La implosión de Sergio Fajardo
13 Mayo 2022

La implosión de Sergio Fajardo

Crédito: Yamith Mariño

A pesar de que la mayoría de colombianos se identifican con el centro, su principal candidato, el de la Coalición Centro Esperanza, parece estar haciendo todo lo posible para no ser elegido. Y lo está logrando.

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Mientras Gustavo Petro y Federico Gutiérrez se separan cada vez más del lote de candidatos por la Presidencia, las posibilidades de que Sergio Fajardo llegue a la Casa de Nariño parecen hoy nulas. Este escenario, que hace cuatro años era impensable, ha sido provocado en gran manera por él mismo y por quienes lo han acompañado durante este tiempo.

A pesar de que el exgobernador de Antioquia confía en que una semana es suficiente para lograr una remontada histórica, los números no lo favorecen. En las distintas encuestas, Fajardo se encuentra de cuarto, lejos de Petro y Gutiérrez y detrás de Rodolfo Hernández, que ha tenido un impensado repunte en los últimos sondeos.

Pero el desplome de Fajardo no se explica solamente por lo sucedido en la actual campaña presidencial. Tiene sus orígenes cuatro años atrás, cuando por pocos votos se quedó ad portas de una segunda vuelta. El primer error es, curiosamente, el mismo que lo tiene hoy al borde de una derrota dolorosa: la torpeza de los dirigentes políticos del centro.

Para profundizar

En 2018, en las diferentes encuestas, el exgobernador de Antioquía figuraba tercero: detrás de Iván Duque y de Gustavo Petro. Sin embargo, en un escenario de segunda vuelta, el cantar era otro y Fajardo le ganaba a los dos. Superar la primera vuelta era el objetivo. Los problemas comenzaron cuando fue incapaz de sumar alianzas. Al final, le faltaron solo 250.000 votos para llegar a la meta.

Parece fácil hablar con el periódico del lunes, pero podría decirse que la terquedad que exhibió entonces para concretar una alianza con Humberto de La Calle le pasó factura. A pesar de sus evidentes afinidades ideológicas, Fajardo no logró ponerse de acuerdo con de La Calle, que quedó quinto en las presidenciales y arrastró con él los 300.000 votos que le habrían bastado a Fajardo para superar a Petro e ir a segunda vuelta.

"Ese fue el punto de quiebre de esta campaña”, dijo de La Calle en su discurso de despedida, responsabilizando al exgobernador de Antioquia por haberse negado a una consulta interpartidista.

A la expectativa de qué decisión tomaría el tercer candidato más votado para la segunda vuelta, Fajardo sorprendió con una decisión que hasta el día de hoy parece perseguirlo. Consideró prudente dejar en libertad a sus votantes y optó públicamente por el “voto en blanco”, el cual defendió con ahínco durante esas semanas. 

Después de anunciarle la noticia al país, y dejar claro que no apoyaría ni a Iván Duque ni a Gustavo Petro, Fajardo dijo que había recibido una idea de un amigo cercano para irse a descansar a Nuquí y ver a las ballenas jorobadas. Una semana antes de la segunda vuelta, el candidato del centro publicó un trino que terminó convertido en meme. Y en un país como Colombia, en donde los elefantes, micos y otros animales son protagonistas de la política, “las ballenas” entraron a ese selecto grupo por la puerta grande.

Años después, pensando ya en su campaña de 2022, Fajardo reconoció en un video que irse a Nuquí en plena contienda “fue un error”. La interpretación que el candidato le dio a ese masivo rechazo fue que las personas que habían votado por él estaban esperando su voz. 

 

 

Ese trino era como un silencio, como darles la espalda”. ¿Lo volvería a escribir? Fajardo dice que “tal vez no”.

No tendría que haberlo escrito, y sigo con las mismas convicciones del voto en blanco, pero tendría que haber esperado a que pasara la segunda vuelta”, dijo en su momento.

La implosión del centro

Quizá nunca en la historia política de Colombia se había vivido un triunfo más amargo que el del ganador de la llamada Coalición de la Esperanza el pasado 13 de marzo. Fue una larga carrera de errores en un momento que para una campaña del centro era bastante favorable.

Con un país agotado por la polarización, con un presidente sumamente impopular y con las secuelas del Paro Nacional, la coalición del centro representaba la despolarización y una forma de alejarse de los extremos para proponer un gobierno en el que se vieran representados todos. La posición ideológica de los posibles votantes le ayudaba de sobra, pues, según una encuesta de la firma Cifras y Conceptos, el 71 por ciento de los colombianos se considera de centro.

La receta era relativamente sencilla. La victoria parecía probable si no se daban golpes bajos, privilegiaban la visión de equipo sobre la figuración individual y proclamaban que todos estaban dispuestos a cargarle la maleta al ganador de la consulta.

Ocurrió todo lo contrario. Lo que hicieron Sergio Fajardo, Alejandro Gaviria, Juan Manuel Galán, Jorge Enrique Robledo, Íngrid Betancourt y Carlos Amaya acabó con la esperanza de sus votantes y le abrió paso a la repetición de una película que el país ya había vivido en 2018. Disputas internas, peleas públicas, renuncias y pobres decisiones llevaron al centro a una implosión.

Para profundizar

Por unos meses, tras el pretenciosamente llamado “cónclave del centro”, las cosas parecían marchar sobre ruedas. Pero apenas salieron de la reunión, los hermanos Juan Manuel y Carlos Fernando Galán, que estrenaban la personería jurídica del Nuevo Liberalismo devuelta por la Corte Constitucional, decidieron armar tolda aparte en las listas de Congreso, con una lista con nombres valiosos como el del exdefensor del pueblo Carlos Negret y la periodista Mábel Lara. Los Galán descuidaron la coalición y fueron a hacer política para su movimiento, el cual semanas después naufragó estrepitosamente.

Debilitado por la marcha del Nuevo Liberalismo, el centro llegó a negociar la conformación de la lista de Congreso con los verdes, que no estaban del todo unidos. La negociación de la lista estuvo a punto de acabar con la alianza. El más insatisfecho fue Alejandro Gaviria, que no pudo meter ni un renglón. Y quizás por ese desplante fue que buscó apoyos que luego le jugarían en contra.

Cuando parecía que era imposible aumentar el grado de complicación, sucedió lo impensable: Íngrid Betancourt, hasta ese momento, la conciliadora del grupo, decidió aspirar a la Presidencia. No se lo contó a nadie sino que sorprendió a sus compañeros de coalición cuando se lanzó en una rueda de prensa. Semanas después, tras peleas públicas con Gaviria, la candidata no solo decidió retirarse de la alianza, sino que incluso invitó a los colombianos a no votar por la consulta interpartidista que elegiría al aspirante del centro. Estas disputas internas terminaron por golpear fuertemente a la consulta, la menos votada el 13 de marzo. 

Hubo una incapacidad por parte de los candidatos que representaron a esta corriente política de cautivar a los electores, y las peleas internas dieron pie a una sensación de inestabilidad –opina Carlos Andrés Arias, docente de la maestría de Comunicación Política de la Universidad Externado de Colombia–. El centro no consiguió cautivar a los electores antes de las consultas del 13 de marzo y salió debilitado por una pobre votación en las consultas”.

Si antes de las consultas la candidatura de Fajardo se encontraba en cuidados intensivos, tras el 13 de marzo quedó agonizante. Los resultados de las otras votaciones, en especial las del Pacto Histórico, desinflaron la candidatura del exgobernador antioqueño, que quedó relegado en las encuestas. Los demás precandidatos no se sumaron con entusiasmo a la campaña fajardista (como sí sucedió con los del Equipo por Colombia y el Pacto Histórico). Fajardo ha tenido que lidiar con la mala fortuna de que un peso pesado como Humberto de La Calle no puede hacerle campaña.

El resultado también puso a los sectores más progresistas del centro a repensar si la opción de Fajardo era viable o no. Más de un dirigente dentro de la Coalición Centro Esperanza ha dudado sobre si vale la pena apoyarlo. De hecho, figuras importantes como Katherine Miranda, la representante más votada de Bogotá, se han sumado oficialmente a la candidatura de Petro.

Lo cierto es que las últimas encuestas no han tenido piedad con la Coalición Centro Esperanza. Los resultados del exgobernador de Antioquia en las encuestas de Guarumo, Centro Nacional de Consultoría (CNC) e Invamer desde marzo de 2022 han sido decepcionantes, por decirlo de una manera amable. Lejos de Petro y Fico, y detrás de un ascendente Rodolfo Hernández, el desplome de Fajardo es unánime. De hecho, sus acercamientos y coqueteos con el exalcalde de Bucaramanga dieron la imagen de lo necesitada que está su candidatura. Ingenuamente Fajardo pensó que Hernández se sumaría a su campaña y no al revés, como la lógica de la intención de voto dicta. 

Fu así como hace una semana, tras la publicación de las mediciones, el profesor de matemáticas reconoció que se habían cometido muchos errores durante la campaña. Sin embargo, sostiene que la información que han revelado las encuestas es diferente de la que maneja su equipo. Aunque Fajardo tiene razones para dudar (uno de sus argumentos contra las encuestas es que en la pasada elección lo subestimaron), esto tampoco fue suficiente para revertir la tendencia. 

La Coalición Centro Esperanza dice confíar en una remontada insólita de ocho días y recortar distancia. El problema es que, a diferencia de 2018, cuando con cada encuesta que se publicaba la tendencia era positiva, en 2022 va a la baja. 

Así, a pesar de contar con un ambiente favorable, gracias a un presidente de derecha altamente impopular y una población que se identifica en el centro político, Fajardo parece haber hecho todo lo posible para que le fuera mal. Y lo logró.

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