Crédito: Redes Sociales Karol G
¿Las preguntas que faltan sobre la canción '+ 57'?
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A raíz de la polémica que despertó la canción y las críticas de quienes la consideran una apología a la sexualización de menores y el consumo de drogas, nuestro periodista Juan Francisco García añadió su perspectiva y algunas preguntas para enriquecer el debate.
La nueva canción de la Selección Colombia de Reguetón –J. Balvin, Karol G, Blessed, Feid, DFZM, Maluma y Ryan Castro– ha causado un gran revuelo mediático, principalmente, por dos estrofas en concreto: la primera, de la cual se ha dicho que es una apología a la sexualización de menores, figura en el cuarto “verso” y dice así: "Una mamacita desde los fourteen/ Entra a la disco y se le siente el ki/ Mami, estos shots yo me los doy por ti/ Eso, allá atrá está gigante, delicaíto, cógelo, que aguante"; y la segunda, sobre la cual se ha dicho que es una apología al consumo de drogas, ocurre en el verso inmediatamente anterior y reza: "Aquí lo que hay es exotic, pepa, guaro, Hpnotiq/ Un parche rela (pu), te ofrezco sometihing/ Pa tomar, estás volaíta, no te van a pillar".
Además, un tercer elemento crítico afirma que los artistas implicados, reconocidos mundialmente como paradigmas del reguetón, en su gran mayoría paisas, desaprovecharon la oportunidad de la plataforma conjunta y, en vez de hacer una canción que hablara bien de Colombia en general y de Medellín en particular –que por eso el título +57– perpetúa clichés violentos y misóginos. Los que más fino han hilado argumentan que el fourteen de la primera estrofa en cuestión es un guiño implícito a los visitantes extranjeros que, por millares, llegan a Medellín en busca de mujeres bellas: mayores y menores de edad.
Con el contexto de presente, sin la intención de dar respuestas a las preguntas éticas que han surgido por la canción, propongo las siguientes preguntas para enriquecer el debate.
¿Es lúcido arrancarse las vestiduras por la calidad moral de una canción de reguetón, un género que se ha esparcido como el virus más eficiente de la cultura moderna justamente por su naturaleza lujuriosa, desparpajada, que expresa y explota frontalmente el discurso de la hipersexualización, el consumo, el culto de las apariencias y el hedonismo voraz? ¿No es la definición más básica de pedirle peras al olmo?
¿No es un atajo moralista ensañarse contra las letras “inmorales” de los hits del reguetón y pensarlas como causas y no como consecuencias de la sociedad en la que todos participamos?
¿Por qué los reguetoneros, por más famosos que sean, deben cargar con el lastre de ser faros morales cuyas canciones “hacen país” o edifican a la juventud que las baila apasionadamente?
¿Por qué les tiramos piedras a los reguetoneros, pero consumimos, adictamente, una tras otra, las series de narcos que son número 1 en todo el mundo? ¿Por qué les tiramos piedras a los reguetoneros, pero alabamos a los futbolistas que remedan su comportamiento de “capos”?
¿No es parroquial, paternalista y miope aterrarse porque un grupo de jóvenes canta que "Aquí lo que hay es exotic, pepa, guaro, Hpnotic? ¿De qué esperamos que canten si lo suyo es expresar lo que pasa, tanto en los antros como en las discotecas, cuando se apaga la luz?
¿Será que lo que tanto repudio nos causa es que estos ases de la rima fácil y el ritmo pegajoso son un espejo diáfano de una sociedad frívola y sexualizada hasta el tuétano?
¿Se puede censurar a los reguetoneros sin censurar a los raperos, escritores, artistas que decididamente van en contra de "lo que está bien”?
¿Los millones de personas que han oído la canción –ya tiene más de 20 millones de reproducciones en Youtube y 11 millones en Spotify– apoyan la sexualización de menores o simplemente participan del pacto del género de entregarse festivamente a la lujuria y la oscuridad?
¿No es 57 una expresión viral, democrática, de nuestras pulsiones, instintos y nuestras narrativas imperantes?
¿No es exagerado, e impreciso, tildar de pedofilos a los compositores de la canción por un verso ciertamente desagradable que se suma a los “piropos” nauseabundos del canon del género?
¿Tendrá este revuelo mediático, como efecto colateral, un impacto sobre los analfabetas y machistas compositores de reguetón a la hora de escribir sus canciones? ¿Permeará a la industria? ¿O será otro eficiente atajo hacia la viralidad?
Aclaración: por supuesto que estoy de acuerdo en que las apologías a la sexualización de menores deben ser censuradas. Y concuerdo plenamente en que la trata de personas, y la prostitución infantil, son problemáticas desgarradoras y urgentes en Colombia. Sin embargo, creo también que la estrofa no busca hacer dicha apología y que no es más que otro lugar común de la música que mejor nos define.