aseguraron que los locales donde operaban las franquicias eran escogidos por el equipo de Barrios, sin que aparentemente hubiese estudios de mercado fiables. En algunos casos, los arriendos de esos locales estaban por encima del valor comercial.

Otra de las quejas es que el franquiciante los conminaba a contratar las adecuaciones de los locales con unas empresas determinadas. “En esas obras me cobraron entre 50 y 60 millones de pesos de más, porque al señor (Arturo Barrios) lo que le interesaba era que yo hiciera una inversión más alta”, le dijo a CAMBIO Orrego, y añadió  que Barrios tenía interés de que su punto quebrara para poder comprarle el negocio a bajo precio.

Óscar Ardila, quien tenía la franquicia en Neiva, le contó a CAMBIO cómo ingresó al negocio. Dijo que había sido atraído por la publicidad en redes sociales y que, luego de hablar con un miembro del equipo de Barrios sobre el número de inversionistas, no tuvo dudas en querer invertir en la marca: “Después de ver esas cifras yo decidí ir a Bogotá y allí me citaron a donde tenían las oficinas, una casa toda fea”. Ardila contó que le exigieron firmar un contrato de arriendo por tres años.

Dijo que la comida que le vendían tenía sobrecostos del 50 por ciento: “Me obligaron a comprar comida que no se necesitaba, cada 8 días llegaba un camión lleno de comida sin que me preguntaran si la necesitaba o no. Yo con la nevera llena de comida y me decían 'no importa tiene que pagar”. 

Ardila dijo haber hecho un comparativo de precios y encontró que, por productos como alas de pollo, salchichas y otros embutidos, pagaba un precio más alto que el dispuesto al público por almacenes de cadena. Aseguró que empleados de Barrios pasaban revista a las neveras. Los alimentos que se encontraban cerca a la fecha de vencimiento los picaban, les echaban jabón y los botaban a la basura. Como había pocos clientes, los alimentos sin vender se acumulaban en las neveras y después terminaban en la basura.

Ardila encontró como solución declararse en quiebra, algo que –según él– encolerizó a Barrios: “Me dijo que no sabía quién era él y que iba a llegar hasta las últimas consecuencias conmigo”. Ardila interpretó esas palabras como una amenaza.

Alexander Orrego, quien tuvo la franquicia en Medellín, le dijo a CAMBIO que Bernal le había hecho llegar un mensaje a través de un tercero, que también interpretó como amenaza. 

¿En qué consistió la supuesta estafa?

El abogado Flórez aseguró que una de las expectativas con las que los inversionistas fueron atraídos al negocio era el tiempo de retorno de la inversión. Según él, se esperaba que los dineros fueran recuperados en 36 meses, pero que en algunos casos dicho retorno demoró en llegar entre cinco y seis años, y hubo franquicias en las que sus propietarios ni siquiera recuperaron la inversión inicial.

Flórez  dice que en su local, en el edificio Bacatá, en el centro de Bogotá, los dueños de la franquicia le aseguraron que iba a vender mensualmente entre 90 y 100 millones de pesos, pero en la realidad  dicho negocio con dificultad vendía entre 50 y 55 millones. “Nunca se logró el punto de equilibrio y eso ocurrió con todos los franquiciados, hay un engaño a la hora de presentar el negocio como tal, las cifras que te muestran para hacerte atractivo el negocio, para que entres en él” aseguró Flórez. Insistió en que la operación estaba llena de sobrecostos y que las cláusulas del contrato le exigían la compra y contratación de servicios con proveedores específicos, so pena de incumplir el acuerdo comercial y de ser sancionados con multas. Dichos proveedores les vendían sus productos con valores por encima del precio comercial. Esos sobrecostos hicieron que las inversiones terminaran siendo muy superiores a las planteadas inicialmente: “Siempre, sin lugar a dudas, esa proyección de capital de inversión terminaba siendo mayor en 50 por ciento. Tenemos documentación de un negocio como el de Barranquilla, cuya inversión inicial estaba planteada en 800 millones y terminó en 1.200”.

Punto de Beer en el edificio Bacatá, en el centro de Bogotá.

 

¿Qué responde el dueño de Beer?

Arturo Barrios respondió a las preguntas de CAMBIO sobre las demandas de sus franquiciados. Aseguró que quienes lo denunciaban estaban buscando convertir una controversia comercial en penal y que sus antiguos socios comerciales acudían a la prensa para intentar presionarlo. Barrios dijo estar enterado de la denuncia por estafa en su contra y agregó que su equipo de abogados está al frente del proceso.

Anotó que una de las dificultades más grandes de las franquicias era manejar el ego de los franquiciados. Manifestó que, aunque los franquiciados son los dueños de los negocios, ellos tienen que atender las directrices y disposiciones de la marca, y que esto es difícil para ellos porque hacerlo les genera incomodidades.

CAMBIO: ¿Usted ya está al tanto de la denuncia por estafa agravada interpuesta en su contra?

Arturo Barrios: Esta es una situación netamente civil y comercial. Estas personas están adelantando una estrategia legal en la que quieren llegar al ámbito penal, con la intención, supongo yo, de generar presión en el caso. Nuestro punto de vista es que estas personas incumplieron los contratos de franquicia y nosotros hemos interpuesto las demandas en el ámbito civil y comercial y ya ha habido varios embargos.

CAMBIO: Entendemos que en algún momento hubo cerca de 20 bares funcionando en el país y ahora solo quedan 3. ¿Qué fue lo que pasó?

A.B.: Todos los negocios tienen sus bondades y dificultades. Tal vez una de las dificultades más grandes del negocio de franquicias es manejar el ego del franquiciado. Eso llevó a que infortunadamente buena parte de los franquiciados se pusiera en una posición contraria y no compartieran decisiones que desde nuestro punto de vista estaban bien para el negocio. Ellos, en una decisión unilateral, decidieron terminar las franquicias, seguir con el mismo negocio pero con una marca diferente.

CAMBIO: Los inversionistas aseguran que los locales fueron escogidos sin estudios fiables y que fueron obligados a firmar contratos a largos plazos y por cánones por encima del valor comercial.

A.B.: Nadie está obligado a hacer nada en esta vida. Si ellos tomaron la decisión de suscribir los contratos de franquicias fue decisión de ellos. Ni para mí ni para nadie de la compañía es posible obligarlos a firmar. Decir que fueron obligados no tiene el más mínimo sentido. Escoger los locales era un trabajo en conjunto con el franquiciado. El franquiciado firmaba el contrato con el dueño del inmueble. Era imposible que nosotros los hubiéramos obligado.

CAMBIO: Ellos aseguran que uno de los atractivos del negocio era que Beer producía su propia cerveza, pero que después de firmado el contrato se dieron cuenta de que no era así.

A.B.: Beer nunca ha producido su cerveza de manera directa. Tuvimos varios planes de hacer la producción directa, pero nunca lo llevamos a cabo simplemente porque ese no es el negocio nuestro. El negocio no es producir cerveza sino los pubs donde se vende cerveza, por eso siempre ha sido maquilada y es de muy buena calidad, en eso no hay nada de malo.

CAMBIO: Sus antiguos socios comerciales aseguran que hay una red de empresas asociadas a su familia y que ellos eran obligados a adquirir los insumos con ellos.

A.B.: Hablar tan mal es tan fácil en este negocio... y crear cizaña en la gente. Beer era una empresa con varios socios minoritarios. Durante la pandemia, nuestra familia adquirió las acciones minoritarias y se hizo una organización legal de esa compra. Se organizaron los activos en tres empresas diferentes, pero por puro tema de organización empresarial y legal.

Usted ha utilizado mucho la palabra obligar y yo no entiendo cómo hace uno para obligar a una persona.

CAMBIO: Lo que estas personas aseguran es que después de haber invertido un dinero y firmado el contrato esas personas tenían que acatar unas cláusulas, una obligación.

A.B.: Pues cuando uno firma un contrato, adquiere unas obligaciones. Si yo firmo un contrato de arriendo y en el contrato dice que yo tengo que pagar 3 millones, pues yo no puedo ir a la justicia penal a decir que me están “obligando”. Todas estas personas firmaron contratos, contratos totalmente legales e inclusive los contratos tienen una cláusula que obliga al franquiciado a que tenga una asesoría legal.

CAMBIO: ¿En algún momento usted profirió alguna manifestación que hubiera podido ser interpretada como una amenaza en contra de la integridad de estas personas?

A.B.: ¿Yo? ¿Una amenaza?, no.

Arturo Barrios, empresario.

Además de la denuncia en contra de Barrios, sus antiguos socios instauraron una queja en la Superintendencia de Sociedades que será analizada por la Delegatura de Competencia Desleal y Propiedad Industrial.

Barrios se muestra tranquilo y asegura que todas sus actuaciones están apegadas a la ley. En contraste, las personas que ahora son su contraparte aseguran estar pasando muy malos momentos por culpa de una inversión que solo les ha dejado una terrible resaca.

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