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En Cataluña ganan los socialistas y pierden los independentistas
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Gran victoria del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, y de su partido socialista, en las elecciones autonómicas: los ciudadanos premiaron la vía del “diálogo” con los independentistas mediante la cual Sánchez pactó con ellos para instalarse en el poder. Además, las fuerzas secesionistas perdieron la mayoría en el Parlamento catalán. La paradoja es que eso podría ocasionarle dolores de cabeza al propio gobierno.
Por: Francesco Rodella

Los socialistas de Pedro Sánchez lograron una gran victoria en Cataluña, y el presidente español tomó oxígeno y se reforzó. Aunque, como casi siempre ocurre con lo que sucede en Cataluña, en algún momento pueden surgir consecuencias inesperadas o dolores de cabeza indeseados, de los que no se salvarían ni siquiera Sánchez y su gobierno, cuya estabilidad futura seguirá dependiendo de los apoyos que logre entre los partidos independentistas.
Por otra parte, para estos, los resultados de las elecciones autonómicas de este domingo supusieron un verdadero ciclón, ya que perdieron la mayoría parlamentaria que conservaron durante más de una década. Ahora queda por verse hasta qué punto eso incidirá en las dinámicas internas y en las estrategias y perspectivas de estas formaciones, en particular en lo que hace referencia a los equilibrios en juego en el Parlamento nacional.
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Además, hay que decir que en estas elecciones no le fue mal a la derecha. Por ejemplo, al Partido Popular (actualmente la fuerza más votada a escala nacional), le fue mucho mejor que en las elecciones de 2021, quizás porque, por estos lares, soplan también las ganas de las recetas conservadoras, de las promesas anti-inmigración y de los liderazgos dispuestos a plantar cara en ámbitos donde las izquierdas se han sentido tradicionalmente en situación de control.
El resultado de los socialistas (PSC) en Cataluña es aún mejor de lo que auguraban algunas encuestas, y les permite consolidar claramente el liderazgo en votos obtenido hace tres años. En ese entonces, la formación había empatado en escaños con los independentistas de izquierda de ERC (33), el partido del último presidente autonómico, Pere Aragonès, quien decidió adelantar las elecciones programadas en principio para 2025. Ahora, en cambio, por el número de diputados obtenidos por el PSC (42), se convierte en primera fuerza.
Esa es la victoria de su líder, Salvador Illa, que hace de su actitud equilibrada y sosegada su propia marca de fábrica en tiempos revueltos de polarización y tensión. Y es la victoria de Pedro Sánchez pues evidentemente la mayoría de los ciudadanos valora de manera positiva su política de buscar la “concordia” entre los catalanes y, tras muchos años de confrontación, de darles razones para que no quieran abandonar España.
Pero puede ocurrir que, durante un tiempo bastante largo, se queden sin certezas sobre quién los gobernará: ni el PSC ni ninguna otra formación, reúne los 68 votos que se necesitan para tener la mayoría absoluta en el Parlamento. De modo que hace falta que se dé un pacto entre distintos partidos para que se pueda lograr una fórmula de gobierno viable. Por el momento, según se desprende de las primeras declaraciones de los unos y de los otros, todavía no está a la vista la resolución del enigma: habrá que esperar a ver si se fragua algún pacto, o si tendría que darse una nueva elección (teniendo en cuenta que todo esto se va a sobreponer con las elecciones europeas del 9 de junio).
Para el independentismo, de todas formas, la derrota es contundente. En la última legislatura, ERC, JUNTS (el partido de Carles Puigdemont, ex presidente catalán que intentó consumar, en 2017, la secesión de Cataluña y, desde entonces, al seguir investigado, vive fuera de España para evitar el riesgo de una detención), y los radicales de la CUP, tenían en total 74 escaños, mientras que ahora se tendrán que conformar con 59. De los tres, solo JUNTS obtuvo un mejor resultado respecto a 2021, al pasar de 32 a 35 escaños. Pero a ese triunfo se le restan, por otro lado, los descalabros de las otras dos formaciones. Así, después de una década en que el proyecto separatista ha ocupado buena parte del debate público en Cataluña, y se ha convertido en un tema recurrente y polarizante (en ocasiones, hasta agotador para muchos), los partidos independentistas pueden perder por primera vez, en mucho tiempo, sus hegemonías discursiva y parlamentaria. La mayoría de los catalanes tiene otras prioridades y Sánchez, ahora, puede presumir haberlo tenido claro más que los otros. Según el diario El País, al celebrar su éxito del domingo, les dijo a los suyos: "Teníamos razón".
Como consecuencia de lo anterior, el eje alrededor del que giran las principales rivalidades políticas en Cataluña, puede haber sufrido un cambio considerable: ya no se trata del esquema independentismo–no independentismo por encima de las tendencias ideológicas de cada quien, sino que regresa el esquema izquierda–derecha, como sucede en el resto de España. Porque también los conservadores toman fuerza: el Partido Popular logra salirse de la irrelevancia con una fuerte subida (de 3 a 15 escaños); y los ultraconservadores de Vox, aliados de Javier Milei, Donald Trump o Jair Bolsonaro, mantienen los 11 diputados que ya tenían, lo cual muestra que su discurso tajantemente anti-independentista les sigue dando resultados. Hasta el punto de que, la versión catalana de Vox, Aliança Catalana, que comparte muchas de sus propuestas políticas aunque al mismo tiempo es abiertamente secesionista (¡vaya paradojas de la vida!), logró entrar en el Parlamento con dos diputados.
