Alfredo Molano, el viajero que escuchaba antes de hablar
10 Enero 2025 03:01 pm

Alfredo Molano, el viajero que escuchaba antes de hablar

Alfredo Molano Bravo en 2016, cuando recibió el Premio Simón Bolívar a la Vida y Obra.

Crédito: Colprensa

La exposición 'Alfredo Molano: caminos y puentes con la otra Colombia' se exhibe en Honda y recorrerá el país antes de llegar al Museo Nacional de Bogotá. Es un homenaje desde el afecto de su familia a un personaje de la cultura que le dio voz a los colombianos de regiones remotas y que siempre trabajó por el entendimiento y la paz.

Por: Eduardo Arias

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Alfredo Molano Bravo fue un escritor, sociólogo y periodista y “el hombre de los tenis y la mochila que recorrió la otra Colombia”, como se señala en el texto curatorial de la exposición Alfredo Molano: caminos y puentes con la otra Colombia organizada por el Museo Nacional de Colombia en la Casa Museo Alfonso López de Honda.

Esta exposición, que abrió sus puertas el pasado 29 de diciembre, conmemora los 80 años del nacimiento y cinco de la muerte de Molano. En ella se reúnen objetos diversos, libros, textos y testimonios escritos, que dan cuenta de sus relatos, su forma de vivir y su manera de entender el país.

Según los organizadores de la muestra, Molano “sirvió de puente entre el país urbano y los relatos de la gente de pies en barro. Irrumpió en la academia, para tomar de ella sus libros y herramientas, pero la usó para volverse contra el academicismo; sin ser periodista, enseñó a muchos el poder de la reportería”.

Molano aprendió a deshacerse del lenguaje académico, a recorrer Colombia para ver de primera mano cómo era el país. Como sociólogo decidió que su tarea no era hablar sino escuchar y saber transmitir de la manera más auténtica y fiel posible los testimonios que recogió en los centenares, quizás hasta millares de recorridos que realizó para que esas voces tan alejadas de las grandes ciudades pudieran escucharse en los centros de poder. Esa tarea le permitió al sociólogo utilizar en sus investigaciones herramientas propias del periodismo y la literatura. “Alfredo no hablaba de lejos. Se metía en la vida de la gente, en sus dolores y alegrías, y eso fue lo que lo hizo diferente. Los campesinos, desplazados, negros, indígenas y todos aquellos que han vivido y sufrido en este país siempre encontraron en él a alguien que los escuchaba sin juzgar. Respetaba y contaba sus historias y silencios. Su capacidad para explicar complejidades, en palabras sencillas y bonitas, nos permitió entender la realidad del país”, señala el texto alusivo a la exposición.

OLEO
Testimonios tomados de sus libros e ilustrados. Al fondo, 'Homenaje a Alfredo Molano', pintura que está en la Casa de la Verdad de San José del Guaviare y que fue prestada para la exposición. Foto: Andrés Góngora.

La muestra, más que dividirse en secciones, sigue varios ejes que dialogan permanentemente entre sí. El primero es el de los afectos. Los que despertó en su familia, así como su espiritualidad y su vida cotidiana. El segundo recibe el nombre de Caminar y escuchar. El tercero es Contar, el cuarto es Opinar y el quinto es Justicia y paz. Todos estos ejes sirven para organizar los elementos que utilizó en sus viajes y sus libros, así como para presentar sus testimonios y trabajos audiovisuales, mostrar algunas de sus columnas de opinión y dar cuenta de su labor en la Comisión de la Verdad. “Hasta el 31 de octubre de 2019, día en que falleció, Alfredo aportó a la construcción de la metodología de la Comisión: escuchar, reconocer y comprender para transformar. Escuchar fue la acción orientadora del trabajo de la Comisión y convocó a interpretar atentamente más de diez mil voces grabadas, el principal patrimonio inmaterial de la Comisión de la Verdad para cumplir su mandato y elaborar el Informe Final”, señala el documento.

Un elemento muy impactante de la exposición es una serie de dibujos de personajes que Molano entrevistó, en los que se reproducen sus testimonios tal como aparecen en varios de sus libros. Estos dibujos, elaborados por Lina Góngora, se replicaron como afiches que en estos momentos están pegados en muchos muros de Honda.

Una exposición que nació desde los afectos


La exposición nació cuando Alejandra Salazar Molano, su sobrina, estaba al frente de la Fundación Molano y buscaba la manera de marcar un hito en esa doble celebración que tuvo lugar el año pasado. Y comenzó a aterrizar la idea de una exposición. Le propuso montar la exposición con el Museo Nacional. Al conocer la propuesta, William Alfonso López Rosas, entonces director de la entidad, les abrió las puertas. La familia Molano y equipos del Museo tanto en Bogotá como en Honda comenzaron a desarrollar el proyecto, tarea que les llevó al menos dos años de conversaciones y de trabajo de la familia Molano a través de la fundación. Tal como señala Alejandra Salazar, el proyecto se construyó desde la familia en conjunto con el Museo Nacional, con el liderazgo de Andrés Góngora, uno de sus curadores.

Uno de los retos era ir más allá del modelo habitual de las exposiciones de autor, en las que por lo general se utilizan vitrinas y anaqueles para mostrar libros y documentos. “Una exposición de Alfredo Molano que no camine es un contrasentido”, advierte Alejandra Salazar. No podía ser una exposición encerrada en las paredes de un museo y eso coincidió con la iniciativa del Museo Nacional de fortalecer sus museos en las distintas regiones. Por esa razón nació el concepto de que fuera itinerante. “La idea inicial era hacer como una espiral donde la exposición comience en Honda”. En efecto, se trata de una ciudad con una gran importancia histórica y que además tiene un lazo muy profundo con Alfredo Molano en particular y su familia en general, donde Molano quiso tener un punto de encuentro familiar donde, además, pudiera calentar los huesos helados por el frío de La Calera.

Taller
En la exposición también participan de manera activa los visitantes. Roto: Alejandra Salazar Molano.

Pero la itinerancia no consiste únicamente en llevar la muestra de un museo regional a otro, sino que en cada una de sus escalas dialogue con las comunidades de cada ciudad. Por ese motivo, uno de los componentes de la exposición son talleres con las comunidades y el resultado de esos trabajos se incorporará a la exposición, que irá creciendo a medida que visite nuevos lugares. Al final del recorrido, cuando llegue a Museo Nacional de Bogotá, será una muestra de las voces de los distintos lugares del país que habrá recorrido.

Esta participación de voces diferentes, esa construcción colectiva que aún está en proceso, ha evitado que la exposición sea un panegírico al personaje. “En la fundación siempre temimos que se volviera una oda a la 'melosería' y a la figura de Alfredo, y que se centrara en la admiración que nosotros sentimos por él y no en su obra. Nosotros siempre hemos tenido mucho miedo a la adoración y el culto al personaje. Entonces, cuando comenzamos a crear la exposición, era importante mostrar los afectos y esa parte cotidiana y doméstica. Pero, ¿cómo hacíamos para que no fuera meloso? Fuimos muy insistentes con esa idea”, dice Alejandra Salazar.

Alfredo Molano, la voz de la 'otra Colombia'

Por más admirable que haya sido el personaje, los organizadores de la exposición tenían muy claro que era necesario que Molano no fuera el héroe de la exposición sino mostrarlo como alguien que desde muy temprano aprendió a escuchar antes de hablar. Cuando aún era estudiante de sociología en la Universidad Nacional, Alfredo Molano se hizo una pregunta crucial: “¿Voy a hablar yo como persona o voy a hacer que a través mío hable la gente de territorios alejados del centro de poder en Colombia?”, se dijo. A lo que su sobrina responde: “Por supuesto optó por la segunda opción”. Y por eso la exposición busca ser fiel al método de trabajo de Molano. “Quienes deben figurar y hablar a través de la exposición de Alfredo o sobre Alfredo tiene que ser la gente en Colombia. Los personajes que él construyó y la gente de carne y hueso con la que él trabajó. Entonces fue importante descentrar la mirada hacia Alfredo y más bien mostrar un poco su trabajo sin dejar de lado lo otro. Creo que ahí logramos construir un equilibrio chévere”, explica.

En efecto, esta es una de las primeras exposiciones del Museo Nacional donde una familia, en este caso una fundación, hace parte real del equipo curatorial. “Entre el conocimiento de ellos y la locura nuestra logramos sacar a Alfredo de su casa para entregárselo a la gente y al camino”, concluye su sobrina.

Calle
En varios muros de Honda se pegaron afiches como este, tonados de los testimonios ilustrados que presenta la exposición.

Sin las meloserías ni las odas al personaje a las que tanto le teme Alejandra Salazar, la presencia del afecto del que nació la idea es evidente a lo largo de toda la muestra. Eso se debe en gran parte a que la familia Molano funciona como un clan que reúne a hermanos, hijos, sobrinos y nietos a través de las enseñanzas de Alfredo Molano. Siempre involucró a su familia en sus aventuras y reflexiones. “Él fue el centro familiar por su cercanía con cada uno de nosotros y por su capacidad de reunirnos. Eso también es un componente de ese afecto que sientes por él. Desde muy chiquitos fuimos formados por Alfredo en lo que él hacía. Doy un ejemplo muy cotidiano: cuando íbamos a viajar, antes de montarnos al carro, Alfredo revisaba qué había en la maleta para enseñarnos a hacerlas chiquitas. Era el culto a la maleta pequeña, pero eficiente. Uno no se podía quedar dormido en el carro porque Alfredo decía: ‘Tú tienes que ver adónde vas, tienes que ver cómo es el camino. Si no entiendes la geografía no vas a entender nada”. Agrega que subirse a un carro con él era una lección de historia y de geografía. Es una familia de viajeros en la que Molano hizo una escuela en ese sentido. “Yo tengo primos que no tienen nada que ver con lo que trabajamos nosotros, con la realidad social, pero para quienes, en la forma de ver el mundo, de caminar el mundo, de poner la atención, Alfredo fue muy importante. Era un tipo que andaba con su clan a todos lados”. Ella recuerda que cuando Molano se estaba muriendo de cáncer le hizo una entrevista a Pablo Catatumbo que presenció toda la familia, incluso los niños.

Por razones como esas, en esta exposición, que habla de geografía, de historia, de conflictos, de viajes, de tantas cosas, el afecto está presente en todos sus rincones, en todos sus objetos, sonidos y textos. Porque el universo de Molano también hace parte de un legado de afectos y saberes compartidos que él recibió de sus padres y sus tíos como parte de un patrimonio colectivo y familiar.

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