La música colombiana en los surcos de Jaime Andrés Monsalve
Jaime Andrés Monsalve.
Crédito: Raúl Zea
'En surco de colores' es un libro que le rinde homenaje a la historia de la industria fonográfica colombiana a través de 150 grabaciones que seleccionó Jaime Andrés Monsalve, periodista cultural y jefe de Música de la Radio Nacional de Colombia, quien es un experto conocedor de muchos géneros musicales.
Por: Eduardo Arias
Por alguna razón las listas atraen profundamente a los lectores, así que la aparición de un libro como En surco de dolores, - una historia de la música colombiana en 150 discos llama la atención de inmediato. Su autor es Jaime Andrés Monsalve, un periodista musical con conocimientos casi que enciclopédicos de muchos géneros que van del jazz al tango y de la cumbia al rock (por algo es el jefe de Música de la Radio Nacional de Colombia), y decidió poner en evidencia el eclecticismo de sus gustos y saberes al combinar muchos de los diversos géneros que arropa el paraguas de la música colombiana (o las músicas colombianas, con aconsejan decir algunos autores) en un listado organizado por el orden cronológico de las grabaciones, salvo dos trampas al comienzo. Del mar del alma, música y letras de la Bogotá colonial, que el grupo Música Ficta publicó en 2007, y dos álbumes con arreglos de Blas Emilio Atehortúa. Uno sobre la música de la época de la independencia y otro con piezas para guitarra del siglo XIX, que publicó el Patronato de las Artes y Ciencias a finales de la década de los 70, una manera de mencionar música colombiana que se compuso y ejecutó antes del invento del fonógrafo.
Más que una antología de los más grandes artistas de la historia de la música colombiana, el libro se centra en los discos pues básicamente esa es su intención. Como señala Monsalve, “ya existe el diccionario de la canción colombiana de Jaime Rico Salazar, entonces la idea no era repetir lo mismo". Este libro es el tercero de una serie lanzada por la editorial Rey Naranjo dedicada a reseñas discográficas.
La historia de la grabación siempre ha sido una pasión de Monsalve, un buscador infatigable de grabaciones históricas y de rarezas, capaz de distinguir que un disco de 78 revoluciones por minuto publicado en 1947 es un incunable porque el sello es anaranjado y no el azul con el que se imprimieron la gran mayoría de las copias. Quienes lo conocemos hemos visto y vivido su gran interés por el pasado, por la historia de los artistas colombianos y la discografía. “Es un asunto muy interesante que he venido explorando desde que me metí en terrenos del tango, al ver que la industria argentina empezó tan pronto. En cambio la colombiana se demoró un poco más. Siempre me gustó tratar de establecer esos paralelismos y eso también es parte de lo que busqué hacer en este libro. Creo que la pasión parte justamente por el hecho de volver a una historia que no mucha gente conoce y tener algo que contar”.
Monsalve llevaba tres años y medio masticando el libro. No fue una idea original suya sino un encargo que tuvo dos partes. La primera corrió por cuenta de un editor que le sugirió un libro sobre 100 canciones colombianas, un proyecto que no superó la etapa de planeación. Luego, en 2021, John Naranjo lo contactó y le propuso escribir un libro sobre los mejores 100 discos colombianos. “Yo le dije que sí y los 100 discos se terminaron convirtiendo en 150, que yo hubiera esperado que se hubieran convertido en 200, porque los 150 todavía me siguen pareciendo de una flagrante injusticia con mucha gente que se quedó afuera”.
Algo que hace muy llamativo al libro es que se guía única y exclusivamente por un orden cronológico. Nada de agrupar los discos en capítulos separados por géneros o por regiones geográficas. Si se abre una página al azar se encuentra uno, por ejemplo, que al disco More grip / Logozo de Sidestepper, que combina el toque electrónico del drum 'n bass con el golpe rítmico de la música del Caribe, lo antecede el Trío Colombia con su álbum epónimo de música andina y le sigue Alma de bolero, de Sofronín Martínez. “No hay taxonomías”, señala Monsalve. “En el libro hay un interés por presentar los gustos muy variados del colombiano, en tanto que somos seis naciones y por eso podemos ir de la música tropical al despecho y del despecho saltar a la música del Pacífico y de ahí a la champeta y de ahí a la de San Andrés y al Rock hecho en Colombia y a la balada. Nuestra educación sentimental como colombianos se hizo con un poco de esquizofrenia, con lo que la industria discográfica tenía bien presentarnos, tanto colombiano como internacional”.
La tarea de llegar a 150 discos tuvo varios pasos. Como se dijo antes, arrancó en 100 que se convirtieron en 120 y luego en 130. Él consultó la lista con otros colegas suyos como Luis Daniel Vega, Umberto Pérez y Daniella Cura, quienes le abrieron los ojos a otras grabaciones que no había contemplado. “En muchos de ellos les hice caso, en otros directamente no, como buen dictador de mis asuntos”.
Algunos pocos discos que escogió Monsalve no necesariamente son parte del canon de las grandes producciones discográficas colombianas, pero él espera que algún día se les haga justicia. “Es el caso del disco de los Hermanos Ferreira, primera agrupación colombiana en ir al show de Ed Sullivan en 1961, tres años antes que los Beatles. Es el caso del disco de Luis Rovira, que yo considero que es la primera grabación de jazz en Colombia. Son discos que mucha gente no involucraría en una discografía exhaustiva”.
Reconoce que se le quedaron por fuera discos que perfectamente habrían podido estar allí, como De-mentes de Distrito Especial, algo de las Áñez, Crescencio Salcedo, algunos de los discos de Lisandro Meza, de Armando Hernández… “Vuelvo y repito, la lista sigue siendo injusta”. Monsalve involucró a artistas o álbumes que no tienen una reseña propia en unos pequeños listados complementarios en las márgenes de muchas de las páginas del libro, así como en los textos de algunas de las reseñas, en las que se mencionan artistas, canciones o álbumes que no quedaron en la selección final pero que ayudan a situar al lector en el contexto que rodea al álbum o al músico escogido. “Citarlos de esa manera ayuda a ser un poco menos injustos”.
Han pasado más de 100 años desde la primera grabación realizada en Colombia y es mucho lo que ha pasado en todo ese tiempo. “Hay músicas que generacionalmente siguen interpelando a unos y no a otros. Lo que ocurría primero con 'El botecito' y los bisabuelos se quejaban, después empezó a ocurrir con el porro y los abuelos se quejaban, después con la champeta y los papás se quejaban. Lo generacional siempre va a tener una huella ahí, espero haber dado con algunos de esos discos en particular”. La industria ha cambiado y no siempre para bien. “Nos hemos involucrado en géneros que no son colombianos comerciales hablando abiertamente en los últimos años y nos volvimos mecas de esos géneros como el reguetón”. Dice que la evolución de la industria discográfica colombiana no ha ido de la mano de su crecimiento. Muchas de ellas desaparecieron, una evolución y a la vez involución que ha ocurrido en el mundo entero. Pero también han aparecido recursos tecnológicos como estudios portátiles, incluso teléfonos celulares que le permiten a la gente grabar sus discos. “Nos lo ha demostrado gente como Catalina Ávila, por ejemplo, que grabó su primer disco en celular. Las grabaciones dependen básicamente de la imaginación o el interés de quien graba".
Un asunto que durante muchas décadas ha provocado toda suerte de polémicas ha sido determinar cuál es la “música nacional” de Colombia, Se ha dicho que el bambuco, que el vallenato, que la cumbia, que el porro... Monsalve considera que sí hay una música nacional pero que está abierta en géneros. “Hablo de música colombiana en todos los géneros habidos y por haber. Cada una de ellas nos representa de diferente manera. Hay que decir que sí hay un gusto mucho más ecléctico y más abierto por parte del consumidor, que antes era mucho más regional. En la costa, solo vallenato. En el interior, solo bambuco. Ahora se pueden escuchar todos estos géneros alrededor del país sin reñir. Obviamente la salud del bambuco, el pasillo y de los géneros andinos colombianos ya no es la misma de hace unos 40 años. Ahora hablamos de una música un poquito más circunscrita a los procesos académicos y a festivales donde los intérpretes son muy jóvenes y el público es muy grande ya. Hay que seguir buscando la manera de fomentar públicos, de seguir apostándole a la generación de audiencias. Eso es algo que seguramente podremos solucionar gracias a la música en vivo y gracias a recursos que están muy a la mano de la gente ahora mismo como las plataformas”.