Santa Marta sin agua: una hora de conexión cuesta 10.000 y un carrotanque 140.000
Los habitantes de Santa Marta todavía tienen que comprar agua de manera informal en la calle.
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Solo el 40 por ciento de la ciudad tiene servicio de acueducto constante y el alcantarillado solo cubre el 68 por ciento del territorio. ¿Un problema sin solución?
Por: Rainiero Patiño M.
Para los habitantes de Santa Marta las alcantarillas rebosadas y la falta de agua potable son la cotidianidad. Es la triste y dura realidad. Y va más allá de las imágenes que cada cierto tiempo se hacen virales, como las que se difundieron hace algunos días cuando los participantes del desfile folclórico en honor al cumpleaños 499 de la ciudad terminaron bailando entre las aguas negras.
Cada año, o cada comienzo de una administración distrital, una nueva propuesta de solución inunda los titulares de prensa. En la foto más reciente aparecieron los alcaldes de Santa Marta y Barranquilla, Carlos Pinedo y Alex Char, estrechando la mano del superintendente de servicios públicos, Dagoberto Quiroga, anunciando que llevarán agua desde el río Magdalena con la operación de la empresa Triple A. Ante el anuncio, algunos samarios consultados responden con incredulidad, con una expresión burlona.
Su reacción no es para menos, pues hasta ahora todos los proyectos anunciados como solución definitiva en casi 30 años se han quedado en el papel. El mal está sobrediagnosticado, pero la cobertura de la red de acueducto no alcanza el 70 por ciento y el alcantarillado está en el 68 por ciento. Y solo el 40 por ciento de los samarios tienen agua continua en sus casas.
Como ingrediente determinante para la crisis samaria, la empresa local de servicios públicos ha sufrido las consecuencias de los malos manejos administrativos y la politiquería. Antes Metroaguas, después Veolia, y ahora Essmar, lo único que ha cambiado es el nombre, el servicio sigue igual de malo. Por eso, desde noviembre de 2021, debido a sus graves problemas financieros, la compañía está bajo la intervención de la Superintendencia de Servicios Públicos, con operación de la EPM.
Maromas y pagos carísimos
Desde la alberca de acopio más cercana hasta la casa de Luis Clavijo, en una calle del barrio Alto el Yucal, hay unos 600 metros. A él, como a muchos de los habitantes de Santa Marta, le tocó comprar de su propio bolsillo varios rollos de manguera plástica y una motobomba para tener acceso al agua potable un par de días a la semana.
En el barrio hay unos diez puntos de agua y tres personas que la venden. Clavijo casi siempre se la compra al señor Luis de Oro, un tío de su esposa. Una hora de conexión cuesta 10.000 pesos. Para llenar la alberca de almacenamiento de 13.000 litros que construyó en el patio de su casa, Clavijo paga 10 o 12 horas cada dos semanas. El tiempo que compra varía de acuerdo a la presión del agua y al consumo de la familia.
La mecánica es la siguiente: el dueño del punto de venta conecta la manguera del usuario a una motobomba grande instalada en el centro de acopio. A mitad de camino, otra bomba pequeña ayuda a impulsar el líquido. Pero, para disminuir el tiempo de conexión y el precio de la compra, Clavijo suma una motobomba pequeña en la entrada de su casa, así ayuda a jalar más rápido el agua.
Debido a esto, las calles del barrio son una enredadera de mangueras que cada vecino instala a su manera, a veces de forma superficial o enterradas bajo la vía destapada. En promedio, Clavijo invierte unos 260.000 pesos mensuales por un servicio de agua de mala calidad. Pero, cuando el señor Luis de Oro no puede ir a trabajar, le toca negociar con otro vendedor o quedarse varios días sin agua.
Ese es solo uno de los métodos o maromas que tienen que hacer los samarios para conseguir agua. En muchos barrios hace años que la gente también empezó a hacer pozos en sus casas o edificios, se estima que hay 130 de estos legales y unos 500 ilegales. La construcción de uno pequeño cuesta, en promedio, un millón y medio de pesos, cifra elevada para cualquier familia de escasos recursos.
Igual o peor situación que Clavijo viven sus amigos de barrios más grandes como Nacho Vives, San Fernando y San Jorge. Su diagnóstico es que la cosa cada vez está peor, cuando debería ser lo contrario. Y cree que la construcción sin control de edificios en las zonas turísticas ha terminado de empeorar todo.
Sin plan maestro, sin seriedad
Luis Miguel Moisés es biólogo y vocero de la veeduría por el agua de Santa Marta. Lleva años estudiando el tema y tiene claro que el gran problema es que la ciudad no cuenta con un plan maestro desde 1988. Esto ha hecho que la gestión de los servicios públicos no se haya desarrollado correctamente en los momentos en que se debía.
A esto, según Moisés, hay que sumarle otras circunstancias que han agravado la situación. En primer lugar, la población ha venido creciendo de manera exponencial desde la década de 1950 por diferentes fenómenos migratorios, y también por otros factores como el desplazamiento por el conflicto armado en el país. Esto ha generado una fuerte presión sobre la red de servicios. Lo segundo es que durante 80 años a las plantas principales de tratamiento, como la de Mamatoco, no se les ha agrandado la capacidad. Y por último, pero no menos grave, el biólogo señala que la ciudad ha tenido muy mala administración política.
Irónica y contrariamente a lo que se suele decir, Santa Marta sí tiene buenas fuentes de agua, porque cuenta con la Sierra Nevada, que funciona como una especie de esponja. Allí está la estrella hídrica de San Lorenzo, que es un área estratégica conformada por las cuencas de los ríos Guachaca, Mendihuaca, Piedras, Manzanares, Gaira, Toribio y Córdoba. Además, la ciudad tiene una reserva acuífera muy grande.
El problema, explica Moisés, es que “no hemos sido capaces de captarla, potabilizarla y llevarla a la gente. De distribuirla”. En la ciudad, por ejemplo, hay tuberías de más de 70 años de uso y ni la propia empresa Essmar tiene idea del catastro de red de acueducto y alcantarillado.
“Es tan evidente la falta de planificación seria de Santa Marta que en 2020 se promulgó un nuevo Plan de Ordenamiento Territorial sin tener el Plan Maestro para el agua. Cada nuevo dirigente llega anunciando nuevas fuentes de agua, pero nadie se ha tomado en serio el tema de la distribución en los hogares samarios”, explica Moisés.
Santa Marta vive cada año dos periodos climáticos muy radicales, que convierten las calles por días o en un lago o en un desierto que quema. Una temporada húmeda con muchas lluvias, y una de mucha sequía. Los primeros meses de este año, por ejemplo, fueron muy críticos. Muchos barrios tuvieron largos días seguidos sin agua. Las protestas de los habitantes se tornaron muy violentas y los bloqueos de vías prácticamente hacían imposible la movilidad. Con la llegada de las lluvias la situación ha mejorado un poco, pero muchos barrios siguen padeciendo.
Moisés también piensa que las disputas políticas han impedido que se solucione el problema, que cada alcalde que llega hace obras sin planificación a largo plazo. Además, que el problema ecológico por la falta de alcantarillado en Santa Marta es más grave de lo que parece.
“Por ejemplo, el agua residual se envía al mar sin tratamiento, a través de un emisario en la bahía de Taganga, hay estudios que muestran afectaciones ecológicas muy graves. Tres cosas preocupantes: la baja cobertura del servicio; no hay sistema pluvial, entonces cuando llueve todo colapsa; y el agua residual va cargada también de metales pesados de la industria local y las arrastran todo hasta la Bahía de Santa Marta y todo el litoral que cubre la ciudad”, explica alarmado el especialista.
Sobre el anuncio reciente de traer agua desde el río Magdalena, Moisés dice que es una propuesta valiosa, pero complicada porque para conducir agua sin gravedad hay que meterle energía eléctrica. Serían unos 63 kilómetros, lo que requeriría un consumo energético alto. Entonces puede terminar siendo un buen negocio para la empresa, pero unas facturas muy costosas para los usuarios.
El carrotanque es el negocio, socio
Los carrotanques también son un elemento común del paisaje de los barrios samarios. Hasta hace dos meses Camilo Melo y su familia vivían en Taminaca, un sector tradicional conocido popularmente como el barrio de los maestros. Allí tenía que pagar en promedio 140.000 pesos por una carga completa de agua. Pero, durante la crisis de comienzo de este año la tarifa subió hasta 200.000 pesos.
El gasto llevaba el bolsillo de la familia al trote y fue una de las razones por las que se mudaron. El joven publicista dice que la intermitencia en el servicio es algo muy preocupante, sin embargo, la gente termina por acostumbrarse y programarse para no padecer tanto. Cree que no hay soluciones por la “falta de voluntad política”, porque cada vez que llega un nuevo alcalde archiva los proyectos que traía el anterior. “Así ocurrió con esta nueva administración”, agrega.
En general la gente padece mucho, pero la situación varía dependiendo del sector. Barrios como Jardín, Nuevo Jardín, Postobón y otros del occidente de la ciudad son los que mejor servicio reciben. En la zona centro hay mucha intermitencia; y los del sur están entre los que más sufren, junto a los de las zonas elevadas, como donde vive Luis Clavijo.
Uno de los líderes políticos que ha alzado la voz, recientemente, para denunciar lo que padecen los habitantes de Santa Marta es el concejal Miguel 'el Mono' Martínez. Fue él quien, en medio del escándalo por el desfile folclórico entre las aguas de alcantarillas, de manera clara y directa dijo en micrófono abierto que “la ciudad festejaba entre aguas de mierda”.
Martínez dice que el problema de Santa Marta no se ha solucionado porque alrededor hay un negocio del llamado “cartel de los carrotanques” y de venta de agua en botellones para cocinar y beber. Además, porque la construcción de un acueducto y alcantarillado tomaría, más o menos, siete u ocho años, es decir, que si un alcalde lo inicia, difícilmente lo puede terminar en su periodo.
Sobre el anuncio reciente del alcalde Carlos Pinedo acerca del río Magdalena, el Mono cree que sería buena siempre y cuando el distrito no tenga que poner plata y deje la administración en concesión hasta por 30 años al inversionista. Pero, paradójicamente, cuenta Martínez que los concejales de la coalición del alcalde hundieron una proposición que hizo para estudiar la viabilidad de esa Alianza Público Privada (APP).
Como soluciones definitivas, el concejal independiente señala que habría que declarar la calamidad pública por emergencia y pedir ayuda del Gobierno nacional para que se construya el alcantarillado en Santa Marta o que concesionen esa obra a un particular que esté en capacidad de asumir el riesgo y los recursos para la prestación del servicio.
Estudios y búsqueda de plata
Una de las entidades que ha estado pendiente de la falta de agua en Santa Marta es el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe - CAF. Rodrigo Peñailillo, quien es su representante para Colombia, califica la actualidad de la situación en la ciudad como “crítica”.
Desde el pasado mes de enero hasta la fecha, los expertos de la CAF han tenido seis reuniones con las áreas financieras y de servicios públicos de la Alcaldía de Santa Marta. Una de las conclusiones principales de los encuentros es que se necesita una solución fiscal robusta para poder implementar soluciones. Esta podría ser una mezcla de varios caminos, como créditos de la banca multilateral y apoyos directos.
La operación planteada por la CAF tiene tres objetivos específicos. El principal es asistir en la implementación del plan de choque y la optimización del sistema de acueducto, garantizando la viabilidad técnica y normativa de las mejoras. El costo es de 450.000 dólares y tiene un plazo de ejecución de 24 meses.
Peñailillo le dijo a CAMBIO que han avanzado mucho en estos meses en la idea del plan de choque, para lo que ya se han financiado varios estudios. En conclusión, Santa Marta tendría 110 millones de dólares de capacidad de endeudamiento. La próxima semana hay una nueva reunión y esperan que en dos meses haya más claridad de las cifras.
Mientras una de las soluciones llega, en la ciudad sigue el debate por los 7.200 millones que invirtió la alcaldía en las Fiestas del Mar de este año. Y Luis Clavijo sigue sacando cuentas y tratando de controlar a los miembros de su familia para que le den buen uso al agua. Casi que a diario revisa el estado de la manguera y ruega para que el señor Luis de Oro no se enferme.