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¿Cómo lo haces, Djokovic?
Novak Djokovic y Carlos Alcaraz nos regalaron un partido hermoso en los cuartos de final del Australian Open y la pregunta sobre si el serbio es humano o no vuelve a estar en boca de todos.
El deporte conmueve en cuanto hace preguntas sobre la condición humana. ¿Cómo es posible que un rosarino de menos de 170 centímetros de alto se burle de hombres fuertísimos de toda la Tierra? ¿Cómo es posible sostenerse en el aire, negando el suelo y la gravedad, como Michael Jordan? ¿Cómo se explica la pierna izquierda de James Rodríguez o Juan Fernando Quintero?
Pues bueno, la pregunta más interesante del momento en el ámbito del deporte, gracias al Australian Open, pasa por Nole Djokovic, que le acaba de ganar a Carlos Alcáraz, y está en otra semifinal más de un Abierto. Es histórico y sigue inflando los récords y metiendo dólares en el bolsillo del tenista más ganador en la historia. El serbio se perfila, además, para intentar ganar su Grand Slam número 25, una cifra sideral y difícil de explicar racionalmente.
Empero, la pregunta trasciende los números y las estadísticas inverosímiles de Djokovic. Su misterio va mucho más allá. Lo realmente interesante va en relación con el fuero interno. ¿Hay que ser un caradura para ser leyenda? ¿La soberbia y la determinación se alimentan mutuamente? ¿Es imperativo ser vegano y un meditador consagrado para competir así y doblarlos a todos en los puntos álgidos? ¿Se necesita de una iniciación mística como la que confesó Djokovic cuando se encontró de frente, en el bosque, a un lobo hambriento? ¿Hay que negarse a las vacunas y desarrollar junto al equipo un brebaje de desconocida procedencia?
¿Hay, entre nosotros, como tanto lo quiere Elon Musk, mutantes que viven por fuera del tiempo y el espacio? En cuatro horas y cuatro sets, Djokovic le ganó a Alcaraz, 17 años menor, y la ciencia ficción sigue.
