Entrevista a Armando Benedetti: “Yo no quisiera ser adicto, pero lo soy”

Armando Benedetti, ministro del Interior, habla sin tapujos sobre su consumo de alcohol y drogas: 'La adicción es una enfermedad, no un estigma'.

Crédito: Pablo David Gutiérrez - CAMBIO

27 Abril 2025 03:04 am

Entrevista a Armando Benedetti: “Yo no quisiera ser adicto, pero lo soy”

El ministro del Interior le confesó a la periodista Patricia Lara su larga historia de adicción al alcohol y a las drogas. “La decisión más difícil que he tomado en mi vida fue meterme a ese centro de rehabilitación”.

Por: Patricia Lara Salive

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Armando Benedetti no necesita presentación: exrepresentante a la Cámara, exsenador, exembajador en Venezuela y la FAO, ahora ministro del Interior, es un político hábil, un barranquillero inteligente y simpático, con varios pleitos encima, acusado de haber maltratado a su esposa, muy querido por el presidente Petro y muy odiado por muchas de las personas más cercanas a él. Al parecer, el partido entre Benedetti y los petristas de tantos años, contra todo pronóstico, lo ganó Benedetti. Con él se podría hablar de lo divino y lo humano. Pero en esta entrevista nos centramos en un solo tema: su historia de adicción al alcohol y a las drogas.

De sus 57 años de vida, el ministro del Interior ha pasado 30 años sano y 27 dominado por ella. Se ha sometido a dos procesos de rehabilitación: uno en 1995, que lo mantuvo 14 años alejado del consumo, y otro que emprendió en octubre del año pasado, que lo convirtió en otro Benedetti, uno que ha recuperado a su esposa, se ha acercado a sus hijos y vive muchos momentos felices porque la felicidad, como estado permanente, según él, no existe.

Cambio Colombia

En esta entrevista exclusiva para CAMBIO, Benedetti confiesa con valentía y honestidad su adicción, y deja claro que ella no es un problema moral ni un estigma, como se le ve comúnmente, sino una enfermedad que, si se asume y se trata, se supera. 

Aquí, además, deja ver al ser humano que hay detrás de su fachada, un hombre que a pesar de sus defectos es capaz de conmoverse y de llorar…

CAMBIO: Ministro, alguna vez usted contó que se había recuperado de la adicción y afirmó: “El alcohol y las drogas dominaban mi vida”. Después recayó. ¿Cuánto tiempo el alcohol y las drogas han dominado su vida?

A.B.: De 57 años, 30 he estado fuera del alcohol. Yo paré en 1995 y recaí en 2008 o 2009. En esos 14 años, mi vida cambió demasiado bien. Empecé como concejal, representante a la Cámara, senador. Me casé y tuve un hijo. Lo que le quiero decir –y de pronto esta frase se la voy a repetir varias veces–, es que cuando usted se aleja de eso –y no estoy hablando contra las personas que toman–, la vida cambia, como me ha pasado en los últimos meses: mi vida ha cambiado para bien desde cualquier punto de vista. Desde cuando me acuesto hasta cuando me levanto. Mi tranquilidad y, sobre todo, lo más importante, la relación con mi esposa y con mis hijos.

Benedetti durante la entrevista con CAMBIO: 'Cuando te alejas del alcohol, la vida cambia para bien'. Foto: Pablo David Gutiérrez - CAMBIO
Benedetti durante la entrevista con CAMBIO: 'Cuando te alejas del alcohol, la vida cambia para bien'. Foto: Pablo David Gutiérrez - CAMBIO

CAMBIO: Me han contado que están casi en luna de miel...

A.B.: Estamos en luna de miel y eso es porque yo me estoy portando bien, no porque ella haya necesitado hacer algún cambio. Es que cuando usted toma licor, usted abre muchas puertas: a la infidelidad, a dedicarse mucho más al trabajo, a alejarse de la familia. Y ese tipo de puertas terminan rompiendo siempre las relaciones.

CAMBIO: Sí, porque estaban en proceso de divorcio...

A.B.: Veníamos mal desde 2023, o finales de 2022, por culpa mía.

CAMBIO: ¿Cómo comenzó su adicción?

A.B.: Yo me fui para México en octubre del año pasado, a rehabilitarme porque en Colombia, donde me conocen, hubiera sido imposible estar en un centro de rehabilitación. Allí, el proceso es retrospectivo. Usted tiene que irse atrás, revisar qué fue lo que usted hizo, o no hizo, cómo fueron sus relaciones con sus padres, con sus hijos, etcétera Y ahí es donde sale la inestabilidad, que es la que te lleva después a consumir o a tener alguna dependencia con alguna droga. Estar en ese centro de rehabilitación te hace volverte más espiritual. Sabes que tú, solo, no puedes, que tienes que pedir ayuda y que la voluntad tiene que ser tuya. Ese proceso te lleva a mirar hacia atrás para saber qué te hace consumir. En mi caso, son inestabilidades emocionales debido a la separación de mis padres. Ahí tú tienes que contar muchas cosas de tu pasado que pueden ser causa de algunas actitudes irracionales, o muy cargadas de sentimiento y emotividad que te llevaron a cometer actos como manejar embriagado, etcétera.

Benedetti
El ministro recuerda su infancia marcada por la separación de sus padres: 'Ese niño de 9 años, lleno de miedo..." Foto: Pablo David Gutiérrez - CAMBIO

CAMBIO: ¿Qué edad tenía cuando se separaron sus padres?

A.B.: Como nueve o diez años. Entonces, en ese proceso de rehabilitación, te lo hacen ver…  Y ahora que lo estoy diciendo, lo hago con muchísimo sentimiento… Y me dan hasta ganas de llorar.

CAMBIO: ¿Por qué?

A.B.: Porque me acuerdo de ese niño que tenía nueve o diez años; de los miedos, las vicisitudes, las ansiedades, de que quería morirse, y lo veo otra vez chiquito y solo.

CAMBIO: ¿Le tocó quedarse con su mamá?

A.B.: No me tocó. Nosotros elegimos quedarnos con mi mamá.

CAMBIO: ¿Y la ausencia de ese padre?

A.B.: Más que la ausencia, lo que pasó fue que las responsabilidades cayeron sobre aquel niño como si fuera el hombre de la casa. Y yo no tenía edad para eso. Y tenía que estar protegiendo a mi mamá… Y siempre estaba con miedo, ansiedad, angustia y el trauma de que algo le podía pasar a mi mamá: podían robarla, violarla, matarla o se podía morir. Y esa era una angustia muy fuerte.

CAMBIO: El mayor de la casa.

A.B.: El mayor de la casa.

CAMBIO: ¿Cuántos hermanos? 

A.B.: Tres.

CAMBIO: Entonces, a los nueve años le toca asumir una posición de padre.

A.B.:  Uno es el que termina echándose esa carga encima. Pero eso va pegado a las ansiedades, a las angustias… 

CAMBIO: ¿El consumo, tal vez, le daba seguridad?

A.B.: Da una falsa seguridad, unas falsas relaciones interpersonales. De pronto te hace hablar mejor, ser más creativo. Pero ya cuando tú empiezas con un consumo diario, te lleva a otro tipo de reacciones. Al principio, la cocaína o el trago te pueden ayudar a interrelacionarte mucho mejor, a hablar mucho mejor si eres tímido. Pero, con el tiempo, terminas encerrado en tu cuarto.

CAMBIO: Vamos a ese 8 de diciembre de 1995, cuando usted sintió que se iba a morir. Amaneció con escalofrío, dolor de cabeza y una depresión que no lo dejaba levantarse de la cama. La víspera se había emborrachado y había tenido una pelea escandalosa con su novia. Entonces habló con su mamá, después con su papá, y les dijo que quería dejar el alcohol. Y ella buscó a Miguel Bettin, psicólogo experto en adicción...

A.B.: Así es. Yo me levanto un día. Había peleado con la novia. Y era otra vez el mismo cuento: me levantaba con remordimientos por lo que le había dicho. A causa de la pelea, ella se había ido. Y ese día empecé a sentir como calambres. Yo nunca vi alucinaciones. Pero ese día sentía que había cosas raras dentro del cuarto. Entonces me dije: “me estoy volviendo loco, esto no puede seguir así”. Y me fui para la casa de mi mamá. Porque uno, con la mamá, siempre va a lavarse la culpa, y a explicarle a ella lo que pasó. Entonces la mamá le decía a uno: “No te preocupes, eso está bien”. Como a las 4 de la tarde, me calmó: “No te preocupes”. Pero también me dijo: “¿Por qué no te metes en un plan de rehabilitación?”. Y yo le dije: “sí”. Entonces buscaron al doctor Bettin. Lo conocí y estuve en la clínica casi 60 días, “encerrado”, entre comillas. Y empecé el proceso de rehabilitación. Y duré 14 años sin consumir.

El día que Benedetti tocó fondo: ‘Amanecí con escalofríos, creí que me volvía loco’. Su madre lo llevó a rehabilitación en 1995. Foto: Pablo David Gutiérrez - CAMBIO
El día que Benedetti tocó fondo: ‘Amanecí con escalofríos, creí que me volvía loco’. Su madre lo llevó a rehabilitación en 1995. Foto: Pablo David Gutiérrez - CAMBIO

CAMBIO: Usted dijo entonces que no sabía que era adicto.

A.B.: Uno siempre lo niega. Yo reconocí que soy adicto después de que fui a la clínica. Antes de eso, no sentía que era adicto. Es más: yo tenía épocas en que me decía: “voy a dejar de beber, porque no es bueno para el futuro. Y siempre me decía: “yo no tengo ningún problema”. Y resulta que, cuando tú haces eso, a los 15 días te dices: “Bueno, la verdad es que no tengo ningún problema: no tengo cirrosis, entonces por qué voy a dejar de tomarme unos tragos hoy. Y siempre hay un amigo que te dice “tómate un trago”, y yo me lo tomaba. Entonces, solo hasta que llego al centro de rehabilitación es cuando confirmo que soy un adicto, un enfermo. Y lo que voy a decir es muy importante: la adicción es una enfermedad. Y como enfermedad, no debe haber ningún tapujo moral. Si toda la sociedad y el Estado y la nación, cuando alguien alce la mano y diga que está enfermo le brindaran ayuda, habría un gran alivio. Aquí, casi el 80 por ciento del problema de salud pública viene del alcohol y del consumo de drogas. El que se estrelló o estrelló a otra persona, estaba consumiendo. En Alemania, en Inglaterra, el primer problema de salud pública es el alcoholismo. ¿Pero qué pasa en esta sociedad? Que si tú llegas a decir lo que yo estoy diciendo hoy, que soy alcohólico o que tengo problemas con las drogas, te estigmatizan, te sancionan, te dicen que estás loco, que no puedes hacer nada y te acusan de cualquier cosa, cuando es un problema de salud pública. 

CAMBIO: ¿Por qué le cuesta tanto trabajo al adicto, al alcohólico, reconocer que lo es?

A.B.: Primero por la sociedad. De alguna forma, yo siento alguna pena y vergüenza por lo que estoy diciendo, por las reacciones que pueda haber. 

CAMBIO: Usted planteó en Jet Set que el alcohol lo volvía agresivo e incluso contó que una vez amenazó con un revólver a unos mariachis que no querían darle una serenata a su mamá y los hizo arrodillarse. ¿Cómo fue esa historia?

A.B.: Agresivo, como tal, no. O sea, de estar en puños, en peleas, no. Era muy irritable o poco tolerante. Y una vez, un amigo fue a ver con unos mariachis a una amiga. La amiga estaba con un amigo y no les abrió la puerta. Yo les dije a los mariachis: “Vámonos para donde mi mamá”. Y dos de ellos dijeron: “¡Qué mamá, ni qué carajo, ya nos vamos para nuestro puesto de trabajo!”. Y yo estaba con bastantes tragos. Y saqué una pistola, no tuve en cuenta que las pistolas que ellos tenían eran de juguete, pero parecerían de verdad. Entonces les hice poner las pistolas abajo, tal como si estuviéramos en una película de vaqueros. Pero después de esa etapa, nunca más volví a tener ese tipo de actitudes. Y en esos últimos intentos –y cuando digo ‘últimos intentos’ es porque yo a veces sabía que el trago me iba cogiendo ventaja–,ya no me ponía agresivo.

El ministro admite su ira bajo los efectos del alcohol: 'Nunca llegué a los puños, pero sí a amenazar. Hoy me avergüenza'. Foto: Pablo David Gutiérrez - CAMBIO
El ministro admite los efectos nefastos de la adicción al alcohol y a la droga Foto: Pablo David Gutiérrez - CAMBIO

CAMBIO: Y entonces comenzó la etapa de la coca…

A.B.: Fue cuando el licor me ponía agresivo. Pero si lo consumía con coca me ponía muy pasivo, muy amoroso, muy tranquilo. Entonces, es en esa segunda etapa, el problema era que quería pasar más días rumbeando. Pero yo, a pesar de que consumía, jugaba tenis cuatro veces a la semana. Y nunca dejé de ir a un debate en el Senado. Nunca dejé de ir a trabajar. Nunca dejé de ir a una cita. De hecho, yo decía que con dos citas importantes a las que yo dejara de asistir, dejaba de consumir.

CAMBIO. ¿Y eso a qué nos suena en este momento?

A.B.: (Risas) No, no, a nada… En ese momento ya no tenía vida pública. Trabajaba en asuntos privados. Me levantaba, trabajaba, después tomaba y consumía cocaína. Pero me daba cuenta de que lo que estaba pasando no era normal, por así decirlo.

CAMBIO: ¿Y solito llegó a la conclusión de que tenía que rehabilitarse? 

A.B.: Con mi mamá. Ella es la que me dice: “hágalo”…

CAMBIO: Alguna vez dijo usted que la cantaleta de los papás sirve.

A.B.: Funciona, porque mi mamá y mi papá me daban muchísima cantaleta… Es importante esa cantaleta. Y lo digo para los papás de los adolescentes en esta época en la que es complicadísimo tener un control sobre ellos en cuestión de consumo, de amistades, etcétera. En mi caso me la daban tanta, que cuando lo estaba haciendo me sentía mal. 

CAMBIO: Bueno, entonces entra a la fundación. 

A.B.: Sí, pido ayuda en esa fundación en diciembre del año 95.

CAMBIO: Y sale sano y así dura entre 13 o 14 años. ¿Por qué recae?

A.B.:  Lo que le voy a decir es verdad. Ni Bettin me lo cree. Yo estoy en una reunión, tomando soda, y la pongo en la mesa. Había un primo al lado. Tomo el vaso, pero me equivoco de vaso, y allí había vodka. Y cuando estoy haciendo el gesto de tomar el agua, siento el licor. Y entonces me da esa sensación tan rica y me fui a esconder para beberlo todo. Y empecé a tomar a escondidas. Mi familia se dio cuenta como a los dos o tres meses porque, como le digo, eso no se puede ocultar. Nadie lo puede ocultar. Eso fue una tragedia. Volví a recaer, diría que por un exceso de confianza. Ya para esa época era senador de la República, sentía que era un berraco y que podía manejar el tema.

CAMBIO: ¿Y cómo combinaba ese ejercicio del poder con la adicción al alcohol y a la droga?

A.B.: Yo era un adicto funcional desde el punto de vista de que nadie puede decir que lo dejé tirado, que no fui a una reunión, que no fui a un debate. Yo jugaba tenis cuatro veces a la semana, a veces hacía pesas, era un deportista. Nadie podía decirme: “oiga, deje de beber, porque se ripeó la fortuna”, o “¿por qué perdió una elección?” o “¿por qué está tirado en la cama y no hace ejercicio?”. Yo hacía todo eso. Yo me exigía muchísimo y nadie tenía un argumento real para decirme: “vea, ya no más”. Yo tengo una hija que actualmente tiene 38 años y a ella y a todos les dio muy duro que yo hubiera vuelto a beber.

'Nunca dejé de ir a un debate en el Senado. Nunca dejé de ir a trabajar': Benedetti gobernó Colombia como un adicto funcional. Foto: Pablo David Gutiérrez - CAMBIO
'Nunca dejé de ir a un debate en el Senado. Nunca dejé de ir a trabajar': Benedetti gobernó Colombia como un adicto funcional. Foto: Pablo David Gutiérrez - CAMBIO

CAMBIO: Y había cosas que le salían mal.

A.B.: Lo que me salía mal era la relación personal. En eso sí me empezaba a salir todo mal. Hay una cosa que le dicen a uno desde chiquito y que le dicen la esposa y las tías y uno no les para bolas. Pero es verdad: si se está bien en la casa, le va bien en todo. Yo en las elecciones, por ejemplo, nunca dejaba de ir a una reunión que me hubieran preparado.

CAMBIO: Pero ahí estaba consumiendo.

A.B.: Estaba consumiendo, y la relación con mi esposa no iba bien porque, como lo dije al principio, las puertas de la adicción te abren puertas de infidelidad. A algunos les abren puertas de ripiarse la fortuna, a otros de ripiarse el trabajo. Yo había sido bastante infiel y me arrepentí. Y le pedí perdón a mi esposa y no sé cómo me ha perdonado. 

CAMBIO: ¿Y fue violento con su esposa?

A.B.: Ese es un cuento que me han armado. Que me lo armaron por lo del 30 de junio del año pasado. Ese día yo sí me porté mal –no voy a decir en qué–, pero si me porté mal. Pero ella no estaba ahí. Y dicen que yo maltraté a mi esposa en ese momento, pero ella no estaba ahí.

CAMBIO: ¿Y el cuento del cuchillo?

A.B.: Por ese lado, sí me porté mal, pero no voy a hablar de eso.

El ministro habla del 'cuento del cuchillo': 'Sí me porté mal, pero no voy a dar detalles'. Foto: Pablo David Gutiérrez - CAMBIO
El ministro habla del 'cuento del cuchillo': 'Sí me porté mal, pero no voy a dar detalles'. Foto: Pablo David Gutiérrez - CAMBIO

CAMBIO: ¿Cómo ha sido este proceso de recuperación? ¿Por qué llega a decir ‘me voy a recuperar’? De pronto ¿tanto escándalo que había a su alrededor, tanto lío, tanta Laura Sarabia, no lo estaba haciendo pensar: ‘miércoles, esto se me está saliendo de las manos?’

A.B.: En la campaña del presidente Petro, que fue desde noviembre de 2021 hasta 2022, yo vuelvo a ser otra vez funcional. En esos ocho o nueve meses tomaba, pero uno o dos días a la semana, y luego ni un trago de licor porque teníamos que trabajar 20 horas al día. Entonces otra vez me pongo juicioso. Y cuando gana el presidente Petro, mucha gente cree que voy a ser el hombre más poderoso del país. Se te acerca todo el mundo y resulta que hay una serie de traiciones de las que no vamos a hablar. Me traicionan y me dañan el caminado, como se diría. Y ya yo empiezo a volver otra vez a consumir.

CAMBIO: Ya durante el gobierno...

A.B.: No, todavía no había entrado al Gobierno. Las elecciones son en junio y la posesión en agosto.

CAMBIO: Entonces eso fue entre junio y agosto.

A.B.: Sí, vuelvo a arrancar. No estaba trabajando en ese momento. Me dan un puesto en septiembre.

CAMBIO: La embajada en Venezuela.

A.B.: Sí, y vuelvo a caer. Es que, si yo por ejemplo estoy consumiendo durante diez años y paro un día, y dejo de consumir otros diez años, cuando vuelvo a consumir, vuelvo y arranco donde lo dejé. No es que tu arranques otra vez de cero, como cuando empezaste a consumir. Yo estaba un poco distraído conmigo mismo de quién era, del enfermo que yo era. 

CAMBIO: O sea, estaba pensando en el poder y en los resentimientos.

A.B.: Ni siquiera. A pesar de lo que la gente cree que me gusta el poder –y claro que a veces lo persigo–, me burlo de él.

CAMBIO: ¿Entonces no tenía esa sensación de cómo es posible que gracias a mí se gana esta vaina y, en pago, me extraditan a Venezuela?

A.B.: No, no. Yo no estaba tomando por estar traumatizado. Yo estaba en una especie de me importa un carajo. Ya me clavaron. Ya me fregaron. Pero como soy yo, me dije: “Bueno, me clavaron. Esto es parte del oficio”. Entonces ahí es cuando, al final de 2023, yo abro las puertas de la infidelidad y me alejo de mi familia como nunca antes lo había hecho. Y empieza a generarse un remordimiento de todo lo que había hecho en ese momento a nivel personal. Después vienen unos problemas con el Gobierno y me botan, o sea que quedé desempleado. Eso ayudó más.

'Jugaba tenis 4 veces a la semana, era deportista... pero después tomaba y consumía cocaína': La rutina del político en activo. Foto: Pablo David Gutiérrez - CAMBIO
'Jugaba tenis 4 veces a la semana, era deportista... pero después tomaba y consumía cocaína': La rutina del político en activo. Foto: Pablo David Gutiérrez - CAMBIO

CAMBIO: ¿En qué año?

A.B.: Eso es junio de 2023.

CAMBIO: ¿La botada fue a raíz de los escándalos de los audios?

A.B.: Antes de los audios.

CAMBIO: ¿Por qué fue la botada?

A.B.: Por la niñera de Laura Sarabia. Quedo desempleado y libre y tenía el trauma del problema de mi vida personal, más el tema laboral y lo único que tenía que hacer era consumir y jugar tenis.

CAMBIO: Pero la forma desafortunada como se manejaron esos audios, y el lenguaje usado, la grosería…

A.B.: Cualquier transcripción que a usted le hagan es horrible. 

CAMBIO: Pero de pronto si usted no hubiera estado en época de consumo no hubiera dicho lo que dijo.

A.B.: Es posible. Porque cuando tú consumes no solamente es el momento del consumo en el que te puedes volver irresponsable. Yo siempre he dicho que cuando tú consumes o estás borracho, tú no mides tus consecuencias. Y tú eres capaz de atreverte a todo. Pero no solamente pasa en ese momento, sino que después el sistema nervioso tuyo puede quedar muy alterado, y uno puede volverse mucho más irascible y menos perceptivo de la realidad, menos analítico de lo que realmente está sucediendo. Puede que no te demores tanto en pensar las cosas como deberías. Puede que las veas más grandes o más dramáticas de lo que son. Cuando tú estás en consumo, todo es apocalíptico. Cualquier cosa que va a pasar la ves como que va a ser muy dramática. Y si mira hacia atrás la cantidad de cosas malas que pensó que iban a pasar, se da cuenta de que no pasó sino como el cinco por ciento. 

CAMBIO: ¿Qué diferencia hay entre el Armando Benedetti de hoy y el Armando Benedetti de antes del tratamiento de México?

A.B.: Del cielo a la tierra. En primer lugar, he recuperado a mi familia. Segundo, he recuperado la tranquilidad para mis hijos, porque todos esos temas de separación, así como me afectaron a mí, seguramente pueden haberlos afectado a ellos.

Benedetti hoy: 'Soy otro. Duermo tranquilo y los insultos me resbalan'. Foto: Pablo David Gutiérrez - CAMBI
Benedetti hoy: 'Soy otro. Duermo tranquilo y los insultos me resbalan'. Foto: Pablo David Gutiérrez - CAMBIO

CAMBIO: ¿La separación de sus papás ha sido lo que más le ha dolido en la vida? 

A.B.: Si yo no hubiera entrado al centro de rehabilitación, nunca me habría dado cuenta de que me dolió. Pero cuando yo veo esa imagen de ese niño solo, asumiendo ese tipo de situaciones, me pongo a llorar, de verdad.

CAMBIO: ¿Cómo era esa imagen?

A.B.: A veces me recuerdo con el vestido de la primera Comunión. Y me da duro.

CAMBIO: ¿En dónde?

A.B.: En la casa, en la sala, comiendo o durmiendo en el cuarto. Cuando me ponía en la ventana a esperar que mi mamá se bajara de una buseta, a las 7:00 de la noche, con el miedo a que no llegara.

CAMBIO: Volvamos a la diferencia entre los dos Armandos.

A.B.: Recuperé mi familia, recuperé mi esposa. El perdón de ella, que yo creo que todavía no me ha perdonado, con toda la razón. Y la cercanía con mis hijos, los chiquitos que viven conmigo, y los otros, que siempre estaban pendientes de que yo dejara de consumir. Ellos sabían que estaba en esa espiral y me lo habían pedido todos de forma directa. Tengo una hija de 38 años, otro de 24, otro de 13, otro de 11 y otra de seis años. Todos me decían por favor deja de beber. Ellos reconocen el cambio que he tenido como papá, porque el trago te aleja de tu familia. Yo por ejemplo no llamaba a mi mamá en un mes. Tomaba trago y me levantaba ‘enguayabado’ y decía: “la llamo mañana”; pero mañana había que trabajar, etcétera. Entonces me he acercado muchísimo más a mi mamá y a mis hijos. Lo otro es cómo duermo. En esas épocas tú siempre tienes alguna angustia, ansiedad. Ahora que estoy trabajando duermo cuatro o cinco horas nada más. Y me concentro en lo que es, y me resbala todo lo que han dicho de mí, tú no tienes ni idea de cómo me resbala. Nunca leo un comentario; y me gustaría que lo supieran las personas que me insultan por X: yo nunca leo eso. Todo me resbala, pues casi todo son mentiras, conjeturas. Soy otra persona.

CAMBIO: En el foro de la consulta popular que hicimos en Cambio lo vi sereno.

A.B.: Mucha gente me ha dicho eso. No peleo con nadie. No tengo ganas de ofender a la gente. A veces yo tenía esa habilidad para ofender a la gente en donde mejor le pudiera pegar. Y a veces lo hacía. Ahora soy otro. Yo no sé qué es la felicidad: creo que la felicidad no existe; existen momentos felices. Y ahora brotan de todos lados los momentos felices. 

CAMBIO: ¿Por qué decidió aceptar públicamente su adicción, sobre todo en esta etapa? 

A.B.: Si yo hubiera sabido que me iban a nombrar ministro, no sé si lo hubiera hecho. 

CAMBIO: ¿Por qué? 

A.B.: Por el tabú que hay, por el estigma que te ponen. Y lo hago porque se iba a saber y quería contarlo yo, y no que lo contara otro. Ya había chismes, pero usted me hizo una pregunta que no la he contestado. Es que además de los problemas que yo venía teniendo con mi familia y con lo hijueputa que había sido con mi familia –y me da dolor aceptarlo y decirlo–, y me da mucho arrepentimiento por lo mala persona que yo había sido, además de eso, me hice un examen de rutina y me salió que tenía que hacerme una colonoscopia. Me la hice y me salió un precáncer en el colon. Eso a mí me dio durísimo. Hasta ese día vivía como si cada día fuera el último. Yo no soy rico. Yo no tenía más de 8.000 o 9.000 euros en la cuenta. A pesar de que todo el mundo crea que he podido ser bandido y que tengo millones de dólares, no los tengo. Y entonces yo digo: “bueno, ¿de qué van a vivir mis hijos? Yo tengo tres hijos muy chiquitos. ¿Quién me va a dar trabajo? Por primera vez en mi existencia me sentí asustado de la vida. Y empiezo a entender que tengo que cambiar mi estilo de vida. Y para ello, lo primero que tenía que hacer era dejar de beber. Yo ya estaba separado de mi esposa por lo que había pasado el 30 de junio, etcétera, y ella se devuelve de Europa. Yo trato de volver con ella. Ella me acompaña cuando me descubren eso del colon. Y entonces me digo que tengo que dejar de beber. Y creo que puedo solo. Pero llego a la conclusión de que tú tienes que pedir ayuda, solo no se puede. Ella no me dice nada. Yo le digo que me voy a meter en el centro de rehabilitación. Fue la decisión más difícil que he tomado en toda mi vida. Porque a los 57 años, meterte a un centro en plena vida pública, no es fácil. A los ocho días de estar allá, alcancé a decir que me salía y a avisarle al director del centro que me iba. Ya me habían dicho que me podía ir. Yo tenía que irme a la una y media de la tarde, pero, a las 12:30, mi terapeuta me llamó y me entregó una carta de mi esposa. Me puse a llorar y me quedé.

CAMBIO: Cuando en el foro de CAMBIO usted habló de su adicción y de que la había superado, hubo una irrupción de aplausos.

A.B.: Sí, la sentí. Y me sorprendió.

CAMBIO: ¿Por qué?

A.B.: A veces me da duro aceptarlo. A nadie le gusta decir que es un enfermo. Yo no quiero ser drogadicto. O sea, no quisiera ser adicto. Y lo soy. Es una enfermedad. Uno pudiera pensar que hubiera sido diferente todo si no hubiera sido por eso. Pero esto me lleva a algo que se me ha olvidado decir: la prepotencia. Me ha traído muchísimo mal. Creo que el 90 por ciento de los problemas que yo tengo son por la prepotencia.

CAMBIO: ¿Qué lo lleva a la prepotencia?

A.B.: No sé. El creerme mejor.

CAMBIO: Y al aceptar públicamente ser adicto, ¿no se está sintiendo mejor? Debería, porque se requiere mucha valentía.

A.B.: Sí, pero me da cierto… pudor. 

CAMBIO: ¿Por qué aceptó dar esta entrevista que teníamos pactada sería sobre ese tema? ¿Hay alguna intención suya de ayudar a otros que están en la misma situación?

A.B.: Puede ser que le de esperanza a gente que está en esa situación. Dos, me da la esperanza de que no nos estigmaticen y que, cuando uno alce la mano y pida ayuda, se la den. Tres, lo más importante es que entiendan al adicto. El adicto se trata con amor. Porque al adicto no lo entienden. A pesar de todos los desastres que hacemos, ojalá la mamá entendiera a su hijo. Eso podría ayudar muchísimo.

CAMBIO: Es decir que usted está de acuerdo con el presidente quien dijo el jueves que la drogadicción solo se cura con amor.

A.B.: Sí, señora.

CAMBIO: ¿Y a usted le ha faltado amor?

A.B.: No, no es que me haga falta amor. Al revés: de hecho yo puedo llegar a un proceso de rehabilitación por segunda vez gracias a que hay muchísimo amor en mi familia. Lo estoy diciendo por aquellas familias que no entienden al adicto y que  a veces chocan con él o se ponen en su contra.

CAMBIO: Bueno, ministro, desafortunadamente ya son las nueve de la mañana y usted tiene que irse para el aeropuerto de Catam. Muchas gracias por esta entrevista. 

A.B.: A ti, Patricia. Casi que me haces llorar.
 

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