
Los cultivos de caña de azúcar y palma de aceite son la base de los biocombustibles en Colombia. Desde estos campos se produce el bioetanol y el biodiésel que ya se mezcla con los combustibles fósiles en el país.
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De la caña y la palma al motor: así apoyan los biocombustibles a la movilidad sostenible de Colombia
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En tierras del Caribe colombiano, los campos de caña de azúcar y palma de aceite no solo representan la riqueza agrícola de la región, sino también el futuro energético del país. Estos cultivos, tradicionales en la economía local, se están aprovechando para producir biocombustibles, como una alternativa sostenible a los combustibles fósiles.
Por: Juan David Cano

La movilidad en Colombia está cambiando. Desde hace dos décadas, el país mezcla gasolina con bioetanol y diésel con biodiésel, ambos producidos a partir de cultivos locales: caña de azúcar y palma de aceite. Aunque el impacto no siempre es visible para los usuarios, estos biocombustibles ya hacen parte del combustible que alimenta carros, motos, buses y camiones. Pero el camino desde el campo hasta el tanque es largo y complejo. En CAMBIO le contamos cuál es el recorrido que hacen esos productos.
Del cultivo a la cosecha: el primer eslabón
En primer lugar, la caña de azúcar, cultivada en zonas como el Valle del Cauca y la región Caribe, tarda entre nueve y 16 meses en estar lista para su cosecha. Se cultiva en ciclos intensivos, y su rendimiento depende de factores como el tipo de suelo, la disponibilidad de agua y el manejo técnico. Una vez cortada, la caña se transporta rápidamente a los ingenios, donde comienza el proceso para convertirla en bioetanol.

Por otro lado, la palma de aceite es una apuesta de más largo plazo. Después sembrarse, dura varios meses creciendo en viveros y luego es trasportada a su lugar de siembra definitivo, donde debe esperar entre tres y cuatro años para empezar a dar frutos: racimos con pequeñas pepas rojas conocidas como palmiste. A partir de ese momento produce de forma continua durante más de dos décadas. Aunque la inversión inicial es alta.
La transformación: del jugo y el aceite al biocombustible
Cuando cada una de las materias primas alcanzan la madurez, tienen su propio proceso individual para obtener el respectivo biocombustible. En los ingenios, la caña se tritura para extraer su jugo, que se fermenta con levaduras para convertir los azúcares en alcohol. Luego se destila, se deshidrata y se convierte en bioetanol de alta pureza. Este producto es el que se mezcla con la gasolina convencional. En Colombia, la mezcla obligatoria es del 10 por ciento de etanol en la gasolina, aunque en algunas regiones ha llegado al 12 por ciento.

En el caso de la palma, los racimos se procesan en plantas extractoras. Allí se obtiene el aceite crudo de palma, que luego es sometido a una reacción química llamada transesterificación. En ese proceso, el aceite vegetal se convierte en biodiésel. A diferencia del bioetanol, que se usa con gasolina, el biodiésel se mezcla con el diésel fósil. En Colombia, el porcentaje obligatorio de biodiésel en la mezcla ha oscilado entre el 10 y el 12 por ciento.
El proceso de distribución: cómo llega al usuario que muchas veces es inconsciente
Una vez producido, el bioetanol y el biodiésel se transportan en carrotanques hasta las plantas de mezcla o los centros de distribución de combustibles. Allí se integran con los combustibles fósiles antes de ser enviados a estaciones de servicio en todo el país. Desde el punto de vista del consumidor, no hay diferencia operativa: cuando alguien tanquea gasolina o diésel ya está usando biocombustibles, aunque no lo sepa. Desde el punto de vista ambiental, hay un impacto positivo considerable.
Los carros, motos y taxis que funcionan con gasolina usan una mezcla que incluye bioetanol. No se requiere ningún tipo de modificación en los motores para utilizarla. El biodiésel, en cambio, se utiliza en vehículos como aviones, buses de transporte público, camiones de carga, maquinaria agrícola y en algunos casos en embarcaciones fluviales. En ciertos proyectos piloto y flotas institucionales, se han hecho pruebas exitosas con mezclas que superan el 50 por ciento o incluso con biodiésel puro (B100), aunque para esto último se requieren ajustes técnicos en los motores.

Los impactos detrás de los biocombustibles y los desafíos a superar
El uso de biocombustibles en Colombia tiene un impacto ambiental y económico considerable. Al provenir de materias primas vegetales, estas mezclas reducen las emisiones de gases de efecto invernadero en comparación con los combustibles fósiles.
"En estos 20 años, el uso de biocombustibles en Colombia ha permitido evitar la emisión de 41 millones de toneladas de CO₂. Para ponerlo en contexto, eso equivale al 84 por ciento de todas las emisiones del sector transporte en un año", informó Carolina Rojas, presidente de Fedebiocombustibles, durante la V Conferencia Internacional de Biocombustibles.
Pero no es lo único factor a considerar. El sector también redujo 8.000 toneladas de material particulado, responsable de enfermedades respiratorias en zonas urbanas. Además, proyectan evitar 5 millones de toneladas de CO₂, eliminar más de 1.200 toneladas de material particulado al año, sustituir 37.000 barriles diarios de combustibles fósiles y generar 100.000 empleos para 2030.
Pese a estas proyecciones, el sector pide la colaboración urgente del Gobierno porque los desafíos son importantes. Para aumentar la participación de los biocombustibles en la matriz energética, se necesitan políticas públicas estables, incentivos a la producción y una mayor inversión para apoyar los procesos productivos y garantizar la ampliación de la oferta en una creciente demanda.
"Esta nueva ley no solo es una necesidad técnica: es una apuesta por el futuro de Colombia. Para esto necesitamos trabajar en equipo las autoridades nacionales y legislativas, nuestros empresarios que se comprometan con estas metas de producción sostenible", explicó Rojas.
