Gabriel Silva Luján
30 Junio 2024

Gabriel Silva Luján

El colapso de Biden, ¿qué pasará?

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Dolió como duele ver la caída de un árbol centenario y magnífico. Se resiste inútilmente al inexorable tirón de la gravedad; sus raíces insisten en agarrarse con desesperación a la tierra para permanecer erguido; sus ramas buscan asirse del cielo arañando el aire tratando de retardar lo inevitable.  Y cuando ya se precipita lo hace con un estruendo que recuerda un terremoto, arrasando todo a su paso. Así fue de doloroso el episodio de la participación de Joe Biden en el debate presidencial de CNN el pasado jueves 27 de junio.

El árbol ha caído. Ya no es posible que Joe Biden sea presidente de los Estados Unidos de América. Trump es inevitable a menos que ocurra el milagro de que Michelle Obama aceptara reemplazarlo. ¿Qué le deparará al mundo y a Colombia la tragedia de cuatro años más de Trump?

Para nadie es un secreto que el sistema internacional está atravesando por una profunda reestructuración. La supremacía de los Estados Unidos a la que estábamos acostumbrados se erosiona por todos los flancos. Sin embargo, Washington es y seguirá siendo el poder decisorio por décadas. Aquello que haga o deje de hacer el próximo gobierno estadounidense será decisivo para la configuración del sistema internacional emergente.

Nunca, ni en su vida privada ni en su vida pública, el expresidente y hoy candidato ha tenido problema en pactar con el diablo. La admiración por los tiranos, los “hombres fuertes” que profesa Trump es bien conocida. El intercambio epistolar con Kim Jong un y su admiración por Putin confirman esa inclinación. Por eso es de esperar que la llegada de Trump a la Casa Blanca acelere el deterioro del papel que ejercen los Estados Unidos en la contención de las tendencias autoritarias y antidemocráticas en el mundo.

El aislacionismo no es extraño a la política exterior estadounidense. Sin embargo, en momentos en que se está reacomodando el mundo mirar para el otro lado no parece ser la actitud más sensata. Desafortunadamente, ese es el tono que se le va a imprimir a la política exterior en una nueva administración Trump. Ya lo había dicho a Europa en su gobierno y ahora se lo repite a todos los aliados de Estados Unidos: más vale que se vayan preparando para defenderse solitos. Más de un tirano militarista, de los muchos que abundan hoy por todas partes, debe haber destapado champaña con los resultados del debate.

No es fácil saber que piensa el Trump de hoy sobre América Latina, distinto a que todo el que cruza la frontera proveniente del sur es un ladrón, un demente, un violador asesino o un preso fugado con un pasado tenebroso. La indiferencia hacia la región fue la constante durante su gobierno. Solo ha demostrado interés desde una perspectiva ideológica y electoral. Por ejemplo, dada la importancia de la Florida para sus propósitos electorales se sabe que ha prometido a los cubanos de Miami que endurecerá aún más las políticas de restricciones y sanciones a la isla.

Dada que la ideología será el motor central de su interacción con la región, es fácil de anticipar una gran cercanía con personajes como los presidentes Javier Milei de Argentina y Nayib Bukele de El Salvador. Ellos, que son enemigos públicos de Gustavo Petro, jugarán un papel central en formar la opinión de Trump sobre lo que está ocurriendo en América Latina. La otra fuente de influencia en Trump serán los empresarios que calificarán a los gobiernos latinoamericanos por sus conductas frente a la inversión extranjera y, sobre todo, por el tratamiento que le otorguen al sector privado.

Por todo lo anterior no es difícil concluir que un segundo gobierno de Trump no será particularmente amable con Colombia en lo que resta de la administración Petro. Si a la evidente incompatibilidad ideológica se le suma la permisividad de este gobierno hacia los cultivos de coca y la excesivamente generosa paz total con organizaciones criminales, la confrontación está garantizada.

Paradójicamente, no sería de extrañar que el presidente Petro en vez de preocuparse por las dificultades que significan para Colombia el regreso de Trump, estuviera entre los que se frotaban las manos al finalizar el debate. Con su aguda perversidad política, no sorprendería que Petro desde ya esté haciendo el cálculo de los inmensos réditos políticos y electorales que le dará una confrontación abierta con el “líder del imperialismo mundial”. Y ya sabemos de sobra que está dispuesto a sacrificar el interés nacional con tal de impulsar su agenda política e ideológica.

Twitter: @gabrielsilvaluj
 

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