La estructura del narcotráfico que mantiene viva la guerra en Buenaventura

La estructura del narcotráfico que mantiene viva la guerra en Buenaventura

Crédito: Yamith Mariño Díaz

Pese a ser asumida como la ciudad laboratorio para el proyecto de la paz total, el puerto sigue inmerso en la violencia. Los expertos están de acuerdo en que, mientras el narcotráfico permee todos los aspectos de la vida portuaria, la guerra será imposible de acabar.

Por: Maria F. Fitzgerald

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En Buenaventura, la vida gira en torno al puerto. Con su construcción, barrios enteros fueron borrados, la pesca escasea, la minería artesanal quedó olvidada y la extracción maderera quedó rezagada. Todas las decisiones de lo que ocurra son por y para servir al puerto, y en el puerto, uno de los negocios reinantes es el narcotráfico. 

Adentro está la vívida escena del progreso y el desarrollo tecnológico: grandes máquinas alinean y clasifican a la perfección los containers que recorrerán el mundo, o ingresarán mercancías al país. Es una megaindustria que se mueve con la precisión de una maquinaria perfectamente calculada que deja en el país más de 5 billones de pesos al año, solo en impuestos. 

Afuera las casas se sostienen con dificultad. En su mayoría, las construcciones están hechas con maderas viejas y latones. Allí, de acuerdo con el Dane, más del 80 por ciento de la población sobrevive entre la pobreza y la pobreza extrema. Es en estos mismos barrios donde la guerra urbana se ha vuelto a recrudecer en los últimos días.

Entre hombres encapuchados que patrullan las calles con fusiles, extorsiones, control de productos básicos para sobrevivir, asesinatos selectivos y balaceras, las comunidades de los barrios que rodean al puerto han clamado por la ayuda del gobierno. Sin embargo, tanto el funcionamiento del puerto, como su estrecha relación con el narcotráfico han hecho que detener esa guerra parezca imposible. 

 

La guerra del puerto

La violencia en Buenaventura está lejos de ser nueva. De hecho, cuando la ciudad pasó a ser puerto, la pugna entre grupos armados por controlar las rutas de entrada y salida de narcotráfico se ha sostenido. 

Primero fue la guerrilla de las Farc, después llegó el Bloque Calima de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), para finalmente degenerar en la creación de bloques de grupos armados urbanos que son financiados por los narcos que mueven su producción por el puerto. Actualmente, se trata de los Shotas y los Espartanos, que hace algunos años han disputado el control del negocio y que sobreviven por la financiación de figuras externas a la ciudad. 

Kyle Johnson, investigador de Conflict Responses (CORE), explica que las dinámicas de narcotráfico que se tomaron el puerto, que son dirigidas por narcos de Cali y Bogotá, han terminado por permear a los habitantes más desprotegidos de Buenaventura: “Todas las otras industrias fueron anuladas, o al menos muy reducidas, y por lo mismo estas comunidades terminan sometiéndose a lo único que les permite mantenerse a flote y tener algo de ingresos. Es muy difícil que ellos no terminen también sumidos en una dinámica violenta que pretende manejar el narcotráfico. El tema es que acá, por ser puerto, la violencia se recrudece mucho más que en otras regiones”. 

Para Juan Manuel Torres, coordinador de oficina regional PARES-Pacífico, en este entretejido de dinámicas alrededor del narcotráfico, las autoridades estatales y las autoridades portuarias tienen una amplia cuota de responsabilidad: “Mi hipótesis es que son miembros de la fuerza pública quienes controlan más este negocio. Además, en los contenedores y grandes buques sale la mayoría de cocaína y entra la mercancía de contrabando. Es tremendo negocio”. 

Prueba de esta teoría podría ser la judicialización del subcomandante de la Policía de Buenaventura, Cristian Castellanos, tras ser señalado como uno de los líderes de la salida de cocaína por el puerto y por mantener alianzas con el Clan del Golfo. Junto con él también fue capturado el patrullero John Freddy Valencia, acusado con los mismos cargos, en 2019. 

La segunda prueba son las capturas de trabajadores del puerto, señalados también de ser cómplices del mismo negocio. La última de estas capturas ocurrió en agosto del año pasado, cuando la Fiscalía judicializó a tres trabajadores del puerto – Kevin Abel Montaño Ramos, Hernán Montaño Torres, alias Torres y Eulogio Hurtado Vente–, luego de comprobar que habían permitido la entrada de los grupos hasta los contenedores para que la cocaína saliera en buques. 

También están las incautaciones de cocaína hechas por la Armada Nacional en el puerto. En diciembre de 2022, lograron detectar un contenedor lleno de cocaína –160 kilos aproximadamente–, que sería enviada hacia Europa.  El 6 de abril de este año, la Dirección de Antinarcóticos de la Policía nacional encontró otro cargamento, esta vez de 100 kilos de base de coca, que iban a salir en un contenedor desde el puerto y se dirigían hacia Estados Unidos. 

La incautación más reciente ocurrió el 1 de julio de este año. Ese día, la Armada Nacional encontró en un semi-sumergible –que había salido desde el puerto– un cargamento de cocaína avaluado en 77 millones de dólares. 

 

Una pelea constante por las rutas

El narcotráfico del puerto se nutre de una doble dinámica: por un lado está el macronegocio, que es dirigido por grandes cabecillas que no están dentro de la ciudad pero que financian todo lo que pasa en el interior; por el otro está el micronegocio, que se toma la ciudad y somete a los habitantes a sobrevivir entre la violencia cotidiana.  

“Acá usted o le sirve a los unos, o le sirve a los otros. No hay forma de no hacer parte del negocio”, asegura uno de los líderes que se ha opuesto al reclutamiento de jóvenes para los grupos y que, en varias ocasiones, ha tenido que huir de la ciudad tras recibir amenazas y atentados. 

Torres explica que el puerto continúa en una pelea constante por el manejo de las rutas: está la isla, donde se ubica la Ciudad Portuaria de Buenaventura. Allí, el control total lo tienen los Espartanos. Pero también están los esteros –o las salidas pantanosas hacia el mar que se adentran casi hasta el centro–, que son disputados por los Shottas.

Los esteros permiten la salida al mar partiendo de los mismos barrios en los que se oculta buena parte de los insumos y las drogas que se sacan de la ciudad. 

Es por todos estos barrios donde se extiende la guerra que involucra a los habitantes del resto de la ciudad. Allí, mientras en una de las casas vive una familia, justo al lado funciona una guaca en la que se esconden los productos del microtráfico, y justo al frente funciona una casa de pique. 

“Dígame usted cómo no va a participar en todo esto. Es que no existe otra opción. Mientras tanto, nosotros tenemos que seguir poniendo los muertos, y todo el que se oponga le va mal. Vea lo que le pasó a Temístocles, por ejemplo”, asegura el líder que actualmente refugia su vida en Cali. 

Temístocles Machado fue un profesor de origen chocoano asesinado en 2018 en Buenaventura, luego de oponerse a la continuación de la guerra por el narcotráfico del puerto y a los despojos de tierras que, según él, habían ocurrido para afianzar la industria del puerto. 

Machado también se oponía a la expansión del puerto, pues aseguraba que justo donde pretendían extenderlo, existía una gran fosa común que, incluso hoy en día, continúa siendo disputada. Uno de los acusados de ser autor intelectual del asesinato de Temístocles fue un funcionario de la Alcaldía de Buenaventura, quien también fue acusado de estar involucrado en los negocios de narcotráfico del puerto. 

La Comisión de la Verdad ha señalado que es fundamental detener la expansión del puerto para permitir que la Unidad de Búsqueda pueda ingresar a la zona y hacer el levantamiento de los cuerpos. De acuerdo con la Organización Pastoral Social, no habrá forma de contarlos. 

Manuel González Solís, subdirector de Pastoral Social, aseguró a la misma comisión que: “En Buenaventura existen dos sectores plenamente identificados: uno con capital financiero, alta tecnología y seguridad; y a su vez una comunidad a la que no le llega ningún tipo de beneficio y que pareciera que le estorba al proyecto de expansión portuaria”.

El presidente Gustavo Petro estuvo en Buenaventura escuchando el clamor de las comunidades. Pero su laboratorio de paz tendrá que ser mucho más efectivo si el objetivo es acabar realmente con la guerra. Para los expertos, ese objetivo debería estar concentrado en acabar con el narcotráfico y proponer un nuevo modelo de vida a sus habitantes.

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