Daniel Samper Pizano
16 Julio 2023

Daniel Samper Pizano

DESCUBRIMIENTOS

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

Pobre la Guajira. Ha sido descubierta infinidad de veces y sin embargo los colombianos sabemos poco sobre ella, y mucho de lo que sabemos no son cosas buenas: desierto, arena, viento, contrabando, crimen, hambre... Sin embargo no fue siempre así. Esto es lo que nos dice su pasado.

Prehistoria. Hace quince millones de años en la Guajira abundaban los ríos y los montes verdes. Espejeaban lagos de agua dulce donde se criaban peces, cocodrilos y grandes tortugas y allí acudían a beber los osos y los venados. Miles de aves anidaban en los bosques. Luego todo cambió y aún no se sabe bien por qué (El Heraldo, 5. XI. 2018).

Aborígenes. Los primeros seres humanos que descubrieron la Guajira fueron grupos de aborígenes trashumantes que venían de lo que hoy es Venezuela hace cerca de mil años. Así llegaron a la península nororiental colombiana los indígenas guajiros: wayús, macuiros y anates. 

Españoles. El 23 de agosto de 1499 estos nativos divisaron en aguas del Cabo de la Vela unos barcos que habían atravesado el Caribe en busca de tierra firme. Capitaneaba la expedición el navegante Alonso de Ojeda, primer europeo que pisó arena colombiana, y lo acompañaban en el descubrimiento dos ilustres geógrafos: el español Juan de la Cosa, que en 1500 dibujó el primer mapa de la costa guajira (y murió diez años después flechado por los indios calamaríes en Cartagena), y Américo Vespucio, cuyo nombre ostenta el nuevo mundo. 

Africanos. Poco después de los españoles llegaron los africanos. Eran esclavos, venían a la fuerza y maltratados. Transcurridas algunas décadas, muchos habían huido de sus amos y levantado empalizadas para protegerse del blanco. En abril de 1586 los negros cimarrones ocupaban rincones de la Guajira y regiones vecinas. Fue famoso, no lejos de Riohacha, el palenque llamado Nueva Troya, que se regía por normas autónomas. (Weilder Guerra). El principal prócer de la historia guajira fue un pardo: el almirante José Prudencio Padilla (1784-1828). 

Perlas y sal. Desde los tiempos prehispánicos, dos de los principales ingresos guajiros fueron la pesca de perlas, que se practicaba sin más ayuda que unos buenos pulmones, y el secado de sal marina, principalmente en Manaure. Son recursos que aún se desarrollan.

Religiosos. No tardaron en descubrir el territorio también los nuevos evangelistas. Durante siglos, misioneros capuchinos captaron almas wayús para el Dios católico. El padre Agustín de Barranquilla, a quien por otras razones apodaron el Gavilán Cebao, escribió un conocido libro sobre la Guajira (1953). De la presencia de los predicadores da fe un paseo de Rafael Escalona: “Dicen que tiene barba, como un padre;/ que tiene mucho pelo, como un indio”.

Inmigrantes. A fines del siglo XVIII, y sobre todo en los dos siguientes, descubrieron la Guajira familias italianas, francesas, inglesas y árabes, algunos de cuyos descendientes han sido muy poderosos.

Comerciantes y contrabandistas. El abandono de la autoridad, la cercanía con las Antillas y la amplitud de sus playas convirtieron a la Guajira en un gran puerto. El comercio formal y el contrabando descubrieron que las costas sin vigilancia favorecían el tráfico. Legal o no.

Vallenatos. La música vallenata ha sido el más rico regalo que la Guajira y el litoral han hecho a Colombia. El país descubrió así compositores legendarios como Leandro Díaz, acordeoneros como el mítico Francisco el Hombre y cantantes como Diomedes Díaz. Todos guajiros. Los quince municipios del departamento aparecen nombrados en merengues, paseos, puyas o piquerias. La comarca inspiró a Gabriel García Márquez, hijo de una ciudadana guajira, su gran obra.

Literatura. Otros escritores y poetas descubrieron en su momento a la Guajira. En 1934 Eduardo Zalamea Borda publicó su revolucionaria novela Cuatro años a bordo de mí mismo. Y en 1942 el poeta Arturo Camacho Ramírez estrenó la obra de teatro en verso Luna de arena

Combustibles. Histórico hallazgo fue el del subsuelo. Minas y pozos han producido miles de millones de pesos pero también constantes quejas de los ambientalistas.

Marihuana. La incalculable tragedia de la producción y tráfico de droga empezó cuando algunos jóvenes gringos descubrieron que el clima de la región era inmejorable para la marihuana. La prohibición de su consumo en Estados Unidos le aseguró un valor excepcional, que atrajo a cultivadores y mercaderes. 

Violencia. Pocos años pasaron antes de que narcotraficantes, mafiosos, guerrilleros y paramilitares descubrieran a la Guajira como campo propicio para sus crímenes.

Corrupción. Y como lo uno va con lo otro, estalló la corrupción política y administrativa: clanes mafiosos, contratos para robar, compra de votos, asalto a los cargos de elección o nombramiento, impunidad.
(Sobre estos últimos capítulos —violencia y corrupción— me extenderé en futura columna).

La nación. Recientes descubridores de la Guajira han sido la nación e iniciativas privadas solidarias. El desembarco de una amplia delegación presidencial y la declaración de emergencia social y económica en la península permiten albergar esperanzas. También los esfuerzos de las ONG por mejorar el reparto y calidad del agua y promover las artesanías.

Animales. Esta semana los científicos festejaron en la Guajira dos nuevos hallazgos: un curioso cangrejo rubio (Chaceus guajiraensis) y un ave que parecía extinguida, el campanero barbado (Procnias averano). Siguen, pues, los descubrimientos (El Espectador, 15.VII.2023). 

Mientras tanto, también persisten la pobreza, la desigualdad, el hambre, la sed, las enfermedades y la ignorancia. Tras la milenaria cadena de descubridores, es Colombia la que debe descubrir y rescatar a la Guajira.

ESQUIRLAS. ¡Peeeerdón! Según Semana, la frase “El que a hierro mata a hierro muere” procede del mundo del hampa (9. VII. 2023). Peeeerdón: la pronunció Jesús cuando Pedro atacó a un soldado con su arma: “Guarda tu espada, que el que a hierro mata a hierro muere”. (Mateo 26, 52). Algo va de Cristo a Al Capone.
 

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más columnas en Los Danieles

Contenido destacado

Recomendados en CAMBIO