Ana Bejarano Ricaurte
5 Mayo 2024

Ana Bejarano Ricaurte

PANTOMIMA DEL CAMBIO

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Hace varios días, el presidente de la república Gustavo Petro lanzó otra de sus enigmáticas reflexiones que retumban por meses en las agrietadas y sucias paredes de la discusión pública: “es que yo los invitaría a que miraran menos la forma que el contenido; sin contenido no hay formas”. 

Cuando la dijo causó revuelo porque se refería a sus cada vez más confusas intenciones de convocar a una asamblea nacional constituyente. Pero las palabras vuelven a cobrar vigencia con las revelaciones de Daniel Coronell en el reporte Coronell de la WRadio, según las cuales la alta consejera presidencial Sandra Ortiz entregó tres mil millones de pesos de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo al presidente del Senado Iván Name y otro tanto al presidente la Cámara. 

La escandalosa información es más del mismo brebaje de podredumbre con el que se ha dirigido el Estado colombiano desde su concepción. No deberíamos sorprendernos, pero que ocurra en el gobierno del cambio se siente particularmente triste. 

Petro prometió el cambio para alcanzar la justicia social, el reconocimiento de los desposeídos, casi la reformulación del paradigma sobre la administración pública en Colombia. Su promesa de utopía comprende la reescritura del Estado colombiano, incluso literalmente al insistir en la convocatoria —que jura que ya comenzó— del poder constituyente para hacer una nueva Constitución. 

El problema es que Petro nunca comprendió que el verdadero cambio que hubiese sido novedoso y el que pide a gritos la sociedad colombiana era haber llegado al poder y en especial ejercerlo por fuera de la corruptela inmunda a la que nos tienen acostumbrados. 

El presidente pensó que la pureza o belleza de su mensaje justificaba cualquier forma para embutírselo a su manoseado pueblo. El supuesto contenido sobre las formas; los medios espurios para alcanzar su fin ilusorio y mentiroso. Por eso llegó al poder rodeado de corruptos y los esparció sobre todo tipo de cargos tras ponerse la banda presidencial. 

Las revelaciones de Coronell son otra demostración más de que este un gobierno corrupto, clientelista e igual de oscuro a todos los demás. La transformación no llegó ni llegará porque se han dedicado a justificar sus relaciones y nombramientos con la política de siempre como si ello les permitiera alcanzar esa utopía que les pintaron a los votantes. Ellos, los que gobiernan ahora, son la política de siempre. 

Uno de los factores que más incide en la pobreza, desigualdad y violencia en Colombia es la corrupción por la cual se desvían los recursos y se emprobleman la aplicación y cumplimiento de las políticas públicas. No es un tema de forma, señor presidente, ese desvío es el contenido, ese proceder es en lo que reside el cambio más necesario y que a usted ya le quedó grande. 

De nada importa el acierto de las promesas, leyes o planes de ejecución si su cumplimiento está en manos de los garosos de siempre a los que Petro entregó el Estado y a quienes les ha permitido la robadera estructural que ahora se gesta, una vez más, desde el ejecutivo.    

Hacía el final de su comentada perorata, Petro sentenció: “¿Cuál es el contenido? Que el pueblo sepa que hemos llegado a un punto, un nudo gordiano y que es necesario su intervención para que el pueblo y el país cambie”. Claro que lo sabemos, presidente. El nudo gordiano no es la cantidad de charlatanería improvisada que escupe todos los días para prometer todo lo que no va a hacer, sino sacar y castigar a la mafia que gobierna a Colombia y que no tiene color político. Los verdes, rojos, azules, todos. 

Eso es lo más decepcionante del gobierno del cambio: que se ejerce como cualquier otro de los que se hacen elegir para repartirse las arcas del Estado entre amigos y mafiosos. No son casos aislados ni funcionarios desviados: la evidencia que se acumula no puede entenderse por fuera del copamiento y abuso estructural y sistemático de lo público que conocemos a la perfección.

Casi que la improvisación y mediocridad en el ejercicio del poder serían pasables si no estuvieran dedicados a llenarse los bolsillos con nuestra plata. Petro lo sabe y se hace el de la vista gorda en franca complicidad con la numerosa cantidad de ladrones a quienes les abrió las puertas de la función pública. La pantomima del cambio para hacer lo de siempre: apoderarse del botín.  

Cambio Colombia

 

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