Petro y el riesgo de gastar a manos llenas
Crédito: Fotoilustración: Yamith Mariño
En su primer año completo de mandato, Gustavo Petro contará con los ingresos de dos reformas tributarias, un boom petrolero y un crecimiento económico mayor al esperado. Aunque la recomendación es ahorrar una parte, su plan parece ser gastarlo todo.
Luego de aprobar un presupuesto para 2023 casi en las fechas límite, mientras esperaba avanzar con la reforma tributaria, el presidente contará en su primer año completo de gobierno con 405,6 billones de pesos, a los que espera sumarles otros 22 billones de pesos de gasto corriente más lo que el país reciba por el boom petrolero. Será uno de los presidentes con más dinero en las últimas décadas.
Muchas de sus promesas de campaña y negociaciones con diferentes sectores se aplazaron para la prometida adición presupuestal que, según el ministro Ocampo, llegará el próximo 6 de febrero a las sesiones extraordinarias del Congreso.
De la adición presupuestal ya se sabe que entre 600.000 y 800.000 millones de pesos se destinarán a cubrir lo que se dejará de recibir en los peajes de las carreteras de todo el país a cambio de no subirles este año la tarifa; y dos billones de pesos a que Adres pague el Soat de motociclistas y vehículos de servicios especiales, a quienes se les recortó a la mitad ese seguro.
El resto del gasto se irá a lo que el gobierno insistentemente ha catalogado como “cumplir con la promesa del gasto social”, que va desde “la política de hambre cero” hasta “hacer cumplir la reforma rural y comprar predios para los campesinos”.
Nada se destinará al ahorro, pese a las advertencias de una deuda que está cerca al techo, con intereses altos y en dólares, que hace al país vulnerable a los choques del mundo. Para eso, la estrategia del Ministerio de Hacienda ha sido adquirir nueva deuda internacional a una tasa de interés más alta para pagar por adelantado lo que se vencerá este y el próximo año, es decir, patear el balón hacia adelante.
La libertad de gastar
José Antonio Ocampo, ministro de Hacienda, no es nuevo en este cargo y sabe cómo argumentar su idea de gastar los 22 billones de pesos adicionales que recibirá este año para gasto corriente.
Su respuesta es que, cuando se hicieron las cuentas para el Plan Financiero 2023 –que actualiza el Marco Fiscal de Mediano Plazo– los técnicos de su ministerio tuvieron en cuenta estos 22 billones de pesos, y que, incluidos esos recursos, se cumple la regla fiscal de sobra pues el déficit fiscal disminuirá a 3,8 del PIB y tendrá un superávit primario de 0,6 por ciento. Además, dice Ocampo, la reforma se hizo justamente para tener el dinero para gastar en las promesas del nuevo gobierno.
El Comité Autónomo de la Regla Fiscal, después de auditar las cuentas, concuerda con el ministro. Explica que este espacio adicional de gasto se logra gracias a que el recaudo tributario de este año también será más alto de lo esperado porque una parte es la cosecha del crecimiento económico más alto en 2022. A eso se suma una tasa de cambio más alta, que significa que nuestros ingresos en dólares representan más pesos cuando entran al país y eso hace que las compañías reporten, por ejemplo, más dividendos.
Como si fuera poco, están los recursos adicionales de los precios del petróleo. El año pasado los precios de las materias primas estuvieron más altos que las expectativas, por el conflicto entre Rusia y Ucrania. Este año lo estarán por la reactivación de China. De nuevo, más ingresos para Colombia, cuyo principal producto de exportación son el petróleo y muchos de sus derivados.
Las restricciones del gasto
Sin embargo, por lo menos en el caso del petróleo, el país tiene una norma muy clara: los ingresos adicionales se tienen que guardar para mejorar las cuentas fiscales. La regla fiscal obliga a ahorrar una parte de los ingresos en épocas de vacas gordas para cerrar el déficit fiscal y mejorar las cuentas nacionales.
A menos que el Gobierno encuentre una forma de saltárselo, también debería pasar lo mismo con los entre ocho y nueve billones de pesos adicionales que recibirá por subirles los impuestos a las empresas de hidrocarburos, ya que también son ingresos adicionales.
Para el resto del gasto, el Gobierno parece confiar en el crecimiento del país, aunque se sabe que este año será mucho más bajo –el Banco de la República habla de 0,3 por ciento; el Fondo Monetario Internacional, de 1,1 por ciento, y el mismo Ministerio de Hacienda, de 1,8 por ciento–, lo que reduciría sus ingresos en 2024.
Hace unas semanas, en un evento público, el exministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, destacaba que “un buen mensaje para los inversionistas es no gastarse completos los 22 billones de pesos, sino ahorrar una parte. Un gran objetivo es avanzar más en estabilidad fiscal y prudencia para recuperar más pronto el grado de inversión”.
El ministro Ocampo también habla de recuperar el grado de inversión del país como uno de sus grandes objetivos, aunque acto seguido advierte que esta es una tarea que la última vez le tomó al país cerca de una década.
Pero para recuperar el grado de inversión, las calificadoras evalúan, entre otras cosas, el compromiso del país con la estabilidad de sus cuentas. Colombia está confiando en que podrá mantener el pedal sobre la demanda y eso le asegurará al gobierno los ingresos necesarios para seguir gastando. El problema, como ya lo demostró en 2022 la economía, es que eso también viene acompañado de inflación, que afecta especialmente a quienes tienen menos ingresos y no es sostenible en el tiempo.
La necesidad de reducir los déficits y la deuda del país es porque están en dólares que hay que pagar y que nos hacen vulnerables a lo que suceda en el mundo y a la percepción de los inversionistas sobre nuestro propio riesgo. Ya se ha visto que en un entorno en el que se reduce la liquidez y la política local se enrarece, los inversionistas se retiran con sus dólares y la tasa de cambio sube, lo que hace más costosas nuestras cuentas y, nuevamente, nuestro consumo.
¿En qué gastar?
Además de guardar un pedazo para mejorar las cuentas de la nación en lugar de pagar deuda con nuevas obligaciones más costosas, los expertos advierten que es necesario elegir con sabiduría en qué invertir para que el país avance y sea capaz de generar más y mejores ingresos en los próximos años.
Por ejemplo, la decana de Economía de la Universidad de los Andes, Marcela Eslava, ha dicho públicamente que “es un enfoque equivocado que el programa del gobierno sea el jalonamiento de la demanda. El crecimiento en esteroides jalonado por la demanda, sin generación de capacidad, no es sostenible ni coherente con la agenda de equidad. La dificultad de generación de ingresos propios de los más vulnerables está en el centro del problema y darles transferencias lo mitiga, pero no lo soluciona. El énfasis tiene que ser en generación de capacidades para que puedan obtener sus propios ingresos” y mejorar su calidad de vida al elevar la cantidad de dinero y las oportunidades que tienen.
Eslava, Cárdenas y otros expertos como el presidente del Consejo Gremial, Germán Arce, coinciden en que también son necesarias inversiones en sectores que estimulen a la economía por varios frentes, como la infraestructura y la vivienda.
Pero Eslava va más allá y advierte que “también tiene que ser clara la creación de capacidades de crecimiento sólido al futuro y ahí las reformas serán fundamentales, en especial la laboral, para generar las condiciones desde las que el sector privado se fortalezca y siga siendo fuente de generación de ingresos y crecimiento. Me parece particularmente sensible que en la laboral estemos importando dilemas del mundo desarrollado y muy preocupados en la formalidad, pero no estamos pensando en los informales y los costos de la generación de empleo”.