Petro y Uribe: detrás de cámaras de un idilio inesperado
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Gustavo Petro y Álvaro Uribe han dialogado más en el último año y medio que durante las dos décadas en las que fueron archirrivales políticos. A ritmo de tintos, reformas y abogados, ambos mantienen una relación sorprendentemente cordial. CAMBIO cuenta el detrás de cámaras del idilio entre enemigos y las razones de la moderación del jefe del Centro Democrático.
Por: Andrés Mateo Muñoz
Mediodía del viernes 27 de mayo de 2022. Dos días antes de la primera vuelta presidencial, Álvaro Uribe Vélez usó por última vez una referencia explícita al chavismo en su cuenta de lo que entonces seguía llamándose Twitter:
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“Ya que el chavismo los expulsó de Venezuela, ayuden a que no gane Petro, versión audaz, que trata de esconderse y llena de odio”, fue el llamado, quizás desesperado, del político antioqueño.
Y Petro ganó, en primera y en segunda vuelta, y esa misma persona que redactó la ácida súplica es ahora el expresidente que más se ha reunido con Gustavo Petro desde que pisó la Casa de Nariño. Parece que no solo Twitter pasó a ser X, sino que Uribe pasó a ser el enemigo favorito de Petro. ¿Cómo entender un giro de trama de tales proporciones?
La extrañeza de varios sectores por el estilo opositor de Uribe en el último año y medio ha calado hasta en el propio expresidente, quien el pasado 23 de noviembre, en una repentina introspección, habló de sí mismo buscando apartarse de cualquier encasillamiento de blando, tibio, o –como él mismo dijo– “mansitico”, una expresión muy del caballismo que profesa.
“Muchas personas creen que, como ya no es furibe, entonces mansitico, no va a decir lo que hay que decir”, dijo Álvaro Uribe desde la sede del Centro Democrático, el partido que montó en 2013 con el propósito de impulsar su férrea oposición al entonces presidente Juan Manuel Santos.
Santos, hoy en uso de buen retiro, padeció la versión más dura del Uribe opositor. En los ocho años que estuvo en el poder, tan solo hubo dos reuniones con Uribe. La primera fue aquel encuentro en la Casa de Nariño motivado por la peor crisis que enfrentó el hoy nobel de paz: la victoria del No en el plebiscito de 2016. “No nos reunimos nunca con Santos porque él nunca nos invitó, la única vez fue la del plebiscito y por iniciativa nuestra”, dijo la senadora Paloma Valencia. El segundo cara a cara fue por intermediación divina del papa Francisco.
La del No contra el Sí fue la mayor victoria de Uribe en contra de su expupilo Juan Manuel Santos, el mismo que en su discurso como candidato ganador en 2010 le agradeció a viva voz el 30 de mayo de ese año: "Señor presidente Álvaro Uribe: este es su triunfo y el de todos quienes queremos conservar su legado”.
La oposición de Uribe a Santos era tan encarnizada que parecía motivada por algo personal, por una herida en el “corazon grande” que siempre ha dicho tener el expresidente paisa. Y sí que había una: la traición que sintió Uribe Vélez cuando Santos, con apenas una semanas de posesionado, invitó a Hugo Chávez a la Quinta de San Pedro Alejandrino en Santa Marta. El presidente venezolano llegó en sudadera tricolor, estrechó la mano de Santos, quien llegó a decir que Chávez “era su nuevo mejor amigo”.
El fantasma de Chávez persiguió a Uribe a tal punto que este último bautizó como “castrochavismo” a la supuesta franquicia política que rondaba por países suramericanos y amenazaba a Colombia; y con ese argumento logró que en 2018 un desconocido Iván Duque llegara a la presidencia venciendo a Gustavo Petro, a quien el mismo expresidente lo había graduado como el importador del modelo venezolano a Colombia.
Pero los cuatro años de Duque no solo decepcionaron a Uribe sino que terminaron dándole el impulso definitivo a Petro para que por fin ganara las presidenciales en 2022, y al Pacto Histórico, para ser una fuerza mayoritaria en el Congreso. En esa campaña, Uribe pasó inadvertido comparado con todas las elecciones de los 20 años anteriores. Sin candidato propio, el Centro Democrático se la jugó veladamente por Federico Gutiérrez, a quien no le alcanzó para llegar a segunda vuelta. Uribe se sinceró en ese entonces y dijo que su aislamiento era para no “intoxicar” otras campañas.
El día antes de la primera reunión
El 29 de junio del año pasado, Petro y Uribe se reunieron por primera vez. La cita no se dio en ninguna sede política ni mucho menos en un hotel. El escenario fue la oficina del abogado Héctor Carvajal, organizador del encuentro, cercano a ambas partes y quien estuvo en el sonajero para ser ternado a fiscal general. En el pasado, Petro había sido cliente de Carvajal, así como Tomás y Jerónimo Uribe.
El día anterior a la sorpresiva reunión, Álvaro Uribe hizo un cónclave con su círculo cercano del Centro Democrático. Allí se definió el qué, el cómo y el por qué de su conversación con el presidente electo, al que años antes de la había dicho “sicario moral” en Congreso. El expresidente llegó a la tertulia con la idea de ser el jefe opositor a Petro, contagiado de la resignación de asumir el papel que todos esperaban que asumiera; todos, hasta la misma izquierda. Pero el diálogo con sus copartidarios le mostró a Uribe un camino distinto, soportado en una aritmética política bien hecha que lo terminó convenciendo.
La "uribización" del oponente le había dado frutos a la campaña de Petro, no solo por la debacle Iván Duque, sino por el desprestigio del expresidente Uribe por su proceso en la Corte Suprema, sazonado con el caricaturesco personaje de Diego Cadena, el "aboganster". Por eso, la dirección política del Centro Democrático encontró que era más rentable para Álvaro Uribe evitar el desgaste absoluto de una oposición confrontacional y probar suerte en lo que se llamó como "oposición inteligente".
Uribe recibió la idea a regañadientes y desconfianza, no tanto por la idea en sí misma, sino por sus implicaciones, porque, como dijo una fuente, "le disgusta todo lo que implique reducir su discrecionalidad en el partido". Después de una extensa deliberación interna, a la que le suele huir, Uribe aceptó la estrategia y se preparó para sentarse con Gustavo Petro tan solo separados por un escritorio con un helicóptero como adorno.
Después de la charla, ambos declararon que había quedado un "canal de diálogo" abierto. El petrismo celebró el encuentro. "Ese acuerdo nacional debía pasar por las manos del presidente Uribe. De diez elecciones presidenciales e importantes de este país, Uribe ha ganado ocho", dijo en ese entonces Armando Benedetti.
Con el tiempo vinieron tres encuentros más para discutir y debatir, a pesar de no llegar a ningún acuerdo sustancial. El más reciente fue el de la reforma a la salud, el pasado 22 de noviembre en la Casa de Nariño, reunión a la que Uribe calificó no como un diálogo sino como "un debate con buen lenguaje". Ese "tinto" no cayó bien en todo el uribismo y así lo hicieron saber voces fuertes como María Fernanda Cabal, Ernesto Macías y Rafael Nieto Loaiza.
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"Un tinto con él es darle la espalda al país", dijo Macías.
El punto de inflexión en el Centro Democrático fue la llegada del líder ganadero José Félix Lafaurie como negociador con el ELN. Pepe, como se le conoce en el partido, fue autorizado directamente por Álvaro Uribe para llegar a la mesa con el ELN, después de los acercamientos iniciales que hizo el senador Iván Cepeda, el mismo que tiene vigente una dura batalla judicial con Uribe en la Corte Suprema de Justicia.
"No entendimos cómo Uribe se opuso al proceso de paz de Santos, que era más serio, y no al de Petro, que es una completa improvisación", dijo un uribista de tradición. Y como si fuera poco, para romper más corazones en el Centro Democrático, Uribe también le dio la bendición a Fabio Valencia Cossio para que fuera negociador con el Estado Mayor Central, un despojo de las extintas Farc.
Las posturas de desazón en el uribismo por las tendidas de mano al Gobierno Petro contrastan con aquellas, más "oficialistas", que defienden las charlas y los tintos. "Hay que aprender que las diferencias políticas en Colombia se pueden tramitar con respeto", dijo Paloma Valencia, senadora que cuenta con el cariño de Uribe Vélez. Valencia ya confirmó que aspirará a la presidencia. Ella y Cabal son las dos precandidatadas cantadas del Centro Democrático para 2026. "En Colombia se creó un caricatura grotesca sobre el presidente de Uribe que, con las reuniones, se ha ido desmoronando", dijo la congresista.
Por su parte, Edward Rodríguez, exrepresentante a la Cámara por el Centro Democrático que ha tomado distancia de esa colectividad en el último año, considera que "el petrismo vendió la idea de que Uribe era el malo de la película y se ha venido demostrando que no es así (...) la oposición ha sido más suave con Petro que con Santos, porque a este último Uribe lo ayudó a elegir. En cambio, Uribe sabe que con Petro ganó un pensamiento distinto y por eso ha sido más cauteloso".
Voces en el uribismo aseguran que el objetivo a largo plazo de Álvaro Uribe es halar las riendas de su partido hacia el centro para evitar que la extrema derecha carcoma la credibilidad y el capital político que se ha tratado de recuperar en los últimos meses. De hecho, a Uribe le tocó a sus 71 años hacer campaña en la calle para las pasadas elecciones regionales. "El reto está en encontrar caras nuevas pensando en 2026", dijo Edward Rodríguez, mientras que otro militante del uribismo advirtió que "no se puede olvidar que Uribe empezó en el Partido Liberal".
En todo caso, lo cierto es que la relación de diálogo con Gustavo Petro puede terminar de socavar un cisma en el uribismo pensando en las elecciones de 2026. Algunos apostarán por replicar en Colombia los fenómenos de Javier Milei y Nayib Bukele; y otros, incluido Álvaro Uribe, buscarán conquistar el disputado centro político, contando con que el balance del Gobierno Petro sea negativo.