Arranca la carrera de Claudia López por la presidencia de Colombia

Claudia López el 1 de enero de 2020 en el concejo de Bogotá.

Crédito: Colprensa

24 Diciembre 2023

Arranca la carrera de Claudia López por la presidencia de Colombia

Desde los últimos días de su administración como alcaldesa de Bogotá –la primera de toda la historia de la ciudad– aumentan las voces que no dudan en apuntar que Claudia López es una de las figuras más opcionadas para llegar a la Presidencia de Colombia, a pesar del balance agridulce que deja su gestión entre los bogotanos.

Por: Adrián Atehortúa

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Frente a una calle rota, cerrada por una obra en proceso que nadie sabe cuándo terminará, como tantas en Bogotá por estos días, los invitados a la inauguración del colegio Jaime Niño Díez, en Suba, se agolpan en la reja de la entrada para esperar a Claudia López. Aunque hay asientos dispuestos en el auditorio, prefieren esperar de pie, en trajes de coctel, bajo el sol decembrino que rompe el frío sabanero en un azul vibrante: todos quieren ser los primeros en verla llegar. La cita era a las ocho de la mañana, pero han pasado 25 minutos y la alcaldesa no ha llegado

El retraso es inusual: quienes conocen a Claudia López coinciden en que es puntualísima. Puede ser por el ajetreo de fin de año, y claro, por el cierre de su administración. Hoy es la segunda jornada de la Gran Maratón de Entrega de Colegios que organiza la Secretaría de Educación para inaugurar 35 planteles educativos como este y la agenda, según su equipo de comunicaciones, no da abasto. Faltan 18 días para que Claudia dejé de ser alcaldesa.

Cuando algunos se empiezan a dispersar, llega la caravana de camionetas blindadas que todos conocen, la reja de la entrada se abre por completo y aparece Claudia López rodeada de su esquema de seguridad: traje de sastre ceñido en dos tonos de azul, pañuelo celeste anudado al cuello, el cabello corto, grisáceo, monolítico e inamovible, el rostro con mínimo maquillaje, las manos prolijas de uñas cortas libres de esmalte, botas cafés de pana y tacón alto. Es la Claudia López, elegante a su manera, que todo el mundo ha visto en los últimos cuatro años cuando no aparece con aquel famoso buzo de Kung Fu Panda o con la ruana fucsia que le encanta llevar en entrevistas y redes sociales.

Foto
Crédito: Colprensa.

La gente se abre a su paso tratando de saludarla y una ráfaga de cámaras se abalanza sobre ella. Diminuta entre esa pequeña multitud, Claudia se dirige sin distracciones hacia María del Carmen Hernández, su madre, de la que siempre habla cuando tiene oportunidad, que está de pie tras la reja, esperándola como todos los demás. Se encuentran en un abrazo, se susurrran algo inaudible, se dan un beso en la mejilla. Es la primera persona que Claudia nota entre la gente, la primera a la que saluda. Todos miran a la alcaldesa abrazar a su madre. 

“Yo nunca me imaginé que ella fuera a ser alcaldesa, ni las dimensiones de lo que ha sido todo esto”, dice María del Carmen desde su casa en el barrio Minuto de Dios. Lo dice porque, en los años noventa, cuando empezó su carrera política, alguien como Claudia no tenía ninguna posibilidad de llegar a donde ha llegado. Mujer, lesbiana, pobre, hija de una maestra sindicalista de colegios públicos en Bosa y Ciudad Bolívar… era todo lo improbable que una persona podía ser para llegar al poder en aquellos días en Colombia. Pero algo había en Claudia. Su madre aún recuerda el momento en que supo que lo suyo era la política.

Era 1989 y ambas estudiaban en la Universidad Distrital: María del Carmen estaba haciendo su segunda licenciatura y Claudia comenzaba sus estudios en Biología. Un día en casa, Claudia le pidió que le explicara sobre la Constitución de Colombia. La madre, pedagoga por definición, explicó todo lo que sabía. No le pareció raro: siempre ha sabido que la mayor de sus cuatro hijos tiene una curiosidad nata y no para de insistir cuando una duda se le mete en la cabeza, como aquella vez, cuando tenía 10 años y le pidió con tanta insistencia que le leyera el libro que María del Carmen llevaba a todas partes por aquellos días, que tuvo que ceder sin mayor resistencia y que leyeron juntas: Las venas abiertas de América Latina. Días después de aquella consulta en casa, durante una asamblea estudiantil en la Distrital, María del Carmen se llevó la sorpresa de ver que Claudia era seleccionada como representante de la universidad para conformar el movimiento Séptima Papeleta, que derivaría en la épica de la Constituyente un año después. “Mis amigos, todo el mundo, me decían “¿esa no es tu hija?” –recuerda María del Carmen–. Yo tampoco lo podía creer. Fue el primer discurso político que le escuché”.

Desde entonces, María del Carmen, como casi todas las personas que conocían a Claudia, le insistían en que se dedicara a la política, pero a ella le tomó seis semestres más de Biología aceptar que esa era su vocación y dar el paso a estudiar –endeudada– Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales en el Externado. Hoy, 34 años después de ese primer discurso como estudiante, Claudia toma la palabra en este colegio de Suba que acaba de inaugurar como la primera alcaldesa de la historia de Bogotá y, sin titubeos, sin un solo tropiezo, da un discurso fluido de media hora.

Habla de su gestión, con cifras y datos memorizados, dominando una habilidad oratoria casi única en el panorama político actual de Colombia, con la que hila todo tipo de temas sin que se vean las costuras: la educación, las necesidades de la clase media, las necesidades de los jóvenes, los recuerdos de su madre, sus días como estudiante que iba a paros, todos los barrios de Bogotá en los que ha vivido, la segunda línea del metro, la Avenida Longitudinal de Occidente, y de paso, lanza la noticia de que acaba de firmar con el Gobierno nacional la construcción de una universidad pública para Suba. Agradece la voluntad de Gustavo Petro –sin mencionar su nombre– y envía palabras de apoyo a su sucesor, Carlos Fernando Galán, tal como lo ha hecho desde las últimas elecciones para la Alcaldía.

Foto de Claudia Lopez y Carlos Fernando Galán
Crédito: Colprensa.

A medida que avanza, sus palabras son más sentidas. Veintisiete minutos después finaliza diciendo: "Me he estado conteniendo desde el minuto uno. Pero conmoverse es parte de ser humanos, de no ser unas máquinas... Si las cosas no nos conmueven, no nos pararíamos cada día a hacerlas" y su voz se quiebra. El auditorio se queda en silencio y todos ven cómo a la alcaldesa se le llenan los ojos de lágrimas

Días después, por teléfono, Claudia dirá que horas más tarde de ese discurso, almorzando con su madre, después de inaugurar otro colegio similar en Fontibón, María del Carmen le dijo que está muy orgullosa de ella y remató con una frase que prefiere recordar con gracia: “Qué bueno que vas a descansar. Así yo también puedo descansar”. 

***

Mientras la alcaldesa va de rincón en rincón contando el balance de su administración, lo propio hacen las encuestas y los medios que, además, siempre sugieren la idea de que el siguiente paso en su carrera es lanzarse a la Presidencia. Entonces, sobre esa lupa, también evalúan su gestión. Algo en lo que coinciden todos es en que sus logros más importantes son en materia de educación y cuidado. De acuerdo con la encuesta Bogotá Cómo Vamos, 68 por ciento de los bogotanos califican como muy positivas iniciativas como Jóvenes a la U, que da becas y manutención a estudiantes en universidades públicas y privadas. Otro de sus proyectos más elogiados son las Manzanas del Cuidado, un sistema distrital que le ha dado la posibilidad a más de 10.800 mujeres dedicadas a estas labores no remuneradas de poder acceder al tiempo y los recursos necesarios para educarse, trabajar o emprender. 

La admiración sobre estas políticas es unánime entre aliados y críticos por igual. “Más que cualquier otra cosa, yo diría que lo que Claudia dejó en materia educativa para Bogotá es su mayor legado con un valor inigualable”, señala el senador Ariel Ávila, quien ha respaldado a Claudia desde hace más de 15 años en los que han sido cercanos y han trabajado juntos. Algo similar opina, por ejemplo, Diego Cancino, el concejal que la apoyó en campaña y a lo largo de su carrera reciente en la política, pero que actualmente es uno de sus cuestionadores más acérrimos, destacando que “sin duda, con Claudia hubo grandes avances en materia de calidad educativa, en su infraestructura y acceso, y también en el mejoramiento de la calidad de vida de muchas mujeres con las manzanas del cuidado”. La priorización del cuidado, que ningún otro alcalde en la historia de Bogotá había determinado como una política pública, por ejemplo, ha creado una base social que, simplemente, la idolatra.

Es jueves en la noche y faltan 16 días para que Claudia termine su mandato. En la Plaza de Bolívar se estrena la obra de Navidad Constelaciones: Bogotá 10 millones de estrellas, un espectáculo de artes escénicas y circenses de primer nivel con más de 120 artistas en escena. La plaza tiene capacidad para casi 10.000 personas sentadas y el público elegido para el estreno son los adultos mayores que hacen parte de los programas Centros Día, un sistema de atención e integración para mayores de 60 años presente en todas las localidades de la ciudad. Antes de que comience la función, Claudia sale al escenario para dar un breve discurso de bienvenida. Ruana gris sobre un buzo rojo: la Claudia versión fresca informal que todo el mundo ya ha visto. Cuando aparece, el público la vitorea como si fuera la estrella de la noche. Cada tanto ella dice “Gracias por dejarme ser su alcaldesa” y la gente responde con más aplausos y aullidos.

Foto de Claudia López
Crédito: Colprensa.

Pero en otros ámbitos, sus políticas son, por lo menos, controversiales entre la opinión pública. Por un lado, la alcaldesa y su equipo destacan cifras como la generación de 600.000 empleos, el aumento en el número de camas UCI que supera las 2.700 en la ciudad, la contratación para la construcción de 309 kilómetros de vía, la ejecución de dos nuevos cables aéreos, la aprobación del POT que no se actualizaba hace 17 años, o la ejecución hasta el 27 por ciento de la primera línea del metro elevado y la contratación de su segunda línea subterránea. Sin embargo, en cada uno de esos aspectos llueven las críticas. Y, en general, todas están atravesadas por un mismo elemento: la decepción que surge entre las incoherencias de la Claudia candidata con la Claudia alcaldesa.

“Claudia López generó en campaña la expectativa de cambio y renovación, se distanció en campaña de las viejas posturas de antecesores como Enrique Peñalosa y ganó con ese distanciamiento, sin embargo, siendo ya alcaldesa contradijo sus promesas y llevó a cabo proyectos muy diferentes”, dice por correo la concejal Ana Teresa Bernal. Como prueba, señala el incumplimiento al Pacto Ambiental, una serie de acuerdos programáticos con 17 puntos firmados en 2019 con organizaciones defensoras del medioambiente que la apoyaron en campaña. También la incoherencia al oponerse en innumerables debates de campaña a la construcción de TransMilenio por la 68, que finalmente firmó antes de terminar el primer mes de su gestión, o la construcción de TransMilenio por la Séptima, que ha desatado polémica en los últimos dos años y que en su administración denominan como Corredor Verde.

Otros, como Diego Cancino, son más directos: “En general las esperanzas que representaba Claudia se diluyeron progresivamente año a año: no solo no hizo lo que prometió sino que hizo todo lo contrario… En su administración la vida no fue sagrada, ni los recursos públicos fueron sagrados: eso ha sido profundamente doloroso”. Ambos están enemistados irreconciliablemente desde que Cancino denunció los innumerables abusos policiales durante el estallido social en Bogotá en 2021, que han investigado y denunciado también organizaciones defensoras de Derechos Humanos locales e internacionales como Temblores, Amnistía Internacional y Human Rights Watch, y comenzó a presionar a la Alcaldía para que tomara cartas en el asunto, sin mayores resultados.  Por otro lado, Cancino también hizo denuncias en 2022 sobre posibles casos de clientelismo desde la Alcaldía de Bogotá para beneficiar a candidatos de la Alianza Verde en las elecciones legislativas. Y, más recientemente, en diciembre de 2023, también denunció presuntos cierres de contratos de la Alcaldía con empresas pertenecientes a miembros del carrusel de la contratación.  

El choque de denuncias de un lado y otro aún sigue en curso y, cualquiera que sea su desenlace, por ahora es el reflejo de un reto que podría afectar una posible candidatura presidencial de Claudia López: la fragmentación entre sus electores. “Claudia sin duda sería la candidata más fuerte del centro en unas presidenciales, pero tiene tres grandes problemas: por un lado la derecha no le cree; lo otro es su pelea brutal con la izquierda y finalmente también peleó con gran parte de su electorado, y sacrificó mucho por ejecutar en la ciudad. Ella tendría que reconciliarse con ese electorado porque le faltó mucho diálogo con varios sectores”, analiza Ariel Ávila. Para respaldar su teoría, Claudia se raja en las encuestas de medición. En la de Bogotá Cómo Vamos, cierra con un 69 por ciento  de percepción regular o mala; en Invamer, la desaprobación es del 54 por ciento; y en Cifras y Conceptos, 45 por ciento.

Foto de Claudia López
Crédito: Colprensa.

Pero Claudia ve esas cifras diferente. Por teléfono, dice: “Al contrario: me parece ¡milagroso! Salir con un 40, 50 por ciento de aprobación después de semejantes adversidades en todos estos años: la pandemia, el estallido social, la quiebra… Creo que el tiempo nos permitirá hacer una evaluación más serena: tanto a los que votaron por mí como a los que no”. 

Entre las personas que la apoyaron durante su campaña que aún no se han desilusionado en absoluto de Claudia se destaca Edna Bonilla, su secretaria de Educación desde el primero de enero de 2020 hasta la primera semana de diciembre de 2023. Detractores y simpatizantes de la Alcaldía coinciden en elogiarla como una de las personas más intachables del gabinete y entre su equipo de trabajo es normal que la referencian con adjetivos como “maravillosa”.  Sentada en la sala de su casa en Nicolás de Federman dice: “Yo creo que el servicio público puede ser a veces algo muy poco agradecido: siempre te van a juzgar por lo que haces y, aún más duro, por lo que no haces”.

Profesora durante décadas en la Universidad Nacional, conoció a Claudia vía Lucho Garzón. Por supuesto, Edna ya sabía quién era Claudia y se habían cruzado un par de veces, pero dice que solo la conoció en serio en 2019, cuando el exalcalde le dijo que Claudia quería conocerla. Edna invitó a ambos a cenar en su casa el último lunes festivo de junio y recuerda exactamente lo que la convenció a unírsele. “En ese comedor, Claudia me dijo que ella quería ser alcaldesa por tres razones: quería hacer algo por las mujeres, quería hacer algo por la educación  y quería hacer algo por el ordenamiento territorial. Me sorprendió mucho, lo tenía clarísimo, como un mapa mental”.

Si ese es el orden de ideas para no estar decepcionado de Claudia, se puede decir que la alcaldesa cumplió. Y si se necesitara una prueba, bastaría ver la forma en que la gente beneficiada por esos programas trata de acercarse a Claudia en los colegios, en las manzanas del cuidado o en la noche de estreno del espectáculo de Navidad. Cuando termina la presentación con pirotecnia y figuras hechas con drones en el cielo, Claudia sale a un rincón de la Plaza de Bolívar para dar declaraciones a la prensa y en su recorrido atravesando el lugar, son especialmente las mujeres las que tratan de alcanzarla. “¡Doctora, doctora!”, gritan mientras pasa. Una mujer menuda, que no aparenta menos de 50 años, alcanza a tocarla y le dice “Claudia, tú estuviste en mi casa, muchas gracias” y Claudia se detiene un momento y la abraza. Sus declaraciones a la prensa no duran mucho porque cada vez llega más gente que quiere saludarla y Claudia termina caminando a toda velocidad rodeada de su esquema de seguridad, que la ingresan por un costado al Palacio Liévano como si estuvieran en una misión de rescate.

FOto de Claudia López
Crédito: Colprensa.

Pero Edna no ha visto todo eso, al menos esa noche. Si los gestos de Claudia son sinceros o son pose, no hay cómo preguntarle. Sin embargo, Edna sí estaba al lado de Claudia cuando dijo en Suba que estaba conmovida y su voz se quebró y sus ojos se aguaron. Y al respecto dice: “Yo creo que sí debe tener algo de nostalgia. A mí me gusta sentir que es una gobernante muy humana: puede ser muy dura para unas cosas y muy sensible para otras”. Si se necesita un ejemplo, Edna tiene uno que, dice, siempre recordará. En 2021 tuvo covid y, dice, casi se muere. En los meses que estuvo batallando la enfermedad, Claudia estuvo pendiente en todo momento de sus hijos. Un año después, cuando ya el peligro había pasado, Edna estaba en otro punto decisivo de su vida, aunque no crítico, y tenía que tomar una decisión que prefiere no aclarar cuál es, pero que, al parecer, se trata de aquellas cosas que cambian la vida de la gente y los suyos. En ese momento, Claudia también estuvo pendiente. Un día le envió un mensaje que decía: “Eres mi heroína de todos los tiempos: sé que vas a tomar la mejor decisión”. Cualquiera que haya sido la decisión de Edna, lo cierto es que enmarcó esa frase y la conserva al lado de su escritorio. 

***

Claudia no quería ser alcaldesa. La idea de lanzar su candidatura fue, realmente, un plan de su esposa, Angélica Lozano. “Ella tiene el hígado y la verraquera para ese cargo, la paz que se necesita para manejar 20 decisiones complejas al tiempo”, dice Angélica, mientras va a una reunión en Usaquén, después de una mañana en el Palacio de Nariño donde se posesionó Vladimir Flórez como magistrado de la Corte Constitucional, después de una noche en la que se reunió con Michelle Bachelet, después de una jornada en el Senado en la que se cayó, de nuevo, la regulación del cannabis recreativo. “Yo, por ejemplo, alguna vez pensé que me gustaría ser alcaldesa, pero ahora viendo a Claudia me lo cuestiono: tomar decisiones tan duras, complejas, estar expuesta a tantas calumnias… Creo que no podría dormir”. Sin embargo, fue ella quien empujó a Claudia a ese cargo.

Todo comenzó el 2 de octubre de 2016 cuando ambas, junto a un grupo de amigos, pasaban la tusa del triunfo del No en el Plebiscito por la Paz. Estaban en el apartamento de Claudia, frente al Parque de ños Hippies, y veían consternados a la gente reunida afuera que lloraba alrededor de una pantalla gigante que se había instalado para ver los resultados de esa tarde, que nadie podía creer. Angélica recuerda que, en medio del ambiente de impotencia, la gente empezó a gritar “¡Bo-go-tá! ¡Bo-go-tá! ¡Bo-go-tá!” como un aullido de orgullo porque en la ciudad había ganado el Sí. Fue entonces que Felipe Morales, uno de sus aliados más fieles a lo largo de su carrera, dijo como un tiro al aire “ojalá alguna persona del común como nosotros pudiera ser alcalde de Bogotá”.

Para Claudia fue un comentario más. Pero a Angélica le quedó sonando la idea. No dudaba en creer que esa persona era Claudia. Comenzó entonces su conspiración para llevarla al Palacio Liévano. A la semana siguiente, se mudó con ella a ese apartamento. Llevaban cuatro años de relación y ya habían hecho muchas cosas juntas. Se habían conocido en 2007, cuando Angélica era alcaldesa local de Chapinero y asistió al lanzamiento de Parapolítica: la ruta de la expansión paramilitar y los acuerdos políticos, la investigación sesuda de la Corporación Nuevo Arcoiris en la que se denuncian la expansión, métodos y alianzas entre el paramilitarismo y la clase política en Colombia, de la cual Claudia era su principal reveladora, en pleno auge del gobierno de Álvaro Uribe Vélez.

Foto de Claudia López
Foto de Claudia López en 2010. Crédito: Colprensa.

Los hallazgos de Claudia llevaron a políticos a la cárcel y le valieron amenazas de muerte. Pero también la encumbraron como una de las columnistas y analistas más contundentes de Colombia y tenía camadas de admiradores: una de esas era Angélica, que se acercó esa noche con su ejemplar del libro recién comprado e hizo fila para que ella lo autografiara. Claudia firmó: “Para mi alcaldesa favorita”. Angélica se sorprendió y le preguntó incrédula: “¿Usted me ubica?”. Cambiaron números de teléfono, direcciones de correo electrónico, se siguieron en redes sociales y comenzaron una amistad de mutua admiración intelectual movida por el interés de ambas en la política. 

Cada una tenía sus parejas y sus rumbos, muy diferentes. Pero cada tanto se escribían para compartir sus opiniones sobre lo que pasaba en el país. Así, por ejemplo, en 2009, gracias a un correo de Angélica, Claudia se enteró en la Universidad de Yale, donde hacía una pasantía después de hacer una maestría en la Universidad de Columbia, que había sido despedida de El Tiempo por una columna en la que criticaba la posición del periódico frente al tratamiento del escándalo de Agro Ingreso Seguro. O, ya en 2011, Claudia se enteró, por redes sociales, que Angélica haría una reunión con amigos y aliados estratégicos para pedirles que la apoyaran en su segundo intento para llegar al Concejo de Bogotá, y pidió que la invitaran. Angélica, además de la ansiedad que esa cruzada implicaba, sufría porque su pareja no la apoyaba. El tema salió a relucir en la reunión y recuerda que Claudia gritó, contundente, desde un sofá: “Next! Si tu pareja no entiende que vives por la política: Next!”. El día del lanzamiento de su candidatura, el 31 de agosto, Angélica terminó con su novia . Dos meses más tarde, llegaría, por primera vez, al Concejo de Bogotá.

Un año después, en 2012, era Claudia la que sufría. Vivía entre Bogotá y Chicago, donde realizaba su doctorado en Ciencia Política, y Angélica se enteró que estaba en Colombia por un trino en el que Claudia denunciaba un atraco que había presenciado en la 17 con 54, en Galerías. Angélica, ya concejala, aprovechó que estaba en el país para pedirle una asesoría y hablar sobre los 100 primeros días de Gustavo Petro como alcalde, que estaban por cumplirse. Cuando se reunieron, Angélica encontró a una Claudia achantada: había terminado con su novia y aun estaba en la tusa. Era viernes en la noche y, después de la consulta, ninguna tenía planes. “No quería parecer una utilitarista que solo estaba interesada en sacarle información, entonces le dije que si quería ir a la fiesta de un amigo en común”. Claudia no quería, dijo que se iría a casa a ver una película. Pero Angélica insistió. Decidieron ir y en medio de la rumba, Angélica se prendió. “Aquí donde me ves, que soy muy histriónica y puedo dar discursos y ponencias, soy muy tímida para caerle a alguien” dice Ángélica. Fuera el trago, la noche o la rumba, Angélica se envalentonó y le cayó a Claudia. Y Claudia cayó. 

–Pensé que iba a ser una noche loca de copas y ya. Pero al lunes siguiente, cuando ya Claudia estaba en Chicago, me envió un mensaje que decía “Acabo de llegar y ya te extraño”.
–O sea que Claudia es romántica
–Sí, mucho. Tiene como diez palabras amorosas diferentes para referirse a mí. En 12 años solo me ha dicho ‘Angélica’ dos veces y me he asustado, siento que me estuviera regañando.

Claudia López
Claudia López y Angélica Lozano en el Congreso. Crédito: Colprensa

Comenzaron entonces una relación a distancia, a punta de BlackBerry y FaceTime. En la Semana Santa de ese año, Claudia le envió una foto en un lago de Chicago y Angélica la vio mientras almorzaba en un corrientazo con menú del día a 6.000 pesos frente al Concejo de Bogotá, donde colgaban bolsas de agua para espantar a los mosquitos. “Yo pensé, “¡¿Qué hago aquí?!”, entonces aprovechó que no había plenarias en esos días, se compró un pasaje y le cayó a Claudia inesperadamente, de nuevo, pero a Chicago. Fueron días felices recorriendo juntas calles, lagos y edificios. Una tarde que iban en carro a ver el skyline de la ciudad, Angélica le preguntó: “¿No te gustaría ser mi next?”. Claudia, que iba manejando, dijo: “No”. Angélica se quedó helada por un momento que se le hizo eterno, hasta que Claudia remató y dijo: “I will be your last”.

No se han separado desde entonces. Juntas, se lanzaron al Congreso en 2014 y pasaron: Claudia al Senado, Angélica a la Cámara de Representantes. Juntas apoyaron el Sí en el Plebiscito por la paz de 2016. En diciembre de ese año, Claudia oficializó su precandidatura a la Presidencia con el Partido Verde, esperando una consulta interna en la que se debatiera contra Sergio Fajardo y Jorge Enrique Robledo del Polo, en la entonces llamada Coalición Colombia, pero terminaron nombrando a Fajardo y Claudia se le unió como fórmula vicepresidencial. En 2018 quedaron terceros con 4,5 millones de votos, debajo de Iván Duque y Gustavo Petro. Y, finalmente, juntas lideraron la Consulta Anticorrupción en agosto de ese año que, aunque no pasó, logró 11,6 millones de votos, la mayor votación alcanzada por cualquier iniciativa en la historia de Colombia hasta ese momento. 

Angélica seguía en el Congreso: había logrado pasar, nuevamente en 2018, esta vez al Senado. Pero la idea de que Claudia fuera alcaldesa aún le rondaba, dos años después de que lo hubiera pensado con su amigo Felipe Morales aquella tarde deprimente en que Colombia le dijo No a los Acuerdos de Paz. Pero Claudia estaba cansada de tanta campaña y tenía otros planes: quería ser mamá y terminar su doctorado. Entonces se devolvió a Chicago. Angélica, desde luego, insistió. Planeó todo con Felipe Morales y Felipe Jiménez, quien siempre ha acompañado a Claudia y coordinó la campaña de la Consulta Anticorrupción.

En dos meses montaron todo. Solo les hacía falta una cosa: el sí de Claudia. De nuevo, Angélica se compró un pasaje y, de nuevo, cayó inesperadamente a Chicago. No se iba a devolver hasta convencerla. Durante un par de semanas se dedicó a hacerle entender que si quería ser presidenta primero debía empezar con Bogotá. Que no iba a llegar directamente a la Presidencia. Por teléfono, Claudia dice que aún recuerda que la convenció al decirle: “Tú no eres Iván Duque: a ti nadie va a venir a regalarte nada”. Entonces aceptó. Pero aún había un pero: Si ganaba, ¿cómo iba a ser alcaldesa y madre primeriza al mismo tiempo? Angélica, que tenía una respuesta para todo, le dijo: “¡Por Dios, Claudia! No vas a ser la primera mujer colombiana a la que le toca trabajar y ser mamá al mismo tiempo”. Un año después, Claudia ganaba las elecciones a la Alcaldía de Bogotá por encima de tres hombres, todos muy señores, todos muy hetero, todos de familias acomodadas, todos con sendas maquinarias.

Pero no todo es política. Quince días antes de la posesión de Claudia, se casaron. Y juntas han estado desde entonces en seis intentos para ser mamás. Él último, en enero de 2021, tras un año de un tratamiento de fertilización in vitro, y un año de Claudia en el Palacio Liévano, terminó en pérdida. Angélica tenía 11 semanas de embarazo y tardó en contarle la noticia a Claudia, porque ese día, el 25 de enero, la alcaldesa asistía a una audiencia de revocatoria en el Consejo Nacional Electoral, que se apoyaba además en una furia mediática desatada en parte porque, tras saber que sería mamá, se tomó una semana de descanso en Costa Rica para recargar energías haciendo Chi Kung, mientras sus planes para contener el tercer pico de la pandemia no dieron abasto como esperaba.

Como ya se sabe, Claudia no fue revocada. Y tampoco ha podido ser madre. Por teléfono, al preguntarle por la presión mediática y general que recibió como alcaldesa y el apoyo que ha recibido de su esposa en esos momentos, antes y después de ser elegida alcaldesa, Claudia dice: “yo lo único que he estado bien en la vida es bien casada. Todo lo demás es secundario: un trabajo muy bonito, pero un trabajo. La vida de verdad es mi familia, mi esposa, mi madre. Y entre más trabajos importantes tengo, más convencida estoy de eso”.

Por todo lo anterior, medios como La Silla Vacía han dicho que Claudia y Angélica son una de las parejas más poderosas de la política actual en Colombia. Y por eso, no dudan que Claudia daría un golpe contundente en las presidenciales de 2026: en gran parte por la gestión de Angélica que, según ella misma, representa todo lo que es el sistema de Cuidado que ha edificado Claudia en su alcaldía. Angélica, desde luego, es –y hace– mucho más que eso. Tal es su vehemencia en la defensa de Claudia que analistas como Santiago Rivas en Canal Capital la califica como su “jefa de comunicaciones no pedida, ni necesitada”. Cualquiera que sea el caso, Angélica prefiere no responder si Claudia, finalmente, irá por la Presidencia.

Foto de Claudia y Angélica
Crédito: Colprensa.

En vez de eso, responde algo completamente contrario, inesperado. “Yo sé que mucha gente nos ve y debe pensar que somos un par de arpías, pero en realidad somos muy ingenuas… Y, te confieso, el entusiasmo que tenía para que Claudia fuera alcaldesa, no lo siento ahora para eso. Ella sería muy buena, así como ha sido buena investigadora, buena senadora, buena alcaldesa. Claro, se equivoca, la embarra… Pero trabaja 24 horas para hacer las cosas bien. Y después de todo esto que hemos vivido a diario, siento que hay tanta mierda y tanta mezquindad que a veces me pregunto si valdría la pena”.

*** 

Viernes, ocho de la mañana. En el auditorio de la Cámara de Comercio de El Salitre, sobre la Avenida El Dorado, el gremio empresarial se reúne para ver a Claudia López presentando, oficialmente, el balance de sus cuatro años de gestión y, de paso, hacer la firma simbólica para la construcción del Campus de Ciencia, Tecnología e Innovación, un proyecto para fomentar emprendimientos en esas áreas que los medios ya han bautizado como el Silicon Valley de Colombia, aunque por ahora solo hay un render.

La rutina es, básicamente, la misma de todos los eventos protocolarios a los que ha asistido la alcaldesa por estos días: la gente espera, ella aparece, todos se conmocionan, toma la palabra y da un discurso de una hora en el que no da un respiro. Lo único que varía esta vez son los colores de su traje (camisa blanca, saco negro, pañuelo naranja) y el público que la mira fascinado: empresarios, CEO, embajadores y una infinidad de cargos de alto mando de empresas que dominan la economía de Bogotá. El discurso de Claudia, esta vez, no es menor para la ocasión: camina por la tarima con toda propiedad, salta de un tema a otro con cifras memorizadas e hilando todo como una enorme red que ella domina a la perfección y entre una y otra cosa hace puyas a Gustavo Petro –sin nombrarlo–, manda mensajes de apoyo a Luis Fernando Galán, elogia a Enrique Peñalosa y hace chistes y el público se ríe. Sí, Claudia López sabe hacer chistes

La rendición de cuentas termina y viene la infaltable marea de personas encorbatadas y entaconadas que quieren hacerse una foto con ella y otros que simplemente quieren saludarla, tocarla, verla de cerca. Ella esgrima cada petición con la misma habilidad que tiene para la oratoria, y reparte un beso aquí, un abrazo allá, saluda con nombre propio a la mayoría de los que se le acercan y reparte selfis perfectas en tiempo récord. Sí, Claudia López sabe cómo hacer una selfi perfecta. Los periodistas se agolpan con luces, micrófonos y cámaras esperando a que ella se acomode para decir algo, lo que sea: por lo general no preguntan, Claudia es quien pone la conversación.

Antes de hablar, un integrante de su equipo de comunicaciones, que casi le dobla en tamaño, se le acerca y le susurra algo al oído. La gestualidad de Claudia cambia inmediatamente, como si alguien le hubiera encendido una irritación con un interruptor invisible, y empieza a manotear y a girar la cabeza como diciendo “¡No, imposible!”. Sin dirigir ni una mirada ni una palabra a los periodistas, camina directamente hacia la salida. Todos se quejan. Un colega dice “¿pero por qué me le dijo, por qué me la puso así?”. Es la última oportunidad que hay, después de una semana de perseguir a la alcaldesa, de preguntarle la única cosa que en todos estos días nadie le ha preguntado: ¿qué quiere decir con qué está conmovida? ¿tiene nostalgia o sentimientos encontrados por dejar la Alcaldía? No queda de otra, toca perseguirla hasta el final.

En medio de su correría hacia la salida, Claudia mira por el rabillo del ojo: sabe que está siendo seguida. No queda de otra, toca interpelarla en medio de la huida:

–Alcaldesa, disculpe, ¿podría responderme una pregunta para CAMBIO?
–Ahora no, no puedo, imposible –dice sin levantar la voz pero sin paciencia, dando la espalda, y agita la mano en el aire como espantando un bicho volador.

Inmediatamente, su equipo la rodea como blindándola del exterior. Unos pasos más adelante, a punto de entrar al ascensor que la sacará quién sabe adónde, Claudia se detiene, se gira, mira fijamente, resopla y dice: "Discúlpame. Yo leí tu mensaje. Sé qué es lo que estás haciendo y sé que para ti es importante. Pero ahora no puedo. Yo te responderé". Se mete en el ascensor con su gentío y desaparecen.

Contra toda esperanza, una hora después, desde algún lugar que no especifica, Claudia llama. Y responde a las preguntas, una a una, con paciencia y con la extensión, la retórica y los datos que repite en cada escenario, pero esta vez habla con menos solemnidad. Dice que, por ahora, solo va a descansar. Que se irá a Harvard a estudiar gracias a una beca, pero por poco tiempo y eso le encanta: “soy una nerda”. Que ella solo piensa en el aquí y el ahora porque, por lo demás, aún le quedan 15 días de mandato en los que tiene una agenda a todo tope. Y dice que lo único que quiere y piensa es en cerrarlos bien. No piensa en nada diferente a eso por estos días, incluida la Presidencia de Colombia.

–¿Y le da guayabo, nostalgia dejar la Alcaldía? ¿Por qué dice que está conmovida?
–Es que yo me conmuevo todos los días –responde riéndose y parece una risa sincera–. Pero no, no estoy nostálgica. Yo ya estoy acostumbrada a dejar cargos. Si toda mi vida pública se acabara aquí, se terminaría feliz.

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