
‘Soy la daga y soy la herida’, la nueva novela de Laura Restrepo
Laura Restrepo.
Crédito: Colprensa
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Luego de publicar 'Canción de antiguos amantes', Laura Restrepo regresa con 'Soy la daga y soy la herida', una novela que parodia el mundo de hoy. CAMBIO reproduce un fragmento de la obra.
Por: Redacción Cambio

Laura Restrepo decidió retomar al verdugo Misericordia Dagger, uno de los personajes de su libro Pecado. Él ha obedecido las órdenes e indicaciones de Abismo, su dios. Hasta que se enamora de la nieta de su siguiente víctima, lo que pone a prueba su fidelidad y lealtad. Lo que lo obliga a cuestionar las certezas que creía tener sobre su oficio.
Laura Restrepo combina los tiempos mitológicos con los actuales para preguntarse acerca del negocio de la muerte y propone un género literario completamente nuevo: el brutal noir, que le permite parodiar esta época en que vivimos, que se caracteriza por sus delirantes gobernantes autoritarios, irracionales y criminales. ¿Qué nos espera? ¿La llegada del caos definitivo o el amanecer de un mundo nuevo? CAMBIO reproduce el comienzo de la novela.
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Soy Dagger, Misericordia Dagger.
Abismo me adjudicó un oficio: empuña el hacha, me dijo, tú serás el verdugo.
Abismo se presentó ante mí como una mujer flaca, desnuda de la cintura para abajo, que bailaba frente a una pira de basura ardiente. Una mujer joven pero demacrada. Su vello púbico, ralo y rubión, desafiaba el aire frío, y su sexo se abría con indiferencia. Supe que ella era dios y conocí su nombre: Abismo.
Sus piernas, dos angarrios nervudos, se erguían sobre altos zapatos de tacón y plataforma. Mecía el cuerpo al son de una música silenciosa: se trataba de un dios danzante.
Creo en un dios que baile, dijo Nietzsche. Yo en cambio creo en un dios que sangre. No comulgo con el Let it be de los Beatles, sino con el Let it bleed de los Rolling.
—Te harás verdugo y trabajarás para mí —me ordenó Abismo usando palabras: supe que era un dios parlante.
Los tonos graves de su voz semejaban bramidos de ciervo o acordes de cello.
Abismo ama la oscuridad y la bruma, porque es en sí mismo brumoso y oscuro.
Me amenazó con castigos si llegase a desobedecerle; era un dios amenazante.
Acepté sus términos y pactamos una alianza. Comprendí su edicto y me hice justiciero, ejecutando a quienes él condenaba a la pena capital. Capital, de caput/capitis: cabeza. Me convertí en cortacabezas al servicio de Abismo, Supremo Bailarín y Ser Eterno.
Han pasado los sucesos y los años y hasta el momento todo ha sido ascenso y pulcritud en mi devenir como verdugo. Satisfacción y beneplácito por parte de mi amo, el Altísimo; por parte mía, obediencia a ultranza y orgullo del deber cumplido.
Hasta aquí.
Sin reservas ni altibajos, he sido el mejor y más incondicional de los servidores de Abismo.
Hasta ahora.
Y de repente, caigo. Tropiezo y caigo en un bucle del que no logro salir. Las cosas empiezan a enredarse de manera inesperada.
Ha sucedido de buenas a primeras, durante un encuentro casual en una esquina, controvertido suceso, punto de quiebre que marca mi trayectoria con un antes y un después. ¿Un antes y un después? Quizás sea más preciso decir: un antes y un nunca más.
Borges dice que todo encuentro casual es una cita.
Toda cita es un encuentro con la muerte, reformulo yo.
Acéfalo
Lanza y escudo cuando la realidad se vuelve pesadillla.
Digamos que hoy es la mañana que marca mi descalabro.
Digamos que hace frío. Me encuentro parado en el cruce de calles y veo a una adolescente hermosa que detiene su auto ante el semáforo en rojo. Quedo prendado de ella y a partir de este momento soy yo, el cortacabezas, quien pierde la cabeza.
El escenario de mi caída es entonces una esquina, un semáforo en rojo, una cierta muchacha… apenas un encuentro casual.
Casual, pero predestinado. Comprendo al instante que esta cita borgiana podría costarme la vida, ¿y quién dijo que no vale la pena arriesgarla?
Si el semáforo hubiera estado en verde, el auto habría seguido derecho, la muchacha que lo conduce se habría perdido calle arriba y ciudad adentro, y unas horas después yo la habría olvidado para volver serenamente a mis tareas y retomar el hilo de mi vida y de mis muertes.
Supongamos. El mundo seguiría igual si la luz del semáforo hubiera sido verde. Pero no. La luz es roja, la muchacha detiene su coche, yo la miro y mi rutina queda perturbada de aquí en adelante. No me hallo, siento que me envuelve un aura enervante.
Musito un avemaría en extremo desconcierto. El nombre de la muchacha tiene tres letras.
El nombre de la muchacha es Dix.
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Laura Restrepo presentará su nueva novela en la Feria de Libro de Bogotá el domingo 4 de mayo a las 5:30 p.m. en el Gran Salón C de Corferias.
