Crédito: Cortesía Libro al viento
20 años, 5 millones de libros, 250 puntos, miles de lectores: Libro al viento y por qué la lectura en Bogotá sí paga
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Libro al viento, con 5 millones de libros en circulación, es uno de los programas culturales más importantes de Bogotá y de Colombia. Les contamos sus gestores, su trayectoria y las razones por las que los bogotanos aman el programa.
Por: Redacción Cambio
Cuentos de García Márquez, Cortázar, Andrés Caicedo, Tólstoi, Kafka, Katherine Mansfield, Virginia Woolf. La vida es sueño y Estanislao Zuleta con su ensayo sobre Shakespeare y el poder. Poesía de Sor Juana Inés de la Cruz, Fabio Morábito, Quevedo, José Asunción Silva. Novela de Ajedrez de Stefan Szwieg. El periódico para niños que escribió José Marti en Nueva York y las joyas del premiado ilustrador colombiano de literatura infantil Ivar da Coll. Pinocho. Una antología de cantos y arrullos del Pacífico junto a un recetario de lo mejor de la gastronomía santafereña. El Diccionario del Diablo de Bierce. Bogotá contada por las miradas de Andrea Mejía, Carolina Sanín, Juliana Toro, Andrea Salgado. Trece ensayos que intentan asir el bogotazo con sus trescientas mil muertes y dos millones de desplazados. Saramago. Pessoa. Bryce Echenique…
La colección de Libro al viento tiene 176 títulos en físico y 100 en digital; ha puesto en circulación, de forma gratuita y sin requisitos de ningún tipo –¡libros pa´todo el mundo!– más de 5 millones de ejemplares, dispuestos en plazas de mercado, paraderos de buses, hospitales, manzanas del cuidado.
El programa es una política pública que, con 20 años de implementación ininterrumpida, da cuenta de que apostar por el fomento de la lectura en Bogotá sí paga; y que lo que hay en la capital es lectores –y potenciales lectores– ávidos de formas de acceso a la lectura, la discusión y la creación.
El origen
Libro al Viento fue un programa piloto liderado, en 2004 –con Lucho Garzón como alcalde– por la escritora y periodista Laura Restrepo, entonces funcionaria de la Secretaría de Cultura de Bogotá; la filósofa y editora Ana Roda y la editora Margarita Valencia.
Restrepo le dijo a CAMBIO que el programa nació gracias a la intención de la administración de crear nuevas iniciativas para el disfrute cultural en los barrios (junto al programa de cine al aire libre llamado Saca tu butaca, que no corrió con la misma suerte y se suspendió).
Bajo la convicción de que la cultura no tiene dueño, es libre y debe llegar gratuitamente a las manos de la gente– dice Restrepo– “se nos ocurrió que sería tan bonito que en las paradas de los buses y otros puntos de alta circulación se pudiera recoger un libro para leérselo en el trayecto a casa y después devolverlo para alguien más”.
El primer libro de Libro al viento –”sin concesiones y sin populismo”– fue ni más ni menos que Antígona, la tragedia clásica de Sófocles, que ha servido de paradigma, durante siglos, de la desobediencia y subversión de las mujeres.
La recepción de los ciudadanos, que se adhirieron felizmente a los clubes de lectura y espacios de discusión sobre la tragedia que ofreció el programa, marcó el camino y el porvenir de una de las políticas públicas más queridas por los y las bogotanas.
El libro como derecho y el pacto de hacerlo volar
Para Adriana Martínez, directora de la Biblioteca Nacional y exeditora en Libro al Viento, una de las razones estructurales para que el programa haya sido cabalmente apropiado por las y los bogotanos se debe a que su espíritu fundacional se basó en la confianza. “El hecho de que te entreguen un libro porque sí, por el simple cumplimiento del derecho fundamental que tenemos los ciudadanos a leer y escribir, sin que te pidan nada a cambio, por el simple hecho de habitar esta ciudad, y que puedas hacer con el libro lo que quieras, dárselo a quien quieras, ha logrado que los bogotanos amemos, reconozcamos y cuidemos el programa”, nos dijo.
Y es que en la práctica –que implica un reto enorme de trazabilidad y medición– el éxito de Libro al Viento se consuma cuando la lectora o el lector, una vez terminado el libro, amplifican su alcance al entregárselo a otro. Y ese otro a otra. Y así, ad infinitum, los libros volando entre barrios y entre manos, cabezas, esquinas, recovecos, casas de familia, escuelas y cambuches. Los libros a sol y sombra como quisiera Eduardo Galeano.
Para este fin, entre mayo de 2004 y marzo de 2024, se han impreso un total de 5.677.813 libros voladores que pueden reclamarse en más de 250 puntos.
De la colección de libros a la comunidad de lectores
Para entender el porqué de la longevidad de Libro al Viento, Alejandra Soriano, gerente de literatura de Idartes, afirmó categóricamente en conversación con CAMBIO que al programa no lo sostienen los libros sino las comunidades de lectoras y lectores que se han forjado a raíz de estos.
No se puede hacer una radiografía cabal de esta política pública sin poner en el centro las actividades de mediación de lectura. Desde Antígona en la primera edición del programa, hasta El artista del hambre de Kafka que salió a la luz este año, Libro al viento ha llevado a cabo 7160 actividades de promoción de lectura en diferentes centros estratégicos de la ciudad. Esto se traduce en cinco actividades al día, 100 al mes y 1000 cada año. “No se trata de hacer libros que los ciudadanos coleccionen, sino de hacer libros que los ciudadanos lean”, le dijo Soriano a CAMBIO.
Sobre esto, Antonio García Ángel, uno de los grandes editores que dejaron huella en el programa, nos contó sobre la actividad de mediación que tuvo lugar mancomunadamente con El Planetario y el Instituto Nacional de Ciegos (Inci) para dar a conocer el ensayo Carta de los ciegos para uso de los que ven, del ilustre escritor francés Denis Diderot. “Al entrar al planetario, los ciudadanos y lectores se encontraron con la total oscuridad, y por un momento fuimos todos ciegos”, recordó conmovido García, que nos confesó que el ensayo es uno de sus libros más queridos de la colección. De este ensayo, además de la publicación habitual en físico –también está en digital– se hizo una edición en braille, una de las joyas inéditas del programa.
Los mediadores oficiales de Libro al Viento son formados en literatura y promoción y fomento de lectura. Pero a estos se les suman, y esto nos lo contó con especial emoción Alejandra Soriano, las madres de familia, los maestros, libreros y bibliotecarias que, seducidos por el espíritu del programa, lo amplifican y fortalecen, contagiando los ojos curiosos y las manos inquietas con las que se topan.
Sobre la creación de las comunidades lectoras en torno a libros de muy alta calidad literaria que ha logrado el programa, su gerente de literatura nos dijo que esto desafía la arraigada y falsa noción de que para leer buena literatura hay que tener a priori un bagaje académico y cultural de primer nivel, inalcanzable para la gran mayoría de los y las bogotanas. Basta con buenas herramientas de acompañamiento y mediación de lectura para que las letras, que saben defenderse solas, acompañen a lectoras y lectores de toda índole, clase y nivel educativo.
García Ángel se alegró cuando nos contó de una noche feliz en la que, antes de entrar a bailar en el bar Sandunga en el centro de la ciudad, vio que el hombre que cuidaba la entrada tenía entre las manos El Castillo de Otranto, el clásico de Horace Walpole.
Las colecciones
Otra de las virtudes del programa ha sido la consistencia de su línea editorial con la diversidad tanto de temas como de públicos (si bien es innegable que al revisar su catálogo sea pertinente reclamar la inclusión de más autoras mujeres, lo que ha venido pasando en los últimos años).
Escritores y editores de la calidad de Julio Paredes, Fredy Ordóñez, Ana Roda, Antonio García, Margarita Valencia y Adriana Martínez, entre otras, han sido los elegidos para honrar y perpetuar el legado literario de una de las Bibliotecas públicas más queridas y relevantes para la ciudad.
A la fecha de hoy, hay cuatro colecciones. La colección Universal, de color naranja, con textos de Colombia y el mundo que han logrado ser relevantes para los y las lectoras a lo largo del tiempo, logrando traspasar geografías y fronteras. En esta colección caben cuentos, poesía, aforismos, novelas, obras de teatro, sagas épicas y relatos orales. En ella conversan El Lazarillo de Tormes y la antología de ciencia ficción latinoamericana ¿Sueñan los androides con alpacas eléctricas?
La colección Inicial, de tapa verde, que aunque tiene como público principal los niños o los primeros lectores, no excluye la curiosidad de los mayores sino que más bien invita a releer clásicos como Simbad el Marino, Las aventuras de Pinocho y Piel de asno de Charles Perrault.
La colección Lateral, que fue pensada para abarcar géneros no tradicionales como la novela gráfica, la ilustración, la caricatura. Es de tapa aguamarina y ofrece títulos como El Bicicletario, un compendio de anécdotas para poner en las manos del lector el universo simbólico y la evolución de la bicicleta tanto en Colombia como en el mundo; ¡Viva la Pola!, una biografía de Policarpa Salavarrieta y Caminar y una vida sin propósito de Thoreau.
Y la colección Capital, que ofrece una mirada de Bogotá desde la poesía, el ensayo, los aforismos, un recetario, las crónicas entre otras posibilidades más. En esta, prestigiosos escritores internacionales y locales han sido invitados a describir la capital desde sus entrañas y su poética. El 2024 el homenajeado es Luis Tejada.
Las apuestas de Libro al Viento
Si bien en Idartes celebran la vigencia y el alcance del programa, que en 2023 recibió los reconocimientos el Sello del Buen Trato y Visibilidad a Traductores y el Premio Archiletras de la Lengua en la categoría de iniciativas ciudadanas por el fomento de la lengua, saben que hay camino por andar y zonas de la ciudad por alcanzar.
Así, entre los objetivos del programa a corto y mediano plazo una de las prioridades es la diversidad; es decir que más autores y autoras de diferentes orígenes y latitudes se sumen a la colección y que como consecuencia la ciudadanía tenga aproximaciones, miradas y fabulaciones cada vez más variadas del mundo y de la ciudad. Más razones por las que leer.
Otra de las metas es ampliar las redes con las que los libros y las actividades de mediación de lectura llegan a las localidades, barrios y diferentes públicos. Para esto, el programa quiere sumarle al sistema de aliados la presencia de centros físicos propios en los que la ciudadanía pueda disfrutar de las colecciones y los diálogos que en torno a estas se generan.
También, para estar en consonancia con el cuidado del medio ambiente y los recursos de la ciudad, se buscará que la imprenta de los libros se dé de la forma más ecológica y sostenible posible. Para esto, se trazarán las materias primas implicadas en la producción de los ejemplares para garantizar que los proveedores y los procesos de producción cumplan con los estándares de cuidado medioambiental.
Con respecto al ecosistema digital, Idartes quiere aprovechar al máximo las posibilidades que la tecnología brinda para fomentar la lectura. Lo que se quiere es, simultáneamente, ampliar la oferta digital de libros y refinar y robustecer las estrategias digitales de mediación, discusión y creación a partir de estos.
Con respecto a los mediadores, se buscará fortalecer y renovar la oferta de formación y capacitación para que estos, junto a los promotores, maestros, bibliotecarios y libreros sigan trabajando en el objetivo común de que el acervo de Libro al Viento siga siendo una fuente de trabajo e interconexión.
Y por último, se harán estrategias diferenciales para que las poblaciones vulnerables como los enfermos, habitantes de calle y personas privadas de la libertad gocen también del bálsamo inigualable de los libros. Esto implica mejorar la y ampliar la infraestructura de los centros de lectura que actualmente tiene el programa.
20 años, pues, cumple este año Libro al Viento, el programa cultural que ha probado sistemáticamente que apostar por la lectura es una apuesta que paga exponencialmente, una infección benévola que ya no piensa parar.